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Una lección acerca del
Costo del discipulado.
Si alguno quiere venir en pos de mí,
Niéguese a sí mismo,
Tome su cruz cada día y sígame.
--Lucas 9:23.--
Tal vez la
actividad más extrema e innecesaria sea
el alpinismo de altas montañas, Cada año (agravándose a medida que pasa cada
año) las laderas del Monte Everest se ven cubiertas por los cadáveres de los escaladores que han fallado. El
esfuerzo es costoso, extenuante y peligroso. Antes del año 1966, uno de cada
cuatro que hizo el intento murió en el, proceso. Los números son un poco mejor
hoy, pero aun así un promedio de catorce personas mueren por cada cien que
llegan a la cumbre. Una de cada diez personas que llegan a la cima muere en el
camino de regreso. Más de 225 personas han muerto en las últimas tres décadas
tratando de alcanzarla. El mes de abril de 2014 tuvo el día más mortífero en la
historia de la montaña cuando una avalancha arraso a dieciséis personas. ¿Qué
otro deporte cobra la vida de tantos participantes?
Esta es una expedición demasiado
costosa, entre treinta mil dólares a cuatro veces esta cantidad por solo hacer
el intento. El entrenamiento para el ascenso toma entre ocho y doce meses a
tiempo completo como mínimo. Varios años de experiencia de alpinismo se
considera absolutamente necesario por la mayoría de los expertos.
Teniendo en cuenta el alto costo de
este pasatiempo y su posible resultado desastroso, es sorprendente cuantas personas
arriesgan todo lo que tienen y hasta sus propias vidas para lograr una Azaña
que no les ofrece alguna recompensa tangible más allá que la satisfacción
propia y orgullo de haberlo logrado. Ciertamente, este no es un compromiso para
tomarse a la ligera.
Nuestro Señor dijo algo similar a
los que mostraron un interés superficial en seguirle. El discipulado no es un
estilo de vida para emprenderse de forma descuidada. El conto dos parábolas en Mateo 13 que ilustra la necesidad de
considerar el costo de entrar en su reino.
¿Qué es el reino?
El reino de
los cielos es un tema frecuente en las parábolas de Jesús. Es el reino sobre el
cual Cristo mismo es el indiscutible Rey de reyes y Señor de señores. Es el
dominio en el que su señorío incluso ahora es plenamente operativo. En otras
palabras, todos los que verdaderamente pertenecen al reino de los cielos se han
entregado formalmente al señorío de Cristo. Entrar en el reino, por lo tanto,
es entrar en la vida eterna. En pocas palabras, el reino es sinónimo de la
esfera de la salvación, ese reinado eterno donde los redimidos tienen su
verdadera ciudadanía (Filipenses 3:20).
En el presente, el reino es un
dominio espiritual, no un reino terrenal geopolítico. Jesús describió el estado
actual del reino como intangible: <> (Lucas 17:20-21).
También dijo: << Mi reino no es de este mundo>> (Juan 18:36).
Por supuesto que esta no es la plena
y definitiva expresión del reino de Cristo. El apogeo terrenal del reino espera
el regreso corporal de Cristo. Entonces todos << los reinos del mundo han
venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo, y el reinara por los siglos de
los siglos>> (Apocalipsis 11:15).
La primera fase de este gobierno eterno es el reinado de mil años del Señor Jesús
en la tierra Prometida según Apocalipsis
20:1-7. A esto le sigue la creación de los nuevos cielos y la nueva tierra
sobre los cuales su reino eterno continuara (Apocalipsis 21:1-8).
Esto es lo que Jesús nos enseño a
orar: < cielo, así también en la tierra>> (Mateo 6:10). Cuando el reino se
manifieste finalmente en la nueva creación, será visible, universal (abarcando
los cielos y la tierra) y para siempre. Mientras tanto, el reino es
absolutamente real; está presente y de manera constante y silenciosa crece, ya
que los pecadores son redimidos y se les concede bondadosamente la ciudadanía
del reino por toda la eternidad. Jesús ilustro todas estas verdades en sus
parábolas.
El reino es llamado por varios
nombres en las escrituras: <> (Efesios 5:5); el <> (Marcos 4:11); y <> (Mateo 13:41;
16:28). La noción común de que <> y
<> son dominios separados es una falacia. Mateo
siempre utilizaba la expresión <> y él es el
único escritor del Nuevo Testamento que usaba esta frase. Todos los otros
Evangelios rutinariamente dicen <>. Los términos son
sinónimos, como puede verse por una comparación de las referencias cruzadas (cp. Mateo 5:3 y Lucas 6:20; Mateo 19:24 y Marcos 10:23; o Mateo 11:11 y Lucas
7:28). Mateo estaba escribiendo para el beneficio de los lectores judíos.
