Basado en el artículo “sobre las huelgas” escrito por el gran maestro que tuvo la clase obrera V.I LENIN

LA IMPORTANCIA DE LA HUELGA EN LA LUCHA DE LA CLASE OBRERA 

Las huelgas nacen y se difunden allí donde existen fábricas que concentran 50, 100 y centenares de hombres que forman la clase obrera. Cuando las fábricas eran pocas las huelgas eran casos muy raros, pero cuando éstas se desarrollan encontramos que la huelga se vuelve más frecuente. Pero ¿Por qué la producción capitalista lleva necesariamente a las huelgas?

Se denomina capitalismo a la organización de la sociedad en que las fábricas, la tierra, las minas, los instrumentos de producción, etc. pertenecen a un pequeño número de capitalistas y terratenientes, mientras la masa del pueblo no posee ninguna propiedad y debe, por lo mismo, alquilar su fuerza de trabajo. Los fabricantes y los terratenientes contratan obreros, les obligan a producir tales productos, que ellos venden en el mercado. Los patrones pagan a los obreros únicamente el salario imprescindible para que estos y sus familias puedan subsistir, y todo lo que el obrero rinde por encima de esa cantidad de productos necesaria para su mantenimiento se lo embolsa el patrono; esto constituye su ganancia. Por lo tanto, en la economía capitalista la masa del pueblo trabaja a jornal para otros, no trabaja para sí, sino para el patrono, y lo hace por un salario. Se comprende que los patronos traten siempre de reducir el salario: cuanto menos entreguen a los obreros, más ganancia les queda. En cambio, los obreros tratan de recibir el mayor salario posible, para poder sostener a su familia con una alimentación abundante y sana, vivir en una buena casa, etc.

Por lo tanto, entre patones y obreros se libra una lucha constante por el salario: el patrón tiene libertad para contratar al obrero que le venga en gana, por eso busca al más barato. Trabaje el obrero en la ciudad o en el campo, alquile sus brazos a un fabricante o un terrateniente, siempre regatea con el patrón luchando con éste por el salario.

Pero ¿puede el obrero, por sí solo, sostener esta lucha?

Cada vez es mayor el número de obreros: los campesinos se arruinan y huyen del campo a la ciudad en busca de un jornal. Los fabricantes introducen maquinas, que dejan sin trabajo a los obreros. En las ciudades aumentan sin cesar el número de desocupados; la existencia de un pueblo hambriento hace que bajen más y más los salarios. Al obrero le es imposible luchar solo contra el patrono. Si el obrero exige mejor salario, el patrono contesta: vete a otra parte, son muchos los que esperan en la puerta de la fábrica y se verán contentos de trabajar aunque sea por un salario bajo. Mientras exista más pobreza en el pueblo, y mientras los capitalistas amasan cada vez más fortunas, en esa situación el obrero se transforma en un hombre desvalidofrente al patrón.

Pues bien, para no permitir verse reducidos a esta situación tan extrema, los obreros inician la lucha más porfiada. Viendo que cada uno de ellos por sí solo es impotente en absoluto, los obreros empiezan a alzarse juntos contra sus patronos. Es de esta manera que nacen los SINDICATOS y la HUELGA como arma de lucha contra los capitalistas. (De los sindicatos en particular hablaremos en otra ocasión)

¿Qué significado tienen las huelgas en la lucha de la clase obrera? 

Veamos. Si el salario del obrero se determina por un convenio entre el patrono y el obrero, y si cada obrero por sí solo es del todo impotente, resulta claro que los obreros deben necesariamente defender juntos sus reivindicaciones, deben necesariamente declararse en huelga para impedir que los patronos rebajen el salario o para lograr hacer respetar sus reivindicaciones. Y efectivamente no existe ningún país capitalista en el que no estallen huelgas obreras. Cuando más se desarrolla el capitalismo y crecen las fábricas, más imperiosa es la necesidad de una resistencia conjunta de los obreros. Por ejemplo: cuando la industria prospera (como ahora) los patronos obtienen grandes ganancias y no piensan en repartírselos con los obreros, pero durante la crisis (que se aproxima) los patrones tratan de cargar las pérdidas sobre los obreros. La necesidad de la huelga se transforma en algo de vida o muerte.

