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General: EL NEGOCITO DE LA DISIDENCIA
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Réponse  Message 1 de 1 de ce thème 
De: matilda  (message original) Envoyé: 07/10/2005 04:12

¿Cuántos miembros tenía bajo su mando?

Tenía en la delegación del Movimiento Cubano Demócrata Cristiano once personas. De ellas, ocho estaban abogando  por irse del país y, de hecho, están fuera de Cuba en estos momentos. De los otros tres, luego supe que uno era agente nuestro. Lo mismo ocurría con los otros movimientos. El que tenía una membresía un poquitico mayor era el Comité Cubano Pro-Derechos Humanos, con unos 15 ó 20. Todos se fueron del país en aquellos años. Los actuales contrarrevolucionarios que integran esa organización son nuevos.

Enrique Blanco Rodríguez

Representante y vocero de la organización contrarrevolucionaria Cuba Independiente y Democrática, que encabeza Hubert Matos Benítez.

En la década del 90 creó la llamada Operación Liborio, para el envío de medicamentos a contrarrevolucionarios en Cuba y a sus familiares, actividad que mantiene en la actualidad.

Sostiene vínculos con dirigentes de los grupos contrarrevolucionarios, en particular  con Roberto de Miranda Hernández, del Colegio de Pedagogos Independientes de Cuba, a quien abastece con dinero y medicinas.

¿Qué hacían para ganar méritos en el Movimiento?

En el año 1994 hubo un operativo en la provincia,  porque lo de los letreros sobrepasaba los límites y se empezaron a fraguar planes violentos. Uno de esos contrarrevolucionarios, José Carlos Morgado Hernández, me llegó a contar que iban a poner bombas en los registros  de la electricidad de la capital provincial, Ciego de Ávila. Incluso, me invitó a recorrer los lugares de las acciones. Recuerdo que me emparrillé en su  bicicleta y él me fue mostrando uno a uno los probables sitios donde se harían los sabotajes. Me mostró el registro de la electricidad que está en la calle Simón Reyes, entre Independencia y Libertad, una de las zonas más concurridas de la ciudad. Salí horrorizada.  Por los elementos que daba, era evidente que estaban preparándose en serio. La Seguridad del Estado tuvo que operar. Fueron detenidas todas aquellas personas, incluida yo. Por supuesto, aquella acción “represiva de la policía castrista” fue puntualmente denunciada en la revista Disidente.

¿Qué tiempo estuvo presa?

Seis o siete días.

¿Encontraron los explosivos?

Nunca aparecieron, aunque se suponía que serían de confección casera. De todas formas hubo que actuar rápidamente. Se notaba que estaban dispuestos a con tal de llamar la atención. El Comité Cubano Pro Derechos Humanos me separa de sus filas, porque ellos se asustaron bastante y tenían dudas de todo el mundo. Enseguida publicaron un comunicado desmarcándose de aquella conspiración para el sabotaje, firmado por  Jesús Alberto Sotuyo Zamora y Roxana Valdivia Castilla. Se hizo un trabajo operativo muy bueno, y mi prestigio salió ileso. Todavía conservo un manuscrito, en una hoja central de una libreta escolar, donde uno de los miembros del Comité Cubano Pro Derechos Humanos,  acusa  al hoy sancionado Pedro Argüelles Morán de ser el que mandaba a poner aquellos letreros antigubernamentales en Ciego de Ávila. Lo hace, además, de una manera escandalosa.

¿Cómo se vinculaba con esta gente la Fundación Nacional Cubano Americana?

En esos momentos, la postura pública de la Fundación era muy agresiva. Se recibían  a través de la radio las orientaciones –como se sabe hay más de mil horas semanales dirigidas contra Cuba- y estas llamaban a la desobediencia civil. Recuerdo perfectamente los slogans: “Cubano rebélate”, “Cubano protesta, escribe letreros, realiza sabotajes...”

¿Recuerda una voz en particular?

