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Una lección
acerca del amor al prójimo
Porque toda ley en esta sola palabra se
cumple: Amaras a tu prójimo como a ti mismo.
Gálatas 5:14.
La conmovedora Historia del buen samaritano en Lucas 10:30-37 es una de las más
queridas e interesantes de todas las parábolas de Jesús. Es tan conocida que se
ha convertido en una referencia común de la magnificencia y gentileza del
sacrificio. Llamar a alguien un buen samaritano es un cumplido noble. Pero
nuestra familiaridad con esta parábola puede hacernos creer que conocemos la
historia mejor de lo que realmente pensamos. Muchas personas dan por sentado
que entienden exactamente de que se trata esta historia y lo que se pretende transmitir,
cuando la mayoría de las veces en realidad no es así.
La
lección del buen samaritano no es solo una exhortación a ayudar a los
necesitados. Sería demasiado simplista decir que la idea principal de Jesús es
ser bondadosos con los extranjeros. Más bien, El conto esta historia para
ilustrar hasta que punto todos nos quedamos cortos al tratar de cumplir lo
que la ley de Dios en realidad exige. A
través de ella está explicando porque
todas nuestras buenas obras y meritos religiosos nunca son suficientes para
ganarnos el favor de Dios. Está mostrando lo que la ley realmente exige de
nosotros y, por lo tanto, esta quitándoles por completo las esperanzas a las
personas religiosas extremadamente escrupulosas que piensan que pueden merecer
la vida eterna por seguir meticulosamente las tradiciones rabínicas, obsesionadas
con las minucias de la ley de Dios e inventando como evadir los principios
verdaderamente importantes y las partes difíciles de las escrituras.
El
verdadero punto de la parábola se hace evidente cuando nos fijamos en el contexto
inmediato en Lucas 10. En síntesis, Jesús
le está contando esta parábola a un legalista religioso pedante que estaba
tratando de disminuir la fuerza de la ley de Dios con un análisis de sutilezas
de la palabra prójimo.
Una pregunta con trampa.
Durante el ministerio de Jesús en galilea (la
región donde El se crio), El encontró la oposición implacable de los líderes
religiosos claves y sus seguidores. En Lucas
10, El envía a setenta de sus discípulos en una última misión de llevar el
evangelio a las ciudades de Galilea. El sabia que los discípulos también
encontrarían mucha oposición, por lo que les instruye:
Mas en cualquier
ciudad donde entréis, y no os reciban, saliendo por sus calles, decid: Aun el
polvo de vuestra ciudad, que se ha pegado a nuestros pies, lo sacudimos contra
vosotros. Pero esto sabed, que el reino de Dios se ha acercado a vosotros. Y os
digo que en aquel día será más tolerable el castigo para Sodoma, que para
aquella ciudad. (Lucas 10:10-12).
Entonces Jesús
continua con algunas palabras cortantes de condena para tres ciudades
especificas donde El ya había pasado una gran cantidad de tiempo durante su
ministerio en galilea: Corazin, Betsaida y (la más importante) Capernaum,
ciudad natal de muchos de los discípulos (Lucas
10:13-16). Sus palabras de condena a estas ciudades son algunas de las
palabras más duras que jamás pronuncio Jesús.
Tal como era de
esperar, este discurso profético directo enfureció aun mas a los líderes
religiosos que ya se le oponían. En ese momento, un experto legal (uno de los líderes
religiosos hostiles, no un abogado civil) dio un paso adelante y le formulo a Jesús
una pregunta acerca de la vida eterna en un intento de atraparlo o
avergonzarlo.
Lucas
registra la escena: << Y he aquí un intérprete de la ley se levanto y
dijo, para probarle: Maestro, ¿haciendo que cosa heredare la vida
eterna?>> (Lucas 10:25). Las
Escrituras señalan la falta de sinceridad del hombre. Esta no era una pregunta
honesta de alguien que quiera aprender; era una prueba, un desafío o una
estratagema para tratar de atrapar o confundir a Jesús al plantear un dilema
moral o paradoja el que el abogado pensaba que no tenía alguna respuesta clara.
