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General: ¿Qué es la tercera vía? Capitalismo+Comunismo?
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Respuesta  Mensaje 1 de 4 en el tema 
De: Mambi  (Mensaje original) Enviado: 01/07/2005 20:25
¿Qué es la tercera vía de Anthony GIDDENS? 
Preguntado y Respondido por CIUDAD POLITICA el 24-May-2005 01:18 (524 lecturas) 
Autor: Juan Cruz VIEYRA
No son pocos los que advierten que estamos ante una situación inédita a escala global: hoy en día, entran en juego factores de riesgo e incertidumbre a niveles nunca antes experimentados. Han confluido de manera sumamente paradojal transformaciones económicado como un caso de manual para la muerte lenta. Esto es particularmente grave, ya que han quedado en pie tantos s, políticas y culturales. No estamos ante el fin de la historia, sino ante un contexto sumamente revolucionario para motivar nuevos planteos.

Son aún más aquellos que insisten en que cabe resarcirse de ello en pos de recuperar el papel de la política como condición necesaria de la eficacia de la acción del Estado, para el desempeño de cierta autonomía, que está siendo invadida y capturada por el interés privado. Todo esto implica un redimensionamiento de la esfera pública, una apuesta colectiva de confianza en la ciudadanía como protagonista, una democratización de la democracia.

La Tercera Vía, como es obvio, deriva de tal contexto. Sus postulados fueron estudiados y debatidos con gran interés hace sólo algo más de dos años, sin embargo, actualmente parecen ser nada más que el recuerdo de una campaña política exitosa.

En su momento, estos postulados pretendían, en esencia, una respuesta global a un mundo global. Encarnada en las filas de la Socialdemocracia, y sin perjuicio de enarbolar los principios básicos de la economía capitalista, tras la crisis del Estado de Bienestar y el auge del Neoliberalismo a partir de los '80, la Tercera Vía inglesa se había propuesto armonizar las exigencias del mercado internacional con la resolución de los problemas sociales como prerrequisito básico del ejercicio efectivo de la ciudadanía.

Empero, más allá de la teoría, el desafío –tan vigente ayer como hoy- es cómo generar las condiciones requeridas para la participación ciudadana, teniendo como fin último la profundización del proceso democrático tanto horizontal como verticalmente.

Volviendo al punto, la Tercera Vía aparece como una respuesta a dos filosofías fracasadas: el neoliberalismo y la socialdemocracia.

El tema central, postulado por esta doctrina, es cómo conciliar la política socialdemócrata en la época post-neoliberal, tomando como ejes de análisis la quiebra del “consenso de bienestar” que predominó hasta finales de los años setenta en los países industrializados, el descrédito definitivo del marxismo y los profundos cambios sociales, económicos y tecnológicos que contribuyeron a que esto ocurriera.

La Tercera Vía emerge de la realidad europea, valga decir de los fenómenos interestatales desatados con la caída de la Unión Soviética, lo cual hace necesario distinguir entre dos estadios de la socialdemocracia, movimiento político europeo -perteneciente a la izquierda reformista- que actuó como el indicador de las teorías de la mayoría de los autores que se inscriben en esta doctrina.[1]

Lo más importante a tener en cuenta sobre la socialdemocracia clásica es que ésta promovía el Estado interventor, que tenía la obligación de suministrar bienes públicos que los mercados no pueden dar totalmente, regular la vida social y familiar, etc. Este Estado articulaba a la búsqueda de la igualdad con estrategias de nivelación, que se instrumentaban de muy diversas maneras, según el contexto que se trate. Los críticos de la Tercera Vía señalan que bajo las filas de la socialdemocracia clásica, el Estado de Bienestar no tenía una “actitud global” importante.

En el otro extremo, los rasgos más importantes que distinguen la perspectiva neoliberal son la hostilidad hacia el estado interventor, de gobierno extenso y centralizado, la creencia de que la pretendida superioridad del mercado ocupará los vacíos –considerados positivos- del estado de bienestar, y que la solidaridad social se autogenera en el seno de la sociedad civil, por lo tanto no debe ser impulsada por un agente externo a ella, como es el Estado. En consecuencia, los neoliberales se apoyaron en la premisa de que el Estado de Bienestar destruye el orden civil, mientras que el mercado no sólo lo fomenta, sino que librado a su propia dinámica, lo perfecciona continuamente. Respecto a la desigualdad, entre los modelos neoliberales -el tatcherismo en Inglaterra quizá haya sido el paradigmático- hay una posición clara: la indiferencia, y en el peor de los casos el respaldo, lo cual parece contrastar con el liberalismo clásico, en tanto que éste último no sólo considera la igualdad de oportunidades intrínsecamente buena, sino también necesaria en todo medio social.