La de Ninoska Pérez. También, la emisora Cuba Independiente y Democrática hacía constantes exhortaciones a los militares para que se sublevaran. Los poquísimos integrantes de los grupos “opositores”, todos de muy baja catadura moral y cuyo afán era destacarse para que le dieran la visa a Estados Unidos,  se daban perfecta cuenta de cuál era la orden: el ataque violento. Después de aquel operativo y de otros que impidieron acciones contra la población –muchas de estos planes terroristas se lograron neutralizar en estado embrionario-, el modo de enfrentamiento cambió, al menos en el discurso de esta gente. Se pasó de un lenguaje agresivo a la palabrería pacifista, a hacer documentos, peticiones, solicitudes...

Center for a Free Cuba

El denominado Center for a Free Cuba, con  sede  en  Washington D.C., fue creado por el contrarrevolucionario Frank Calzón en octubre de 1997, con el fin explícito de trabajar por el derrocamiento de la Revolución Cubana.

El Center for a Free Cuba elabora sus  programas  contra nuestro país a partir del financiamiento recibido de la  Agencia Internacional para el Desarrollo (USAID), la National Endowment for Democracy (NED) y de fondos privados.

En  octubre de 1997  esa entidad recibió  para sus planes subversivos contra Cuba más 200 000 dólares en calidad  de  fondos privados de la comunidad cubanoamericana; 400 000 dólares  de la USAID y 15 000 dólares de la NED.  En el 2000 recibió de la USAID un presupuesto de 1 450 000 dólares  para sus planes, mientras que en el 2002 recibiría de la misma agencia otros 2  249  709 dólares.

Todos sus programas han intentado divulgar en Cuba propaganda contrarrevolucionaria relacionada con la pretendida transición política  y estimular la economía de mercado,  además de apoyar a los grupúsculos internos y estimular a la comunidad internacional a que desempeñe un papel activo en la promoción de la subversión interna.

El apoyo material a los grupos contrarrevolucionarios  ha incluido el envío de computadoras,  laptops, máquinas  de escribir, equipos de fax, fotocopiadoras, radios de  onda  corta, cámaras, radiograbadoras,  y otros materiales de oficina, así como medicamentos, alimentos y ropas

¿Qué hizo entonces? 

Estaba vinculada al Movimiento Cubano Demócrata Cristiano y me invitan a unirme al llamado Concilio Cubano, al que no me afilio por indicaciones de la Seguridad.

Continuaba  mis viajes a La Habana a visitar a los contrarrevolucionarios. En marzo de 1995, el periódico Granma publicó un documento que Joseph Sullivan, entonces jefe de la SINA, había enviado al Departamento de Estado. Allí se detallaba la corrupción del Comité Cubano Pro Derechos Humanos, en relación con las ventas de avales para las salidas del país. Ahí me veo involucrada en un incidente que ilustra muy bien la que ocurría dentro del Comité.

¿Qué pasó?

Había conocido a  una familia del reparto La Guajira, en Ciego de Ávila. El hombre de la casa, Gabriel  Martín Ferras, estaba preso, con una condena de nueve o diez años.  Entre las instrucciones que me había dado el Comité estaba ir a las cárceles  y llevarle a los presos un poco de azúcar, un poco de gofio... Y por supuesto, tratar de obtener información que luego utilizaríamos en la radio enemiga. El hijo del Martín Ferras, Eber, se me acerca y me dice que quería irse del país. “No hay problemas”,  le digo. “Te doy un aval y te vas. Tú eres hijo de preso político.”  En esos momentos podía hacer esos avales porque ya tenía contactos en la Sección de Intereses de Estados Unidos (SINA), gracias a mis vínculos con Aida Valdés Santana, dirigente del Comité Cubano Pro Derechos Humanos. Ella tenía la posibilidad de sacar personas del país a través del Programa de Refugiados de la SINA. Ella me había dicho: “A todo el que se quiera ir le das un aval y se va del país”.

