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General: ahora vamos por los civiles!!!!
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De: albi (Mensaje original) |
Enviado: 24/04/2014 11:56 |
"Si Massot puede ir preso, nosotros también": Los responsables civiles de la dictadura temen por el avance del juicio contra Vicente Massot -director de La Nueva Provincia- por delitos de Lesa Humanidad
Vicente Massot está acusado ante la Justicia de mandar a asesinar a trabajadores del diario La Nueva Provincia, que él dirige. Es apólogo del terrorismo de estado y la tortura, tiene que rendir cuentas ante la justicia. Puede ser condenado por delitos de Lesa Humanidad. Adepa, Kovadloff y todo el establishment salen a bancarlo por miedo a que la justicia termine con la impunidad de los responsables civiles de la dictadura.
La unidad fiscal que investiga delitos de lesa humanidad en Bahía Blanca acusa a Massot de participar en el plan criminal de la última dictadura. La responsabilidad de los Massot ya había sido señalada por el Tribunal Oral que condujo en 2012 el primer juicio a represores de la ciudad de Bahía Blanca. “No estamos hablando de periodismo ni de simpatía por una posición política, sino de la concreción de una etapa del plan criminal, específicamente diseñada, que La Nueva Provincia ejecutó a la perfección, sin fisuras y con un compromiso mayor incluso que muchos de los condenados”, dijeron los fiscales José Nebbia y Miguel Palazzani.
Diario La Nación
Viernes 11 de abril de 2014
Advirtió que la medida judicial compromete la libertad de expresión y que se corre el riesgo de instaurar el "delito de opinión"
La Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (ADEPA) expresó su "preocupación" por el allanamiento realizado el último martes en la sede del diario La Nueva Provincia (hoy La Nueva), de Bahía Blanca, al que consideró que, por sus características, podría generar "el riesgo de que se pretenda instaurar el delito de opinión ".
La entidad que nuclea a los editores de diarios señaló en un comunicado que la situación, tal como se la llevó a cabo, "compromete las garantías constitucionales referidas a la libertad de prensa y genera el riesgo de que se pretenda instaurar el delito de opinión".
Al respecto, puntualizó que "las condiciones en que se cumplió la actuación judicial parecen constituir un nuevo eslabón de una larga cadena de ataques contra medios de prensa independientes, en tanto y en cuanto expresan visiones críticas sobre la realidad nacional".
El procedimiento, que fue ordenado en una causa iniciada contra directivos del matutino que investiga delitos de lesa humanidad cometidos por la dictadura militar, fue encabezado por los fiscales ad hoc José Nebbia y Miguel Ángel Palazzani.
Según La Nueva Provincia, la medida ordenada por el Juzgado Federal N° 1 de esa ciudad, hoy a cargo del juez subrogante Álvaro Coleffi, tuvo una clara "intencionalidad mediática".
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Claro, Albi.
El kirchnerismo no es el Gobierno que más hizo y hace por los Derechos Humanos.
Todo el mérito es de los trotskistas.
La primer ronda de las Madres de Plaza de Mayo (allá por el 77) fue organizada por Altamira y el Chipi Castillo.
Y las vergonzosas leyes de Punto Final y Obediencia Debida que inventó Alfonsín, fueron derogadas por Myriam Bregman.
Demos gracias a Pitrola por todos los genocidas que están hoy tras las rejas ! ! ! ! !
Matilda : mandá a analizar los mates (haceme caso).
SALUDOS REVOLUCIONARIOS
(Gran Papiyo) |
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De: Matilda |
Enviado: 25/04/2014 05:44 |
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De: albi |
Enviado: 26/04/2014 00:41 |
Domingo 20 de Abril de 2014OPINIÓN
Los demonios, la verdad y la justicia
Hace ya treinta años, la presentación del informe de la Comisión Nacional sobre la Desaparición de Personas (Conadep) al primer presidente de la democracia recuperada, Raúl Alfonsín, marcó un hito insoslayable que, en materia de derechos humanos, dividió en dos la historia y la vida política de la Argentina. En 1984, y por primera vez, el Estado convocaba a un grupo de ciudadanos a investigar las acciones aberrantes cometidas por ese mismo Estado durante un período determinado durante el cual habían sido avasallados todos los derechos. Desde ese momento, la consigna “Nunca Más” se convirtió en estandarte de la convicción de la sociedad de que esos hechos –las persecuciones políticas e ideológicas, la desaparición de personas, la tortura, el exterminio de toda disidencia– no deberían volver a repetirse.
