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De: hectorspaccarotella  (Mensaje original) Enviado: 02/07/2019 13:24

“Si tan solo esto no estuviera pasando”. “Si tan solo tuviera más”. “Si tan solo tuviera lo que ella tiene… todo estaría bien”.

¿No son muchas veces estas frases el sentir de nuestros corazones? En nuestra naturaleza pecadora es tentador pensar que estaríamos mejor si tan solo las cosas fueran diferentes. Muchas veces podemos encontrarnos insatisfechas con nuestras circunstancias, con aquello que tenemos o no tenemos. 

Proverbios 27:20 lo dice muy bien: “El Seol y el Abadón nunca se sacian; tampoco se sacian los ojos del hombre”. 

Pero hay algo que solemos perder de vista en medio de todo esto, y es que el contentamiento no tiene nada que ver con un cambio de circunstancias sino un cambio del corazón.  

LA RESPUESTA DE LA AFLICCIÓN

En el libro de Filipenses encontramos uno de los pasajes que de manera directa nos hablan sobre el contentamiento, específicamente en el capítulo 4 versos 11-13: 

“No que hable porque tenga escasez, pues he aprendido a contentarme cualquiera que sea mi situación. Sé vivir en pobreza, y sé vivir en prosperidad. En todo y por todo he aprendido el secreto tanto de estar saciado como de tener hambre, de tener abundancia como de sufrir necesidad. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. 

El contentamiento no tiene nada que ver con un cambio de circunstancias sino un cambio del corazón. 

Una de las cosas que caracterizó el ministerio de Pablo, el autor de esta carta, fueron las pruebas y aflicciones. En 2 Corintios vemos que Pablo sufrió naufragios, peligros de espada, azotes, hambre, desnudez, asalto, peligro entre sus compatriotas, trabajo, fatiga, peligros de muerte… y la lista pudiera continuar.

Pablo fue un hombre afligido de muchas maneras, pero uno que a pesar de sus circunstancias tuvo contentamiento. ¿Te imaginas un corazón como este? ¿Cómo pudo Pablo haber llegado ahí?

APRENDIENDO CONTENTAMIENTO 

El texto de Filipenses 4 nos dice que Pablo aprendió contentamiento. Ahora bien, si dice que lo aprendió es porque era algo que no tenía, que no le salía natural. Porque lo que a nosotros nos sale natural en nuestra condición caída es la insatisfacción. Esa actitud de inconformidad y amargura hacia las diferentes circunstancias de nuestras vidas. Ese corazón que sin importar las circunstancias en las que se encuentre siempre quiere más o algo distinto, y donde una característica de sus labios es la queja. 

En medio de la insatisfacción propia de su naturaleza caída, Pablo aprendió a tener contentamiento cualquiera que fuera su situación, porque, repito, el contentamiento no tiene nada qué ver con un cambio de circunstancias, sino con un cambio del corazón. Pablo pasó de la insatisfacción al contentamiento. Y eso es lo que debe ocurrir en nuestros corazones también.  

Ahora, ya que el contentamiento es algo que debemos aprender, vale la pena que definamos esta virtud. Podemos decir que el contentamiento cristiano es la característica de un corazón que está confiado en su Señor y que de manera voluntaria se somete y se deleita en la amorosa, sabia, y paternal disposición de Dios para cada circunstancia. El contentamiento es la sumisión interior del corazón. 

Algo importante que debemos tener en cuenta es que contentamiento no es lo mismo que resignación. La resignación dice: “No hay de otra, esto es lo que hay”, pero sigue habiendo insatisfacción en el corazón y un sentido de desesperanza. 

A diferencia de esto, el contentamiento se somete y se deleita en lo que Dios ha dispuesto para su vida, y esta es una disposición del corazón, que como nos enseña la Palabra, debemos aprender. 

EL SECRETO DEL CONTENTAMIENTO

Para poder aprender contentamiento hay algo clave que debemos considerar, algo a lo que Pablo le llama “el secreto”. Lo vemos en el verso 13: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”. 

Lamentablemente este verso ha sido malinterpretado en múltiples ocasiones. Muchas personas lo han usado como si fueran Popeye y Cristo su espinaca. Como si lo que estuviera diciendo es que en Cristo pueden lograr lo que sea que les llegue a la mente. Pero el significado de este verso va mucho más allá, y es mucho más profundo que esta simple afirmación fuera de contexto .  

Lo que Pablo nos está diciendo en este pasaje es que el secreto del contentamiento está en Cristo. Que en Jesús podemos alcanzar contentamiento sin importar lo difícil de la circunstancia que estemos viviendo.  

En Cristo podemos tener contentamiento en medio de la enfermedad, en medio de la dificultad económica, en medio de la soledad, en medio de la rebeldía de un hijo, en medio de la circunstancia difícil en mi trabajo, en medio de cualquier circunstancia: todo lo puedo en Cristo que me fortalece.  

En Jesús podemos alcanzar contentamiento sin importar lo difícil de la circunstancia que estemos viviendo.

Pablo alcanzó contentamiento cuando aprendió que Cristo era suficiente para Él. Ese es el secreto. Podemos aprender contentamiento y su secreto cuando llenamos nuestras mentes de la Palabra de Dios. Esta es la manera en la que podemos conocer a Jesús y fijar nuestros ojos en Él.

Así que, ¿cuándo se manifiesta mi confianza en Dios? Cuando mi gozo y seguridad no dependen de mis circunstancias cambiantes sino del Dios que nunca cambia y sus promesas seguras. Cuando en medio de cada circunstancia recuerdo que Dios se preocupa por nosotras como un Padre, y nada se escapa de su voluntad. Cuando en todo tiempo recuerdo que todo lo que Dios hace es para mi bien, y que cada situación en mi vida es una manifestación de la gracia y el amor de Dios para mí. Cuando recuerdo que esta vida es temporal y que llegará un día donde no habrá más dolor, y nuestro Rey Jesús hará nuevas todas las cosas.

Nosotras podemos llevar vidas de contentamiento cuando nuestra seguridad están en Él y no en nuestras circunstancias. Es con nuestros ojos puestos en la cruz donde genuinamente puedo decir: “He aprendido a contentarme cualquiera que sea mi circunstancia. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece”.





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