El declive del régimen de los Castro se hizo evidente con la desaparición de los subsidios soviéticos en la década de los noventa. Entonces comenzó el deterioro de los otrora pilares del castrismo, como la sanidad, la educación, la seguridad social, el deporte o la cultura. Según el pesimismo generalizado, «nada de lo que en su día fue algo eficaz lo es aún hoy».
El economista independiente cubano Oscar Espinosa Chepe ve «imposible» que el presidente Raúl Castro, de 79 años, remonte esta crisis galopante sin perder el control absoluto sobre la sociedad por «la acumulación de los problemas, que no solo son económicos y sociales, sino que abarcan la política, los valores éticos, la identidad nacional, la demografía, el medio ambiente…».
«Futuro embargado»
Para la mayor parte de los cubanos el principal problema es, según la conocida bloguera, «la falta de horizontes económicos, la imposibilidad de prosperar y echar raíces en su propio país». «Tres o cuatro millones de cubanos sueñan con marcharse de la isla», señala el activista de derechos humanos Elizardo Sánchez. «El futuro de la nación está embargado», agrega el disidente Guillermo Fariñas, que el año pasado estuvo 135 días en huelga de hambre para exigir la liberación de los presos políticos.
El economista cubano afincado en EE.UU. Rolando Castañeda sitúa el origen de los problemas en la destrucción de la agricultura, que ha provocado «una extraordinaria dependencia de alimentos importados, incluido el azúcar, el café y otros muchos que Cuba antes exportaba».La isla depende más del exterior en el siglo XXI que en 1959, cuando los Castro llegaron al poder. El régimen comunista importa el 80 por ciento de los alimentos que se consumen en el país, la mayoría de Estados Unidos, por valor de unos 1.500 millones de dólares anuales. La prensa oficial anunciaba el viernes que este año costarán 308 millones de dólares adicionales por la subida mundial de los precios.
Después de lamentarse de que en Cuba «casi nada funciona», Manuel Cuesta Morúa, que dirige el Partido Arco Progresista Socialdemócrata, describe la economía de su país como «un desastre estructural: no hay ahorro, ni capital para invertir, ni tecnología y solo Indonesia supera la deuda externa cubana». La industria se sitúa por debajo del 50 por ciento de los niveles de 1989. Los salarios, que el propio Raúl Castro reconoce que son insuficientes para vivir, son un 28% inferiores que en 1989 y las pensiones un 34% menores que en 1990.
La sanidad pública es otra cuestión que genera mucho malestar entre los ciudadanos. La conquista de consultorios médicos no masificados para todos ha ido desapareciendo. La atención hospitalaria ya no es lo que era hace unos lustros. Un tratamiento médico prolongado, por ejemplo, significa intercambio de favores con los facultativos. Es decir, llevar «regalos» al hospital, además de las sábanas, el ventilador,el jabón y la comida. Yoani Sánchez cuenta que tuvo que llevar hilo quirúrgico cuando hace cuatro años operaron a su hijo de apendicitis en el hospital pediátrico de Centro Habana. Guillermo Fariñas, que estuvo hospitalizado gran parte de su última huelga de hambre, denuncia la diferencia de trato de los sanitarios cuando trabajan en la isla y cuando son enviados a misiones en el exterior y cobran en divisas.
La falta de recursos se hace también evidente en el estado ruinoso de viviendas e infraestructuras. Esta semana, el diario oficial «Granma» alertaba de que el suministro de agua en La Habana vive su momento más crítico desde hace medio siglo por la sequía, pero también por el deterioro de los acueductos.
A la asfixia de las carencias materiales se une la no menos agobiante falta de libertades, el derecho a entrar o salir libremente de su propio país. La ex presa política bajo licencia extra penal Martha Beatriz Roque denuncia que lo primero que no funciona en su país es la propia Constitución, «porque el régimen la viola de forma constante al no garantizar al ciudadano ni el derecho al trabajo».
Tantos años de crisis han provocado además una pérdida de valores que puede resultar más difícil de recuperar que la propia economía. «Es la descapitalización humana, se están perdiendo valores morales, éticos, religiosos, patrióticos… Hicimos la revolución para reafirmar nuestra soberanía, el orgullo de ser cubanos. Nuestros jóvenes hoy se marchan porque aquí no tienen futuro, me da pena verlos en las colas de las embajadas, me duele que por la miseria se conviertan en estadounidenses o españoles», afirma Chepe.
La vía honesta a menudo no es la más fácil. Cuando no pueden vivir de su trabajo, muchos se ven obligados a mentir, delinquir, sustraer recursos del Estado, a la corrupción, a prostituirse. «No es que el cubano sea malo de por sí», precisa este ex prisionero de conciencia y reconocido economista. La población penal es una de las mayores del mundo, con 80.000 reclusos (casi 50 presos políticos) de un total de 11,2 millones de habitantes. Elizardo Sánchez recuerda que durante la dictadura de Batista había 14 cárceles, mientras en la de los Castro hay 200, entre presidios y campos de prisioneros. Se desmoronan las bellas casas de La Habana pero, más trágico aún, las almas de muchos cubanos sin horizonte a la vista.