Un día, por la gracia de Dios, quizá podamos tener iglesias
llenas de creyentes que pueden debatir, aplicar, y vivir las enseñanzas
doctrinales de la Biblia con tanta facilidad como hablan de los detalles de sus
trabajos o pasatiempos o la suerte de su equipo favorito de deportes o programa
de televisión. No es que los creyentes carezcan de capacidad para entender la
doctrina; es simplemente que deben tener acceso a ella en una forma
comprensible. Una vez que eso tiene lugar, pienso que muchos creyentes hallarán
que comprender (y vivir) las doctrinas de la Biblia es una de sus mayores
alegrías.