LA HABANA, Cuba, agosto,www.cubanet.org – La identidad de El Vedado peligra desde hace mucho tiempo. Esta barriada de la antigua Habana Elegante dejó de ser un museo de arquitectura moderna. Por aquí entró a Cuba la modernidad, la cual fue siempre un acento de su identidad. No solo fue un barrio fundado por familias patricias, fue también un barrio de turismo y prosperidad.
Este barrio, que germinó del bosque, hoy envejece muy mal. Es un trozo de ciudad que ya no está preparada para asimilar grandes golpes, su paisaje ha sido saqueado, deteriorado y desdibujado, dejó de ser un sitio ostentoso, y hoy sus fachadas son apenas un juego de apariencias.
Recuerdo la patria de mi infancia como un lugar habitable, un asentamiento ecológico en cuya manera de vivir se respiraba dignidad. Haber nacido en el Sagrado Corazón y ser de El Vedado impuso una etiqueta de distinción y elegancia, incluso para los más humildes.
Teresa, una guantanamera que nació en la Loma del Chivo, se impuso, desde muy joven, no regresar a su pueblo natal: “Llegué a este barrio en 1962 –testimonia-, y quedé deslumbrada por El Vedado, uno podía distinguir la personalidad propia que tenía este lugar, tenía su propio glamour, era un lugar donde se respiraba decencia. En aquel entonces, el toque de tambor, la brujería y los sacrificios de animales bajo la ceiba era algo ajeno a este lugar. Hoy esa identidad ha desaparecido y se impuso la cultura de la chancleta y el barracón”.
Con el nuevo contrato social impuesto por la inquisición revolucionaria, las costumbres y la cultura de El Vedado, como estilo de vida propio de las élites habaneras, fue amputada por decreto y sustituida por la cultura de la barbarie.
El Hotel Trotcha, los edificios Govea y Alaska, o la casa jardín de los Loynaz, son algunos de los patrimonios locales perdidos. El edificio Alaska, que pudo ser salvado, fue dinamitado, y hoy ocupa su lugar el parqueo del Comité Provincial del Partido Comunista. Es posible que corra la misma suerte el edificio del Retiro Médico, ubicado en N, entre 23 y 25. Se han perdido salas cinematográficas, como el cine Gris, y plazas culturales, como la Casa de la Cultura Checa.
Según Hilda, una habanera nacida en el barrio de Cayo Hueso, hoy muchas mansiones de El Vedado son ciudadelas: “Recuerdo que aquí no había muchos solares, entre ellos estaba el solar de los Chala, conocido actualmente como Blúmer Caliente, y el solar de Guillermina, donde la familia más conflictiva era la de Silvia, conocida como La Cochina, una blanca de cabellos y ojos oscuros que se fue del país en 1980. Pero se impusieron otros lugares, como La Mierdita, El Sopeña, el Hormiguero y el Pentágono. Se acabó la caballerosidad, el buen gusto y una ética de orgulloso sentimiento por este lugar”.
Lugares vinculados al eco de la buena cocina, como los restaurantes Varsovia, Sofía y El Jardín, así como cafeterías, La Cocinita, El Avioncito, La Piragua, La Fuente y Sol Mar, no existen ya. Otros restaurantes, como Rancho Luna, Los Andes, Vita Nuova, El Cochinito, Centro Vasco, Casa Potin, Las Bulerías, El Castillo de Jagua, La Roca, El Mandarín, Siete Mares, donde ya es muy difícil comer mariscos y pescados, o las pizzerías Cinecittá, Buona Sera y Milán. Todos son lugares grises, abandonados a su suerte.
Los pocos espacios en divisas han cancelado oportunidades para la libre diversión de la gente corriente. El Vedado Tennis, hoy círculo social José Antonio Echevarría, es una jungla en la cual la población flotante libera sus represiones e impone la guapería. El Club Sayonara es un triste almacén de viandas administrado por la Dirección Provincial de Gastronomía del Poder Popular del municipio. También desaparecieron los clubes El Escondite de Hernando y el Club Olokkú, transformado en una piloto para el consumo masivo de cervezas. El feeling se esfumó del Pico Blanco. El hospital infantil Pedro Borrás, y el de maternidad, Clodomira Acosta, esperan por ser dinamitados desde hace más de 20 años.
Mientras El Vedado continúa perdiéndose como el barrio Jardín que fue, se imponen nuevos lugares, como parte de la economía emergente: Dulcilandia, La Farándula y La Moraleja. El paseo de la Avenida de los Presidentes es el santuario de las tribus urbanas (emos, rockeros, mikis y repa). La cultura de parques también se derrumba, el Víctor Hugo (H y 21), o Medina y Menocal son hoy cementerios de animales, por las permanentes ofrendas a la ceiba de los orichas.
Desde hace mucho tiempo, El Vedado dejó de ser ese elegante caballero, intelectual, vestido de blanco con faja azul. De sus tradiciones, que constituían toda una cultura, solo nos queda el erotismo de La Rampa y el romanticismo del Malecón.