Esta fue solo la primera de una serie de preguntas que el abogado tenía
previstas y (como veremos en breve), está claro a donde iba. El quería
avergonzar a Jesús e impresionar a la multitud con sus propias habilidades
supuestamente superiores como un sofista legal y de aspectos teológicos delicados.
A
pesar de la mala motivación del intérprete de la ley, la primera pregunta que
planteo es una pregunta importante. De hecho, es la pregunta más grande jamás
preguntada o respondida, y estaba con frecuencia en las mentes y los corazones
de los que se acercaron a Jesús para aprender de Él. Es la que había en el
corazón de Nicodemo cuando vino a Jesús amparado por la obscuridad en Juan 3. Es la misma pregunta del joven
rico en Mateo 19. De hecho, la misma
pregunta se le formulo con frecuencia a Jesús y aparece en varios lugares en
los Evangelios.
El
antiguo testamento prometió la vida eterna, un reino sin fin en la que los
verdaderos creyentes vivirían, en la presencia de Dios, en cumplimiento de
todas las promesas divinas, Jesús mismo hablo a menudo acerca de la vida
eterna, porque era la promesa central del evangelio, el mensaje que El vino a
proclamar <> (Juan 3:16). Jesús
afirmo cosas como: <> (Juan 11:25-26).
<> (Juan 4:14). <> (Juan
5:24) y así sucesivamente.
Los
rabinos habían enseñado a los judíos que su linaje, su circuncisión, sus
ceremonias y sus tradiciones eran lo que les hacia aptos para el reino eterno.
Pero está claro que todavía había una sensación persistente de incertidumbre y
culpa en muchos corazones, ya que la gente constantemente formulaba esta
pregunta a Jesús. Sus propios corazones les acusaban y temían que a pesar de
todas sus cualidades étnicas y religiosas, a pesar de lo que parecía en la
superficie, eran solo superficialmente guardadores de la ley y mantenedores de
una fachada. Sabían por la luz de la conciencia que no eran dignos de ser parte
de ese reino.
Esta
vez, Jesús respondió a la pregunta con otra pregunta: <> (Lucas
10:26). Literalmente: ¿Cómo lees? Jesús
se refería a la keri’ at Shema, la lectura diaria en voz alta de Deuteronomio 6:4-5: << Oye,
Israel: Jehová nuestro Dios, Jehová uno es. Y amaras a Jehová tu dios de todo
tu corazón, y de todas tu alma, y con todas tus fuerzas>>.
En
respuesta, el abogado cito este mismo pasaje, añadiendo la última de levítico 19:18. <> (Lucas 10:27). Este
era un resumen perfecto de las demandas morales de la ley. Es precisamente la
misma respuesta que Jesús dio en otra ocasión en Mateo 22:37-40 cuando otro interprete de la ley le pregunto;
maestro, ¿Cuál es el gran mandamiento en la ley?>> (v. 36). En ese contexto, Jesús expreso las palabras de Deuteronomio 6:5 (<>) como el primer y más grande mandamiento y Levítico 19:18 (<>) como el segundo. Luego agrego: <> (Mateo
22:40).
Como
ya he explicado, los diez mandamientos están divididos en estas mismas dos categorías.
Los primeros cuatro explican lo que se admitía que es amar y honrar a Dios
correctamente. Del quinto al decimo se esboza lo que es amar al prójimo. Así
que todo el contenido moral de la ley se resume en estos dos simples
mandamientos. El abogado en Lucas 10
consiguió exactamente lo que era recto: amar a Dios con todo su corazón y amar
al prójimo como a sí mismo. Si hiciéramos estas dos cosas a la perfección, no necesitaríamos
ninguna otra norma. Todos los demás mandamientos, todos los preceptos morales
en el pacto mosaico, simplemente explican en detalle lo que en realidad
involucra amar a Dios y al prójimo.
Entonces
Jesús le dijo al intérprete de la ley: <> (Lucas 10:28). Y añadió: << has
esto, y vivirás>>. ¿Quiere vida eterna? Obedezca la ley.
Esta es similar a la respuesta de Jesús al joven rico.
No es el evangelio, sino la ley. Las escrituras en otra parte afirman:
<> (Romanos 3:20). De hecho, la respuesta
de Jesús parece a primera vista contradecir la esencia misma de la verdad del
evangelio: <> (Gálatas 2:16).
