¿ACASO SOY YO EL HARAGAN?
“ El amor de Dios no ha de ser fabricado en nuestra imaginación, sino en
las obras……(Teresa de Jesús)”
Comienzo por confesaros dos cosas: 1
–Que soy capaz de transigir y tratar con los “buenos” y con los “malos”. A
estos, si se empeñan, los toreo y no son capaces de amargarme la
existencia; 2- Que me resultan insoportables
las personas que nadan siempre entre dos aguas, aquellas que ni “ fu ni fa” y
en definitiva aquellas que son haraganes, inútiles, insensatos e incapaces de
comprometerse en serio con algo o con alguien. Aquellos que, si viven, es
porque su madre los puso aquí y la vida los va empujando. Para que veáis,
amigos, lo fiera que es el león, os diré también que me encantan las personas
capaces de hacerme mal, y no precisamente por eso, sino porque esos son también
capaces de lo contrario. Hay que ser capaces de algo en este mundo y nunca me
valen las hojas de otoño que son juguetes de las ventoleras. Pues bien, amigos,
visto ya lo anterior, os invito a entrar al círculo donde Jesús de Nazaret
habla para los que queramos seguir sus huellas. Este, Buen Amigo, con gran
sentido común y bondad infinita ha dicho a los suyos: no seáis como estos y nos
ha contado las parábolas de los talentos (Mt.25,14-30)
y de las diez doncellas (Mt. 25,1-13).
Asómate a la parábola de los talentos y verás que un señor reparte entre sus
servidores un dinero para que se ganen la vida, emprendan algo que merezca la
pena, y para que hagan crecer a su alrededor alegría, confianza y productividad
para todos. Un tiempo después, dos de ellos ven con gusto la vuelta de su señor
y se acercan con alegría para saludarle y devolverle lo que les prestó y
enseñarle con orgullo: “… mira lo tuyo y otro tanto que yo he ganado con mi
sudor”. El señor les sonríe porque los ve fieles, alegres y capaces y les da un
calificativo: “ Olé, siervos fieles, comprometidos y luchadores; os veo capaces
y os daré un cargo importante. Pasad al banquete de vuestro señor. Os lo
merecéis. Pero ¡ay! entre los tres no faltaba un “pupas” que era un pobre
hombre(1)y así se acreditó. Andaba de esquina en esquina sin acercarse a la
casa de su señor para rendirle cuentas claras y justas porque el miedo le
atenazaba y como podía se iba
acercando con un dinero ( el mismo que había recibido) en la mano y sin
levantar los ojos, esperando pasar aquel trago ante su señor lo más pronto
posible, le balbuceó algo así como:
“….. mira …yo sé que eres muy justo
y exigente y….y….es que tuve miedo y.. toma tu dinero; es el mismo y termino de
sacarlo, pues desde aquel día lo enterré
para que no me lo robaran; toma….te lo devuelvo… cuéntalo que es el mismo que
me prestaste …… toma.”. El señor, que ya lo venía conociendo, se puso serio y
no podía comprender lo que estaba viendo mientras le cantó las cuarenta y sólo
le dio este calificativo:” siervo haragán, perezoso e indolente. Vales menos
que costó la sal del bautizo! Quitadle lo poco que le dí y que marche fuera. No vales para estar entre los
míos.
De las diez señoritas que estaban invitadas a la boda y que
recibieron el encargo de arreglarse convenientemente para recibir al esposo,
solo cinco supieron y quisieron responder dignamente con el encargo recibido
pero las otras cinco que gritaban demasiado y hablaban por los codos, mientras
las otras aderezaban sus lámparas, tuvieron miedo a manchar sus vestido último
modelo y sus manos recién salidas del maquillaje y no quisieron llevar un
pequeño repuesto de aceite por si se retrasaba el esposo. Quizá pensaron que
como “esas” son tan amables nos darán de la suya, en caso necesario y, si no lo
hacen, llamamos ala prensa y le armamos un escrache. El resultado fue el que
tenía que ser ante su improvisación e insensatez, que en vez de lucir con su
lámpara encendida lo único que lucieron fueron sus vestidos, el color de labios
y sus lamentos fuera, porque el novio llegó y se cerró la puerta detrás de los
que habían entrado porque estaban debidamente preparados. Su insensatez las
dejó en ridículo y ante sus lamentos llamando a la puerta cerrada, no se oyó
sino la voz del esposo con el cual no tuvieron la menor delicadeza ni
compromiso, que les decía: “¡Ya no es hora. No os conozco!”
Este haragán no se siente
identificado con su señor y menos agradecido por la oportunidad que le brinda.
Este pobre hombre no ama a su señor, le tiene miedo.
En la vida hay que saber priorizar y
poner el acento en lo más importante. Estas niñas “necias” estaban invitadas
pero no previeron nada y todo les llamaba la atención menos el cometido que le
había encargado el Esposo que las invitó.
(¿)
¿Acaso tenemos claro nuestro cometido en la vida y el encargo que nuestro
Señor nos confió? ¿ Nos comprometemos o sólo lucimos el vestido
de domingo?............
1- No
confundir al hombre pobre con pobre hombre.