Estados Unidos no da tregua. Tras las diferencias surgidas entre algunos socios del Mercado Común del Sur (Mercosur), el gobierno de George W. Bush decidió incrementar sus operaciones diplomáticas para aprovechar las tensiones coyunturales y profundizar las divisiones del bloque. El punto elegido como cabeza de playa es nuevamente Uruguay, donde las autoridades locales ceden territorio en busca de una alianza estratégica con el país del Norte que aún no termina de definirse.
Los primeros emisarios de Bush que arribaron a Montevideo fueron Thomas Shannon, secretario adjunto de Estados Unidos para el Hemisferio Occidental, y Nicholas Burns, subsecretario para Asuntos Políticos, quienes el miércoles pasado se entrevistaron con el presidente Tabaré Vázquez para tratar varios temas relacionados con el comercio entre ambos países y la producción de agrocombustibles.
“Estamos trabajando para llegar a concluir un acuerdo de marco que sería muy importante en términos de estructurar el diálogo económico con Uruguay para determinar cómo podemos profundizar y mejorar nuestras relaciones comerciales. Al mismo tiempo, respetamos el contexto político en que nuestras relaciones comerciales ocurran dentro de Uruguay y dentro del Mercosur. Entonces, vamos a avanzar en nuestras relaciones comerciales. A la hora de velocidad que sea cómodo para Uruguay”, dijo Shannon al salir de la reunión con Vázquez.
El secretario adjunto para el Hemisferio Occidental se refería al Acuerdo Marco de Inversiones y Comercio (TIFA) que Estados Unidos firmó con Uruguay a principios de este año. Bajo el manto del TIFA, que podría derivar en un Tratado de Libre Comercio (TLC) similar a los que Washington ya suscribió con Colombia y Perú, el ministro de Economía oriental, Danilo Astori, no ha dejado de reclamar a los socios del Mercosur mayor flexibilidad para negociar acuerdos comerciales fuera de la región.
Por esos mismo, el supuesto respeto al “contexto político” por parte de las autoridades estadounidenses no es más que una vuelta retórica que pretende instalar la idea de que Estados Unidos no tiene apuro en llegar al TLC con Uruguay y que, cuando lo haga, será ajustándose a las reglas del Mercosur.
Sin embargo, Washington deberá doblegar antes aquellas resistencias que pretenden hacer del bloque un espacio de integración regional alejado del neoliberalismo y basado en la cooperación, la solidaridad y la justicia social entre los pueblos latinoamericanos.
En este sentido, el más claro fue Nicholas Burns, quien aprovechando las tensiones generadas por las demoras parlamentarias de Brasil y Paraguay en la ratificación del ingreso pleno de Venezuela al Mercosur, acusó al gobierno bolivariano de tener una agenda separada de sus vecinos en puntos clave como “democracia”, “reducción de la pobreza” y “relaciones internacionales”. "Esa no es la agenda de (Hugo) Chávez, la agenda de Chávez es completamente distinta, es una agenda radical", sostuvo el alto funcionario estadounidense.
En el mismo momento en que Burns descargaba sus dardos contra el presidente venezolano, desde Washington se difundía un informe de la Dirección Nacional de Inteligencia (DNI) –presentado ante el Comité de los Servicios Armados de la Cámara de Representantes- en el que se señala a Venezuela y Bolivia como los países latinoamericanos donde la “democracia” corre “mayor riesgo”.
El subdirector de la DNI, Thomas Fingar, explicó al Congreso estadounidense que los presidentes Hugo Chávez y Evo Morales ``están sacando ventaja de su popularidad para debilitar a la oposición y eliminar cualquier control de su autoridad``. Al mismo tiempo, calificó a los mandatarios Rafael Correa (Ecuador) y Daniel Ortega (Nicaragua) como ``individuos que son críticos de la economía de libre mercado y tienen estrechas relaciones`` con el proceso bolivariano.
Este informe de inteligencia generó una justa y oportuna réplica por parte de Evo Morales. El presidente boliviano definió su contenido como "una verdadera intromisión” en los asuntos internos de países soberanos, donde “hay democracias liberadoras y no sometidas al imperio". Asimismo, se encargó de rebatir los fundamentos de la DNI: "Cómo es posible que esté en peligro la democracia sólo porque se desgasta la oposición. Si hay desgaste de este sector es porque el pueblo siente y quiere los procesos de cambios", aseguró Morales.
Shannon y Burns viajaron hacia Brasilia para seguir profundizando los lazos estratégicos con el gobierno de Luiz Inacio Lula da Silva, especialmente en el tema de los agrocombustibles. Antes de partir de Montevideo hicieron la posta con el secretario del Tesoro norteamericano, Henry Paulson, quien el miércoles se reunió con Da Silva y el jueves con Tabaré Vázquez.
En Uruguay, Paulson también acompañó a Danilo Astori en un encuentro de ministros de Economía y Finanzas que se anunció como de carácter sudamericano, aunque estuvo signado por la exclusión –para nada casual- de tres países de la región (Venezuela, Bolivia y Ecuador) y la inasistencia de los ministros de Brasil, Argentina y Colombia.
El senador frenteamplista y secretario general del Partido Comunista de Uruguay, Eduardo Lorier, mostró su preocupación en una entrevista para la agencia Prensa Latina por la discriminación en la que incurrió su gobierno al excluir de la reunión ministerial a “países con los cuales tenemos vínculos muy estrechos y sobre todo con Venezuela”.
Para Lorier el objetivo de Paulson es operar contra algunas iniciativas integradoras que nacieron en Venezuela. "Sospechamos con sobrada razón que aquí hay una medida tipo espejo que como la sombra al cuerpo sigue al Banco del Sur", aseguró el senador uruguayo.
Lo cierto es que con estas giras latinoamericanas de altos funcionarios estadounidenses, Bush pretende darle continuidad a la estrategia desplegada durante su reciente visita a la región, no sólo para consolidar lazos comerciales con países aliados a su gobierno (Brasil, Uruguay y Chile), sino para apropiarse del Mercosur y frenar cualquier posibilidad de cambio que no esté sometida a sus propias reglas de juego