2
Una lección acerca de la
Recepción de la Palabra
El que tiene oídos para oír, oiga.
(Lucas 8:8)
Parábola del sembrador.
El enfrentamiento decisivo con los principales fariseos había
tenido lugar en la casa de alguien cerca de la costa del mar de galilea. Poco
después que la disputa termino, Mateo
13:1-2 dice: < se le junto mucha gente; y
entrando él en la barca, se sentó, y toda la gente estaba en la playa>>
(énfasis añadido). Describiendo el mismo suceso, Lucas también destaca el
tamaño y la diversidad de la multitud que se reunió: <> (Lucas 8:4).
Dos veces
Jesús alimento a miles de sus seguidores
Los conteos
oficiales solían incluir solo a los hombres adultos, por lo que las multitudes
en realidad podrían haber sido el doble de numero dado. No importa cómo se
contaran, sabemos que Jesús atrajo a multitudes de personas, todas tratando de
llegar lo más cerca posible a Él. La manera más segura para que Jesús enseñara
sin ser aplastado por la gente era entrando en una pequeña barca de pesca y
separarla de la costa. (Por lo general los rabinos enseñaban sentados, así que
no había nada inusual en el hecho de que El adoptara también esa posición). Las
multitudes se alinearían en la orilla para escuchar. Las colinas que dominaban
partes de la costa de Galilea formarían una especie de concha acústica natural
para que con la ayuda de aun una leve brisa, la voz de Jesús llegara a todos
para que pudieran oírlo claramente.
Pero a partir de ese momento, solo
los que estuvieran dispuestos a escuchar fielmente captarían el mensaje.
Una historia sorprendente simple.
En esta ocasión, Jesús comenzó con una historia que habría
sido inmediatamente familiar a todo el que escuchaba. De hecho, desde ese lugar
en la orilla del Mar de Galilea podrían haber sido capaces de ver una escena
que precisamente coincidía con lo que Jesús estaba diciendo:
El sembrador salió a sembrar su
semilla; y mientras sembraba, una parte cayó junto al camino, y fue hollada, y
las aves del cielo la comieron. Otra parte cayó sobre la piedra; y nacida se
seco, porque no tenía humedad. Otra parte entre espinos, y los espinos que
nacieron juntamente con ella, la ahogaron. Y otra parte cayó en buena tierra, y
nació y llevo fruto a ciento por uno. (Lucas
8:5-8)
Todos
podrían entender la historia. Solo aquellos de nosotros que estamos
acostumbrados a un mundo pavimentado encontraríamos desconocido este cuadro.
Pero para los oyentes de Jesús que Vivian en una sociedad agrícola, esta era la
vida cotidiana.
Los campos en el Israel del primer
siglo eran largas y estrechas franjas delimitadas y rodeadas de senderos, sin
vallas o cercos. Para esparcir las semillas, el sembrador tomaba un puñado de
una bolsa que llevaba en su costado y las arrojaba en una amplia franja de
terreno. El arco de la dispersión podría parecer aleatorio, y sin duda en gran
medida lo era; pero el método tenía la ventaja de cubrir grandes extensiones de
tierra con las semillas uniformemente dispersas. Un sembrador experto no
perdería semillas dejándolas caer en parches concentrados o en pequeños
montones. Lanzaba las semillas lo más amplio
y uniformemente posible. El objetivo era cubrir todo el campo arado, sin
márgenes en el perímetro que quedara sin sembrar.
Por supuesto, es imposible
garantizar que al lanzar las semillas con la mano todas quedaran dentro de los
límites de un campo. Algunas, inevitablemente, quedaban fuera del perímetro del
campo arado. Incluso las sembradas dentro del campo podrían encontrarse en
zonas que no eran ideales para la agricultura. Solo las semillas que cayeran en
buena tierra eran capaces de producir una valiosa cosecha. Todos los que alguna
vez habían cultivado algo entendieron plenamente este principio. No era un
asunto complejo.
Jesús
menciona cuatro tipos diferentes de tierra.
En primer lugar está la tierra de
un camino: <>. Esto se refiere
a esos senderos bien trillados que separan los campos. El suelo allí permanecía
sin arar, y en ese clima árido, las vías se ponían tan duras como el cemento.
Ya que el sembrador esparcía las semillas desde los bordes exteriores del campo
arado, algunas semillas inevitablemente terminarían en la tierra dura junto al
camino.
Las semillas que caían al borde del
camino no tenían ninguna esperanza de penetrar la capa dura del sendero. Allí
quedarían para que las pisara la gente o se las comieran las aves del cielo.
Nunca tendrían una oportunidad de brotar.
Las aves
son sorprendentemente inteligentes e implacablemente agresivas cuando se trata
de alimentarse de semillas. Una vez intente sembrar en el camino creado por el
paso de las personas en mi jardín y quede frustrado en mi esfuerzo a causa de
los pájaros. Algo que aprendí es que poner más semillas en el área endurecida
no ayuda. En la tierra dura e
impenetrable de un sendero, parte de las semillas será pisoteada y
aplastada fatalmente, y las aves devoraran hasta el último rastro de lo que
quede.
