El trotskismo al servicio de la CIA contra los países socialistas
Ludo Martens
Parti du Travail de Belgique
Octubre 20 de 1992
Después del triunfo de la contrarrevolución burguesa en Europa del Este y en la Unión Soviética, queda de manifiesto, y sin lugar a dudas entre los comunistas, cuál es la verdadera motivación del trotskismo.
El desarrollo del proceso contrarrevolucionario en Europa del Este y la Unión Soviética, nos revela claramente el sentido de clase que imprimen los trotskistas a su posición ideológica, permitiéndonos verificar en la práctica la ambivalencia del discurso que han sostenido por más de sesenta años. No es complicado, hoy día, percibir a través de su lenguaje “izquierdista” el verdadero objetivo de esta corriente. Nos basta leer las declaraciones que han hecho en los últimos dos o tres años, para ver que su estrategia central es el anticomunismo absoluto; una corriente que recluta a los elementos progresistas de la pequeña burguesía, para adoctrinarlos en el anticomunismo.
En suma, decimos que esta tendencia sólo ha llevado a cabo con perseverancia, continuidad y convicción el combate contra el marxismo-leninismo y el movimiento comunista internacional.
Es nuestro propósito probar la veracidad de estas afirmaciones, y lo haremos mediante el estudio y análisis de las proposiciones hechas por los trotskistas en el momento en que surgen las contrarrevoluciones, llamadas de terciopelo, que conllevaron a la restauración del capitalismo en Europa del Este y en la Unión Soviética.
“¡La restauración del capitalismo es imposible!”
En los años treinta Stalin planteó una pregunta esencial: ¿En un país en el cual el socialismo ha establecido la dictadura de la clase trabajadora, es posible el restablecimiento del capitalismo? Trotski respondió: el restablecimiento del capitalismo es imposible sin un levantamiento armado de la burguesía y sin una guerra civil prolongada. Su planteamiento de la “restauración imposible”, sirvió para eliminar toda alerta política e ideológica, favoreciendo una posición conciliadora y estimulante, tanto al interior del Partido, como hacia el enemigo de clase en la sociedad.
Desde la Revolución Cultural, los marxistas-leninistas reafirmaron que un Partido Comunista puede degenerar al ser invadido por concepciones y teorías burguesas y pequeño-burguesas.
El revisionismo es la adopción de las ideas de la burguesía y la pequeña-burguesía disfrazadas con terminología marxista-leninista. Cuando el revisionismo definitivamente logra acaparar un partido comunista, éste se vuelve el instrumento principal para el restablecimiento burgués progresivo, tanto en el plano ideológico-político como económico.
Mandel, el líder principal de la llamada IV Internacional, se ufana afirmando que esta teoría “estalinista” sólo sirve para justificar la arbitrariedad, haciendo así eco a una de las tesis de Trotski.
“Sólo verdaderos tontos…”
En 1934 Stalin demostró que la corriente del grupo oportunista Zinoviev-Kámenev, llevaría necesariamente al restablecimiento del capitalismo en la Unión Soviética. La historia demostró que las críticas de Stalin a Trotski, al grupo Zinoviev-Kámenev y posteriormente a los seguidores de Bujarin, fueron de mucho acierto. El rechazo de esas proposiciones, en el curso de los años veinte y treinta, permitió mantener la dictadura del proletariado y construir el poder político y militar necesario para defender al socialismo de la agresión fascista. Muchas ideas de Trotski, Zinoviev y Bujarin fueron retomadas medio siglo después por los revisionistas Jruschov y Brezhnev; y solo dos años después de la rehabilitación oficial de estas ideas oportunistas por Gorbachov, el restablecimiento del capitalismo era un hecho real.
