1. Los teólogos del capital
La “noticia” del suicidio de 15 profesores de economía neoclásica por la crisis del capitalismo de Estado es, por supuesto, falsa. Para que fuera cierta, tendría que haber ética científica en las facultades económicas de los neoliberales. Y eso es justo lo que más falta en las lonjas de esa cofradía. Hoy día, las facultades de economía y abogacía son, sin duda, dos de los departamentos moralmente más corruptos y cínicos que se encuentran en nuestras universidades. Por eso, la vox populi mexicana llama a los abogados “abogangsteres” y a los economistas-banqueros “ladrones”.
2. La verdad de Marx
En un evento que organicé recientemente en “mi” universidad, pregunté a un amigo y colega ---reconocido catedrático de la facultad--- si no tenían problemas de conciencia al enseñar la teología neoclásica como conocimiento científico. Ante el asombro de los estudiantes, él contestó con una brutal verdad: “Bueno, para eso nos pagan.” En efecto. En toda sociedad de clase las relaciones de producción rigen las interacciones de los sujetos.
3. El Santo Grial
Todo debate económico y político sobre el capitalismo y su alternativa civilizatoria, el Socialismo del Siglo XXI, gira en torno a dos aspectos del mercado: a) su carácter sistémico; b) la posibilidad y necesidad de sustituirlo. La pregunta decisiva de este debate es la de la sustituibilidad del mercado; pero, es imposible contestarla sin previa aclaración de su carácter sistémico (determinista, probabilístico, caótico, etc.).
4. El pecado original
La mentira constitutiva de la teología económica burguesa consiste en la ficción de que la crematística capitalista de los últimos 250 años ha sido una economía de mercado. La verdad es que esa crematística siempre ha existido como capitalismo de Estado y que no puede existir en otra forma empírica. La causa de este fenómeno radica en los tiempos y la naturaleza de los mecanismos de retroalimentación (feedback) del mercado.
5. Mercado, entropía y mono sapiens
El mercado es un sistema dinámico complejo, cuyas tendencias evolutivas lo dirigen hacia la asimetría, tal como sucede en ciertos sistemas de la naturaleza. Para describir y explicar el comportamiento de esos sistemas naturales se analizan frecuentemente con la segunda ley de la termodinámica (entropía). La aplicación de este procedimiento al mercado ha aportado conocimientos macroestadísticos útiles. Pero, el mercado opera como subsistema de un entorno socio-humano, basado en el mono sapiens, y esto hace que su cibernética se vuelva más compleja.
6. Dialéctica de la retroalimentación
Las tendencias asimétricas de la crematística moderna y, por ende, las crisis recurrentes del sistema no significan que éste termine determinísticamente en la autodestrucción o en un salto cualitativo hacia formas concretas superiores de la realidad (Socialismo del Siglo XXI). El genio científico de Marx/Engels capturó esa particularidad de la relación Crematística-Estado capitalista y diagnosticó correctamente la lógica conductiva del mercado y su relación con el Estado, un siglo antes de que apareciera la ciencia cibernética. Con W.F. Hegel presente y Norbert Wiener todavía en la pipeline de producción biológica, bautizaron esos comportamientos sistémicos “dialécticos”.
7. El mercado como Caliban
El mercado funciona, bajo ciertas condiciones generales, como un sistema autoregulativo o cibernético, de considerable sofisticación y eficiencia. Pero, sus mecanismos y tiempos de retroalimentación negativa (corrección de disfuncionalidades) son tan destructivos y largos, que ponen en peligro la estabilidad del macrosistema socio-político. Esto obliga a la intervención del Estado, ya sea para estabilizar, ya sea para revolucionar.
El mercado es un producto de la evolución social humana, pero es un producto “ciego”, lo que explica porque sus mecanismos de retroalimentación positiva o entrópicos se asemejan más a ciertos sistemas naturales que a sistemas sociales diseñados con intención humanística. El siguiente ejemplo ilustra la diferencia.
Si a un bosque le cae una plaga (insectos) y sus mecanismos de retroalimentación negativa no logran neutralizar la amenaza, los árboles se secan y perecen. Ya seco, el bosque se incendiará en algún momento, el fuego matará a la plaga y el sistema vuelve a nacer –o queda extinguido para siempre. Cualquiera de los dos desenlaces es insignificante a cualquier escala: para los individuos afectados (objetos árboles, nivel micro), para el sistema superior (biosfera terrestre, nivel meso) y para el universo (nivel macro).
8. La comunidad de resistencia y la barbarie institucionalizada
Esta situación cambia cualitativamente en la sociedad humana, porque sus individuos no son objetos (árboles) sino objetos-sujetos (mono sapiens), que se convierten en comunidad de resistencia, no solo de víctimas, ante la barbarie institucionalizada de la burguesía: la genética darwiniana del mercado, la férrea voluntad de explotación de su clase dominante y la represividad clasista de su aparato estatal.
9. La lumpenburguesía y sus servidores académicos neoliberales
La crisis financiera actual de la burguesía atlántica tiene dos causas principales: a) la corrupción política endémica de su clase política que se manifiesta en su contubernio con el capital financiero, bloqueando su función sistémica de agente de feedback negativo; b) la necesidad electoral de sostener coyunturas económicas artificiales por los medios que sean.
El sistema financiero de Bretton Woods (1944) contaba con un feedback negativo integrado, el patrón de oro, que consistía en el compromiso del gobierno estadounidense de convertir cualquier cantidad de dólares, la moneda mundial, en oro. Los costos de la guerra de Vietnam y de Johnson´s “Great Society” dieron al traste con este semi-gold standard y en 1971 R.M. Nixon desconoció la obligación respectiva del gobierno estadounidense.
Desparecido el respaldo material-financiero, la fuerza del dólar se redujo a la fe del mundo de que la estabilidad de las instituciones y la fuerza económica-militar estadounidense eran inquebrantables, aceptando, en consecuencia cualquier cantidad de dólares que Washington imprimiera. Ante esa fe, no importaba que la lumpenburguesía y su criminal clase política financiaban los gigantescos déficits fiscales y de cuenta corriente al tono de dos mil millones de dólares diarios, convirtiendo cada vez más al dólar en puro papel.
Cuando estalló la actual burbuja inmobiliaria-financiera, antecedida en los ochenta por la inmobiliaria-financiera de savings and loans y en los noventa por la de los dot.com (internet/telecom), el cínico circo neoliberal terminó. La cuenta del desastre causado por la oligarquía de los entrepreneurs, managers, políticos, farsantes académicos y magos mediáticos se pagará con la destrucción de decenas de millones de vidas en todo el mundo.
Mientras tanto los catedráticos neoliberales bajarán la voz y seguirán cobrando sus buenos sueldos. Y un gran paradigma histórico los consuela en su temporal soledad: ¿Si los teólogos de la Iglesia Católica no se suicidaron colectivamente ante el telescopio de Galileo, por qué lo habrían de hacer ellos ante el derrumbe físico de su santuario dogmático en Wall Street?
Socrates ha de estar en algún lugar, riéndose para no llorar de tristeza.