Es posible que estés disfrutando de una temporada de buenos momentos en este momento: sin gran estrés, pruebas desalentadoras o dolor profundo. Estoy agradecido al Señor por proveer tales temporadas en las vidas de sus hijos. Pero sabemos por las Escrituras que las tormentas y las grandes pruebas eventualmente llegan a todos los que verdaderamente han dado todo a Cristo. “Muchas son las aflicciones del justo, pero de todas ellas le librará Jehová” (Salmos 34:19).
Muchos de los que soportan largas pruebas, se preguntan: “Señor, ¿te he entristecido de alguna manera? ¿Hay algo en mi vida que te impide escuchar mi clamor? He sido fiel a tu Palabra, entonces, ¿por qué estoy pasando esta prueba sin fin? La Biblia dice que no permitirás que yo sufra más de lo que puedo soportar, pero siento que estoy en el punto de quiebre”.
Durante siglos, grandes cristianos han tratado de investigar las razones del sufrimiento de los piadosos, pero las respuestas parecen ser difíciles de alcanzar. Los libros están llenos de opiniones y consejos, pero el enfoque más efectivo para soportar es clamar: “Señor, debo recibir de tu Palabra, tocante a mi necesidad presente”.
El creyente llega a un lugar donde toma la decisión de permanecer tibio en su fe o cruzar la línea para seguir a Jesús con todo su corazón. Aunque no es posible comprender completamente por qué sufren los cristianos, una cosa es cierta: Una vez que determinas en tu corazón buscar al Señor, decidiendo apoderarte de sus promesas, te conviertes en un objetivo de Satanás.
El diablo reconoce algo en cada cristiano devoto, algo que es absolutamente destructivo para su reino. Ocurre cuando un hijo de Dios decide confiar en el Señor a todo costo, acercándose a él a pesar del dolor y la dificultad. Te conviertes en un objetivo del diablo porque él sabe que los cimientos del infierno están siendo sacudidos. Toda su estrategia es conseguir que apartes tus ojos de la victoria de la cruz.
No te concentres en tus debilidades, tus pecados, tus defectos, sino que, en lugar de ello, concéntrate en Jesús y en la victoria que él promete.
David Wilkerson