Según el sociólogo A. Giddens,[2] actualmente hay tres grandes cambios que están transformando nuestro mundo:

El primero es el impacto de la globalización, acerca de lo cual puede hablarse de la dimensión económica y la financiera. En general, la primera es sólo la continuación de tendencias que llevan mucho tiempo como lo es la regionalización del comercio, pero la dimensión financiera presenta características totalmente nuevas a causa de la revolución de las comunicaciones y la extensión de la tecnología informática.

Es así que la globalización aparece ligada, por un lado, a esta transformación histórica del capitalismo donde predomina una forma específica de capital: el financiero, caracterizado por la velocidad y la imparcialidad de los flujos; y por otro, a la crisis del modelo reformista encarnado tanto por las políticas socialdemócratas como por el Estado Benefactor.

Cabe advertir que cuando se habla de desreglamentación como rasgo de la integración entre países en esta era globalizada, no sólo se está hablando de un proceso económico, sino de una redefinición de las formas de organización social, redefinición por la cual se organizan las relaciones sociales entre los ciudadanos, cuya trama, está siendo atravesada simultáneamente por una tendencia a la unificación y a la exclusión.

También puede hablarse de una globalización política , en este caso se hace referencia principalmente a la corrosión y redefinición de los espacios sociales y políticos, especialmente por la conjunción del fenómeno del auge tecnocrático con el auge del mercado. Las instancias decisorias se han transnacionalizado y concentrado en el mercado en proporciones inauditas, a la vez que la política se ha reducido a meras decisiones técnicas, muchas veces apartada de criterios de cohesión social, solidaridad y participación ciudadana.

De todos modos, puede sugerirse que la globalización coexiste con espacios nacionales en los cuales se realizan la mayor parte de las transacciones económicas, y donde convergen la mayor parte de las demandas sociales y políticas, por lo cual el desarrollo sigue siendo un proceso de transformación donde interactúan el Estado y la sociedad civil.

El segundo gran cambio es la emergencia de la economía sin peso global o desmaterializada. Es un dato interesante que el volumen total de bienes físicos comercializados en el mundo de hoy no ha aumentado, aunque sin embargo, no ha ocurrido lo mismo con lo que ha dado en llamarse actualmente el valor de la economía global. En gran medida tal fenómeno resulta del intercambio y comercialización de información, sobre lo cual debe recalcarse distintas -aunque conexas- situaciones: por un lado, la velocidad e imprevisibilidad de los flujos económico-financieros, los cuales no sólo están implicando el redimensionamiento de las capacidades de regulación de los Estados en diferentes escalas, sino que también ha creado las condiciones suficientes como para pensar que la calidad ciudadana en el mundo de hoy, depende directamente de la toma de conciencia de que la dinámica fenomenológica esbozada anteriormente, implica la necesidad de estar informado como una de las primeras condiciones de la adecuación ciudadano - contexto, por lo cual el replanteo de las reales posibilidades de acceso a la información viene a ser, en la época actual, uno de los principios legitimadores de la inclusión social de mayor importancia.

Por otra parte, la economía sin peso ha destruido a la antigua clase trabajadora y ha generado el declive de la industria manufacturera producto del impacto de la tecnología de la información en los procesos de producción.

El tercer gran cambio es la influencia decreciente de la tradición, las costumbres y los hábitos en nuestras vidas. Este fenómeno es explicado como el dilema del individualismo, sobre lo cual se arguye que un componente esencial de la socialdemocracia clásica fue la solidaridad social y el colectivismo. Según Giddens, a partir de los años sesenta este componente se ha venido abajo, pues las sociedades se han vuelto más pluralistas culturalmente, dando como resultado una proliferación de diversos estilos de vida.[3]

El mismo autor propone un nuevo individualismo, llamado “institucionalizado” que se asocia a la búsqueda de nuevos medios de conseguir la solidaridad social, dado que actualmente “la cohesión social no puede garantizarse mediante la acción vertical del Estado ni mediante el apego a la tradición”[4], estos medios están relacionados con el equilibrio, postulado desde la Tercera Vía, entre responsabilidades individuales y colectivas.





