RA: Sí, por muchas cosas. También está Guillermo Cabrera Infante, después que abandonó Cuba, porque murió la madre y dejó el puesto en la Embajada de Bélgica.
EG: ¿Llega a vivir en París Cabrera Infante?
RA: No. A él nunca le gustó Francia, pero pasó por París. Hubo momentos en que Néstor quedó muy herido, porque Guillermo no lo quería ver. Cuando Guillermo estaba
con el régimen.
EG: Pero después poco a poco se unieron, ¿no?
RA: Pero mucha gente en Cuba le hizo la guerra. Luego se hicieron amigos de él. Néstor era bastante generoso.
EG: En esa época, ¿tú coincides en la Embajada cubana en París, con el agregado cultural, Alejo Carpentier?
RA: Sí, sí. Incluso, yo asistí a una fiesta en la embajada.
EG: ¿Conociste a Carpentier? ¿Hablaste con él?
RA: Le di la mano, estaba ahí en su trono.
EG: ¿Tenía un peso específico en la cultura francesa?
RA: Era muy respetado
EG: ¿Por la gran intelectualidad francesa?
RA: Por la calidad de su literatura.
EG: Estamos hablando de figuras de gran peso, como Sartre, Simone de Beauvoir.
RA: Para mí, Carpentier tiene más peso que ellos.
EG: ¿Tú crees?
RA: Sí, sí.
EG: Esto es interesante, y él lo decía. El mismo Alejo lo decía. Un intelectual francés sabe de Francia y de la cultura occidental. Un intelectual latinoamericano
tiene que tener ese mismo nivel de conocimiento sobre esos temas, pero además debe conocer a profundidad su cultura de origen.
RA: La madurez, digamos, de la sensibilidad de Carpentier, es muy superior, que la de los otros, podríamos decir, por ejemplo, Sartre. Era un escritor también, pero la
obra de Sartre no tiene esa calidad.
EG: A pesar de esa vida que tú has llevado, libertina, díscola, con hipérboles y llena de matices, conoces a una muchacha. De la cual te enamoras y te casas, y con
la que tienes 2 hijos.
RA: Eso fue más tarde. Cuando mi pintura empezó a tener éxito, en parte por un texto escrito por Roland Barthes.
EG: ¿Qué determina el éxito de tu pintura? ¿El texto de Roland Barthes?
RA: Creo que eso ayudó mucho. Era la novedad. Nadie pintaba así en esa época. Mi pintura es muy diferente a todo. En aquel momento llamó la atención, porque era el
momento de la abstracción.
EG: Yo me siento un privilegiado, por tener varias obras tuyas.
RA: Bueno, no sé. Me parece normal.
EG: Me sigo sintiendo un privilegiado.
RA: Es que el gusto por la pintura hoy es una cosa muy cómica. Es ridícula. Es decir, muy poca gente tiene una sensibilidad directa con la pintura. Necesitan pasar
por un discurso. Yo nunca me tragué eso. Yo viví todo ese teque de vanguardia, un poco paranoicamente, como una conspiración para quitarme el gusto de dibujar y
pintar. No me dejé quitar el juguete. Eso está muy bien, bla, bla, bla. Inclusive el texto de Roland Barthes, yo no lo tomé en serio. Me lo hizo porque era amigo suyo, y
porque le vio interés a mi pintura, porque era muy novedosa. Y Barthes sabía distinguir la novedad. Sucedieron muchas cosas. Yo nunca he planificado nada, todo
me sale.
EG: Tú terminas siendo un autodidacta.
RA: Yo no pude ir a la escuela. En Buenos Aires se interrumpió a los pocos meses, por unos cuentos que son un poco penosos de contar. Me dieron una patada en el
fondillo. Me sacaron de la escuela. Pero todo eso es muy largo. Imagínate, de digresión en digresión, me puedo pasar una semana aquí hablando. Fundo el micrófono.
EG: ¿Cuándo conoces a la que sería tu esposa?
RA: Mi mujer, sí. De repente, fui a una fiesta de cumpleaños. Ella cumplía 23 años, me abrió la puerta y desde ese día no nos separamos. Los 18 años que vivimos juntos,
hasta que murió.
