La Puerta del Sol de Madrid no es la Qasba tunecina, tampoco es la plaza Tahrir, ¿podrá serlo? Seguramente es pronto para los pronósticos. En ello andan los expertos, sociólogos e intelectuales sabelotodo que crecen como los champiñones en los días de lluvia. También les preocupa y les ocupa a más de un político, que a buen seguro, andan sacando los sensores a la calle para medir por dónde sopla y si conviene desplegar a barlovento o a sotavento. Por supuesto la jauría mediática también anda de caza y los lebreles husmean más o menos camuflados de periodistas enrollados.
Mientras, la Puerta del Sol empieza ser cauce que recoge decenas, cientos, a veces miles, de insatisfacciones, de malestares, de frustraciones y poco a poco, quién sabe…
Las condiciones objetivas, dicen los sociólogos, están dadas. Las subjetivas comienzan a darse. El dispositivo catalizador es mera coyuntura, ¿unas elecciones autonómicas y municipales? El contexto internacional inmediato: la crisis económica, las revoluciones del mundo árabe. Los antecedentes próximos: las movilizaciones por la contaminación del Prestige, las movilizaciones contra la guerra de Irak. ¿Qué desaparece y qué permanece? Es difícil saberlo pero podemos aventurar una hipótesis: la deslegitimación del sistema político.
A principios de marzo del 2003, era la segunda legislatura del Partido Popular, Aznar flirteaba con Bush y sus secuaces, y el imperio acordaba invadir Iraq. En el parlamento se debatía nuestra implicación en la guerra, el rey callaba y los medios fabricaban mentiras. En la universidad, en los centros de trabajo, en los barrios, en la gala de los premios Goya, se gritaba: No a la guerra. Nunca como entonces, en la historia reciente de este país –exceptuando para el caso vasco- se había iluminado de esa forma el teatro político, evidenciando que legalidad y legitimidad pueden ser dos términos en conflicto. La decisión de intervenir en la guerra era legal, claro, estaba siendo tomada por nuestros representantes en el Parlamento. Nuestros representantes eran representantes legítimos, claro, los habíamos elegido, pero, ¿cómo era posible que tomaran una decisión en contra de la voluntad clara y explícitamente manifestada en las calles? Fue en ese momento cuando, camino del Parlamento en una manifestación multitudinaria, no convocada por ninguna organización ni partido, se empezó a corear “lo llaman democracia y no lo es, no lo es, no lo es”. La consigna fue floreciendo de boca en boca y amenazaba con impactar en el precario andamiaje construido en la Transición: si el parlamento podía tomar una decisión tan importante –nada menos que implicarnos en una guerra- sin contar con legitimidad, ¿no podría estar tomando cientos de decisiones ilegítimas?, ¿no sería que el edificio político tenía algún fallo estructural o de construcción? No olvidemos que, a pesar de que el derecho positivo insiste en identificar ambos conceptos, la legitimidad tiene que ver con el consenso, con la aceptación, con la justificación de la obediencia, con las explicaciones que nos damos para aceptar que nos gobiernen y para obedecer la ley.
Los procesos sociales tienen algo de orgánico, algo de mágico y algo de memoria. Lo orgánico se manifiesta en lo concreto real, en el cansancio que impide mantener las movilizaciones en su punto álgido, aunque las causas permanezcan e incluso se acrecienten las razones (nadie puede estar en permanente estado de enamoramiento, se moriría). Lo mágico se expresa en la construcción de posibilidad donde solo había improbabilidad, tiene que ver con la potencia, con lo que puede llegar a ser. La memoria es esa mirada del ángel de la historia que hoy en Madrid se pregunta qué cosa fue la Transición española y a qué le llaman democracia.
Las concentraciones en Sol aún son difusas, líquidas diría Z. Bauman, cierto, pero una foto nunca sustituyó a mil palabras. Hoy había más gente que ayer, ¿menos que mañana? Hoy había más adultos. Ayer sólo unos cientos pasaron la noche al raso. Hoy a la una de la madrugada, bajo una lluvia despiadada, otros cientos hacían el relevo. No hay muchas cosas claras pero hay algunas cosas difusas que empiezan a ser repetidas en los corros que se sientan a conversar en las esquinas, bajo los quioscos de prensa, bajo la estatua de Carlos III y en algún que otro bar de la zona: a) no se puede convertir la concentración en un botellón, que sea un movimiento pacífico, no a los provocadores b) hay que implicar a más personas, por barrios, por sectores. Extender la protesta c) tiene que continuar después de las elecciones.