Espejo de los tiempos y de la fragilidad institucional de la renaciente democracia, el informe Nunca Más, al tiempo que reveló las atrocidades cometidas por la dictadura para buena parte de una sociedad que –por temor o por indiferencia– había mirado hacia otro lado, también propuso –e instaló en el imaginario social– un discurso que de alguna manera terminaría transformándose en un obstáculo para la recuperación de la verdad de los hechos, la construcción de la memoria colectiva y, como consecuencia, el sometimiento a la Justicia de muchos de los responsables y partícipes del terrorismo de Estado. Ese discurso –basal de la teoría de los dos demonios– quedó sintetizado en dos párrafos del primer prólogo del Nunca Más, redactado por Ernesto Sabato: “Durante la década del ’70, la Argentina fue convulsionada por un terror que provenía tanto desde la extrema derecha como de la extrema izquierda, fenómeno que ha ocurrido en muchos otros países. Así aconteció en Italia, que durante largos años debió sufrir la despiadada acción de las formaciones fascistas, de las Brigadas Rojas y de grupos similares. Pero esa nación no abandonó en ningún momento los principios del derecho para combatirlo, y lo hizo con absoluta eficacia, mediante los tribunales ordinarios, ofreciendo a los acusados todas las garantías de la defensa en juicio; y en ocasión del secuestro de Aldo Moro, cuando un miembro de los servicios de seguridad le propuso al general Della Chiesa torturar a un detenido que parecía saber mucho, le respondió con palabras memorables: ‘Italia puede permitirse perder a Aldo Moro. No, en cambio, implantar la tortura’. No fue de esta manera en nuestro país: a los delitos de los terroristas, las Fuerzas Armadas respondieron con un terrorismo infinitamente peor que el combatido, porque desde el 24 de marzo de 1976 contaron con el poderío y la impunidad del Estado absoluto, secuestrando, torturando y asesinando a miles de seres humanos”.
La dictadura se propuso imponer un sistema económico de tipo neoliberal y arrasar con las conquistas sociales de muchas décadas, que la resistencia popular impedía que fueran conculcadas.
La teoría de los dos demonios –compartida subterráneamente por buena parte de la clase política argentina– salía a la luz. El propio Alfonsín la había prefigurado con dos de sus primeras medidas de gobierno el 15 de diciembre de 1983. Una de ellas, el decreto 157, que ordenaba enjuiciar a los dirigentes de las organizaciones guerrilleras ERP y Montoneros. En el segundo decreto, el 158, se ordenaba procesar a las tres juntas militares que detentaron el poder en el país desde el 24 de marzo de 1976 hasta después de la guerra de Malvinas. En otras palabras, los dos demonios debían ser juzgados, con lo que se equiparaban –judicial y políticamente– las acciones de las organizaciones revolucionarias armadas con el plan sistemático de exterminio aplicado por la dictadura. Al mismo tiempo, se dejaba fuera de la acción judicial a los responsables del terrorismo de Estado previo al golpe del 24 de marzo, en una clara señal de cierre de filas de la corporación política. En la entrevista que, para esta edición de Miradas al Sur, Francisco Balázs realizó a cuatro de los cien trabajadores anónimos que tomaron los testimonios para el informe de la Conadep queda claro no sólo con la premura y la falta de recursos con que trabajaron sino también la firmeza de este grupo de jóvenes que amenazó con renunciar si el gobierno de entonces no hacía públicos –como era su intención inicial– los nombres de los represores que habían registrado.
Más allá de esto, el juicio a las juntas resultó ejemplificador en términos jurídicos e históricos. Ningún otro país latinoamericano de los que había sufrido dictaduras similares y contemporáneas a la Argentina había llegado –ni ha llegado aún– a tanto en el juzgamiento de crímenes de lesa humanidad. Pero, para el gobierno radical, ése era el límite. Juzgar a los máximos responsables y dejar afuera de la acción de la justicia a sus subordinados. En ese sentido, el levantamiento de Semana Santa de 1987 –tres años después de la presentación del informe de la Conadep– fue en algún sentido una puesta en escena. No se trata en absoluto de minimizar su importancia ni su peligrosidad para las instituciones. Pero queda claro que no fue determinante para la decisión del radicalismo para promover y aprobar en el Congreso las leyes de Obediencia debida y de Punto final. En La casa está en orden –un libro del que se reproducen algunos párrafos en esta edición de Miradas al Sur–, el ex ministro de Defensa de Alfonsín, Horacio Jaunarena, dice que el presidente radical había decidido avanzar con las leyes de impunidad antes de que se produjera el levantamiento carapintada. Con ambas leyes, las causas por los delitos cometidos por el terrorismo de Estado pasaron a dormir el sueño de los (in)justos, con la sola excepción de las relacionadas con la apropiación de menores. Los indultos decretados por Carlos Menem al principio de su mandato vinieron a completar la escena de la impunidad. Al “Nunca Más” le faltaba el soporte de la Justicia, lo que hacía tambalear también a la memoria y a la verdad.