EG: Tú enviudas. Y te quedas con 2 hijos.
RA: Y me quedo con dos chiquitos, sí. Eso fue lo que me decidió venir a Miami, porque yo tenía muchas ganas de venir a Miami, por curiosidad. Para conocer a Cuba,
hay que conocer a Miami. La quinceava provincia, ¿no?
EG: Vienes a Miami.
RA: Vine aquí.
EG: Aquí es donde te conozco.
RA: Aquí fue muy importante para mi trabajo. Vi las nubes estas que suben. Mira, acabo de llegar y estoy maravillado con la vegetación de esta ciudad.
EG: Pero unos años después, como que te hartaste. Yo te veía y hablaba contigo con frecuencia. Tú estabas harto de esta ciudad.
RA: ¿Tú sabes porqué? Porque en realidad lo que yo estaba buscando era volver a Cuba. De Miami, empecé a ir a Cuba en el año 2000. Y cuando de verdad volví a Cuba,
la Cuba de verdad, me di cuenta de la Cuba de pacotilla de Miami. Esto es otra cosa. Por otra parte, muy interesante. A mi me interesa mucho Miami, pero no es Cuba.
EG: Cuando tu regresas a Cuba, 40 años después de haberte marchado. Desde Miami además. ¿Cuál fue el impacto?
RA: Yo había hecho tentativas anteriormente. En Puerto Rico y España. Ninguna de esas cosas es Cuba.
EG: ¿Cómo fue el impacto con Cuba?
RA: El impacto es que no me quería ir. Me quería quedar. Lloré el día que me iba. Como si el resto de mi vida no la hubiera vivido fuera de la isla, como si no me
hubiera casado y hubiera tenido hijos. Volví a tener 17 años.
EG: ¿Qué fue lo que más te impactó?
RA: Los olores. La inmediatez sensual. El diente perro, las matas. Una mata que hay en un parque, en la esquina de Figueroa y San Mariano. Un árbol importado de la
Guayana, pero que se da muy bien en Cuba. Cuba para mí es un cuerpo. Es mi cuerpo, es el cuerpo. Las primeras percepciones. Yo sigo atado a eso, y además el entorno
cultural. La manera en que se relaciona la gente. Las miradas. La mirada del cubano no es la misma mirada de afuera. El cubano tiene una gama de miradas que constituyen
un lenguaje corporal.
EG: ¿Tú hablas del cubano de la isla o del cubano en general?
RA: El cubano en general y el de Cuba no se diferencian. El que sale adopta otras cosas y aprende otras cosas, pero muy raro son los que pierden esa sustancia que te
da la inmediatez. El cubano tiene un molde muy fuerte, es lo que te digo. La cultura cubana es muy fuerte.
EG: En esos viajes, ¿ya comienzas a interrelacionarte con los intelectuales cubanos?
RA: En Francia ya yo conocí a los intelectuales cubanos. A Guillermo Cabrera Infante, a Reinaldo Arenas. También conocí a Miguel Barnet en Francia, y a Pepe
Triana. Pepe Triana se exilio también. Barnet, que es una personalidad muy compleja, muy fuerte, nunca. Un gran creador, porque ha hecho cinco novelas maravillosas. Hay
muy pocos autores que tú puedes decir que cinco novelas son buenas.
EG: Volviendo a tu relación con la cultura cubana, cuando yo llego a Miami, en el año 2000, una de las cosas que comienzo a escuchar, y que ya se han cansado de
repetirlo, es que en Cuba el patrimonio cultural de la nación había sido vendido, exfoliado y sacrificado. Tú, que has visto, tú que no eres comunista y que no tienes
otro compromiso que con tu propia conciencia, ¿qué tú le dices a quienes opinan que el patrimonio cultural cubano ha sido exfoliado?
RA: Que me enseñen en donde está.
EG: ¿Qué has visto tú en Cuba, en cuanto al valor patrimonial del país?
RA: Todas las piezas fundamentales de la pintura cubana están en el Museo Nacional.
EG: ¿Consideras que es un museo de primera categoría mundial?
RA: Sí, sí.
EG: ¿Está conservado como un museo de primer nivel en el mundo?