Es de recordar que en 1943, Trotski argumentó contra Stalin: “Sólo verdaderos tontos son capaces de creer que proposiciones capitalistas, tales como la propiedad privada de los medios de producción, o de la tierra, puedan restablecerse de una manera pacífica en la Unión Soviética, y que desemboquen en un régimen democrático-burgués. De hecho el capitalismo sólo puede restablecerse en Rusia a través de un violento golpe de Estado contrarrevolucionario, que exigiría diez veces más de víctimas que la Revolución de Octubre y la guerra civil”. (1) Diez veces más, eso quiere decir que el restablecimiento del capitalismo en Rusia significaría un número de víctimas entre los 50 y 90 millones…
1989: “La restauración imposible a mediano plazo”
Ya en 1989, momento en el cual las fuerzas contrarrevolucionarias ejercían su abierta ofensiva, Mandel persiste afirmando que el fantasma de la restauración capitalista no es otra cosa que una mentira estalinista para justificar la “represión”. En 1989 ya se habían pasado al campo imperialista Polonia y Hungría. Sin embargo Mandel escribía: “La pequeña y media burguesía forman tan solo una minoría en la sociedad de estos estados obreros-burocráticos y gozan solamente de una ayuda limitada del gran capital internacional. Pero sumando todo esto, la confluencia de intereses no es suficiente para que a corto o a medio plazo se pueda imponer el capitalismo.” (2)
Ya hace mucho tiempo que los marxistas-leninistas describieron las cuatro fuerzas sociales que forman la base para el restablecimiento. Primero, es la capa de burócratas y elementos corruptos en el seno del Partido y del aparato de Estado. Segundo, son las fuerzas políticas e ideológicas de las viejas clases reaccionarias. Tercero, son los nuevos elementos burgueses y explotadores que se han desarrollado dentro de la sociedad socialista. Cuarto y último, son las fuerzas imperialistas que, de manera abierta o clandestina, funcionan en los países socialistas. Mandel desconoce la existencia de las dos primeras formas y minimiza las otras, aunque desde Reagan se duplicó la infiltración e intervención capitalista.
Mandel utiliza los mismos argumentos para apoyar la contrarrevolución en la Unión Soviética: “¿Para dónde va la Unión Soviética de Gorbachov? Excluyamos, por ser imposible, la posibilidad del restablecimiento del capitalismo en la URSS, ya que de la misma manera que es imposible eliminar el capitalismo, tampoco este se puede restaurar progresivamente.” (3)
Los trotskistas dispersaron a los cuatro vientos su teoría de imposibilidad de restauración mientras existiese la más mínima resistencia por parte del Partido Comunista y del Estado.
Desde los años treinta, esta teoría justificará la desproporcionada ayuda a todas las corrientes oportunistas y contrarrevolucionarias. En los años treinta y cuarenta también apoyaron a todas las corrientes y fracciones oportunistas en su lucha contra la dirección marxista-leninista del Partido. En 1956, aplaudieron el “corajudo antistalinismo” de Jruschov, convirtiéndose en propagandistas de Solzhenitsin, el reaccionario seguidor del zar; apoyaron a todas las fuerzas reaccionarias nacionalistas y fascistas, como también a los disidentes prooccidentales. Propagaron sin rodeos todas las teorías anticomunistas que estaban de moda en los círculos gorbachovianos, e incluso destinaron dos tercios de su propio periódico a artículos de derecha, tomados del Novedades de Moscú y del Sputnik. (4) Resumiendo, en nombre de la teoría de la restauración imposible, los trotskistas apoyaron a todos los contrarrevolucionarios, hasta el día en que no quedó nada de las ideas e instituciones socialistas creadas y defendidas por Lenin y Stalin.
