Cuando consideramos nuestros estilos de vida como seguidores de Jesús, la mayoría de los nuestros no se ajustan al modelo del Nuevo Testamento. Cristo envió a sus doce discípulos para proclamar las buenas nuevas, sanar a los enfermos y a ser vasijas dispuestas a llevar a traer su reino en la tierra (ver Marcos 16:15-18). Más tarde, envió a setenta discípulos con las mismas instrucciones (ver Lucas 10:1-16). Le dijo a cada uno de estos grupos: “Todo lo que les he enseñado a hacer, predicar el evangelio, sanar a los afligidos y hacer realidad mi reino, deben hacerlo en mi nombre. Ahora vayan a todo el mundo y hagan lo que les he mandado”.
Ese es el modelo del Nuevo Testamento. Pero la brecha entre esto y la forma en que vivimos nuestra fe es enorme. En un extremo está el poder de Dios para obrar maravillas; y en el extremo opuesto está nuestro estilo de vida. ¿Qué nos impide hacer las obras de Jesús? Creo que es esto: Necesitamos un bautismo de su amor.
Hay una barrera más grande que ninguna otra, que nos impide amar confiadamente como lo hizo Jesús. ¡Esta barrera es el temor! Cuando nos imaginamos haciendo las obras de Jesús, tenemos miedo de las personas, de lo que podrían pensar y de fracasar. El apóstol Juan aborda esto directamente: “En el amor no hay temor, sino que el perfecto amor echa fuera el temor; porque el temor lleva en sí castigo. De donde el que teme, no ha sido perfeccionado en el amor” (1 Juan 4:18).
Pablo enumera los dones que resultan de haber sido liberados del miedo: “Porque no nos ha dado Dios espíritu de cobardía, sino de poder, de amor y de dominio propio” (2 Timoteo 1:7). Nada en nuestra capacidad humana puede llenarnos con un espíritu de poder y amor y dominio propio. Estos son dones de Dios; y él los da a todos los que piden. Cuando él nos libera del temor, podemos amar a las personas con su amor y ministrar sus necesidades más profundas. ¡Su amor lo cambia todo!
GARY WILKERSON