Y no sólo entre las filas de su rival político, el Partido Demócrata, sino que los recientes ataques provienen con casi toda probabilidad de algunos miembros republicanos, disgustados y contrarios hace años al rumbo que han impulsado los dirigentes neoconservadores. Ahora que el presidente Bush y su grupo de ideólogos habían logrado cerrar el círculo de poder, al controlar todos los soportes institucionales de engranaje político del país, desde diferentes estancias se les lanza un importante pulso que ha situado en una delicada situación al propio presidente norteamericano y a su estrategia. Las fuerzas políticas de Estados Unidos ya han comenzado la carrera hacia las próximas presidenciales. Si los demócratas todavía no tiene claro quién será su candidato, dentro del partido republicano los movimientos de unos y otros para colocarse en la carrera de sustitución de Bush también llevan meses produciéndose. Y si a eso le añadimos las viejas rencillas en el aparato institucional estadounidense contra los neoconservadores, podremos contextualizar mejor la actual situación. Estas últimas semanas no están siendo muy buenas para la administración norteamericana. Hace algunos días un antiguo colaborador del antiguo secretario de estado Powell, Lawrence Wilkerson, lanzó importantes acusaciones contra el vicepresidente Dick Cheney y el secretario de Defensa Donald Rumsfeld. Posteriormente, otro antiguo cargo, el ex consejero de Seguridad Nacional Brent Scowcroft, también se sumó a las críticas contra la política neoconservadora y sus representantes. Finalmente, los deseos de Bush han sufrido otro revés al tener que rechazar Harriet Miers, la candidatura para la Corte Suprema del propio presidente, ante las fuertes críticas que suscitó esa propuesta entre las filas más conservadoras del propio partido Republicano. De Libby a Rove El ultimo disgusto ha sido la forzada dimisión del jefe de gabinete del vicepresidente, Lewis Libby, tras conocer su procesamiento en el caso Plame. De momento, otra importante figura del emporio neoconservador ha salido tocada. Karl Rove, uno de los principales asesores del propio Bush, sigue bajo investigación. Lo cierto es que esos dos personajes tienen mucho peso dentro de la actual política gubernamental estadounidense. Mientras que Rove planificaba la política doméstica, Libby era uno de los cerebros de la política exterior de Estados Unidos, y uno de los impulsores de la actitud beligerante de Washington con Irán, China, Siria o Corea del Norte. Ambos han desempeñado un papel importante dentro de esa estructuración y materialización del pensamiento neoconservador en la esferas del poder norteamericano. En estos momentos queda patente que los todopoderosos neoconservadores tienen muchos enemigos, y que, a raíz de los recientes acontecimientos, no están pasando por sus mejores momentos. Sin embargo, sería un error menospreciar la capacidad de recuperación y maniobra de ese grupo ideológico. Hace algunos años pasaron por situaciones delicadas para su estrategia. Las luchas entre el Departamento de Estado, cuando Powell estaba al frente del mismo, y el Pentágono, en manos neoconservadoras, o los movimientos que desde la CIA y la DIA se impulsaban para contrarrestar el poder neoconservador, son algunos de esos ejemplos. En esa ocasión, también hubo un «sacrificado», Richard Perle, considerado como «el príncipe en la sombra» del movimiento neoconservador, dimitió de sus cargos gubernamentales. En esta ocasión el cabeza de turco parece ser Lewis Libby, evitando de esa forma que la investigación llegase hasta uno de sus principales objetivos, el todopoderoso vicepresidente norteamericano, Dick Cheney. Parece que esa es la tónica en la Casa Blanca, cuando un escándalo asedia a los cargos más altos, se hace necesario buscar un culpable de segunda línea. En ese sentido se ubicarían también las condenas a soldados rasos en los casos de torturas en Iraq. El tiempo de las maniobras contra la política presidencial y contra el propio Bush no ha terminado. De momento, parece evidente que el presidente estadounidense ha salido algo tocado de todos estos acontecimientos, y el proceso judicial puede todavía ahondar más en las heridas del presidente. Los acontecimientos en Iraq son otro ingrediente que dificultan aún más los presagios optimistas en torno al futuro de esa política. De todas formas, retomando lo anterior, todavía es pronto para vender la piel del oso sin haberlo cazado, y las reacciones de Washington en situaciones parecidas no nos llevan a presagiar nada bueno. No nos debiera extrañar que dentro de la esfera internacional, los neoconservadores estén buscando un objetivo para poder desviar la atención ante los problemas domésticos, y conservar así su privilegiada posición en la Administración. En la mente de todos están los países que Bush y compañía han situado en ese hipotético «eje del mal», y cualquiera de ellos puede ser el objetivo de los próximos días de las maniobras de esos personajes que hoy en día dirigen los destinos de EEUU y condicionan la vida de buena parte del planeta. - * Gabinete Vasco de Análisis Internacional (GAIN). Gara |