Una vez terminada la batalla, Mandel mencionó en una entrevista posterior a los hechos del Este, la teoría de imposibilidad de la “restauración”: “Excluyo la posibilidad de una restauración gradual y pacífica e imperceptible del capitalismo. Esta es una ilusión reformista, antes deberán romper la resistencia obrera…”. Más adelante continuó su declaración aludiendo a la trotskista Catherine Samary, quien dice que la restauración es posible, pero se hará “exclusivamente sobre el modelo turco…” (5). La evocación de una eventual restauración no influye en lo absoluto en la política trotskista, que guarda invariablemente su objetivo primero: la destrucción de todo lo que se parezca al comunismo. De este modo tres meses más tarde, a fines de diciembre de 1989, cuando se produce el asalto final de la contrarrevolución, los trotskistas lanzan la siguiente consigna en primera página: “Solidaridad con la revolución que comienza al Este…” (6)
De un lado “la burocracia”, del otro “las masas”…
La tesis de restauración imposible les sirvió de camuflaje durante sesenta años para desertar decentemente y pasar al lado de los anticomunistas.
Stalin, y después Mao Tsetung, enfatizaron que la lucha de clases continúa dentro del socialismo; que la lucha entre el camino socialista y el camino capitalista permanece durante un gran período histórico, y por supuesto una restauración capitalista siempre es posible. Que para mantener y fortalecer el socialismo, se necesita un Partido Comunista marxista-leninista auténtico, una estructura que en momentos necesarios purifique sus filas de corrientes oportunistas. El socialismo se debe defender contra sus enemigos, contra los restos de las viejas clases reaccionarias, contra los nuevos elementos burgueses que renacen durante el nuevo régimen, y contra los agentes del imperialismo.
Mandel y los trotskistas desarrollan una “teoría” original para combatir estos conceptos: la lucha de clases existe en realidad dentro del socialismo… Pero esta lucha opone la “burocracia” a las “masas populares”. Denunciando violentamente “la burocracia”, como lo hicieran antes los fascistas, los líderes trotskistas apoyan toda forma de oposición reaccionaria contra el socialismo, afirmando que éste es el sentido de le reivindicación y de la voluntad de las “masas populares”. Convirtiéndose en abogados de todas las fuerzas burguesas y anticomunistas, los trotskistas sitúan de un lado la “burocracia” que frena las libertades democráticas, y al otro lado las fuerzas de la “revolución política” que luchan por el “socialismo auténtico”. Así escribe Mandel en octubre de 1989: “El sentido principal de todas las luchas políticas actuales no gira alrededor de la restauración del capitalismo, sino que se trata de avanzar hacia la revolución política antiburocrática, es decir salvaguardar todas las libertades democráticas que las masas conquistaron durante la glasnost. La lucha principal no se sitúa entre las fuerzas procapitalistas y las fuerzas anticapitalistas sino que es la oposición de la burocracia contra el pueblo”. (7)
Partiendo de este punto de vista, que sitúa “la burocracia contra las masas”, Mandel apoya abierta y explícitamente las fuerzas liberales, socialdemócratas, monarquistas y fascistas, en su lucha en contra de los restos del socialismo.
“La glasnost es trotskismo…”
En el momento que la burguesía internacional reconocía que la restauración del capitalismo ya era un hecho, Mandel recibía los honores de la prensa anticomunista de la Unión Soviética. Su desvergüenza llega a tal extremo que lo llevó a declarar que Gorbachov era un gran revolucionario, retomador de las teorías trotskistas. Dice Mandel: “ahora pueden ver todos los comunistas del mundo quiénes son los verdaderos revolucionarios y contrarrevolucionarios. Trotski, los trotskistas, Gorbachov y los seguidores de Gorbachov se encuentran en el campo de la revolución; Stalin y los estalinistas están en el campo de la contrarrevolución”. Mandel declara en Managua que Stalin representa una “contrarrevolución violenta” (8).
Felizmente, gracias al esfuerzo de Mandel y Gorbachov, hemos avanzado en 1990 hacia la verdadera revolución.
