¿Qué hace que la predicación sea inefectiva?
Los pastores están llamados a proclamar a Cristo y presentar a todos los miembros plenamente maduros en Él (Col. 1:28). Sin embargo, la parábola de los suelos (Mr. 4) nos muestra que hay una batalla espiritual significativa en todas partes donde se siembra la Palabra. Satanás está muy ansioso por quitar la Palabra implantada en los corazones. La persecución y los problemas de la vida pueden tener un similar efecto devastador. En otras palabras, a menudo hay razones espirituales por las que un sermón no produce cambios.
Pero también puede haber razones prácticas por las cuales un sermón predicado es inefectivo. Implícito en el llamado a ser un obrero aprobado que maneja correctamente la Palabra de verdad (2 Ti. 2:15) está la necesidad de reflexionar honestamente sobre nuestras propias debilidades.
He estado tratando de hacer esto y ofrezco mis conclusiones con cierta vacilación, ya que el ejercicio deja al descubierto mi propio corazón. Sin embargo, creo que es útil. Algunas cosas resonarán y, como yo, serás conducido una vez más al trabajo arduo, empapado en la oración.
Aquí hay siete tipos de sermones que pueden hacer ineficaces las labores de un predicador.
1. El sermón exegéticamente ligero
Comprender bien un pasaje puede ser difícil. Algunas partes de las Escrituras son más difíciles que otras (2 Pe. 3:16). Entender un pasaje correctamente, interpretarlo correctamente, no es algo que sucede en cinco minutos. Debemos lidiar con las estructuras de párrafos y oraciones, el vocabulario, los idiomas originales, la intención del autor, y muchas otras cosas en las que muchos en nuestra congregación piensan poco.
Allí radica la tentación. Debido a que tengo un conocimiento más firme de la Biblia que la mayoría en mi congregación, podría descuidar el duro trabajo de la exégesis y es posible que no se den cuenta. Puedo hacer un buen trabajo y dar la impresión de que he hecho la labor necesaria, sin haberla hecho en realidad.
2. El sermón exegéticamente pesado
La otra cara del primer enfoque es tratar de impresionar. Puedo cargar mi sermón con tanta exégesis que la congregación se queda fría e inmóvil. He escuchado mucha predicación así, y confieso que a veces caracteriza la mía. El arte de predicar no se trata solo de lo que dices, sino de lo que no dices.
El arte de predicar no se trata solo de lo que dices, sino de lo que no dices.
Detrás de este tipo de sermón está la posibilidad de que mi propia preparación esté desequilibrada. Siempre puedo pasar más tiempo en un pasaje mientras estudio. Siempre hay otro comentario u otro blog que puedo leer. Me gustan estas cosas. Me entusiasman. Pero mi tiempo de preparación es limitado, por lo que es posible hacer demasiada exégesis y estar bien preparado en términos de lo que significa el texto, y sin embargo, prácticamente no he pensado en cómo transmitir mejor el significado a la congregación.
3. El sermón complejo
Un hombre que había sido albañil me dijo una vez que medía la profundidad del sermón por lo poco que lo entendía. Finalmente comprendí a qué se refería cuando nos sentamos juntos a escuchar a un predicador desconcertante que me dejó mareado. “Brillante —me dijo mi amigo—, simplemente brillante”.
No existimos como predicadores para deslumbrar a las personas con un intelectualismo elevado y poderoso. Es fácil para nosotros (y para nuestros miembros) confundir profundidad con complejidad, al no entender que esto confunde categorías y estrategias de comunicación. Es muy posible —de hecho, necesario— ser a la vez profundo y sencillo.
4. El sermón ininteligible
Hay muchas razones por las que mi discurso puede ser difícil de entender, incluido el tono, el idioma, el ritmo, y el volumen. Algunas de estas cosas las puedo controlar, otras no. Sin embargo (y esto suena a un curso de predicación básica), si la gente no puede escucharme física, emocional, o intelectualmente, entonces no he dicho nada en absoluto.
5. El sermón académico
La predicación es una forma de comunicación oral, algo que los expositores a menudo no logran comprender. Nos comunicamos de manera diferente en forma oral que en forma escrita. Y, sin embargo, muchos sermones suenan como (y de hecho son) ensayos, como un artículo académico leído desde la silla del profesor.
¿Quién puede digerir una proclamación así, excepto una pequeña minoría? Es muy poco probable que las citas extensas (una excelente forma de llenar el tiempo para predicadores perezosos) funcionen bien cuando se leen en voz alta. Esta es una lucha clave para muchos predicadores. La mayoría de nosotros escribimos nuestros sermones de alguna forma, así que tenemos que disciplinarnos para comunicar nuestras notas en forma oral.
6. El sermón casual
El antídoto para tal formalidad muerta es a menudo serpentear a través de los arbustos sin elegir ningún camino en particular. Pero un sermón casual también puede ser difícil de seguir. Podemos estar tan interesados en evitar la formalidad que dejamos de lado cualquier estructura, dirección, o construcción que sirva a nuestros oyentes.
“Por supuesto que pueden soportar 60 minutos de mis divagaciones”, me digo. Así que no se terminan las oraciones, simplemente se pierden en el camino. Los pensamientos no están completos, o no son lógicos. Las ideas aleatorias son mucho más difíciles de digerir que las ordenadas, por lo que, si bien debemos evitar la formalidad de entregar un ensayo escrito, no estamos llamados a conversar como adolescentes enamorados que hablan durante horas sin decir nada.
7. El sermón desconectado
Es demasiado fácil en mi sermón desconectarme de las personas a las que estoy tratando de llegar. Yo no sirvo en una iglesia grande, ni siquiera bajo los estándares del Reino Unido, y aun así tenemos más de 60 nacionalidades representadas, personas de diferentes trasfondos sociales, diversos grupos de edad, etc. No pretendo decir que sea fácil preparar un sermón que impacte. Pero el predicador que simplemente no se molesta por intentarlo porque es demasiado difícil pronto encontrará que su predicación es ineficaz.
En los sermones que conectan, la aplicación va con el flujo del texto, se entiende bien, y resuena con las personas.
La falta de conexión puede ocurrir de una manera diferente. Es bastante sencillo (nunca te ha pasado esto, ¿verdad?) forzar una aplicación generalizada sobre el texto, una aplicación que no tiene conexión con el texto. Es asombroso, he descubierto, cuántos pasajes de la Biblia aparentemente ya tienen las mismas tres aplicaciones: lee tu Biblia más; ora más; testifica más.
En los sermones que conectan, la aplicación va con el flujo del texto, se entiende bien, y resuena con las personas.
Puede que tengas otras debilidades, como todos nosotros, pero aquí hay algunas para comenzar. ¿Qué predicaste el fin de semana pasado y cómo te fue?