¿Qué está
pasando aquí? ¿Por qué Jesús no le predico el evangelio en lugar de la ley a
este hombre?
Un corazón duro.
Jesús estaba simplemente sosteniendo el espejo de la
ley ante este <> en la ley para demostrarle como la ley le
condenaba. Si el abogado era hombre sincero, debería haber reconocido que no amaba a Dios como debería; ni
siquiera amaba a sus prójimos como debería. Inmerso en el estudio de la ley de
Dios, debería haber sido quebrantado por el mensaje de la ley; haber sentido
una profunda convicción. Tendría que haberse ido penitente, conscrito y
humilde. Su siguiente pregunta debería haber sido algo así como: <>.
En
cambio, el apago el fuego de su conciencia con el agua del orgullo de la justicia
propia.<queriendo
justificarse a sí mismo, dijo a Jesús: ¿Y quién es mi prójimo?>> (Lucas 10:29), énfasis añadido).
Quería
convencer a la gente de que él era justo, aunque sabía que no lo era. Quería
mantener la fachada. Este era el problema con los legalistas fariseos y otros
religiosos santurrones que constantemente desafiaban a Jesús. Ellos
<> (Lucas 18:9). Esta era
la crítica central de Jesús a la religión de los fariseos. El les explico:
<> (Lucas 16:15). En palabras del apóstol Pablo; <> (Romanos
10:3). Este legalista en particular estaba desesperado por quedar bien ante
los ojos de los demás, independientemente de lo que Dios pensara de él.
Así
que en lugar de responder de la manera debida a la pregunta de Jesús, le
pregunto: <<¿Y quién es mi prójimo? (Lucas
10:29).
En
primer lugar, observe que el paso por alto la parte acerca de amar a Dios con
todo su corazón, alma, mente y fuerza. En su lugar, quería discutir el aspecto técnico
sobre la identidad del prójimo. Porque, como dice en otra parte, la interpretación
rabínica tradicional y popular de Levítico
19:18 (<>) es
<> (Mateo 5:43). Esto le quita toda fuerza al mandato porque si usted
es libre de odiar a su enemigo, entonces no tiene la obligación de amar a
alguien a quien decida considerar como enemigo. Bajo esta interpretación, no
tiene obligación legal o moral de amar a alguien que realmente no quiere.
Es
obvio el propósito del intérprete de la ley. El quería enredar a Jesús en un
debate acerca de quién es mi prójimo y quien no lo es. El pensó que podría
<> si podía hacer una defensa convincente
de la noción tradicional de que el enemigo no es nuestro <>.
En
este momento, Jesús podía simplemente haberlo despedido. Pudo haberle dicho:
<> y seguir su
enseñanza. Pudo haberlo dejado allí en su orgullo propio. Pero en lugar de eso,
le mostro bondadosamente compasión a este hombre terco y orgulloso. Nuestro
Señor esta dándonos a conocer a nosotros el mismo principio mediante una parábola.
Es un precepto que el enseño y vivió: <> (Mateo
5:44).
A
pesar de que este abogado ha conseguido rechazar el intento de Cristo de traer convicción
a su corazón; a pesar de que el motivo del hombre era tratar de exaltarse a sí
mismo a costa de rebajar a Jesús, El Salvador le responde con bondad
misericordiosa y amable. No es con la dura reprimenda que se merecía. Y le
narra una historia.
La
historia que nuestro Señor le dice es una de sus parábolas más conmovedoras y poderosas.
Sin duda, habría sido suficiente para hacer añicos el orgullo de cualquier
sensible y espiritual buscador de la verdad. Esta es una Historia demoledora
que produce inmensa convicción. No es una lección simple de etiqueta o un
manual sobre la forma de ayudar a los menos afortunados (aunque sin duda tiene implicaciones
tanto para la caridad como para las buenas costumbres). No es una lección para
los niños acerca de cómo compartir sus juguetes y ser amables con el chico
nuevo en clase. Es una historia contada a un creyente religioso, a un hombre
con justicia propia, como un esfuerzo de evangelización para traerlo al
verdadero sentido de su pecaminosidad y su necesidad de misericordia. (Pero
profundamente religiosa). Jesús esta instando al hombre a despertar y ver cuán
perdido estaba en realidad.