Características de la Tercera Vía



En primer lugar, una de las cuestiones más debatidas en el ámbito intelectual es su intento de ir más allá del neoliberalismo y la socialdemocracia, lo cual, según Giddens, no implica un renacimiento, una reedición de los valores o estrategias de la izquierda, sino más bien un intento de preservar algunos de estos, viéndose otros virtualmente abandonados o transformados.[5]

Puede entenderse que el programa político de la Tercera Vía comienza por la reforma tanto del Estado como del gobierno, en ésta, sociedad civil y autoridades políticas deberían actuar asociadas para fomentar la renovación y el desarrollo de la comunidad, teniendo en cuenta el criterio de inclusión social y promoviendo los gobiernos transnacionales.

Las reformas que debe impulsar el gobierno, más allá de las diferencias contextuales que presenten diferentes países, están orientadas a: fomentar la descentralización, la cual no debe ser entendida en sentido unidireccional, lo cual equivaldría a debilitar las autoridades centrales del Estado Nación, sino que supone una devolución de poder “hacia abajo”, pero a la vez una mayor atribución “hacia arriba”; aplicar una reforma constitucional dirigida a aumentar el papel de la esfera pública en pos de lograr una mayor transparencia e imparcialidad, dados los altos índices de corrupción de las sociedades modernas; crear administraciones eficientes, evitando dar “soluciones de mercado”, pero aprendiendo de las empresas para tomar decisiones basadas en la eficacia del mercado, dada la desconfianza en la burocratización del gobierno; regir la gestión de riesgo, lo cual implica la regulación del avance científico y tecnológico por las cuestiones éticas que suscita, definir el riesgo desde la Tercera Vía implica básicamente un compromiso público, dado que las decisiones de riesgo deben ser tomadas no sólo por los expertos, sino que deben resultar de un procedimiento deliberativo.

Todas estas reformas se enmarcan en la reconstrucción del Estado del bienestar, pero a diferencia de las políticas neoliberales que sugieren un sistema de seguridad mínimo, éste debe estar basado en una reforma radical que ha de cubrir aspectos como la educación, la formación, la salud, los mercados y los subsidios de desempleo, incluyendo las pensiones, para que el Estado tenga un papel activo, dinámico correspondiente a las necesidades de implicación en una economía global. Lo cual implica que la política no debe estar encaminada ni a reducir las dimensiones del gobierno ni tampoco a proteger al Estado, sino a reestructurarlo en un “Estado social inversor”[6] que requiere un equilibrio entre regulación y desregulación a todos los niveles.

Como última característica, puede esbozarse la idea de tener una actitud diferente hacia la igualdad y la desigualdad, negando la posibilidad de la existencia de una sociedad estable que esté basada puramente en la igualdad de oportunidades, ya que ésta produciría demasiado movimiento hacia abajo, es decir, un sistema con muchos perdedores, y consecuentemente graves divisiones sociales. Además, se correría el peligro de concebir una sociedad basada meramente en la meritocracia, lo cual crearía esencialmente una clase de excluidos, que se autoreconocerían como inferiores, que por otra parte, terminaría en una enorme la desigualdad de resultados, favorecida por la cultura individualista del mercado en que “los ganadores ganan todo”.

Este modelo, según sus defensores, implica una combinación de: meritocracia, igualdad de oportunidades e igualdad de resultados moderadas y apoyadas en la llamada redistribución del ingreso.



¿Usted qué piensa?





* Este artículo fue escrito en torno a una ponencia titulada “Tercera Vía y Democracia. Replanteo del rol de la ciudadanía en el contexto global”, la cual fue presentada en las Jornadas de reflexión académica en Ciencias Sociales “Ciudadanía y calidad democrática”. Universidad de Belgrano, Facultad de Derecho y Ciencias Sociales. Malacalza Bernabé y Vieyra Juan Cruz. Octubre de 2000.

[1] Téngase en cuenta aquí que existen otros planteos que se perfilan como alternativos de esta doctrina, que entienden que la política de la renovación socialdemócrata no es el único indicador que convalide una postura de Tercera Vía, entre los cuales están aquellos que sostienen que la Democracia Cristiana europea también ha presentado una reformulación de sus filas –aunque un poco más lento que el de la izquierda- tras el derrumbe soviético, lo cual -teóricamente-, no presenta imposibilidades de enmarcar también a la derecha en un movimiento de “Terceras Vías” . (Véase al respecto a Phillippe Béneton y Wolfgang Shcaube, entre otros)

[2] Giddens, Anthony. “Un mundo desbocado. Los efectos de la globalización en nuestras vidas”. Taurus. Buenos Aires, 1999.