He aquí la declaración de Mandel a Temps Nouveaux: “Temps Nouveaux: ¿Declara Gorbachov que la perestroika es la nueva revolución auténtica? Ernesto Mandel: Si, efectivamente él dice eso, y esto es en realidad muy positivo. Nuestro movimiento ha defendido durante 55 años esta tesis, por lo cual se le denominó contrarrevolucionario. Hoy en día se comprende bien, en la Unión Soviética y en el seno de la mayoría de los movimientos comunistas internacionales, dónde se encontraban en realidad los verdaderos contrarrevolucionarios”. (9)
No hubo que esperar dos años para ver caer la Unión Soviética en manos de la mafia pronorteamericana y zarista, para ver florecer las fuerzas fascistas y zaristas en Rusia y las otras repúblicas, y para ver diferentes guerras civiles reaccionarias entre las diferentes fracciones burguesas de la población civil. Esto descubre la verdadera faz de los “revolucionarios” de la glasnost y la perestroika; esto demuestra también para qué fuerzas políticas trabaja Mandel, este profesional del anticomunismo.
Catherine Samary, la otra estrella de la IV Internacional, confirmó a la prensa soviética que Gorbachov aplicó el programa desarrollado por Trotski. Ella hace el elogio de la glasnost:
“En vuestro país aún no se ha publicado nada acerca de la plataforma de izquierda que luchó contra Stalin y que propuso un camino alternativo para la construcción del socialismo. Pero están ustedes en vía de adoptar esas ideas: construir una democracia socialista auténtica y la autogestión”. (10)
El apoyo de Mandel a Yeltsin
Mandel, ferviente partidario de la glasnost de Gorbachov, considera como obligación propia el apoyo a las fuerzas más a la “izquierda” de Gorbachov, convirtiéndose así en el vocero de Yeltsin y Sajarov.
A comienzos de 1989 Mandel presenta a Yeltsin como el representante de los trabajadores, el hombre de la democratización, que interpreta las ideas de la clase política consciente de la URSS. Mandel escribe en su libro sobre Gorbachov: “La destitución de Yeltsin (el 11 de noviembre de 1987) como dirigente del PCUS es un retroceso grave en el proceso de democratización de la URSS”. (11)
“Yeltsin es hoy la personalidad política más popular entre los trabajadores soviéticos. Espontáneamente se hicieron miles de etiquetas con el eslogan ‘Que regrese Yeltsin’. Todo esto señala la voluntad de una clase política consciente, dispuesta a conservar y ampliar las libertades democráticas parciales obtenidas durante el período 1986-1988′. (12)
El 3 de abril de 1989, Mandel da la bienvenida “Al nacimiento de una izquierda más radical y masiva, con tres líneas directivas y progresistas que sobresalen en la plataforma de Yeltsin y Sajarov: contra los privilegios de la burocracia, por más igualdad y por un sistema multipartidario”. (13)
Sajarov, el representante de la “izquierda radical”, tenía ya hace muchos años la reputación de agente oficial de la CIA en la Unión Soviética. Él apoyó con entusiasmo la agresión norteamericana contra Vietnam. Compartía la idea de que los norteamericanos hubieran ganado la guerra “si hubiesen actuado con más decisión en el campo militar y sobre todo en el campo político”. (14)
La prensa internacional ha comentado la admiración de Yeltsin por el capitalismo norteamericano y reconoció los contactos de Yeltsin con la CIA durante su primer viaje a los EU. Incluso un periódico belga de derecha como De Gazet van Antwerpen, reconocía que Yeltsin exageraba al declarar: “El capitalismo no está en declive, al contrario florece. Con poco dinero se puede comprar todo. En las calles no hay ningún peligro durante la noche. Incluso los desamparados tienen una visión positiva de la vida”. (15)
¡Después de estos propósitos abiertamente antisocialistas, Mandel seguía considerando a Yeltsin como “la izquierda radical democrática” del Partido Comunista de la URSS!