RA: Sí, como no. Es extraordinario. Yo he ido con extranjeros, yo he ido con europeos, que conocen muy bien la pintura, y se quedan maravillados. Y se preguntan
cómo un pequeño país ha dado esa cantidad de pintores, y con esa calidad. Hay 30 pintores extraordinarios ahí. Y están muy bien representados. Y mira, yo voy a Cuba
para hacer esos proyectos con Mayito, el de los refrigeradores, y ahora tenemos uno de banderas. Es que hay una actividad constante. Hay gente que se le ocurre cosas.
En Francia no se le ocurre nada a nadie. Ese es el problema. Hay lugares que producen y hay lugares que consumen. Cuba produce mucho. Se inventan cosas. No hay
medios, pero se buscan, aparecen.
EG: ¿Cómo valoras tú la relación entre los cubanos que vivimos fuera y los que viven dentro y las trabas que existen relacionadas con esos vínculos?
RA: Creo que es cosa del pasado. Malentendidos del pasado. Yo creo que hay que relajar la cosa. Cada vez tiene menos sentido esa bobería. En la medida que el mundo
va por un camino muy, muy peligroso, y que la isla parece ir por un camino cada vez más hacia el buen sentido común. Es decir, el mundo exterior está en delirio. No
tengo que ponerme a explicarlo. Pero todos sabemos que la cosa está tan mal afuera, que adentro de la isla, por muy mal que hayan ido, no pueden ir más que mejorando. Y
se siente una voluntad de mejoría. El cansancio de la población, más la toma de conciencia de la élite gobernante, que está evolucionando a gran velocidad, en el
sentido de un humanismo más amplio, de una rectificación de errores, que bueno, esa palabra ya se usó en los años 80, pero esta vez ya se ve más concreta.
EG: En la actualidad, ¿tú te sientes un hombre que está junto a los proyectos sociales y culturales, y los proyectos humanistas que se emprenden en el país?
RA: Cada vez más. No sólo en Cuba, sino en todo el mundo. Estamos en una etapa de toma de conciencia muy fuerte. Vamos a la catástrofe si no lo hacemos. Desde que se
disolvió la Unión Soviética hasta hoy, el mundo no ha hecho más que degenerar, desde el punto de vista social y humano. Las guerras son cada vez más absurdas. La
diferencia entre ricos y pobres es cada vez más grande. Y esto produce una contracorriente, de acuerdo a la dialéctica histórica, que hace que cuando se va
mucho hacia un lado, luego se marcha hacia el opuesto. El egoísmo de los ricos está llegando a tales extremos que volvemos al siglo XIX, que fue el que provocó las
revoluciones del siglo XX. Estamos yendo al extremo en el cual el egoísmo provoca de nuevo la rebelión. Eso es lo que en el siglo XVIII produjo la Revolución Francesa,
produjo la Comuna. Es decir, siempre los pudientes, por esa dinámica propia de la avaricia, no saben que llega un momento en que, como dice el refrán: la avaricia
rompe el saco. ¿Qué hizo Roosevelt? Empezó a repartir. La economía americana es hoy lo que es, gracias al reparto que hizo Roosevelt. Llega un momento en que lo
pudientes tienen que darse cuenta que, por su propio interés, hay que repartir. Porque si no se asfixian ellos mismos. Asfixian a la población, y la población no
puede ser cliente de lo que ellos producen. Bueno, lo que pasa que tenemos hoy lo que se llama el complejo militar-industrial, que lo que producen es muerte,
asesinatos y violencia. Entonces le interesan todas estas guerras imperiales.
EG: ¿Cómo se ve, desde tu Torre de Eiffel, a la actual administración norteamericana?
RA: Yo creo que igual que la ven los norteamericanos inteligentes. No se sostiene por parte alguna. El reino del egoísmo, la mezquindad y la avaricia. Del quitate tú
para ponerme yo. Es decir, la bestialidad.
EG: ¿Cómo ves tú, como cubano, las decisiones tomadas por los representantes políticos del sur de la Florida, que tuvieron la consecuencia de que el presidente
Bush estableciera restricciones a los contactos entre cubanos, y que limitara incluso la ayuda que podemos mandar a nuestros familiares y amigos en la isla?