La persistente resistencia de los organismos de derechos humanos, coronada por la decisión de Néstor Kirchner de impulsar la derogación de las leyes de impunidad, reabrió las puertas a la memoria, la verdad y la justicia para los crímenes cometidos por la dictadura. Una dictadura que recién en los últimos tiempos se define por su carácter completo y complejo: cívico-militar.
En ese camino, el prólogo a la edición del Nunca Más de 2006 –coincidente con el trigésimo aniversario del golpe del 24 de marzo– develó, por primera vez desde el Estado, la falacia de la teoría de los dos demonios. “Es preciso dejar claramente establecido –porque lo requiere la construcción del futuro sobre bases firmes– que es inaceptable pretender justificar el terrorismo de Estado como una suerte de juego de violencias contrapuestas, como si fuera posible buscar una simetría justificatoria en la acción de particulares frente al apartamiento de los fines propios de la Nación y del Estado que son irrenunciables”, dice allí. Y se añade: “Por otra parte, el terrorismo de Estado fue desencadenado de manera masiva y sistemática por la Junta Militar a partir del 24 de marzo de 1976, cuando no existían desafíos estratégicos de seguridad para el status quo, porque la guerrilla ya había sido derrotada militarmente. La dictadura se propuso imponer un sistema económico de tipo neoliberal y arrasar con las conquistas sociales de muchas décadas, que la resistencia popular impedía que fueran conculcadas. La pedagogía del terror convirtió a los militares golpistas en señores de la vida y la muerte de todos los habitantes del país. En la aplicación de estas políticas, con la finalidad de evitar el resurgimiento de los movimientos políticos y sociales, la dictadura hizo desaparecer a 30.000 personas, conforme a la doctrina de la seguridad nacional, al servicio del privilegio y de intereses extranacionales”.
La falsa ecuación de dos demonios enfrentados –la guerrilla y los militares– queda despejada por la de la complicidad estratégica de los verdaderos dos demonios: los militares genocidas y sus socios civiles, en sus patas empresariales, eclesiásticas y mediáticas. Esta semana, la declaración de la Asociación de Entidades Periodísticas Argentinas (Adepa) manifestando su “preocupación por el allanamiento realizado en la sede del diario La Nueva Provincia, hoy La Nueva, de Bahía Blanca”, en el marco del juicio por delitos de lesa humanidad que se le sigue a su director, Vicente Massot, es una muestra más de que –más allá de los avances realizados en los últimos años por la Justicia– hay muchos demonios civiles que siguen todavía al acecho. Libres. Y conspirando.
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De: albi |
Enviado: 26/04/2014 07:20 |
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De: albi |
Enviado: 26/04/2014 07:26 |
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De: albi |
Enviado: 26/04/2014 09:23 |
EL PAIS › NUEVAS PRUEBAS COMPROMETEN AL DIRECTOR DE LA NUEVA PROVINCIA, VICENTE MASSOT
Un peritaje que desmiente las excusas
Un informe del Ministerio Público Fiscal sobre los libros contables del diario da cuenta de que Massot “se desempeñó en forma permanente” como editorialista al momento de los crímenes de lesa humanidad que se le imputan.
Por Adriana Meyer
Dijo que no estaba, pero los hechos lo desmienten. El informe realizado por la Oficina de Investigación Económica y Análisis Financiero (Ofinec) del Ministerio Público Fiscal, sobre los libros contables secuestrados en el allanamiento del diario La Nueva Provincia de Bahía Blanca, da cuenta de que Vicente Massot “se desempeñó en forma permanente” como editorialista al momento de los crímenes de lesa humanidad que se le imputan. De esta forma, el estudio refuta las declaraciones de Massot en su indagatoria del jueves, quien dijo que no estaba en la empresa durante 1976. El trabajo difundido por el portal del Ministerio Público Fiscal revela que el empresario recibió su salario y firmó la asistencia al diario, por lo cual temporalmente queda ubicado en el conflicto sindical y el asesinato de los obreros gráficos Enrique Heinrich y Miguel Loyola.