El siempre dijo << reino de los cielos>> en lugar de <>, porque los lectores judíos tendían a ser escrupulosos acerca
del uso del nombre de Dios, y no quería poner un obstáculo innecesario en el
camino a sus lectores.
¿Es gratuita la entrada al
Reino, o hay un precio que
Pagar para entrar?
Jamás nada
en el universo podría coincidir con el valor inestimable del reino. Vale la
pena más de lo que cualquier simple mortal jamás podría imaginar. Esto
significa que es infinitamente más allá de la gama de precios que cualquiera de
nosotros podría incluso pensar pagar. Si usted dio todo lo que tenia y todo lo
que tendrá, todavía estaría muy lejos de lo suficiente para merecer la entrada
al reino. Esto está muy claro en las Escrituras: Usted simplemente no puede
comprar su entra al reino de Dios.
De hecho, en realidad funciona a la
inversa. Las personas que son ricas en bienes de este mundo están en gran
desventaja desde el punto de vista del reino celestial. Jesús dijo: <> (Mateo 19:24). Las
Escrituras afirman: <> (1 Timoteo 6:10). Ser cautivo de las riquezas materiales hace a
una persona no apta para el reino, incluso si la persona no es rica. En palabras de Jesús: <> (Marcos 10:24). Tampoco el reino
pertenece a las personas con justicia propia o las que piensan que su religión,
moralidad, educación, humanitarismo, filantropía, ecologismo, punto de vista
político, o cualquier otra cosa, puede darles meritos ante Dios (cp. Lucas 18:10-14).
La demanda de la ley de Dios está
muy definida. Jesús la resumió en una sola frase: < que está
en los cielos es perfecto>> (Mateo
5:48). Santiago lo dice de esta manera: <> (Santiago 2:10). De
este modo que la ley nos condena a todos, porque todos estamos muy por debajo
de esta medida. Es el colmo de la presunción arrogante imaginarse que pecadores
caídos podrían satisfacer la perfecta norma de justicia de Dios o ganarse su
favor tratando de cubrir nuestra culpa con muestras propias obras imperfectas.
<>> (Isaías
64:6).
Podríamos comprar primero todos los
palacios y mansiones de la tierra antes de que podamos ganar la entrada al
reino de los cielos por nuestros propios meritos. De hecho, la actitud
característica de todos los verdaderos ciudadanos del reino es que son
<> (Mateo
5:3). Ellos reconocen y confiesan su propia pobreza espiritual. Saben que
son pecadores indignos (1 Timoteo 1:15).
Por cierto, este no es uno de los
ministerios del reino mantenido oculto hasta que finalmente fue revelado en el
Nuevo Testamento. Es una verdad básica que ya debería haber sido perfectamente aclarado:
Los que confían en sus bienes,
Y de la muchedumbre de sus riquezas se jactan,
Ninguno de ellos podrá en manera alguna redimir al
hermano,
Ni dar a Dios su rescate
(Porque la redención de su vida es de gran precio,
Y no se lograra jamás). (Salmos 49:6-8)
Es por eso que Jesús,
el Cordero de Dios sin mancha, perfecto y sin pecado, tuvo que hacer la única
expiación posible para los pecadores. << Al que no conoció pecado, por
nosotros [Dios] lo hizo pecado, para que nosotros fuésemos hechos justicia de
Dios en el>> (2 Corintios 5:21).
En efecto, Cristo pago en su totalidad la entrada al reino de los que creen en
su nombre, porque Él es el único que podría pagar un precio tan
inimaginablemente alto.
Por cierto, se trataba de un
exorbitante precio, infinitamente más que el oro y las riquezas materiales de
toda la tierra combinados, <> (1
Pedro 1:18-19).
El pago el precio en su totalidad. Esto es lo que sus últimas
palabras en la cruz significaban: <>: (Juan 19:30). <> (Hebreos 10:14).
Por lo tanto, todos los que entran
en el reino lo hacen <> (Isaías 55:1), por la gracia mediante
la fe, no por algún merito o virtud propia (Efesios 2:8-9).
Sin embargo, como estamos a punto de
ver en dos ejemplos concisos, la fe genuina nunca deja de apreciar el verdadero
costo de la salvación, lo que nuestra liberación de la maldición y la
esclavitud del pecado le costó a Cristo; lo que significa ser comprado por
Cristo y rendirse a su señorío; y (sobre todo) lo inestimable que es la
redención en términos de su valor eterno para el pecador.
Además, y paradójicamente, aunque el
Señor Jesús pago el precio en su totalidad, no es inconsecuente en instar a las
personas a considerar el costo de entrar en el reino. De hecho, esto es lo que Jesús
está haciendo en estas dos breves parábolas registradas en Mateo 13:44-46. El insta a todos los que quieran entrar en el reino
a tener en cuenta lo que les va a costar.
¿Cuál es el costo para un pecador que entra al reino de Dios?
EL tesoro escondido.