[3] Giddens, Anthony. -“La Tercera Vía”. Taurus. Madrid, 1999.

[4] Ibid.

[5] De ser así, Norberto Bobbio, estaría de acuerdo en entender a la Tercera Vía como la opción política de centro llamada “tercero incluyente”, dado que en teoría trata de englobar en una síntesis superadora a dos opuestos.- Bobbio, Norberto. “Derecha e Izquierda”. Taurus. Pag. 57

[6] Giddens, Anthony. “La Tercera Vía”. Taurus. Madrid, 1999. Págs. 119-1
 


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Respuesta  Mensaje 2 de 4 en el tema 
De: Mambi Enviado: 01/07/2005 22:14
 

Giddens, Anthony

Categoría: Biografías
Remitente: CIUDAD POLITICA

Giddens, Anthony

Giddens nació en el Reino Unido el 18 de Enero de 1938 en una familia de clase media baja en el norte de Londres, y fue el primer miembro de su familia en ir a la Universidad. Actualmente está casado y tiene dos hijos. Sus estudios de filosofía los realizó en la Universidad de Hull y en la London School of Economics –que dirige desde 1997-, cuando eran focos de la ultraizquierda en la década del `60. En 1976 fue admitido como profesor en Cambridge, pero durante sus 15 años allí fue nueve veces rechazado para una promoción. Algunos lo atribuyen a su origen humilde.

Desde 1997 es director de la London School of Economics and Political Science. Se le ha concedido, entre otros premios, el Premio Principe de Asturias de Ciencias Sociales 2002.

Es autor de 31 libros y más de 200 artículos publicados en 29 idiomas. Más allá de popularizar la idea de la tercera vía, Giddens ha desarrollado la teoría de la “estructuración”, que consiste en comprender la relación entre los individuos y las condiciones que los rodean. “Deberíamos ver a la sociedad como una serie de actividades y prácticas que la gente lleva a cabo, pero que al mismo tiempo reproducen a grandes instituciones”, señala.

La idea de encontrar una tercera vía en política está siendo ampliamente debatida en Europa, EE.UU. y América Latina. ¿Pero qué es la Tercera Vía? Los defensores de la teoría no han sido capaces de ponerse de acuerdo, y sus detractores rechazan del todo la noción. Pero Giddens muestra que desarrollar la tercera vía en la política moderna no es sólo una posibilidad sino una necesidad, y representa le renovación de la socialdemocracia en un mundo en que las ideas de la vieja izquierda han quedado obsoletas, mientras las de la nueva derecha son inadecuadas y contradictorias.

Un nuevo programa socialdemócrata está surgiendo: es sólido, de largo alcance y puede reavivar el idealismo político. Anthony Giddens se propone responder a este desafío desde el inicio de sus planteamientos teóricos; su obra se desarrolla según un itinerario que asume una doble estrategia: suprimir el dualismo entre estructura y acción y revitalizar el pensamiento social crítico en contra de lo que denomina “el consenso ortodoxo”.

Tanto el funcionalismo y el estructuralismo como las teorías accionalistas son fuertemente criticadas por Giddens, que considera que las primeras dejan poco espacio a la acción transformando a los agentes en meros soportes de las estructuras, mientras las segundas privilegian al actor pero olvidan los condicionamientos de las propiedades estructurales de los sistemas sociales. Su teoría de la estructuración está constituida alrededor de la idea del carácter fundamentalmente repetitivo de la vida social y diseñada para expresar la dependencia mutua de la estructura y el agente en términos de espacio-tiempo. Ello significa que las prácticas sociales ubicadas en un espacio y tiempo se hallan en la raíz de la constitución tanto del sujeto como del objeto social.

En medio de su discurso moderado, Giddens define la estructura como la articulación de reglas y recursos implicados de manera recursiva en la producción de las prácticas sociales. Por lo tanto, la estructura es a la vez un instrumento utilizado por actores en contextos especificables y el resultado de la reproducción de las prácticas. Sostiene Giddens que las propiedades estructurales existen sólo en la medida en que la conducta social es reproducida recurrentemente en el espacio y el tiempo. Las instituciones son los rasgos más duraderos de la vida social; así, hay formas institucionales que se extienden por inmensos recorridos de espacio y tiempo conformando sistemas sociales.