RA: Eso muestra la distancia que los separa de la realidad del pueblo. Son gente que está encerrados en una idea completamente abstracta de la cuestión. Primero, ellos
son americanos. Ellos no son cubanos.
EG: O sea, ¿tú consideras que Lincoln, Ileana y Mario, de cubanos nada?
RA: No, en ellos prevalecen los intereses de Estados Unidos.
EG: Pero es que aún así, desde ese punto de vista, también actúan en contra de lo que constituyen los mejores intereses de Estados Unidos.
RA: Porque son muy poco inteligentes. Digamos que no son gente brillante. Habría que medirles el coeficiente intelectual, sobre todo a los Díaz-Balart. Yo creo que nos
quedaríamos sorprendidos si lo vemos escrito en un papel. Debería realizarse una encuesta en este sentido.
EG: ¿Tú no serías de los pintores que va y le donan un cuadro a Díaz-Balart?
RA: Qué va. Por favor.
EG: ¿Ni se lo vendes?
RA: Bueno, que se lo compre a uno que me lo compró a mí. Yo no trato con todo el mundo.
EG: Ramón, vamos a un punto importante. Tú has devenido un escritor, un novelista, en un hombre que escribe. Pero escribes además como si no hiciera falta que fueras
pintor para sobresalir. Ahora estás sobresaliendo como un gran escritor. Con el don de escribir, como si lo hubieses hecho toda la vida ¿No te parece eso excesivo, o es
que hay por ahí otra persona que escribe y tú firmas?
RA: (Risas) Ojalá, porque me cansa mucho la vista.
EG: ¿Cómo te viene esta vocación? Los pintores generalmente viven sumergidos en su mundo interior, al igual que ocurre con los músicos. ¿Cómo un pintor de tanta obra y
tanto poder expresivo logra una equivalencia en la literatura?
RA: Mira, Carlos Enríquez también lo hizo.
EG: Logró destacarse mucho en la pintura, pero la literatura de Carlos Enríquez no resulta importante. Forma parte del adorno al personaje, o a la personalidad de
Carlos Enrique, pero no es un gran escritor. Tilín García no es una gran obra.
RA: A mí me gusta mucho. Lo que pasa es que Carlos Enríquez no se lo tomó en serio.
EG: Estamos hablando del resultado de la obra, más allá de la voluntad del creador.En tu caso hay una obra de valor.
RA: Todavía es muy pronto para decirlo Edmundo. Te agradezco mucho tus elogios.
EG: Es que yo he leído tus textos, y ahí están.
RA: Lo que me pasa es que a mí siempre me ha gustado mucho la literatura. Me enamoro de las obras literarias. Me enamoro de los autores por los libros. Y últimamente lo
que más me sacudió fue leer la obra de Pedro Juan Gutiérrez.
EG: ¿La Trilogía sucia de La Habana?
RA: Sí, y lo demás.
EG: Dice Miguel Barnet que algunos lo ven como una especie de Bukowski, ¿tú lo ves así?
RA: Yo lo veo como un Curzio Malaparte, el autor de La piel y Kaputt. Es un Curzio Malaparte. Y con algo de Camus y de Hemingway. Es un tipo muy único y muy fuerte, y
que tiene un existencialismo vitalista. El no es un pesimista. El es un vitalista. A mí me gusta mucho.
EG: ¿Y quien te lleva a la literatura es Pedro Juan?
RA: No que me lleva. Es decir, el que me sacudió. Porque cuando leyó mis cosas me habló de tal manera. Es decir, inclusive me hizo un prólogo para el libro que yo
publicase. Y eso me dio un ánimo enorme. Porque alguien al que yo admiro tanto me tomase en serio. Yo tenía un problema, un complejo. Esa autocensura de no querer ser
pintor y escritor a la vez. Pero finalmente a mí me interesa casi más la literatura que la pintura. Sin embargo, la pintura es un oficio que te hace ganar muy bien la
vida, mientras que la literatura es muy dura para quien la escribe.
EG: Bueno, la sabes tú, que además has editado a escritores.