El informe preliminar, que los fiscales José Nebbia y Miguel Palazzani presentaron al juez Alvaro Coleffi, estuvo a cargo de la titular de la Ofinec, Judith König, quien examinó junto a dos contadoras la documentación de los años 1974 a 1983 secuestrada del matutino bahiense durante el allanamiento del 8 de abril pasado. La Ofinec detectó la liquidación de haberes de Massot de agosto de 1976 y verificó que su ingreso se produjo el 1º de marzo de aquel año, aunque un Registro de Remuneraciones especifica que ingresó el 3 de febrero de 1968. Así, el informe pericial indicó que el imputado “posee asistencia completa de septiembre a noviembre de 1976 y en octubre de 1977”, y agregó que “en todos los meses del período se le paga un adicional por trabajos extras”.
Estos datos se contradicen con las afirmaciones del empresario periodístico, quien señaló ante el juez, aunque de forma un poco confusa y con algunas contradicciones, que durante 1976 no estuvo en Bahía Blanca y que empezó a trabajar a partir del año 1977. “La documentación indica que cobraba el sueldo personalmente”, valoró al fiscal Palazzani. Las peritos también encontraron que Massot declaró entonces como domicilio legal Sarmiento 59 de Bahía Blanca, que es el que corresponde a la empresa.
La investigación puso también el foco en el análisis de la jerarquía de Massot en LNP y estableció, según el Estatuto del Periodista, que el imputado, con 24 años en 1976, se desempeñaba como editorialista en el sexto cargo del escalafón, detrás del director, subdirector y jefe de redacción. El estudio comparativo de su salario también revela su jerarquía: hacia 1976 sus ingresos eran 85 por ciento mayores a los de un ordenanza del diario, mientras que en 1977 la brecha se amplió al 435 por ciento, hasta llegar a un 1427 por ciento de diferencia en 1981.
Los documentos analizados tienen importancia porque el 1º de septiembre de 1975, en el marco del conflicto sindical con los trabajadores gráficos, LNP publicó un editorial que para los fiscales constituyó la “sentencia de muerte” de los obreros gráficos Heinrich y Loyola. El diario refirió “la labor disociadora de algunos delegados obreros cuyos fueros parecieran hacerles creer temerariamente que constituyen en verdad una nueva raza ‘invulnerable de por vida’”.
En abril de aquel año, Federico Massot, el fallecido hermano del imputado, le había anticipado en una misiva al delegado del Ministerio de Trabajo que la empresa responsabilizaba a Loyola y a Heinrich, entre otros, del conflicto. “No puede pasar desapercibida la gravedad que implica, en cuanto a repercusión pública, la afectación de un medio periodístico que sirve a la comunicación masiva de la población, y claramente enrolado desde siempre en la lucha contra la subversión marxista”, decía Massot en la carta que citaron los fiscales en el pedido de indagatoria. Nebbia y Palazzani indicaron que, de esa manera, el diario “integraba y subsumía el conflicto sindical en el escenario de la lucha contra la subversión, individualizaba expresamente a Heinrich y Loyola como líderes del movimiento disociador” y “proponía las soluciones propias de una guerra”.
