Nace el mito
En el cuarto capítulo, el personaje evoca el inicio de su lucha contra Fulgencio Batista y de la primera traición. “Fue precisamente el hijo de aquel telegrafista de Birán, Valero. Yo tenía confianza en él. Ese es el error. Uno no debe confiar en alguien simplemente porque sea amigo”.
Y a partir de ahí, narra cómo organiza el asalto al cuartel Moncada cómo se convierte en el blanco de Batista. Tras el fallido ataque “Me quedé allí, en el medio de la calle, solo, solo, solo. A mí me rescata un automóvil al final. No sé cómo ni por qué, un carro viene en mi dirección y me recoge”, lo rescata un muchacho de Artemisa con quien Fidel siempre quiso conversar para saber cómo se metió en el infierno de la balacera que había ahí. Pero no pudo hacerlo.
Tras el fallido ataque, Fidel busca al resto de su grupo y fue interceptado por tropas oficialistas. El teniente Pedro Sarría en voz baja conminó a sus compañeros a no disparar contra Castro con la frase: “No tiren, no tiren. Las ideas no se matan, las ideas no se matan, eso lo murmuraba, casi como hablando consigo mismo. Más lo oía yo, creo, que los soldados. Bueno, estábamos vivos. De ahí nos levantan ya para marchar hacia la carretera”.
Después de 1956 vino la prisión de Fidel Castro, su exilio en México, el encuentro con Ernesto Guevara de la Serna, el Che, y el desembarco del Granma para emprender la lucha en la Sierra Maestra.
Ahí, Fidel relata la que considera ha sido la situación más dramática que ha vivido.
Cuando el grupo de expedicionarios enfrenta a la aviación de Batista en Alegría de Pino. Sólo tiene a dos hombres y se duerme vencido por el cansancio, entre los cañaverales.
“De las que yo he vivido, ésa, esa tarde, a esa hora; ninguna otra fue tan dramática. Después del bombardeo me quedé con el fusil así, la culata entre las piernas dobladas y la punta del cañón apoyada bajo la barbilla. No quería que me capturaran vivo. Dormí como tres horas, parece que era tal el agotamiento”.
Fidel admite los errores que cometió la temprana Revolución Cubana con los juicios a traidores y a gente del gobierno de Batista. “Pienso que los errores pudieron haber estado en la forma, digamos, en que se abordaron públicamente esos problemas; pero esa gente fue juzgada en virtud de leyes previas hechas por la Revolución”.
Sin embargo, agrega: “nadie recuerda que esta fue, tal vez, la única revolución que no asaltó, no arrastró a la gente, ni tomó venganza por sus manos. Aquí no se linchó a nadie. Y ganas no faltaban. Nos ocurría una cosa: cuando era necesario -en caso de traición o espionaje- aplicar la pena capital, le hacíamos al acusado un juicio. Pero hubo muy pocos casos, en dos años de guerra”.
Esta revolución, dice, “es la única en que no se han matado unos a otros”, y pasa revista a la revolución francesa, a la de octubre que daría origen a la URSS, la de 1910 en México y a la Guerra Civil Española. “Nosotros somos la excepción. Eso demuestra que nos hemos guiado por determinados criterios y principios políticos y éticos, las dos cosas”.
Las conspiraciones
Al triunfo de la Revolución Cubana, Fidel no aspiró a la presidencia de la isla. “Yo tuve dos cargos, pero atendía más que las cosas de comandante de las Fuerzas Armadas. Yo andaba arreglando problemas”. Y en ese momento, “también empezaron las conspiraciones”, como la de Hubert Matos.
¿A qué se refería? pregunta Ramonet.
“Empezaron los sabotajes, la infiltración de hombres, de pertrechos de guerra, para sabotear y promover levantamientos y actividades terroristas”, responde el jefe de Estado cubano quien da paso al recuento de agresiones que, desde el exterior, ha sufrido la población civil y bienes de la isla hasta nuestros días.
¿Atentados contra usted? revira el periodista.
“Fueron decenas de planes, algunos estuvieron muy cerca de tener éxito. Suman en total, registrados, más de 600. Planes bien organizados, planes en distintos grados”.
Asesinato de Kennedy
Fidel Castro conserva aún una opinión positiva de John F. Kennedy, el mandatario estadounidense con el que libró la célebre “Crisis de los misiles”, un momento crítico de las malas relaciones entre la superpotencia, la Unión Soviética y Cuba.
El comandante cubano afirma que “Kennedy adquirió autoridad con esa crisis, mostró que tenía voluntad”. Del asesinato de Kennedy, considera que la versión oficial “está muy rara, no concibo que con un fusil de mirilla telescópica se haga un disparo así, se repita y se tire de nuevo en un lapso de segundos”.
¿Piensa que había varios tiradores?
“Bueno, yo lo que no me explico de esos disparos es la forma en que se hicieron. Hay un montón de teorías. Sólo puedo compartir mi experiencia del uso de un arma con mirilla telescópica; y lo que dice la versión oficial no es posible, sencillamente”.
Internacionalismo
Con la muerte del Che Guevara no terminan los compromisos de la Revolución Cubana hacia otros pueblos. No sólo en América Latina sino también en África por medio de combatientes en las luchas por la independencia de ese continente. El tema le interesa a Fidel quien puntualiza: “Creo que la solidaridad de Cuba con los pueblos hermanos de África no es suficientemente conocida. Esa página de la historia merece serlo, aunque sólo sea como estímulo a los cientos de miles de mujeres y hombres, combatientes internacionalistas”.
“Para colmo, Washington pretende reescribir la historia: Cuba, al parecer, nunca tuvo absolutamente nada que ver con la independencia de Angola, la independencia de Namibia y la derrota de las hasta entonces invencibles fuerzas del ejército del apartheid”.
A la par de esa experiencia, Fidel se explaya explicando los éxitos del internacionalismo a través de la ayuda médica a otros países. “Sí le puedo decir que tenemos más de 70 mil médicos y otros 25 mil jóvenes estudiando, y eso, sin duda, nos permite ocupar un lugar especial, inigualable -no exagero ni un ápice- en la historia de la humanidad.
“No sé qué harán los demás, porque los vecinos del Norte (Estados Unidos) sólo pueden mandar helicópteros, no pueden mandar médicos, porque no los tienen para resolver ningún problema del mundo. Europa ‘adalid de los derechos humanos’ tampoco, y no tiene ni 100 médicos para enviar al África”.