RA: Yo publiqué un libro que se llama Pura Pérdida, y para mí la literatura es pérdida. Yo siempre he perdido dinero. Yo con todos los poetas que he publicado he
perdido dinero. Publiqué a Ponte, a Díaz de Villegas, a Lizárraga. Publiqué a mucha gente y perdiendo dinero. A Lorenzo García Vega. Yo he perdido mucho dinero
publicando. Y ahora, estoy haciendo un libro con Pedro Juan Gutiérrez, que también... Bueno, no sé. Porque a lo mejor... Veremos. Pero a mi no me importa
perder el dinero. El dinero está hecho para usarlo. Y una manera de usarlo es perderlo. Además, lo que no perdemos lo vamos a perder a la larga.
EG: ¿Cómo están tus amores con Zoé Valdés?
RA: Ah bueno, el problema de ella es conmigo. No yo con ella.
EG: ¿Cómo es el problema de ella?
RA: El problema es ella. Lo que pasa es que se le acabó su cuarto de hora, y no sabe cómo hacer para prolongarlo artificialmente. Es una muchacha que hizo una novela,
muy interesante, La Nada Cotidiana. Y después ha sido tan viva. Además, ella surfeó encima de la ola surgida cuando los intelectuales europeos empezaron a criticar
abiertamente a la revolución cubana. Ella se montó en su tablita y surfeó sobre eso.Y tuvo mucho éxito personal.
EG: ¿Y ahora?
RA: Lo que pasa es que esa ola ya se calmó. Porque Cuba resistió. Finalmente, la revolución cubana es un hecho inevitable. Ya se hizo. Habrá gente que quiera echarla
para atrás, pero ya está hecha. De ahora en adelante, vamos a ver qué pasa y qué se hace. Pero eso ya no motiva a nadie. Y ella sigue con la matraquilla, dándole a la
manigueta, a ver si eso da un poco más. Lo que ocurre es que en la vida las cosas pasan.
EG: ¿Y el enfrentamiento contigo en la Casa América en Madrid?
RA: Ah bueno, eso fue por gente que van y le dicen cosas. Y como ella es tan paranoica. Se siente muy débil. Siente que ha perdido público. Sus libros ya no se
venden. Cometió un error: se fue de Actes Sud, que como es una pequeña casa, mete mucho capital para promoción. Tú sabes que la literatura es una industria hoy.
Entonces hay casas que invierten en sus escritores. Actes Sud invirtió mucho en su obra. Pero ella, por vanidad, se creyó que era una gran escritora, una clásica, y se
fue para Gallimard. Pero Gallimard no empuja, porque sus autores se venden solos. Y como no la empujan, pero ella no es Céline, ni es Gide. Esta en un momento difícil.
El viejo de la cachimba (2000) Oleo / tela
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EG: Hay un hecho que tú conoces. Yo he tenido discrepancias, incluso lo he dicho públicamente y tengo una posición muy crítica hacia el proyecto de la revista
Encuentro y de todo lo que significa esa publicación. Y tú conoces algunas de las personas que allí están. ¿Cuál es tu opinión actual sobre Encuentro?
RA: Mira, a mí me parece siempre interesante la propuesta. Hay un muchacho, que yo publiqué también, que se llama Antonio José Ponte, que está allí ahora. Que es un
muchacho muy inteligente y yo tengo mucha confianza en él.
EG: ¿Se va a quedar en España?
RA: Sí, él se quedó ya. Estaba muy descontento en Cuba y lo dejaron salir y está contento en España, yo creo.
EG: ¿Y tú crees que es legítima la función de Encuentro?
RA: En grosso modo, yo creo que ha sido positiva a la larga. Yo creo que hay que decir. No hay que tener miedo a decir. Luego cada uno tiene que poder tener la
capacidad de interpretar y utilizar esa información. Pero todo lo que sea publicar ideas es bueno. Incluso si las ideas son malas. Esa es mi opinión. Yo soy muy
libertario en eso. Yo no creo que la censura sea de ninguna utilidad. Yo creo que hay que dar rienda suelta a la información.
EG: ¿Y tú no sientes que en sus secciones informativas son muy selectivos?
RA: ¿Qué dirigen la información más o menos? ¿Pero quien no Edmundo? Todo el mundo dirige la opinión.
EG: ¿Tú a veces no la ves como una muy selectiva punta de lanza contra todo lo que sea parte de la nación cubana dentro de Cuba?
