Ahora bien, Él no se aleja del todo… Él continúa rondando a nuestro alrededor. Él quiere amarnos y sabe que nosotros sin su Amor no podemos vivir. Por eso instituyó el Sacramento de la Penitencia o el Sacramento de la Confesión. Al confesar todos nuestros pecados mortales y recibir la absolución de parte de un sacerdote, Dios vuelve a morar nuevamente en nosotros.