“Y Pedro, saliendo fuera, lloró amargamente” (Lucas 22:62). En esta escena, justo antes de la crucifixión de Jesús, vemos a Pedro llorando desconsoladamente, aturdido por su propia sensación de fracaso. Después de todo, él era el seguidor de Cristo que había declarado: “¡No sólo estoy dispuesto a vivir por ti, sino a morir por ti y contigo en Jerusalén!” (ver Mateo 26:35). Sin embargo, poco tiempo después, Pedro negó haber conocido a Cristo, jurando al respecto.
Muchas personas decepcionadas y desilusionadas en el Cuerpo de Cristo sienten que de alguna manera han fallado a Dios. Ellos recuerdan los días en los que les encantaba orar, cuando no podían esperar para contarles a los demás sobre Jesús. Pero algo pasó en el camino. Sienten como si hubieran cometido un error de algún tipo; y ahora no saben si su relación con Dios pueda llegar a ser como alguna vez lo fue.
Recuerda, los cristianos cometen errores. Uno de esos errores es sustituir el razonamiento humano por el consejo divino. Cuando tú y yo oramos, las ideas llegan a nuestros corazones. Sin embargo, debemos recordar que no siempre son de Dios, aunque en ese momento estemos orando.
A menudo asumimos que sabemos exactamente lo que Él quiere decir cuando nos envía a hacer algo. Entonces, cuando no funciona como creímos, nos desanimamos o incluso nos amargamos. Permitir que la amargura contra Dios entre en el corazón cuando un plan no avanza como se espera es un segundo error común de los cristianos.
¡Es posible que hayas cometido errores, pero el plan de Dios para tu vida no se ha frustrado! Así que, si estás desilusionado, ten la seguridad de que Dios no te ha olvidado. Él no te ha descartado. Tú eres tan precioso para él, tan valioso para él, hoy como lo fuiste antes de que siquiera entendieras quién era él.
Permite que el Señor te consuele y toque tu vida con su misericordia. Elige creer que él no te ha abandonado, que su plan para tu vida se cumplirá. De hecho, ¡lo mejor está por venir!
Carter Conlon