El segundo tipo de terreno que Jesús
nombra es <> (v.6).
Esto no se refiere a una lapida de roca en la superficie de la tierra. Tampoco
significa <> (como algunas traducciones dicen), sino
que sugiere un pedazo de tierra lleno de grandes piedras. Ningún agricultor que
se respete a si mismo dejaría piedras en su tierra de cultivo. Cuando se araba
el campo, se quitaban las piedras que salían a la superficie.
Lo que Jesús esta describiendo es
una capa de roca bajo la superficie del terreno, cubierta superficialmente de
tierra buena en la parte superior. La roca subyacente seria invisible para el
agricultor cuando el campo era arado, porque la reja de arado penetra solo
alrededor de ocho a diez pulgadas de profundidad. Una capa de roca caliza a
doce pulgadas debajo de la superficie sería difícil de detectar, pero la capa
superficial de tierra no sería lo bastante profunda ni permanecería lo bastante húmeda para permitir el
crecimiento de los cultivos, en especial en un clima seco.
En tal
terreno la semilla germina, pero tan pronto como se empieza a verse exuberante,
se marchitara por la falta de suficiente agua. Las raíces no pueden atravesar
la capa rocosa. Durante un tiempo, la cosecha podría verse saludable y con
buena potencialidad, pero cuando sale el sol y el agua falta, se extingue tan
rápidamente como surgió.
Este tipo de tierra seria una
pesadilla para un campesino que haya hecho todo lo posible al preparar su campo
sin saber que una capa de roca yacía debajo. Esta parte de la cosecha podría
parecer a primera vista que crece más rápido que el resto, pero las raíces no
pueden expandirse. El crecimiento abundante de la parte superior de la planta
seria notorio, en especial de las hojas. Un agricultor experimentado sabría de
inmediato que esta no es buena señal; significa que los cultivos no están
desarrollando un adecuado sistema radicular.
La tercera categoría de tierra que
Jesús nombro es el suelo infestado de
malas hierbas, lleno de vegetación inútil: espinos, ortigas y cardos. La
palabra griega para <> es akanka. Es la misma palabra griega que se usa en los relatos
bíblicos de la crucifixión para describir la corona de espinas que colocaron en
la cabeza de Jesús para burlarse de Él. La palabra ha sido transliterada para
formar la palabra acanto, que es el
nombre de un arbusto mediterráneo con hojas espinosas. En la agricultura
griega, los adornos en capiteles corintios eran imágenes de hojas de acanto.
Pero las espinas y los cardos son inútiles para cualquier propósito agrícola.
De hecho, son perjudiciales para los cultivos, porque se apoderan del campo y
lo ahogan todo. (Esta es otra característica clave de la maldición en Génesis 3:17-19. Las malas hierbas
crecen mejor y más rápidas que cualquier cosa).
Las semillas sembradas en un campo
de malas hierbas no maduraran para dar una cosecha saludable. Are un campo de
malas hierbas y muchas más nuevas malezas crecerán, incluso de los restos
mutilados de las viejas raíces. El suelo infestado de malas hierbas cuando es
recién arado tiene una apariencia engañosamente prometedora. En la superficie
puede parecer rico en su capa vegetal y listo para las semillas. Pero en el
fondo hay una trágica realidad. Densas raíces y pequeñas semillas dejadas por la maleza nociva aun están en el
suelo y con vida, listas para brotar con abundante follaje, pero inservibles.
Estas malas hierbas succionaran la humedad del suelo, drenaran los nutrientes,
bloquearan la luz del sol de los cultivos y así ahogaran la vida de todo lo que
crece en el campo que pudiera ser beneficioso.
Finalmente
esta la tierra fértil. Las semillas
que caen en el campo arado se desarrollan bien. Pueden profundizar en el suelo
sin ser pisoteadas y fuera de la vista de los pájaros. Sus raíces penetran
profundamente. Se trata de suelo limpio, libre de malezas, con espacio para que
el cultivo prospere. Es en todos los sentidos terreno preparado. Las semillas que caen ahí producen una cosecha
abundante. Mateo 13:8 y Marcos 4:8
son pasajes paralelos que registran esta misma parábola. En estos pasajes,
Jesús dice que la semilla produce treinta, sesenta o incluso cien veces más. Lucas 8:8 señala solamente que este
suelo <>.
En Génesis 26 se describe un incidente en el que Isaac y Rebeca se ven
obligados por el hambre a morar en la tierra de los filisteos por un tiempo. El
versículo 12 dice: << Y sembró
Isaac en aquella tierra y cosecho aquel año ciento por uno; y le bendijo
Jehová>> Así que el ciento por uno significo extraordinaria bendición de
Dios. El siguiente versículo dice que Isaac <>.
<> no
se refiere al número de semillas que cada semilla produjo en última instancia.
(Una sola semilla de calabaza, por ejemplo, puede producir diez a quince
calabazas. El número total de semillas que contienen será mucho más de un
centenar. Cien veces en semillas seria una cosecha bastante pobre) La expresión
se refiere a la ganancia sobre la inversión financiera inicial del agricultor.