Pero las huelgas por dimanar de la naturaleza misma de la sociedad capitalista, significan el comienzo de la lucha de la clase obrera contra la estructura de la sociedad. Cuando con los potentados capitalistas se enfrentan obreros desposeídos que actúan individualmente, esto equivale a la plena esclavización de los obreros. Pero cuando estos obreros desposeídos se unen, la cosa cambia. No hay riquezas que puedan reportar provecho a los capitalistas si estos no encuentran obreros dispuestos a trabajar con los instrumentos y los materiales de los capitalistas y a producir nuevas riquezas. Cuando los obreros se enfrentan a solas con el patrono, siguen siendo verdaderos esclavos que trabajan eternamente para un extraño por un pedazo de pan, como asalariados sumisos y silenciosos. Pero cuando los obreros proclaman juntos sus reivindicaciones y se niegan a someterse a quien tiene la bolsa de oro, entonces dejan de ser esclavos, se convierten en hombres y mujeres que comienzan a exigir que su trabajo no sólo sirva para enriquecer a un puñado de parásitos (patrones y administrativos), sino que permita a los trabajadores vivir como personas. Los obreros esclavizados comienzan a presentar la reivindicación de transformarse en dueños: a trabajar y vivir no como quieran los capitalistas, sino como quieren los propios trabajadores. Las huelgas infunden siempre tal espanto en los capitalistas porque comienzan a hacer vacilar su dominio. En efecto: las fábricas, las fincas de los terratenientes, las minas, etc. son por decirlo así, ruedas de un enorme mecanismo, este mecanismo suministra distintos productos, los transforma y los distribuye por doquier. Todo este mecanismo lo mueve el obrero, que cultiva la tierra, extrae el mineral, elabora las mercancías en las fábricas, construye edificios, etc. Cuando los obreros se niegan a trabajar, todo este mecanismo amenaza con paralizarse. Cada huelga recuerda a los capitalistas que los verdaderos dueños no son ellos, sino los obreros, que proclaman sus derechos con creciente fuerza. Cada huelga recuerda a los obreros que su situación no es desesperada y que no están solos. Siempre resulta enorme la influencia que ejerce una huelga tanto para los huelguistas como sobre los obreros de las fábricas vecinas. En tiempos corrientes, pacíficos, el obrero arrastra en silencio su carga, no rechista ante el patrono, no reflexiona sobre su situación. Durante una huelga, el obrero proclama en voz alta sus reivindicaciones, recuerda a los patrones todos los atropellos de que ha sido víctima, proclama sus derechos, no piensa en sí solo ni en su salario exclusivamente, sino que piensa también en todos sus compañeros, que han abandonado el trabajo junto con él y que defienden la causa obrera sin temor a las privaciones. Toda huelga acarrea al obrero un gran número de privaciones, como hambre en la familia, perdida del salario, etc. Y a pesar de estas privaciones los obreros desprecian a los que se apartan de sus compañeros y entran en componendas con el patrono. A pesar de las calamidades de la huelga, los obreros de otras fábricas sienten entusiasmo siempre que ven que sus compañeros han iniciado la lucha. “Los obreros que resisten tales calamidades para quebrar la oposición de un burgués, sabrán quebrar también la oposición de toda la burguesía” decía un gran maestro del socialismo, Engels.

¡Así de grande es la influencia moral que sobre los obreros ejercen las huelgas al ver a sus compañeros que aunque temporalmente, se transforman en personas con los mismos derechos que los ricos! 

Toda huelga infunde con enorme fuerza a los obreros la idea del socialismo: la idea de la lucha de toda la clase obrera por su emancipación del yugo del capital. La huelga enseña a los obreros a comprender dónde radica la fuerza de los patrones y dónde la de los obreros, enseña a pensar no sólo en su patrono ni en sus compañeros inmediatos, sino en todos los patronos, en toda la clase capitalista y en toda la clase obrera. Cuando un patrón que ha amasado millones a costa del trabajo de varias generaciones de obreros no accede al más modesto aumento del salario e incluso intenta reducirlo todavía más, entonces los obreros ven con claridad que toda la clase capitalista es enemiga de toda la clase obrera y que los obreros pueden confiar tan solo en sí mismos y en su unión. Ocurre muy a menudo que un patrono trata de engañar a todo trance a los obreros, de presentarse ante ellos como un bienhechor, de encubrir la explotación de sus obreros con pequeñas dádivas insignificantes o cualquier promesa falaz. Cada huelga destruye siempre de golpe este engaño, haciendo ver a los obreros que su “bienhechor” es un lobo con piel de cordero.

