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General: Un restaurante de Bolivia sueña cambiar el mundo con la comida
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Respuesta  Mensaje 1 de 1 en el tema 
De: Ruben1919  (Mensaje original) Enviado: 20/09/2013 12:40
Un restaurante de Bolivia sueña cambiar el mundo con la comida PDF Imprimir E-Mail
Escrito por Lioman Lima   

Imagen activa20 de septiembre de 2013, 01:42La Paz, 20 sep (PL) Juan Carlos Cruz es un boliviano de 23 años que tiene el cuerpo y el alma llenos de marcas, tatuajes y cicatrices; vivió sin rumbo y sin sueños hasta hace unos meses, cuando encontró un nuevo sentido a su vida entre los sabores y olores de una panadería.

No conoció a sus padres, pasó su infancia y adolescencia en un hogar para niños sin amparo en el centro de La Paz y ante la falta de oportunidades, decidió aprender gastronomía, como única alternativa para estudiar algo y, a la vez, intentar subsistir a sus 19 años.

Trabajó desde entonces donde pudo, donde le pagaran algo para sobrevivir y donde pudiera olvidar por un rato los conflictos de la casa a la que un día tuvo regresar, junto a su abuela y una tía.

Hace un par de años, en busca de alternativas, se presentó a una convocatoria de la Alcaldía que buscaba a jóvenes con experiencia culinaria.

Al tiempo, le notificaron que había sido seleccionado para trabajar en un restaurante que abriría en Bolivia un cocinero danés, un tal Claus Meyer, para él entonces desconocido.

Casi un año después, Juan Carlos Cruz dice que entonces no pudo imaginar que se encontraba por cruzar una línea, una misteriosa frontera hacia una nueva región de su vida, donde el futuro cobraría un sentido, donde recobraría la esperanza de hacer algo, de ser alguien, de sentirse útil.

Un tiempo después empezó a trabajar en Gustu, un proyecto de alta cocina y una escuela para jóvenes emprendedores que inauguró en abril pasado Meyer, el hombre considerado mejor chef del mundo, en la exclusiva Zona Sur de La Paz.

Desde entonces, todo fue un viaje hacia los caminos del destino para Cruz: su complicado carácter lo hizo rotar por varias secciones del restaurante, sin muchas expectativas, hasta que un día metió sus manos en la harina amasada y descubrió el inexplicable milagro del pan.

Ahí se dio cuenta, dice, que eso era lo que le gustaba hacer y desde entonces, la pastelería de Gustu se convirtió en su templo y en su casa, porque era el lugar donde sentía, por primera vez, que su trabajo, y él mismo, eran necesarios, importantes: "porque si yo no lo hago, nadie lo hace, además, ninguno lo prepara como yo".

Como Juan Carlos, una treintena de jóvenes bolivianos altamente desfavorecidos o con capacidades diferentes han encontrado en Gustu un motivo para reencausar sus vidas y soñar con la posibilidad de un futuro vinculado a los sazones y los secretos de la alta cocina.

Gustu, como empresa social, destina la totalidad de sus ingresos a la escuela de gastronomía donde estudian los jóvenes, quienes reciben, además de un salario, seguro médico y sesiones de clases que incluyen, desde artes culinarias, cultura general e idiomas.

El proyecto busca además reposicionar la comida boliviana, a tal punto que todos los platos y bebidas que se ofrecen, a altísimos precios, son elaborados con productos locales.

Con ese objetivo y con el propósito de abrir puertas y esperanzas para otros jóvenes bolivianos, como Juan Carlos Cruz, Gustu prevé en un plazo de dos años la apertura de escuelas de comida en los nueve departamentos del país.

"Creo que somos muchos los jóvenes bolivianos que necesitamos propuestas como esta. Yo sueño ahora con viajar a Europa y aprender allá para venir a mi país y fundar aquí el mejor restaurante del mundo. Yo sueño con poder tener mi propio restaurante, incluso mejor que Gustu", dice Cruz.

tgj/lio


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