¿Silencio de corderos o cinismo de pastores?
Cada vez que aparecen nuevas denuncias sobre el tema de la agresión sexual cometida hace décadas por parte de personas religiosas se acentúan las preguntas siguientes, que siguen estando sin respuesta satisfactoria, a pesar de las aparentes tomas de postura y declaraciones eclesiásticas de “tolerancia cero”.
1. ¿Que condicionamientos pesaron hace más de cuarenta años sobre las víctimas, sobre sus familias, sobre personas conocedoras de los hechos y sobre dirigentes eclesiásticos, para que no se tratasen los casos públicamente como delito en vez de privadamente como “cosa meramente vergonzosa o pecaminosa”?
2. ¿Que condicionamientos pesaron desde hace más de cuarenta años, tanto sobre agresores como sobre dirigentes eclesiásticos, para impedir la renuncia a ministerios eclesiales y (si y cuando lo requiriera el caso,) la recomendación y facilitación del correspondiente tratamiento terapéutico?.
3. ¿Que condicionamientos pesaron desde hace más de cuarenta años y hasta hace poco sobre las víctimas, sobre sus familias, sobre personas conocedoras de los hechos y sobre responsables eclesiásticos, para hacerles a todos cómplices de una especie de “conjura de silencio y ocultamiento”?
4. ¿Qué condicionamientos por parte del estilo de formación para el ministerio en opción de celibato y por parte de la formación ( o deformación) moral represiva en materia de sexualidad facilitaron que ciertas patologías (que se dan también en otros ámbitos sociales) se desarrollaran en condiciones favorables en determinados grupos religiosos celibatarios?
Juan Masía, S.J.