Por cada denario gastado en semillas, el gana cien denarios en la venta de sus
cosechas. Diez veces seria una ganancia bastante saludable. Treinta o sesenta
sería algo espectacular. <> era una ganancia
asombrosa.
Algunos puntos sutiles
Para reconocer.
Al contar
Jesús la historia, varias cosas quedan claras: en primer lugar, no se dice nada
acerca del sembrador y su habilidad. Solo hay un sembrador en la historia. La
diferencia clave entre la semilla que dio una cosecha cien veces mayor y la
semilla que es devorada por las aves no tiene nada que ver con el método que el
sembrador utiliza para esparcir la semilla.
En segundo lugar no se dice nada
sobre la calidad de la semilla. Todas vienen de la misma fuente. La semilla que
sobrevive y da fruto es del mismo tipo de la que se deja ahogar por las malas
hierbas. No hay ningún problema con la calidad de la semilla.
La
lección que Jesús está enseñando es solo acerca de la tierra. Esta es una
historia sencilla cuyo significado a simple vista no es nada misterioso. Pero
seguir la trama de la historia no es lo mismo que entender a que se refiere. El
verdadero significado de lo que Jesús estaba enseñando no es inmediatamente
obvio. La parábola necesita ser explicada.
Por lo tanto, Jesús insto a sus
oyentes a investigar el verdadero significado de la parábola. Esto se ve
claramente en su declaración en la segunda mitad de Lucas 8:8: << hablando estas cosas, decía a gran voz: El que
tiene oídos para oír, oiga>>. El tiempo del verbo en el griego es
imperfecto, que por lo general significa una acción repetida o continua. La
Traducción en Lenguaje Actual presenta este versículo de esta manera:
<<¡Después, Jesús dijo con voz muy fuerte: “¡Si ustedes de verdad tienen
oídos, pongan mucha atención!”>>, Lo que implica que al decir la
parábola, El subrayo una vez más la necesidad de prestar atención, de escuchar
con un corazón creyente y mirar más allá de la superficie para encontrar el
verdadero significado. Jesús más tarde reforzaría esto, poco después de
explicar esta parábola, al decir: <> (Lucas8:18).
Tenga cuidado como escucha.
Los
discípulos le tomaron la palabra. Al parecer, estos y algunos otros seguidores
cercanos fueron los únicos en la multitud que lo hicieron. En Marcos 4:10 dice: <>. Esta es una clara indicación de quienes tenían oídos para
oír. Ellos eran los que verdaderamente creían en El. Ellos eran los que seguían
las enseñanzas de Jesús, en lugar de simplemente buscar sus milagros.
Lucas
8:9-10 aquí retoma la historia:
Y sus discípulos le preguntaron,
diciendo: ¿Qué significa esta parábola? Y él dijo: A vosotros os es dado
conocer los misterios del Reino de Dios; pero a los otros por parábolas, para
que viendo no vean, y oyendo no entiendan.
Cuando Jesús habla de misterios, no
se refiere a algún estil gnóstico de enseñanza secreta que solo ciertos súper
devotos o iluminados puedan conocer. El no está describiendo secretos
esotéricos. Cuando el Nuevo Testamento habla de <>, el
significado es simple y bastante definido: un misterio bíblico es una verdad espiritual que era oscura o estaba
totalmente oculta bajo el antiguo pacto pero ahora se ha revelado plenamente en
el nuevo. El hecho de que los gentiles serian coherederos y coparticipes del
evangelio era uno de esos misterios, << que en otras generaciones no se
dio a conocer a los hijos de los hombres, como ahora es revelado a sus santos
apóstoles y profetas por el Espíritu>> (Efesios 3:5). El evangelio en si era un misterio (Efesios 6:19). La encarnación de
Cristo era igualmente un misterio, <> (Colosenses 4:3). Estas son todas
verdades que no fueron reveladas plenamente en el Antiguo Testamento, pero
ahora se han hecho claras en el Nuevo Testamento. Pablo parece citar un himno
de la iglesia primitiva o una confesión familiar de fe cuando describe todo el
ministerio terrenal de Cristo (desde su encarnación hasta su ascensión) como
<>:
Dios fue manifestado en carne,
Justificado en el espíritu,
Visto de los ángeles,
Predicado a los gentiles,
Creído en el mundo<
Recibido arriba en gloria. (Timoteo 3:16)
Así que un
<>, en el sentido en que Jesús usa el término, es algo
que parcial o totalmente estuvo oculto y ahora es revelado por completo.
Nuestro Señor estaba punto de dar a conocer todo lo que el Antiguo Testamento
había mantenido envuelto en tipología, simbolismo y señales proféticas.
Sin embargo, la revelación fue deliberadamente sutil,
para que la entendieran solo las personas que eran auténticos creyentes
deseosos de conocer la verdad, los que tenían oídos para oír. Ellos entendieron
las verdades que Jesús estaba enseñando, no por una clarividencia especial o
habilidad sobrenatural, sino porque tenían suficiente