¿Qué hace Felipe Alexis Morejón para tratar de anular mi posición de líder dentro de la contrarrevolución en Ciego de Ávila? Viaja a La Habana y le lleva a Gustavo Arcos el papel que le había dado a Eber y le dice al presidente del Comité que yo le había cobrado. Primero, le dice que 2 000 pesos cubanos, y después, que no, que eran 5 000, y más tarde, que eran 10 000. Por supuesto, no había cobrado ni un centavo, pero como había salido lo del periódico Granma, se agarró de ahí para desprestigiarme... Es decir, utiliza contra mí lo que ellos sabían que era totalmente cierto: que muchos de los líderes ‘opositores’ de este grupúsculo eran en verdad mafiosos que utilizaban su relación con la SINA para enriquecerse.

¿Cuántos avales entregó usted?

Muchísimos, siempre consultados con mi jefatura. Era en cierto modo moral dentro de lo inmoral darle un aval político a alguien que uno sabía que no era un “opositor”, sino que quería emigrar a Estados Unidos por intereses familiares o económicos, pero que por la vía regular jamás Estados Unidos le daría la visa para viajar legalmente.

¿Y Aida Valdés Santana?

Fue expulsada del Comité Cubano, porque hizo una fortuna vendiendo avales fraudulentos. Utilizaron ese mismo argumento contra mí, para intentar opacar  mi liderazgo  en Ciego de Ávila,  porque era la persona que tenía el poder movilizativo, que venía con las orientaciones de La Habana y decía esto se puede hacer y esto no, porque traté de irles quitando ese estilo de trabajo de los letreros, los sabotajes, para pasar a otro más inclinado a monitorear las violaciones de los derechos humanos. Los convertí en repartidores de la Declaración Universal de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, que es al fin y al cabo un documento ratificado por Cuba y no es delito alguno portar ese documento. Aún cuando para mí significó un momento de muchas tensiones en el Comité, después de la denuncia de la corrupción en el Granma hubo un período de calma. Se acabó el relajo de los avales, tanto para los delincuentes políticos de la “oposición”, como para la Oficina de Refugiados. Los norteamericanos se vieron entre la espada y la pared, y tuvieron que optar por sacar legalmente a las personas que querían emigrar. No podían demostrar ante el mundo que en Cuba había perseguidos políticos. Como éramos compañeras de “infortunios”, la Seguridad me pide que estreche los vínculos en torno a Aida Valdés Santana, que quería seguir en la “lucha” y estaba preparando una organización de corte sindical: la Coordinadora Obrera de Cuba. Presidí este movimiento en la región central del país: Sancti Spíritus, Ciego de Ávila, Camagüey, Santa Clara y parte de Las Tunas.

Si no estaba trabajando, ¿de qué vivía usted?

Vivía de esto, por supuesto. Del negocio de la disidencia. Aunque mientras estuve en Ciego de Ávila, los envíos de dinero que venían desde La Habana, donde estaban las vacas sagradas, eran bien modestos.

¿Usted también participó en la creación del Partido Cubano Demócrata Cristiano?

Sí. Los partidos de uno o dos miembros, muchas veces facciones desgajadas de otras organizaciones en las que todos querían ser líderes, era algo cotidiano.  Un día de junio estaba aquí en La Habana y me cita la contrarrevolucionaria María Valdés Rosado, junto a Jesús Rafael Castillo Álvarez, un abogado de la Corriente Agramontista que dirige René  Gómez Manzano. Me invitan a leer una serie de documentos para que yo, por mis estudios de Derecho, les diera una opinión. Se efectuó en la calle Jesús María 264. De pronto me veo leyendo el acta de constitución del Partido Cubano Demócrata Cristiano y pocos días después termino involucrada en un operativo de la Seguridad. Con los otros tres miembros del flamante Partido de “masas” fui conducida a Villa Marista. Por supuesto, me comportaba igual o peor que los demás contrarrevolucionarios: le daba patadas a la puerta, pedía una duralgina, escandalizaba. Pero aquello fue un shock  muy grande para mi familia. Fue la primera vez que mi mamá me desheredó: me dijo que no quería saber más nunca de mí. Fue terrible.



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