Comencemos con lo que Jesús no quiso decir. Muchas personas interpretan la "cruz" como una carga que deben llevar en sus vidas: una relación tensa, un trabajo ingrato, una enfermedad física. Con orgullo autocompasivo, dicen, "Esa es mi cruz que tengo que llevar". Dicha interpretación no es lo que Jesús quiso decir cuando dijo, "tome su cruz y sígame".
Cuando Jesús llevó su cruz hasta el Gólgota para ser crucificado, nadie estaba pensando en la cruz como símbolo de una carga que había que llevar. Para una persona en el primer siglo, la cruz significaba una cosa y sólo una cosa: la muerte por la forma más dolorosa y humillante que los seres humanos podrían desarrollar.
Dos mil años después, los cristianos ven la cruz como un símbolo valioso de la expiación, perdón, gracia y amor. Pero en los días de Jesús, la cruz representaba solamente muertes tortuosas. Puesto que los romanos obligaron a los condenados llevar sus propias cruces al lugar de la crucifixión, el llevar una cruz significaba llevar su propio mecanismo de ejecución mientras se enfrentaban al ridículo por el camino a la muerte.
Por lo tanto, "tome su cruz y sígame" significa estar dispuesto a morir con el fin de seguir a Jesús. Esto se llama "morir a sí mismo". Es un llamado a la entrega absoluta. Después que Jesús ordenó llevar la cruz, dijo, "Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, éste la salvará. Pues ¿qué aprovecha al hombre, si gana todo el mundo, y se destruye o se pierde a sí mismo?" (Lucas 9:24-25; Mateo 16:26; Marcos 8:35-36). Aunque el llamado es difícil, la recompensa es inigualable.
Dondequiera que Jesús iba, él atrajo a multitudes. Aunque estas multitudes a menudo los seguían como el Mesías, su punto de vista de quién realmente era el Mesías y lo que iba a hacer, estaba distorsionado. Pensaron que Cristo traería consigo la restauración del reino. Creían que los liberaría del régimen opresor de sus ocupantes romanos. Incluso el propio círculo íntimo de los discípulos de Cristo creían que el reino vendría pronto (Lucas 19:11). Cuando Jesús comenzó a enseñar que iba a morir a manos de los líderes judíos y los gentiles feudales (Lucas 9:22), su popularidad se vino abajo. Muchos de los seguidores escandalizados lo rechazaron. Verdaderamente, no fueron capaces de dar muerte a sus propias ideas, planes y deseos, para intercambiarlos por los de Jesús.
Seguir a Jesús es fácil cuando la vida va muy bien; nuestro verdadero compromiso con él se revela durante las pruebas. Jesús nos aseguró que las pruebas vendrían a los que los seguían (Juan 16:33). El discipulado exige sacrificio, y Jesús jamás ocultó ese costo.
En Lucas 9:57-62, tres personas parecían dispuestos a seguir a Jesús. Cuando Jesús los cuestionó más adelante, su compromiso fue a medias en el mejor de los casos. Fallaron al no medir el costo de seguirlo. Ninguno estaba dispuesto a tomar su cruz y crucificar a sus propios intereses.
Por lo tanto, Jesús apareció para disuadirlos. ¡Qué tan diferente a la típica presentación del evangelio! ¿Cuántas personas podrían responder a un llamado al altar que fuera, "Vamos a seguir a Jesús, y van a enfrentar la pérdida de los amigos, la familia, la reputación, la carrera y, posiblemente hasta su vida"? El número de falsos convertidos disminuiría. Éste llamado es lo que Jesús quiso decir cuando dijo, "tome su cruz y sígame".
Si te preguntas si estás dispuesto a tomar tu cruz, considera lo siguiente:
"¿Estás dispuesto a seguir a Jesús, si esto significa perder a algunos de tus amigos más cercanos?
"¿Estás dispuesto a seguir a Jesús, si esto significa la alienación de tu familia?
"¿Estás dispuesto a seguir a Jesús, si esto significa la pérdida de tu reputación?
"¿Estás dispuesto a seguir a Jesús, si esto significa perder tu trabajo?
"¿Estás dispuesto a seguir a Jesús, si esto significa perder tu vida?
En algunos lugares del mundo, estas consecuencias son una realidad. Pero observa que las preguntas están redactadas, "¿Estás dispuesto?". Seguir a Jesús no significa necesariamente que todas estas cosas te van a pasar, pero ¿estás dispuesto a tomar su cruz? Si llega un punto en tu vida donde te enfrentas a una elección - Jesús o las comodidades de esta vida, ¿qué elegirías?
El compromiso con Cristo significa tomarla cruz cada día, renunciando a las esperanzas, sueños, posesiones, incluso la propia vida si es necesario por la causa de Cristo. Sólo si voluntariamente tomas tu cruz puedes ser llamado su discípulo (Lucas 14:27). La recompensa vale la pena. Jesús siguió su llamado de muerte a sí mismo ("tome su cruz y sígame") con el don de la vida en Cristo: "Porque todo el que quiera salvar su vida, la perderá; y todo el que pierda su vida por causa de mí, la hallará" (Mateo 16:25).
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