A principios de 1990 continuaba la prensa trotskista demostrando su apoyo a la “democracia radical” y a la oposición en la Unión Soviética: “El Moskovkaya Pravda del 23 de febrero de 1990 publicó ‘la plataforma democrática’ de la oposición radical democrática dirigida por Yeltsin. La plataforma exige: el ejercicio del poder por los soviets, elegidos en base a un sistema multipartidario, la abolición del “rol” dirigente del PC y la aprobación de una ley que legalice el sistema multipartidario”. (16)
Está claro que los trotskistas permanecen apoyando esos puntos de vista de Yeltsin, al coincidir con su línea “revolucionaria”.
Mandel llega a un extremo tal, que declara a Yeltsin como el nuevo Trotski: “En este momento, Yeltsin representa la tendencia que está por la reducción del enorme aparato burocrático. Él camina sobre las huellas de Trotski.” (17)
Mientras en 1991 Yannaviev trató de improvisar un golpe de Estado, Yeltsin por su parte preparó un golpe de Estado auténtico que destruía toda la legalidad del sistema existente: fue apoyado por una movilización internacional desenfrenada de todas las fuerzas imperialistas. Mandel y los trotskistas estaban por supuesto al lado de Yeltsin. “La movilización, la nueva vida propagada por Yeltsin y el rechazo al sistema anterior muestran el fracaso de lo que más parece un cambio de ruta, que un golpe de Estado. Hay que oponerse a los cabecillas y estar al lado de Yeltsin para que desarrolle la autoorganización, el pluralismo político y la libertad de opinión, que son las únicas garantías de los cambios que se aproximan. Somos partidarios de la nacionalización de las propiedades del Partido Comunista y de los sindicatos oficiales”. (18)
Para todos los anticapitalistas honestos era claro que Yeltsin representaba las fracciones ultraliberales y pronorteamericanas de la nueva burguesía rusa, que conservaba con mucho honor la herencia zarista. Sin embargo los trotskistas aplaudieron el golpe de Estado contrarrevolucionario de Yeltsin, porque éste abría camino a la “autoorganización”, es decir la autoorganización de las masas contra el Partido Comunista, ya que el pluralismo introducía la libertad para los partidos liberales, socialdemócratas, fascistas y zaristas. La libertad para todos los partidos burgueses, acompañada de la inevitable represión contra las organizaciones comunistas, incluso llegando a su prohibición, lo que es propio de todo sistema burgués-pluralista.
Un año más tarde nadie podía negar, incluso la gran burguesía internacional, el carácter de extrema derecha y proimperialista de Yeltsin.
Como verdaderos provocadores anticomunistas, los trotskistas se atrevieron a titular: “¿Sigue Boris Yeltsin las huellas de José Stalin?” (19). Este ejemplo nos muestra que estos anticomunistas no retroceden ante ninguna bajeza. Ellos apoyaron hasta el final al liberal Yeltsin en su lucha anticomunista y lo compararon con su respetado jefe revolucionario, el gran Trotski; y después de algunos meses, cuando la restauración capitalista fue un hecho, luego de que Yeltsin honró la memoria de los viejos zares, los trotskistas declararon que Yeltsin se parece a su peor enemigo: Stalin.
“Un gran suspiro de alivio…”
En abril de 1989, Mandel publicó un libro en el cual reflejaba todo lo que pensaba sobre Gorbachov, Yeltsin, y sobre todo de la Glasnost.
No olvidemos que difícilmente la burguesía escondía su entusiasmo por los cambios que Gorbachov introducía.
La señora Thatcher se declaró partidaria de la Glasnost y de la perestroika; la burguesía anunciaba el fin del comunismo y el comienzo de una era de paz, de democracia y libertad. Con su solapado “lenguaje de izquierda”, Mandel apoyó como siempre la corriente de moda en la burguesía. En su libro escribe: “La pesadilla del estalinismo y del brezhnevismo está definitivamente superada. El pueblo soviético, y el proletariado internacional, y toda la humanidad puede dar un suspiro de alivio.” (20)