RA: No tanto, no tanto. Sí, está dirigida contra la inteliguentsia comprometida con el régimen. Es crítica hacia la revolución. Pero yo no veo que eso haga daño. Yo no
creo que Cuba esté afectada por la libre expresión de los que están afuera, ni inclusive los que están adentro, que hoy en día cada vez dicen más lo que piensan.
En Cuba los de adentro ya no se esconden. No tienen porque esconderse. Yo creo que la libertad de expresión no hace daño a nadie. Es mi parecer. Y yo creo que
inclusive la inteligencia de la dirigencia cubana hoy en día está en dejar hablar con más libertad. Es decir, en dejar que la gente se exprese con más libertad. Es lo
que yo veo en Cuba. La gente en Cuba no esconde lo que piensa. Yo diría que la gente de afuera está más al tanto de no perder prenda que los de adentro. Los de adentro
son más descarados en su expresión. Justamente al estar en un régimen de gratuidad. El intelectual en Cuba es un privilegiado. Los pintores cubanos son privilegiados. Y
se dan cuenta. Mira, lo que me dijo mi tío, que como pintor jamás podrás ganarte la vida en Cuba. Mira hoy es en Francia donde no puedes ganarte la vida. En Cuba los
pintores se ganan muy bien la vida. A todos los niveles.
EG: Ramón, cuando tú vivías en Miami me decías que te ponías a pintar y que te gustaba escuchar a Ninoska. Explícale a los oyentes por qué tú escuchabas a Ninoska
mientras pintabas.
RA: No me acuerdo de ese pasaje. Yo escuchaba mucho a Agustín Tamargo también. Chico, justamente porque hay que entender: Por qué ponerse bravo cuando uno no está
de acuerdo con lo que están diciendo. A mí, al contrario, me interesa que digan cosas que yo no pienso. A mi me da real placer escuchar proposiciones opuestas a mi
pensamiento. Por que me hacen pensar. Me hacen cuestionarme y revisar lo que pienso. A mi me interesa mucho la opinión del contrincante. A mi no me hace sentir mal que
otra persona no piense como yo. Yo tenía un amigo que quería mucho, que ya murió, que una vez me dijo que no podía estar sentado a la mesa con una persona que no
pensase como él. Yo le dije: Bueno, imagínate tú, qué problema. Carlos Victoria, que yo quiero mucho y que era una gran persona. Pero mira, tenía esa limitación. Decía:
No puedo estar en una mesa donde hay cuatro personas que piensan cosas diferentes. Yo, sin embargo, no tendría ningún problema en sentarme a la mesa con Zoé Valdés.
EG: ¿Qué opinión tienes de las opiniones, de las transformaciones que Mariela Castro está encabezando?
RA: Eso está muy interesante. Hace rato ya. Es muy interesante. Mira, es una de las cosas paradójicas.
EG: Y tu opinión sobre las transformaciones en la sociedad cubana. ¿Ya tienes una idea determinada al respecto?
RA: Se trata de algo muy curioso. Voy ahora a Cuba. Después de México, voy a pasar por Cuba antes de volver a Francia. Y estoy muy curioso de ver. Ya por teléfono me
dicen los amigos que están contentos de ir a los hoteles y a los lugares que antes eran privados.
EG: Pero más allá de eso. ¿Ves una proyección, crees que se proyecta un mejor futuro?
RA: Mira, lo más interesante son las cosas que ha dicho Raúl sobre las reformas dentro de la agricultura. Yo creo que el verdadero punto débil de la revolución
actualmente es la ineficacia de la producción. Lo mismo que dice Raúl. Es decir, el gobierno cubano tiene que encontrar una manera de poner a producir ese 80% de la
tierra que está sin utilizar. Cuba no tiene por que importar alimentos. Y la revolución tiene que asumir esa responsabilidad de encontrar una fórmula en que, sin
abandonar el socialismo, puesto que no lo quieren abandonar, y puesto que tampoco hay que abandonarlo...
EG: ¿Tú recomendarías que abandonaran el socialismo?
