“Bendito sea Jehová, que no nos dio por presa a los dientes de ellos. Nuestra alma escapó cual ave del lazo de los cazadores; nuestro socorro está en el nombre de Jehová, que hizo el cielo y la tierra” (Salmos 124:6-8).
Los cazadores de aves eran cazadores profesionales de aves en los días previos a las armas de fuego. Ellos capturaban aves extendiendo una red en el suelo y uniéndola a una trampa. Rociaban maíz en el suelo cerca de la trampa y luego, cuando las aves comían el maíz, la trampa saltaba y la red volaba sobre ellos y los capturaba. Estos cazadores vendían las aves capturadas para diversos fines: como mascotas, sacrificios o alimento.
A lo largo de la Biblia vemos nuestras almas comparadas con las aves: “¿Es mi heredad para mí como ave de rapiña de muchos colores?” (Jeremías 12:9). Entonces, si somos “aves”, ¿quién es el cazador? Según la Biblia, el cazador es el mismo diablo. Satanás está absolutamente decidido a derribar a cada creyente que camina en santidad y completa devoción a Jesucristo.
Dado que el diablo no es omnipresente y no puede estar en todas partes a la vez, él da órdenes a multitudes de seres demoníacos, principados y poderes de las tinieblas. Estos poderes demoníacos están trabajando poniendo trampas para los cristianos. De hecho, Satanás también usa a personas malvadas para poner trampas demoníacas: “Me pusieron lazo los impíos” (Salmos 119:110).
El salmista escribe: “Guárdame, oh Jehová, de manos del impío; líbrame de hombres injuriosos, que han pensado trastornar mis pasos. Me han escondido lazo y cuerdas los soberbios; han tendido red junto a la senda; me han puesto lazos” (Salmos 140:4-5).
Si bien es cierto que Satanás tiene un ejército de algunos de los cazadores más hábiles y talentosos del mundo, la buena noticia es que ninguno de sus ataques tendrá éxito contra el devoto hijo de Dios. No importa cuál sea tu fracaso, tu dificultad o tu trampa, ten la seguridad de que Dios está de tu lado. Incluso cuando eres débil, puedes clamarle y él vendrá y arrancará la red. ¡Sólo quédate quieto y ve su salvación!
DAVID WILKERSON