No es gran cosa, pero es mucho para un país con cinco millones de parados, con un millón y medio de familias con todos sus miembros en paro y sin prestaciones, endeudado hasta el corvejón, vendido y revendido al mejor postor, traicionado por sus organizaciones sindicales, con un sector público amenazado (salud, educación), con una clase política desprestigiada y sin ningún referente político de izquierdas que despierte, no ya pasiones, ni siquiera simpatías. Es mucho para la desmovilización generalizada que se expande con las derrotas, mucho si tenemos en cuenta el desmantelamiento de conciencias de los últimos años, suficiente para fisurar la faz de un sistema que se sabe seguro porque “no hay otro”, de momento.
Dicen que son sólo jóvenes. Una pareja mayor, de Aravaca, me decían que estuvieron ayer y que estaban hoy y volverían mañana a las ocho, que su hijo estaba acampado y su hija también estaba por allí. Dicen que son las redes sociales. Los carteles dicen que son las manos y los dedos de quien todavía sabe y quiere escribir mensajes.
A las tres de la madrugada, cuando cierro estas líneas, no sé cuantos aguantarán en la plaza. Les imagino calados hasta los huesos, resguardados en los soportales de los comercios, bajo los toldos, otros se habrán despedido hasta mañana. No se puede esperar piedad de la lluvia, pero en Madrid, en mayo y con sol, es posible la primavera.
Rebelión ha publicado este artículo con el permiso de la autora mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.
Unas 100 personas se concentraron ayer en Ginebra (Suiza) en apoyo a las movilizaciones del Estado español. Los concentrados tratarán de darle continuidad a lo que sucedió ayer con una concentración frente al consulado español el domingo.
2.000 personas siguen concentradas cerca de las 2 de la mañana bajo ‘Las Setas’, el complejo arquitectónico emblema del derroche y la especulación en Sevilla. Son parte de los más de 6.000 manifestantes que a las 20 hs. han llenado la plaza en la que acampa el movimiento del 15M, obligando a la policía cortar el tráfico en los accesos laterales.
DECENAS DE MILES DE PERSONAS INTEGRAN UN CONSEJO CIUDADANO EN PLAÇA CATALUNYA
Como sucede en la mayor parte de las capitales del Estado, en Alicante el Movimiento del 15-M ha pasado de tener un seguimiento muy discreto a reunir, esta noche, a miles de personas. Las y los indignados se han instalado en la Plaza de la Montañeta.
Cientos de personas se volvían a concentrar esta noche en la Plaza de Candelaria de Santa Cruz de Tenerife, sede de la acampada del Movimiento 15 de Mayo. Horas antes, un divertido pasacalles escenificaba el entierro de la democracia.
La indignación ha traspasado los Álpes. Desde Twitter, donde el miércoles había nacido el hashtarg #italianrevolution, ha llegado a las plazas italianas. En Milán, en el norte de Italia, varias decenas de personas se han manifestado en la plaza principal de la ciudad, Piazza del Duomo. La mayoría de las personas que se han concentrado en la plaza, todos estudiantes, eran españoles que han decidido con este gesto apoyar las acampadas que se están produciendo en toda España.
Unas tres mil personas se concentran al término de la jornada en La Glorieta, la plaza que alberga la acampada, la asamblea y buena parte de las movilizaciones que desde el viernes pasado tienen lugar en Murcia.
Más de 600 personas se han concentrado en Cuenca para protestar por la decisión de prohibir las acampadas. El movimiento de indignados en Cuenca ha ido creciendo estos días y se mantiene la acampada con más de 50 personas al lado de la Iglesia de San Esteban.
Miles de personas se concentran en la Plaza del Pilar de Zaragoza una hora antes de que de comienzo la jornada de reflexión y la prohibición decretada por la Junta Electoral Central. Y, según informa Diagonal Aragón, allí seguirán pasadas las 24h. Se han levantado acampadas también en Huesca.
La acampada del Movimiento 15-M en A Coruña, ubicada en El Obelisco, zona de sedes centrales de entidades bancarias y fundaciones como Fenosa y la ONCE alberga cada día más gente y mejora sus dinámicas organizativas. Y no se desmantelará el domingo 22 de mayo, han anunciado sus promotores, que buscan extender la protesta.
