Mientras crecían las presiones desde la oposición y también dentro de su propio Partido Demócrata, el jefe de la Casa Blanca realizó en estos días intensas consultas sobre la estrategia que seguirá en Afganistán y sobre los efectivos necesarios para aplicarla.
El presidente está sometido a las demandas de sus generales, que reclaman más soldados, y a las preocupaciones de la opinión pública, que rechazan cada vez en forma más mayoritaria esta opción.
Los sondeos reflejan una creciente oposición entre los estadounidenses, a una guerra cuyo final no parece cercano. Por el contrario, el ataque en el que murieron ocho soldados de EEUU, el sábado 3 de octubre en la provincia de Nuristán, ilustra la intensificación de los combates y de la fuerza de los rebeldes talibanes en los últimos meses.
Los asesores de Obama están, sin embargo, divididos. La Secretaria de Estado, Hillary Clinton, y el Secretario de Defensa, Robert Gates, advierten que los talibanes siguen ligados a Al Qaeda (una sospechosa organización inventada por la CIA) y que si llegan a retomar el control de Afganistán los seguidores de Osama Bin Laden (oscuro personaje también inventado por la CIA) tendrán nuevos refugios".
Según ellos, no se puede pensar en ambos problemas por separado, como tampoco se puede separar Pakistán de Afganistán. De allí que hablan de Af-Pak, cuando se refieren a la región.
El vicepresidente Joe Biden insiste en que el objetivo principal debe ser Pakistán. Recuerda que es en Islamabad donde está el peligro de que un día las armas nucleares caigan en manos de Al Qaeda. Los que se alinean con esta posición explican que mientras Al Qaeda quiere destruir a EEUU, los talibanes quieren fundamentalmente regresar al poder en Afganistán.
El presidente del Consejo de Asuntos Exteriores, Robert Haas, apoya la posición de Biden al decir que los intereses vitales de EEUU están en juego en Pakistán y no en Afganistán.
Desde las diferentes trincheras del poder estadounidense, republicanos, demócratas y el establishment económico imperial, temen que la guerra de ocupación en Afganistán se convierta en el Vietnam de Obama.
La guerra de ocupación en Afganistán sobresale nítidamente como el frente más "peligroso" para el eje ocupante EEUU-OTAN, cuyas tropas se encuentran sometidas a una feroz y sangrienta contraofensiva de los talibanes que ya controlan más del 70% del país, según organizaciones internacionales que actúan en la región.
Durante sus primeros 90 días de gobierno, y mientras reafirmaba en sus discursos la "renuncia de EEUU a su rol de potencia imperial dominante", Barack Obama decidió profundizar la ocupación militar enviando más tropas a Afganistán, y elevar el presupuesto militar estadounidense para la ocupación a niveles récord.
La respuesta a estas políticas la dieron las encuestas: Mediciones de Gallup y de Zogby Interactive revelaron que el presidente sólo cuenta ahora con menos del 50% de aprobación popular. Obama viene precipitándose en una pronunciada caída desde que ingresó a la Casa Blanca con un espectacular apoyo del 70% de la opinión pública.
Mientras la Casa Blanca permanece paralizada, sin respuesta efectiva al contraataque talibán, hay un creciente escepticismo de los ciudadanos estadounidenses, aumentan las bajas estadounidenses y de las fuerzas de la OTAN, y Afganistán ya se ha convertido en un conflicto estratégico de primer nivel para EEUU.
En una señal clara, la última encuesta de Washington Post-ABC sugiere que sólo el 49% de los estadounidenses considera ahora que la guerra en Afganistán "vale la pena".
A sólo ocho meses de haber relanzado la nueva pantalla de la "guerra contraterrorista" (heredada de Bush), la estrategia de Obama comienza claramente a resquebrajarse en Afganistán donde la resistencia talibán y los muertos estadounidenses y europeos crecen en simétricas proporciones.
Los propios jefes militares de la Alianza de ocupación coinciden en la apreciación de que la politica de ocupación militar puede ser derrotada y fracasar en Afganistán.
Por otra parte, la derrota militar de la ocupación no solamente enfrenta a la Casa Blanca y al Pentágono, sino que además ha creado incontenibles fisuras entre Washington y sus aliados europeos de la OTAN que se muestran renuentes a enviar más tropas, como es el caso de Reino Unido, Francia y Alemania