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De: albi |
Enviado: 26/04/2014 09:24 |
LESA HUMANIDAD-LA NUEVA PROVINCIA
SEGUN DOCUMENTACION DE LA NUEVA PROVINCIA, MASSOT ESTUVO EN EL DIARIO DURANTE 1976
Buenos Aires, 25 de abril (Télam).-El informe realizado por la Oficina de Investigación Económica y Análisis Financiero (Ofinec) del Ministerio Público Fiscal, sobre los libros contables secuestrados en el allanamiento del diario La Nueva Provincia de Bahía Blanca, da cuenta que Vicente Massot "se desempeñó en forma permanente" como editorialista al momento de los crímenes de lesa humanidad que se le imputan. De esta forma, el estudio refuta las declaraciones de Massot quien dijo que no estaba en la empresa durante 1976, informó hoy el portal Fiscales del Ministerio Público Fiscal. El trabajo revela que el empresario, quien ayer fue indagado por la Justicia bahiense, recibió su salario y firmó la asistencia al diario y lo ubica en el conflicto sindical y el asesinato de los obreros gráficos gráficos Enrique Heinrich y Miguel Loyola. El trabajo preliminar, que los fiscales José Nebbia y Miguel Palazzani presentaron anteayer al juez Álvaro Coleffi, estuvo a cargo de la titular de la Ofinec, Judith König, quien examinó junto a dos contadoras la documentación de los años 1974 a 1983 secuestrada del matutino bahiense durante el allanamiento realizado en su sede el 8 de abril pasado. La Ofinec detectó la liquidación de haberes de Massot de agosto de 1976 y que su ingreso se produjo a la empresa el 1 de marzo de aquel año, aunque un "Registro de Remuneraciones" especifica que ingresó el 3 de febrero de 1968. El informe pericial indica que el imputado "posee asistencia completa de septiembre a noviembre de 1976 y en octubre de 1977", y añade que "en todos los meses del período se le paga un adicional por trabajos extras". Estos datos se contradicen con las afirmaciones del empresario periodístico, quien señaló ante el juez, el 18 de marzo pasado y en la indagatoria de ayer, que durante 1976 no fue nunca a Bahía Blanca y que empezó a trabajar a partir del año 1977. "Pero la documentación indica que cobraba el sueldo personalmente y aparece firmando de septiembre a noviembre", valoró al fiscal Palazzani. Las peritos también encontraron que Massot declaró entonces como domicilio legal Sarmiento 59 de Bahía Blanca, que es el que corresponde a la empresa. La investigación puso también el foco en el estudio de la jerarquía de Massot en La Nueva Provincia y estableció, según el Estatuto del Periodista, que el imputado, con 24 años en 1976, se desempañaba como editorialista en el sexto cargo del escalafón, detrás del director, subdirector y jefe de redacción, secretario general de redacción, secretario de redacción y prosecretario de redacción o jefe de noticias. El estudio comparativo de su salario también revela su jerarquía: hacia 1976 sus ingresos eran 85% mayores a los de un ordenanza del diario, mientras que en 1977 la brecha se amplió al 435% hasta llegar a un 1427% de diferencia salarial en septiembre de 1981. Los documentos analizados tiene importancia debido a que el 1 de septiembre de 1975, en el marco del conflicto sindical con los trabajadores gráficos, La Nueva Provincia publicó un editorial que para los fiscales constituyó la "sentencia de muerte" de los obreros gráficos Heinrich y Loyola. El diario refirió "la labor disociadora de algunos delegados obreros cuyos fueros parecieran hacerles creer temerariamente que constituyen en verdad una nueva raza `invulnerable de por vida`". En abril de aquel año Federico Massot, el fallecido hermano del imputado, le había anticipado en una misiva al delegado del Ministerio de Trabajo que la empresa responsabilizaba a Loyola y a Heinrich, entre otros, del conflicto. "No puede pasar desapercibida la gravedad que implica, en cuanto a repercusión pública, la afectación de un medio periodístico que sirve a la comunicación masiva de la población, y claramente enrolado desde siempre en la lucha contra la subversión marxista", decía Massot en la carta que citaron los fiscales en el pedido de indagatoria. Nebbia y Palazzani indicaron que, de esa manera, el diario "integraba y subsumía el conflicto sindical en el escenario de la lucha contra la subversión; individualizaba expresamente a Heinrich y Loyola como líderes del movimiento disociador", y "proponía las soluciones propias de una guerra". En este marco, resultan importantes las diez actas notariales que dan cuenta de la presencia y actuación de Massot "en el momento más crítico de la huelga de obreros gráficos en 1975", con las que fue confrontada ayer durante la indagatoria. Para la Fiscalía, aquel conflicto sindical fue el inicio de una cadena de hechos -que incluyen las tareas de inteligencia y persecución sobre las víctimas- que culminó con los homicidios instigados desde la cúpula que dirigía el diario en junio de 1976. En la indagatoria de ayer, Massot conoció la reciente declaración del abogado militar Mauricio Gutiérrez, defensor de otros imputados por crímenes de lesa humanidad, quien aseguró en la fiscalía que el ex subcomandante del V Cuerpo, Adel Vilas, le dijo en 1987 que presenció un diálogo entre su jefe directo, Osvaldo René Azpitarte, y la directora del diario y madre del imputado, Diana Julio de Massot, en el que esta última afirmó sobre Loyola y Heinrich: "No nos queda otro remedio Osvaldo, hay que chuparlos por izquierda". (Télam)
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De: albi |
Enviado: 26/04/2014 09:26 |
Un director de un periódico culpa a su madre de su responsabilidad en la represión
Noticia de Casapueblos-AEDD
La estrategia de culpar a mamá
Vicente Massot declaró como acusado por delitos de lesa humanidad. Minimizó las pruebas en su contra y dijo que su madre y su hermano, ya fallecidos, manejaban el diario cuando desaparecieron trabajadores. Los dichos de un militar lo comprometen.
