Jesús es fiel y cuidados en toda etapa de nuestra vida, y le conmueven todos los sentimientos que soportamos durante nuestros tiempos difíciles. El apóstol Pablo toca este asunto cuando escribe: “Tenemos este tesoro en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no de nosotros” (2 Corintios 4:7). El tesoro al que se refiere Pablo es el conocimiento y la presencia de Jesucristo; y nosotros tenemos este precioso tesoro en nuestros cuerpos. ¡Sólo imagina! Sin embargo, la palabra griega que Pablo usa para “barro” es “arcilla frágil”, que significa “débil, fácil de romper y fácilmente tentado”.
Pablo habla de las “frecuentes enfermedades” de Timoteo en 1 Timoteo 5:23. La palabra griega para “enfermedad” aquí significa “enfermizo, sin fuerza, débil de cuerpo o mente”. Hay otros tipos de enfermedades además de las físicas y son igual de difíciles de manejar. Las enfermedades de la mente son probablemente las más generalizadas: esos momentos en que tus sentimientos te traicionan y juegan bromas con tu mente. Déjame explicar.
Puedes irte a la cama sintiéndote contento y tranquilo, sin embargo, te despiertas con una pesada nube de tristeza sobre tu cabeza. Pasas el día abatido y desanimado, incapaz de sacudirte de los sentimientos negativos. La culpa, el miedo y la ansiedad también son enfermedades de la mente y pueden perseguirte debido a tu pasado.
Entonces, ¿cómo podemos estar llenos del “conocimiento y la presencia de Jesús” y también sujetos a días malos, sentimientos de fracaso, debilidad, fragilidad? Es porque todavía vivimos en nuestros cuerpos físicos, sujetos a “enfermedades” y tentaciones de todo tipo, tanto mentales como físicas.
Irónicamente, algunas de nuestras pruebas más intensas pueden venir cuando escudriñamos la Palabra de Dios. O cuando intercedemos por las almas perdidas. Fácilmente nos sentimos frustrados cuando miramos a los demás y nos preguntamos porqué no podemos triunfar como ellos parece que lo están haciendo. Pero por el hecho de que experimentes días malos, no quiere decir que no seas espiritual. Eres el hijo de tu Padre celestial y él envía al Espíritu Santo para ahuyentar tus dudas. La Palabra dice: “No por obras, para que nadie se gloríe” (Efesios 2:9).
No puedes luchar contra el enemigo por tu cuenta, pero tienes este gran tesoro presente en ti, así que corre hacia tu Padre celestial. ¡Entonces quédate quieto, con paciencia y esperanza!
DAVID WILKERSON