Importa entonces subrayar, en consonancia con lo expuesto, la crítica de Giddens a la teoría social: Esta es incapaz de considerar adecuadamente el papel que desarrollan los actores y su relación con las instituciones en la transformación y reproducción social; presenta un tratamiento inadecuado del poder y teorización distorsionada del tiempo y del espacio y, con ello, del cambio social.

El énfasis en la reformulación de la teoría social que Giddens propone resulta esencial dentro de su modelo interpretativo, ya que considera que la Teoría, en tanto registro reflexivo de la vida social, tiene un impacto práctico sobre su objeto de estudio; ello significa que la relación entre Teoría y su objeto ha de entenderse en términos de una doble hermenéutica: el desarrollo de la teoría es dependiente de un mundo preinterpretado en el que los significados desarrollados por sujetos activos entran en una construcción o producción real de ese mundo; condición ontológica de la sociedad humana tal como es producida y reproducida por sus miembros. A la vez, el científico social debe ser capaz de “comprender” penetrando en la forma de vida cuyas características quiere explicar.

Giddens ha expresado ciertas frases en su última visita a la Argentina tales como “El neoliberalismo está muerto”, “El mundo no necesita menos sino más gobierno” y “las naciones siempre serán más poderosas que las corporaciones”. En conjunto, todas estas ideas componen una teoría que, él asegura, “no es el punto medio entre el socialismo a la antigua y la filosofía del libre mercado, sino un llamado a reestructurar las doctrinas de la socialdemocracia para que respondan a la doble revolución de la globalización y de la economía del conocimiento.” Podemos observar que el autor plantea la necesidad de repensar el fenómeno de los Estados nacionales, del poder militar y de la violencia; en cuanto al concepto de “explotación” circunscrito a la venta de la fuerza de trabajo, resulta estrecho en relación con fenómenos como la explotación étnica o sexual.

Entre sus libros más recientes destacan: Consecuencias de la modernidad, Modernidad e identidad del yo, La transformación de la intimidad, Sociología, Más allá de la izquierda y la derecha, In Defense of Sociology y La tercera vía: la renovación de la socialdemocracia. La tercera vía ha sido ampliamente debatida por autoridades académicas y políticas de todo el mundo.

Su último libro “On the Edge” incluye un fuerte debate con Will Hutton, el otro pensador del nuevo Laborismo y creador del concepto de “Capitalismo de participación”. Podemos afirmar que sus últimas producciones apuntan al desarrollo de una política de vida interesada en la realización del yo tanto individual como colectivo y que surge a la sombra de la política emancipatoria.

Una de las cuestiones por lo que más se lo critica es por su acercamiento a las grandes esferas del poder. Jefes de gobierno y de Estado de todas partes del mundo acaban de reunirse en Berlín llamándose a sí mismos seguidores de la tercera vía. Según Giddens se podría hablar de una internacionalización de su teoría; “todos los gobiernos de centroizquierda en Europa están aplicando esencialmente los mismos principios. Yo sé que no todo el mundo quiere hablar de la tercera vía pero si hablamos de una agenda modernizadora, que rompe con las tradicionales preocupaciones de la izquierda y al mismo tiempo quiere aplicar valores sociales a un mundo en cambio, entonces sí podemos decir que la mayoría de los gobiernos socialistas, por lo menos en Europa, comparten el mismo lenguaje.”

Vemos que esto se refleja en el accionar de los gobiernos de Europa: Todos están flexibilizando el mercado laboral, pero al mismo tiempo se cuidan de no dañar los recursos humanos, garantizan un salario mínimo, buscan reformar el Estado de bienestar sin abolirlo y tratan de encontrar un balance entre la participación pública y privada. No importa si se llama Blair o Schr철eder, las políticas son parecidas.

Una de las cuestiones que la tercera vía predica tanto en EE.UU. como en Europa es que no pueden incrementarse los impuestos sin tener en cuenta antes su impacto, tanto económico como social. Esto significa que, a veces, en “el interés de la justicia social hace falta bajar los impuestos y no subirlos”.

En cuanto al papel del Estado, Giddens afirma que “debe ser muy activo” -y recalca- “que en su accionar tradicional ha probado ser poco efectivo”. En América Latina los Estados hiperburocráticos y corruptos han servido poco a los ciudadanos; por lo que considera necesario hacer una remodelación de los actuales Estados para que vuelvan a ser poderosos, pero de forma distinta: “tiene que ser más abierto, más transparente, permitir a las mujeres alcanzar puestos de poder, tratar a los ciudadanos como clientes y no como súbditos”.

