Por Miriam Leiva / LA HABANA, Cuba 2012
El 2011 concluyó con el golpe de efecto procurado por el gobierno, mediante el inusual indulto de 2900 presos, casi todos con delitos comunes. Pero quedaron en las cárceles entre 60 y 80 mil reos, de ellos, unos 60 políticos, así como el norteamericano Alan Gross.
Aunque el gobierno cubano ha vinculado esta “benevolencia” suya con la próxima visita del Papa Benedicto XVI, parece que el pedido de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba se enmarcó en las celebraciones por el 400 aniversario de la Virgen de la Caridad.
Sin embargo, la gran expectativa de la población había estado en la posibilidad de salir libremente al extranjero, gracias a la eliminación del indispensable permiso de salida, expectativa creada por el mismo presidente durante la sesión de la Asamblea Nacional, el 1 de agosto, cuando anunció que se estudiaba una reforma migratoria.
Como ha ocurrido con tantas otras promesas incumplidas, la postergación de tal reforma motivó una profunda decepción, fundamentalmente entre los jóvenes.
Lamentablemente las autoridades han sembrado la idea de que hay que abandonar Cuba para resolver los problemas de la mera existencia. Ha sido su forma de neutralizar las demandas políticas, haciendo a las personas dependientes de que se les conceda la preciada “Tarjeta Blanca”, con el resultado de desarraigar el amor a la patria, e incluso añorar un futuro mejor en el país del que supuestamente proceden todos nuestros males: los Estados Unidos.
La población recibió escasas posibilidades para mejorar su ardua vida, mediante las licencias para trabajar por cuenta propia en unos pocos oficios, pero imposibilitados de prosperar, debido a los impuestos muy elevados, las dificultades para encontrar los productos indispensables y los altos precios, por no existir un mercado mayorista, entre otros males.
Tampoco se logró el gran despegue de la producción agrícola, con la entrega de tierras en usufructo, debido a las limitaciones y carencias.
Al fin, a partir de septiembre, el gobierno comenzó a zafar un poco los férreos eslabones, con la autorización de venta de automóviles y viviendas, y dándole a los campesinos la posibilidad de ofertar productos y establecer contratos directamente con entidades turísticas, a través de las cooperativas existentes.
Las modificaciones en la banca para conceder créditos al sector privado, el uso de instrumentos bancarios tradicionales que se habían perdido, la eliminación de trabas a las relaciones entre el sector estatal y el privado, el alquiler de locales a los cuentapropistas –siguiendo la experiencia reciente con las barberías y peluquerías-, fueron otras “novedades” medianamente estimuladoras.
Aunque la referencia a esas autorizaciones sorprenda a cualquier persona en pleno siglo XXI, hay que tener en cuenta que en Cuba existe el mismo gobierno totalitario desde hace 53 años. Y más de 70% de la población nació bajo este régimen, que no le ha permitido conocer lo que ocurre más allá de las costas, mediante viajes con posibilidades de retorno, ni le permite utilizar la gran fuente de conocimiento e intercambio que es la Internet.
Otra forma de dependencia ha sido la existencia de un solo empleador, el Estado, al que había que agradecer la educación y la salud pública. Pero la crisis en todas las esferas llevó al gobierno a desmontar el sistema de gratuidades, impuesto según sus conveniencias, y por el que hoy, para justificar su fracaso, culpa a la población de haberse acomodado al paternalismo, en realidad creado por el mismo Estado para garantizar la dependencia del pueblo.
Reconocer las verdades parece algo muy difícil para el gobierno, porque implica admitir que para remediar el desastre ocasionado por él mismo, está teniendo que reponer lo que antes eliminó y penalizó aduciendo que eran nocivas prácticas capitalistas. Posiblemente ese sea uno de los motivos de la lentitud en la aplicación de las reformas y en la renuencia a elevarlas al rango de cambios sustanciales.
Un acontecimiento que motivó a los cubanos, de oriente a occidente, fue el recorrido de la imagen de la Virgen de la Caridad del Cobre, iniciado el 8 de agosto de 2010, en Santiago de Cuba, y extendido durante todo 2011.
En este país, que sólo ha conocido guerras, confrontaciones y represión, la peregrinación de la Virgen Mambisa provocó una gran explosión de religiosidad y la liberación del ego enclaustrado, que participó consciente y voluntariamente, irradiando en creyentes de otras religiones, e incluso en no creyentes.
La consigna “La Caridad Nos Une”, y los deseos de recuperar los valores morales y cívicos, han movido a multitudes, satisfechas de poder expresar su espiritualidad, y ávidas de alcanzar esperanza, paz, amor y reconciliación.
En La Habana, la Patrona de Cuba se trasladó por las calles y fue honrada en iglesias, centros educacionales, culturales, científicos, caritativos y en hospitales, desde el 6 de noviembre. Muchos de los más renombrados artistas actuaron en las veladas, hasta la última, efectuada en la Plaza de la Catedral, el 28 de diciembre.
Finalmente, la Avenida del Puerto, en el Malecón, acogió, el 30 de diciembre, a miles de personas de todas las edades, que con gran respeto y devoción, recibieron a la Virgen y participaron en la misa oficiada por el Cardenal Jaime Ortega, junto a los integrantes de la Conferencia de Obispos Católicos de Cuba, Monseñor Bruno Musari, nuncio apostólico, Monseñor Wenski, arzobispo de Miami, sacerdotes, monjas y laicos.
El gobierno estuvo representado por Esteban Lazo, miembro del Consejo de Estado, Mercedes López Asea, primera secretaria del PCC en La Habana, Bruno Rodríguez, ministro de Relaciones Exteriores, Caridad Diego, jefa de la Oficina de Atención a Asuntos Religiosos del CC del PCC, Homero Acosta, secretario del Consejo de Estado, y Eusebio Leal, historiador de la ciudad.
Estas celebraciones continuarán durante el Año Jubilar de la Virgen, que se inició el 7 de enero. Y tendrán una inflexión con la visita pastoral del Papa Benedicto XVI, que incluirá una misa en la Plaza de Santiago de Cuba, el 26 de marzo, sus oraciones en el Santuario del Cobre, el 27, las conversaciones oficiales con el presidente Raúl Castro, y, el 28, la misa en la Plaza de la Revolución en La Habana.
Probablemente, en torno a este acontecimiento, el gobierno disponga indultos a los presos políticos. Y tal vez sería una oportunidad para permitir el regreso de Alan Gross a su país, con lo cual se eliminaría un serio escollo entre Estados Unidos y Cuba, cuando la crisis nacional aconseja concentrarse en el impulso de las reformas y crear un ambiente sosegado y constructivo dentro de la Isla.
La sociedad cubana está agobiada por grandes tensiones, como consecuencia de las carencias y prohibiciones durante demasiado tiempo. 2012 puede ser un año de mayores dificultades económicas, debido a la repercusión de la situación económica internacional, abocada a una nueva recesión.
Si no se abren nuevas posibilidades a la iniciativa individual, de manera que los ciudadanos no afronten mayores precariedades y se sientan estimulados a esforzarse para sacar adelante a sus familias y el país, las tensiones sociales se incrementarán, con posibles consecuencias lamentables.
La Primera Conferencia del Partido Comunista, a efectuarse el 28 de enero, podría ser la oportunidad para impulsar los cambios y la apertura socio-política, que propicien la participación de todos los cubanos en la reconstrucción nacional. Las autoridades no deberían perderla.