El caso de un minusválido que no pudo pagar a los acreedores
Por deudas con los bancos, miles de españoles están por perder la casa
Publicado el 22 de Mayo de 2011
Por María Zagarramurdi Más de un cuarto de millón de familias enfrentan la amenaza de quedar en la calle. El problema se agudizó desde el año 2008, cuando la crisis económica dejó sim empleo a millones de trabajadores. Una asociación los defiende.
Los bancos estafan, engañan, y echan a la gente de su casa”, aclamaba un grupo de manifestantes frente a la vivienda de David, un catalán de 39 años y con certificado de minusvalidez, a punto de ser desalojado del domicilio en el que vive con su madre, de 70 años y enferma, en una localidad cercana a Barcelona, y quien se suma a las más de 250 mil familias en España que tienen deudas con entidades financieras y enfrentan la amenaza del desahucio. Las ejecuciones hipotecarias se han vuelto uno de los problemas sociales más importantes en España, donde entre 2007 y 2010, según datos del Consejo General del Poder Judicial, se han ejecutado 271.570 hipotecas, mientras “miles de personas son desalojadas forzosamente de sus viviendas o están en riesgo inminente de serlo”, denunció el director de Amnistía Internacional en Madrid, Esteban Beltrán. “A ver si el banco tiene la cara de sacar de mi casa a mi madre, que está en cama y con depresión”, advirtió David, quien contó a Tiempo Argentino que la entidad Caja Sol, a la que dejó de pagarle su hipoteca a fines de 2008, le notificó el desahucio para el próximo 25 de mayo, tras intentar otro hace dos semanas que fue impedido por vecinos y miembros de la Plataforma de Afectados por la Hipoteca, una asociación que ayuda a personas con embargos o con dificultades para pagar un crédito hipotecario sobrevaluado durante los años prósperos y eufóricos de la “burbuja inmobiliaria”. Entre gritos y forcejeos, los vecinos y representantes de esa asociación se reunieron frente a la casa de David en la localidad de Badalona, a diez kilómetros del centro de Barcelona, para evitar la presión de un secretario judicial y la procuradora de Caja Sol, quien amenazó con llevarle a los Mossos d’Esquadra (la policía de Cataluña) para quedarse con su casa. Caja Sol se adjudicó la vivienda de David sobre la que tenía concedida una hipoteca que tasó en el 50% del valor de esta –390 mil euros–, y sigue exigiendo el pago de la deuda restante, cifrada en 160 mil euros, más intereses y costas judiciales. “Vives con la ansiedad de irte a la calle y encima quedar endeudado de por vida”, prosiguió David, casado con una peluquera colombiana de 32 años, quien se encuentra con el hijo de ambos, de dos años, en Colombia desde hace un año y medio por la imposibilidad de comprar un boleto de regreso. Los problemas de David se remontan a 2008, cuando por el inicio de la crisis y por motivos de salud, tuvo que dejar el taxi con el que trabajó durante años en Barcelona. “Sufría trastornos nerviosos, dejé el taxi y empecé a gestionar en octubre de 2008 un bar con mi esposa”, en L’Hospitalet de Llobregat, al lado de Barcelona. La pareja le dio al local una “ambientación latina”, aunque sin éxito porque por entonces se quedaron sin trabajo muchos latinoamericanos, empleados generalmente en el sector del “ladrillo” que se derrumbó a mediados de 2008. El Bar Café Colombia cerró en febrero de 2010, y David hizo algunas encuestas “mal pagadas” para sobrevivir, pero eso duró poco y él y su madre vivieron desde entonces con una pensión de 600 euros y una renta mínima de inserción (PIRMI), de 400 euros, que los gobiernos regionales españoles otorgan para personas en situación de exclusión social. Este año, le otorgaron un certificado de minusvalidez por su trastorno nervioso que le permite trabajar desde el 1 de mayo en el servicio de atención al cliente de Transportes Metropolitanos de Barcelona (TMB), por lo que cobrará unos 1000 euros al mes durante un año. “Estoy contento pese a la hipoteca. Además, la Plataforma de Afectados por la Hipoteca (PAH) nos ayuda a resistir”, añadió David. Tal plataforma se sumó a las manifestaciones que llenan en estos días las plazas de toda España, pero antes había efectuado medidas como las de colocar pegatinas en las puertas de los bancos con el lema “Engañan, estafan”, las cuales recuerdan a los “escraches” a entidades financieras que se producían hace casi diez años en la Argentina, en medio de un poderoso ruido a lata.