Según el autor, su teoría se aleja del neoliberalismo, que considera al mundo como un gran mercado: todo se mide mediante valores comerciales y la gente vive expuesta a las inseguridades del mercado. Giddens, por su parte, cree que hace falta una sociedad civil bien constituida y, por otro lado, afirma que la tercera vía aboga por la regulación del flujo de los capitales y la creación de una Autoridad Financiera Mundial. “Estamos convencidos de que las finanzas tienen que ser reguladas justamente para proteger la libertad de los mercados y el control de capitales es esencial para mantener los mercados abiertos tanto para bienes como para servicios. Esto nos aleja muchísimo del Laissez faire de los neoliberales. Tenemos que tomar la globalización en serio, considerarla una simple fatalidad frente a la cual hay que actuar.”

Para Giddens no hay un derrumbamiento de un Estado-nación a causa de la globalización; cree que aquellos son mucho más fuertes que las corporaciones. Las naciones controlan el acceso a la ley, al territorio y a las fuerzas armadas. En contraposición de las corporaciones que no disponen de ninguno de estos atributos. “Hoy puede decirse justamente lo contrario: ésta es la primera vez que el Estado-nación tiene un papel importante. Hasta ahora teníamos imperios, como el soviético, al cual respondían muchas naciones. Pero ahora cada nación quiere ser un Estado. Es esto lo que está alentando a los nacionalismos. Si el Estado-nación estuviera en vías de extinción, nadie querría constituirse en uno.

Enviada el: Mon, 30-Aug-2004, 01:32


Respuesta  Mensaje 3 de 4 en el tema 
De: lealtad Enviado: 01/07/2005 22:14
Mambi no es capitalismo+socialismo, ni viceversa, descrito así es un lobo queriendo ser cordero, sin embargo es un tema que resulta interesante, me gustaría disponer de más tiempo para polemizar un poco, valga la redundancia un poco más adelante será, lo prometo.
 
Lealtad

Respuesta  Mensaje 4 de 4 en el tema 
De: Mambi Enviado: 05/07/2005 20:28
Esto es parte de lo que aun hoy se dice de esta nueva estrategia
 
LA VENTANA
De nuevo Blair y la tercera vía
JAIME RODRÍGUEZ ARANA    
Se podrá estar o no de acuerdo con Tony Blair, pero no se puede negar que sabe aprovechar sus oportunidades para plantear grandes desafíos.

Esto es lo que a mi me parece la forma en que se ha planteado la presidencia de la UE para el próximo semestre. 
Ciertamente, es el único líder de la UE que puede exhibir una tasa de paro por debajo del 3% junto a un mercado de trabajo que puede calificarse, más o menos, como flexible. Quizás por ello, la puesta en escena en el Parlamento del líder laborista para plantear las líneas maestras de su presidencia ha supuesto una cierta sacudida en el marasmo de pensamiento único y plano que domina la vieja Europa.

Algunos, quizás con razón, se han apresurado a descalificar al primer ministro británico diciendo que de nuevo Blair nos demuestra que es un mago de la imagen y que en sus ideas para el próximo semestre no hay más que marketing y publicidad, pero poca sustancia. Es posible, el tiempo, desde luego, lo dirá. Lo que sí es incontestable es que ha conseguido en poco tiempo llamar la atención por sus planteamientos. Veamos.

Blair señaló que no busca cargarse la UE sino mejorarla, modernizarla. " Y no se puede llamar traidor a quien propone un cambio". Blair, que así contestaba las críticas del luxemburgués Juncker, planteó la modernización del modelo social europeo para mejorar la capacidad de competir.

Algunos prefieren anclarse de por vida en la versión estática del modelo de bienestar, claramente periclitada. Desde esta perspectiva es imposible la mejora de las condiciones de vida de la ciudadanía porque la política se deja en manos de lo oficial.

Europa no puede seguir encerrada en un modelo social estático. En poco tiempo, afortunadamente irán desapareciendo de la presidencia de sus países algunos de los peores políticos de nuestro tiempo. Vendrán otros que esperemos que traigan nuevas ideas y nuevos compromisos para colocar a Europa en el lugar que merece.

Tony Blair no es, desde luego, de los nuevos porque lleva ya tres mandatos al frente de su país, con una guerra incluida. Hoy. Cuando tiene en sus manos el timón del viejo continente, con todas sus luces y sus sombras, es capaz de sembrar algo de esperanza y de encauzar la política europea hacia objetivos más humanos y realistas.

lunes, 04 de julio de 2005, 00:00
 


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