Pero la huelga abre los ojos a los obreros no sólo en lo que se refiere a los capitalistas, sino también en lo que se refiere al gobierno y a las leyes. Del mismo modo que los patronos se esfuerzan en aparecer como “bienhechores” de los obreros, así también los funcionarios y sus lacayos se esfuerzan por convencer a los obreros de que el gobierno se preocupa de los patrones y los obreros por igual, con espíritu de justicia. La mayoría de los obreros no conocen las leyes y no se codea con los funcionarios, en particular con los altos, por lo que frecuentemente dan crédito a todo esto. Pero estalla una huelga, se presentan en la fábrica el jefe departamental de trabajo y sus inspectores, y a veces hasta la policía. ¡Es entonces cuando los obreros se enteran que han infringido la ley! La ley permite a los fabricantes tratar abiertamente de reducir los salarios de los obreros, mientras que los obreros son amenazados hasta penalmente por declarar una huelga.

El obrero comienza a comprender que las leyes se dictan en beneficio exclusivo de los ricos, que también los funcionarios defienden los intereses de los ricos, que al pueblo trabajador se le tapa la boca y no se le permite expresar sus necesidades (por que los medios de comunicación también son de los ricos y no les interesa mostrar la lucha de los obreros) y que la clase obrera debe necesariamente arrancar el derecho a la huelga.

A su vez, el gobierno comprende muy bien que las huelgas abren los ojos a los obreros, por lo que tanto les teme y se esfuerza en sofocarlas lo antes posible.

Durante cada huelga crece y se desarrolla en los obreros la conciencia de que los capitalistas y el gobierno son igualmente su enemigo, y de que la clase obrera debe prepararse para luchar contra él por los derechos del pueblo.

Así, pues, las huelgas enseñan a los obreros a unirse, las huelgas les hacen ver que sólo unidos pueden sostener la lucha contra los capitalistas, las huelgas enseñan a los obreros a pensar en la lucha de toda la clase obrera contra toda la clase patronal y su gobierno. Por eso mismo, los socialistas llaman a las huelgas “escuela de guerra”, escuela en la que los obreros aprenden a librar la guerra contra sus enemigos por la emancipación de todo el pueblo.

Ahora bien, las huelgas son uno de los medios de lucha de la clase obrera por su emancipación, pero no el único, y si los obreros no prestan atención a otros medios, con ello demoran el desarrollo y los éxitos de la clase obrera.

De esta manera, para que las huelgas tengan éxito es necesario que el sindicato tenga un ahorro especial para el caso de que sobrevenga una huelga. Para eso debe depositarse fondos en las bolsas pro-huelgas, a fin de mantener a los obreros mientras dure el conflicto.

En segundo lugar, las huelgas son sólo victoriosas donde los obreros poseen ya bastante conciencia, donde saben elegir el momento para declararlas, donde saben presentar reivindicaciones, donde mantienen contacto con otros dirigentes y organizaciones socialistas. Por eso es necesario dirigir todo los esfuerzos a formar este tipo de obreros, aumentar su número dando a conocer la causa obrera a las masas obreras, haciéndoles conocer el socialismo y la lucha obrera.

En tercer lugar, las huelgas muestran a los obreros, como hemos visto, que los capitalistas y el gobierno son su enemigo y es preciso luchar contra él. Esta lucha sólo puede llevarla a cabo el Partido. Esta es la misión que deben asumir los socialistas y los obreros conscientes, formando para ello el Partido Obrero Socialista que difunda entre todos los obreros las justas ideas sobre el gobierno y la causa obrera.

Por ahora debemos indicar que las huelgas son una escuela de guerra, pero no la guerra misma. De las huelgas aisladas los obreros pueden y deben pasar a la lucha de toda la clase obrera por la emancipación de todos los trabajadores. Cuando todos los obreros conscientes se hacen socialistas, es decir, cuando tienden a esta emancipación, cuando se unen en todo el país para propagar entre los obreros el socialismo y enseñarles todos los medios de lucha contra sus enemigos, cuando forman el Partido Obrero Socialista, que lucha por liberar a todo el pueblo de la opresión capitalista, solo entonces la clase obrera se incorpora plenamente al gran movimiento de los obreros de todos los países, que agrupa a todos los obreros y enarbola en alto la bandera en la que están inscritas estas palabras:

“¡Proletarios de todos los países, uníos!”