CONGRESO DE PEDAGOGÍA -LA HABANA, CUBA-
Hay una tarea inexcusable a la que todos estamos llamados: reflexionar sobre cómo un país con tantas dificultades económicas (ahogado por el miserable y feroz bloqueo impuesto desde la administración Kennedy en 1963 y recrudecido por el actual presidente George W. Bush) no sólo está de pie con toda la fuerza y la vivacidad de aquellos primeros días de la revolución, sino que, por añadidura, sigue sacando ventajas absolutas en diferentes campos, uno de ellos, el prioritario: la educación.
El método cubano de alfabetización “Yo sí puedo” implementado desde hace años, lleva ya 12 versiones, las últimas en quechua y aymara, para los indígenas bolivianos, ya no solo en español, inglés o portugués y con el cual más de dos millones de personas han aprendido a leer y escribir. Es importante resaltar que este método utiliza una metodología que respeta las lenguas originarias de los pueblos donde se imparte.(1) Esta revolución en la educación comenzó allá por 1961 con la campaña por la cual se alfabetizaron mas de 700 mil cubanos e incluye las últimas tecnologías.
(¿Pero dónde, DÓNDE está el secreto? ¿por qué la diferencia en los resultados?)
Hay una continuidad histórica que va desde José Martí hasta hoy, en materia -no sólo- educativa. El apóstol, héroe nacional de Cuba, ya señalaba con su visionaria claridad, que era necesaria una educación que fuera liberadora. Una educación desprendida de la ignominiosa dominación imperialista.
Porque al egoísta sistema capitalista poco le importan las personas, lo que vale es el mercado donde todo tiene precio. Ya lo decía Ernesto “Che” Guevara: “El capitalismo es el econocida mas respetado del mundo”, econocida al que tantos rinden pleitesía acrítica según su conveniencia: formar mano de obra barata, maleable, ignorante de sus derechos; mantener ejércitos de hambrientos, de excluidos, masas pobres, humanos descartables; o, en el otro extremo, esclavos felices, huecos y plásticos que viven fascinados por el sistema que crea las mayores diferencias sociales. Al mejor estilo de Un mundo feliz, la obra de Aldous Huxley, que plantea un sistema social de castas, con control y dominación ejercido para mantener el trabajo en orden, donde la felicidad se consume en píldoras que adormecen todo espíritu crítico. Son esclavos pero ignoran que lo son. Son esclavos felices. De esa esclavitud sólo son rescatados a través de la educación.
Como en el relato de Huxley hoy las políticas neoliberales han ido deprimiendo, destruyendo, aplastando, los sistemas educativos a través de los ajustes económicos y esto también (no hay que escatimar recursos) gracias a las elites de esbirros continentales que han hecho prolija y diligentemente el trabajo sucio como verdaderos cipayos. Han sido la mano de obra al servicio del imperio, fueron los que se ocuparon de reducir presupuestos educativos y salarios docentes en pos de la pretendida eficiencia y la descentralización propuesta por los tecnócratas neoliberales. El plan estuvo tan bien organizado que, incluso, desde los centros financieros -Consenso de Washington o no mediante- no necesitaron ensuciar sus manos sino que el trabajo lo hicieron los mismos nacionales (como cuando “educaron” en la School of the Americas, you know). Así fue, excepto en Cuba.
(¿Pero dónde, DÓNDE está el secreto? ¿por qué la diferencia en los resultados?)
A e sa misma educación liberadora se refirió Frei Betto en este Congreso, reflotando ideas que muchos recordarán si leyeron (aunque sea poco) a Paulo Freire. Frei Betto puntualizó un hecho ya reconocido: la educación popular es un derecho social que debe, inexcusablemente, indefectiblemente, estar en manos del Estado. Sí, de ese mismo Estado que la oleada neoliberal achicó. Es el Estado el que debe emprender la tarea de mejorar la educación, de cuidarla y mantenerla, porque de esa siembra provendrá la cosecha de mejores frutos para el propio país. Betto también analizó que son otras las condiciones de este siglo en el cual, menos mal, han surgido con fuerza los movimientos populares, sin dudarlo, que han contribuido a reforzar y defender el concepto de educación como necesidad básica que debe ser satisfecha, que debe servir como herramienta de formación política, para formar conciencias críticas.
En el Congreso que cerró este viernes 3 de febrero de 2007, hubo voces de consuno que se harán extensivas al mundo, exigiendo que los Estados cambien las políticas educativas, que éstas sean realmente favorables a la educación. Que los gobiernos asignen a la educación los fondos suficientes. Es un lógico orden de prioridades para que ya se termine con poner en primer lugar el pago de la deuda externa pues ya es hora de dar satisfacción a la deuda interna. Que se acabe con la deserción escolar basada en la necesidad de los menores de salir a trabajar para colaborar en la economía familiar. Que las Democracias formales se transformen en DEMOCRACIAS SUSTANCIALES.
(Y ¿por qué? ¿por qué nos hallamos a años luz de Cuba, entonces?)
Los docentes de 42 países reunidos en La Habana acordaron que una educación para todos, debe aportar al desarrollo y brindar una mejor calidad, lo cual permitirá salvar a la especie frente a los desafíos que, cada vez con mayor fuerza, se deben enfrentar, tales como los cambios climáticos, las guerras, las consecuencias del salvaje neoliberalismo y la diaria mala distribución de las riquezas en el mundo. El tema central sobre el cual se trabajó fue planteado con respecto al pensamiento pedagógico latinoamericano en este siglo.
En tanto que el ministro de Educación de Cuba, Luis Ignacio Gómez, fue quien llevó la voz cantante para señalar los logros que, en materia educacional, habían sido obtenidos a través de la revolución educacional en la isla y señaló que mientras graficó con la pregunta: ¿Podrá un analfabeto o un iletrado comprender los desafíos que deben ser enfrentados y vencidos?” (2).
Es ineludible repensar el rol de los intelectuales en esta recuperación del papel liberador de la educación, papel que ha sido bandera de lucha constante en muchos educadores a pesar de los esfuerzos del sistema por acallarlo, aplastarlo, trocarlo en una materia viscosa y fofa por la que los alumnos navegan, y de la cual salen sin que se haya producido la mínima ósmosis. Contando con la inestimable colaboración mediática que adormece con propuestas de éxito fácil en medio de concursos y competencias de dudosa finalidad, operaciones de triunfo y casas donde los integrantes son observados como las hormigas en un laboratorio. Frente al facilismo y a la nada, son ahora los intelectuales quienes deben diagramar las estrategias para poner en marcha las ideas surgidas de este Congreso.
Y entonces podremos responder la pregunta: ¿en qué radica que el proyecto educativo cubano haya hecho tanto progreso en estos años, mientras decaía, se marchitaban los sistemas educativos del continente, con las excepciones recientes de aquellas naciones que adoptaron el sistema educativo cubano?
La respuesta es la educación basada en los principios éticos de la cooperación, la solidaridad, la valorización del ser humano por encima del mercado, la educación basada en principios humanísticos hechos realidad y no sólo declamados y plasmados en papel, y el reconocimiento del pueblo para acceder a la educación, a la cultura universal.
La diferencia es que Cuba tiene en claro de qué se habla cuando se habla de educación: la educación del hombre del futuro.
Ahora sólo queda poner en marcha las ideas con que cada asistente vuelve a su lugar de origen, y esperar la voluntad política de los gobiernos por recuperar todo el tiempo y el capital humano postergado hasta hoy.
LQS. Mónica Oporto. Febrero de 2007