Los preceptos de Jonadab, hijo de Recab
(Leer Jeremías 35)
Historia de los recabitas
Hobab, madianita,
suegro de Moisés, llamado también Jetro, el ceneo, aun reconociendo el poder de
Dios, había rehusado seguir al pueblo de Israel en su marcha hacia la tierra
prometida (Números 10:29-32). Sus descendientes, los ceneos, por el contrario, salieron
con los israelitas y se establecieron en Canaán (Jueces 1:16). Según 1 Crónicas
2:55, Recab formaba parte de este grupo integrado al pueblo de Dios. Fue el
padre de Jonadab, hombre piadoso que encontró a Jehú en el camino de Samaria,
le siguió y le ayudó a destruir el culto a Baal (2 Reyes 10:15-27). Además de
esto, Jonadab dejó a sus descendientes cinco preceptos que vamos a estudiar
brevemente. Por supuesto, debemos tomar su significado espiritual y no
seguirlos literalmente, como los recabitas debían hacerlo. La fidelidad con que
cumplían las ordenes de su antepasado, aun después de que hubieran transcurrido
dos siglos (lo que representa de siete a ocho generaciones), ¡qué ejemplo es
para nosotros!
Preceptos de Jonadab, hijo de Recab
Primer precepto: “No beberéis jamás vino vosotros ni
vuestros hijos” (v. 6).
En la Palabra, el
vino es una imagen del gozo, pero de un gozo terrenal, experimentado en el
orden de la antigua creación sujeta al pecado desde la transgresión de Adán,
creación que disfrutará pronto de la libertad gloriosa de los hijos de Dios
(Romanos 8:21). Sabemos que este gozo se opone al gozo cristiano, gozo
infinitamente mejor, gustado en la obediencia a los mandamientos del Señor
(Juan 15:11), en su dependencia
(Juan 16:24), en la seguridad de que
Él nos guarda (Juan 17:13), en la comunión
que tenemos con el Padre y con su Hijo Jesucristo (1 Juan 2:4). Hacemos
resaltar que en estos cuatro pasajes, Juan habla de un gozo cumplido.
Segundo precepto: “Ni edificaréis casa” (v. 7).
Veremos el
significado espiritual de esta orden más adelante, cuando consideremos el
último precepto dado por Jonadab, el único afirmativo: “Moraréis en tiendas”.
Tercer precepto: “Ni sembraréis sementera” (v. 7).
Según Levítico
19:19, el israelita no debía sembrar su campo con dos especies distintas. Allí
la simiente representa una doctrina que se esparce. La sana doctrina no puede
ser mezclada con una mala enseñanza. Mientras que en nuestro pasaje, el hecho
de no sembrar los campos probaba que los recabitas no se apegaban a la tierra,
no querían establecerse aquí abajo de una manera definitiva; se contentaban con
vivir al día, tal como nos enseña Mateo 6:25-26, 34, confiando únicamente en
Dios. Un Dios que, así como alimenta a los pájaros del cielo, también sabe
responder a las necesidades de los suyos.
Cuarto precepto: “Ni plantaréis viña” (v. 7).
Como los recabitas
no tenían derecho a beber vino, era natural que no plantasen el vegetal que lo
produce. Noé plantó una viña, después se emborrachó y provocó el pecado de su
hijo Cam, quien se burló de su padre (Génesis 9:20-22). Así, pues, se
descartaba cualquier tentación para los recabitas: no teniendo viñas, no podían
beber vino.
Por otra parte,
sembrar y plantar constituyen dos actos de la misma naturaleza, los cuales
expresan el deseo que el hombre tiene de prosperar sobre la tierra y esto, a
veces, en detrimento de la vida espiritual. ¿Qué importancia tiene un brillante
éxito material, si uno pierde su alma? (Lucas 12:16-21).
Quinto precepto: “Moraréis en tiendas todos vuestros
días” (v. 7).
La casa es una
morada estable, en oposición a la tienda, habitación más frágil que se puede
montar y desmontar a voluntad. Ya Abraham, por la fe, moraba en tiendas con
Isaac y Jacob. Con esto daba a entender que esperaba una ciudad mejor (Hebreos
11:9-10). Así, pues, el hecho de no edificar casa implicaba habitar bajo
tienda. De esta manera Jonadab y su familia testificaban que eran “extranjeros
y peregrinos” sobre esta tierra, según 1 Pedro 2:11, expresión que el apóstol aplica
a los cristianos.
Conocer los
preceptos es una cosa, someterse a ellos es otra. Jeremías, al poner a prueba a
los recabitas, demostró de una manera maravillosa la fidelidad de toda esta
familia. ¿Sabemos respetar, de la misma manera, los preceptos bíblicos que
nuestros padres carnales o espirituales nos han transmitido a través de grandes
luchas? Obrar así es seguir el camino de la bendición, la verdadera bendición,
la de la prosperidad espiritual. Las promesas de Dios a los recabitas,
expresadas en Jeremías 35:18-19, son una prueba de ello.
B. R.
Los recabitas se
mantuvieron firmes en las cosas que habían oído y guardado durante muchas
generaciones; no olvidaron de quiénes habían aprendido. Pablo nos dice: “Pero
persiste tú en lo que has aprendido y te persuadiste, sabiendo de quién has
aprendido; y que desde la niñez has sabido las Sagradas Escrituras, las cuales
te pueden hacer sabio para la salvación por la fe que es en Cristo Jesús. Toda
la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para
corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea
perfecto, enteramente preparado para toda buena obra” (2 Timoteo 3:14-17).
Como verdaderos
nazareos, los recabitas estaban consagrados a abstenerse de lo que representa
los goces del mundo (Números 6:1-3). La separación respecto de un mundo en el
cual los creyentes somos extranjeros, como lo fue el Señor, más que nunca debe
ser realizada en vísperas de su retorno (Apocalipsis 22:11-12). Pero el que nos
invita a hacerlo, nos ha dado en sí mismo un “gozo inefable y glorioso” (1
Pedro 1:8).
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Bíblicas - 1166 Perroy (Suiza)
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