RA: No, no. En estos momentos, no. ¿Para qué? ¿El capitalismo salvaje? Decididamente no. Hemos vuelto atrás. Estamos en el siglo XIX. En Latinoamérica hay niños
trabajando en las fábricas, que fue lo que denunció en el siglo XIX Marx. El capitalismo ha ido para atrás. Se ha salvajizado. En Francia hay un capitalismo
inteligente, que le sale muy caro. Pero que la calidad de vida se paga. Es decir, ¿para qué tú quieres el dinero si no es para vivir bien? Primero hay que vivir bien.
En eso sí el socialismo tiene razón. La calidad humana, el respeto al individuo. La importancia de la educación. La importancia del ocio, de la cultura. Eso es lo
importante. Acumular capital, ¿para qué?
EG: Y esos valores de los cuales tú hablas en Cuba, el tema de la salud, la educación, la seguridad social, ¿tú estás conforme con los niveles que existen?
RA: Pueden ser mejores. Lo podrían financiar con una agricultura pujante, como puede ser en Cuba si le dan al campesino capacidad de desarrollarse económicamente. Es
decir, hay que crear una nueva clase, una pequeña burguesía, que el campesinado es ideal para eso. Si el campesino aumenta su nivel de vida, por su trabajo legítimo,
alimentando la nación y haciéndola independiente. Es lo que están haciendo ahora en Roma. En Roma está la reunión de la FAO, en la cual lo más novedoso que se está
planteando es que cada país se vuelva independiente en la alimentación. Han llegado a una conclusión que todo el mundo sabía desde antes, que hay que producir lo que
uno come.
EG: Y en esta reunión, una de las cosas que Cuba está forzando es que sea condenado cualquier tipo de embargo.
RA: Claro, pero eso es una salvajada. Por supuesto, nadie está de acuerdo con el embargo, excepto los tres representantes del pequeño y exiguo sector de gente que
tiene una edad muy avanzada y que tiene la testarudez de seguir cometiendo un error que no hace más que darle fuerza a la revolución. Es decir, la actitud paródica de
ese exilio vertical es que sus miembros son los que más sirven los ideales revolucionarios. Es la dialéctica.
La mayor fuerza de la revolución cubana es la
poca calidad intelectual de sus enemigos, quienes nunca han logrado tener una política inteligente. El embargo es una estupidez. Ellos lo sospechan, pero no lo
quieren saber. Entonces se empecinan en mantener una política que no hace más que fortalecer al régimen. Vaya, no fortalecer sino enquistar en sus posiciones más
extremas. Si no hubiera ese exilio, el régimen cubano sería más suave.
EG: ¿Cuáles son las cosas que más dolor te han causado en esta vida?
RA: La muerte de mi hijo.
EG: ¿Qué se siente?
RA: No se puede decir con palabras. Es un choque brutal.
EG: ¿Eso es algo que nunca se puede superar?
RA: Superar sí. Nunca se puede olvidar. Es decir, yo trato de sacar fuerza de la desgracia. Se puede hacer. Tú sabes que yo soy budista. Y uno se levanta del mismo
suelo donde cae. Es decir, la desgracia es inevitable.
EG: Yo estaba aquí cuando ocurrió. Yo estaba cerca de tí. Me enteré a las pocas horas y sé que fue muy contundente.
RA: Pero bueno, yo creo que yo he reaccionado positivamente. Tuve que empezar a ir a un sicoanalista y todo eso. Lo cual me ha hecho mucho bien. Y en cierta manera me ha
hecho más valiente. Es decir, después de eso no le tengo miedo a nada. Mira, uno no sabe por qué las cosas suceden. Lo que hay que tener la actitud de sacar provecho de
todo lo que suceda. Y la desgracia es inevitable. Venimos al mundo para gozar y para sufrir. Tu no puedes coger el postre y dejar la ensalada. Te tienes que comer la
ensalada con el postre.
EG: Ramón, tú eres un pintor muy cotizado.
RA: Bueno, pero a mí todavía no me alcanza el dinero.
EG: Para comprar cualquier "bobería tuya'', incluso un simple trazo, hay que pensar en un número y cuatro ceros.
RA: Tienes razón, pero así y todo no me alcanza.
EG: Muchas gracias por conceder esta entrevista para los oyentes de La Noche se Mueve.
RA: No, gracias a ti.
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