Por Diego Martínez
El empresario Vicente Massot se negó ayer a responder preguntas de los fiscales que lo acusan por delitos de lesa humanidad durante la dictadura y volvió a centrar todas las responsabilidades en su madre Diana Julio y su hermano Federico, ambos fallecidos. El director de La Nueva Provincia intentó minimizar la importancia de las actas labradas en 1975, en las que aparece negociando cara a cara con los delegados Enrique Heinrich y Miguel Angel Loyola, y dijo no recordar cómo se enteró de sus asesinatos en julio de 1976. Las actas sobre el supuesto “sabotaje” al diario, en las que Massot figura dando órdenes desde el despacho de su mamá en los momentos más álgidos del conflicto, son la base del informe de Prefectura sobre “guerrilla sindical”, que concluyó con la decisión de “ralear” de la tierra a los dirigentes gremiales. La novedad que descolocó al empresario fue la declaración del teniente coronel Mauricio Gutiérrez, ex auditor del Ejército y abogado de represores, quien rompió el pacto de silencio al contar que el general Acdel Vilas le dijo, en 1987, que escuchó cuando la directora del diario le pidió al general Osvaldo Azpitarte “chupar por izquierda” a los delegados que días después serían secuestrados. “Son declaraciones infames e infamantes”, se ofuscó Massot, quien sigue en libertad y volvería a ser citado por el juez federal subrogante Alvaro Coleffi para ampliar su declaración indagatoria.
Massot ingresó al juzgado a las 7.30, mientras militantes de organismos de derechos humanos y de izquierda llegaban con sus banderas. “Es un día histórico para la ciudad. Fue uno de los partícipes civiles más importantes de la dictadura”, recordó Alejandra Santucho, de HIJOS Bahía Blanca. “Heinrich y Loyola hicieron un trabajo de hormiga para organizar a los trabajadores que habían sido expulsados del gremio”, recordó su compañero Jorge Manuel Molina.
La indagatoria, que los fiscales José Nebbia y Miguel Palazzani habían pedido en mayo del año pasado, comenzó con la lectura de la acusación y el detalle de las pruebas. El acusado negó una a una las imputaciones y entregó notas de Clarín, La Nación y otros diarios para demostrar que publicaron “varios de los ejemplos de supuesta acción psicológica y complicidad” que se le adjudican a La Nueva Provincia. Luego precisó datos que había dado en su “declaración espontánea” del mes pasado.
El eje de la defensa de Massot, que comenzó el 18 de marzo, pasa por probar que vivía en Buenos Aires, que sólo hacía “visitas ocasionales en calidad de hijo”, que en 1976 hizo la conscripción y que recién en 1977 se hizo cargo de la oficina en Buenos Aires pero sin responsabilidades importantes. Ocho actas ante escribano durante el segundo semestre de 1975, sin embargo, prueban su intervención personal en el conflicto con los gráficos, encabezando negociaciones con Heinrich y Loyola. En julio su madre le firmó un poder para que negociara con obreros en huelga y le delegó facultades para suspender y despedir empleados. En septiembre citó a los delegados al despacho de la directora para tratar de que levantaran medidas de fuerza, fue a la rotativa a convencer a los armadores que cubrieran un “retiro de colaboración” y pasó varias madrugadas discutiendo sobre distribución de tareas y horas extra. Las actas, insumo del informe de Prefectura, muestran sus fracasos para evitar las medidas de fuerza, pero sobre todo su participación en decisiones cruciales de las que dependía la salida del diario.
“Las organizaciones subversivas habían matado” a once gerentes y jefes de personal, por lo cual su madre le pidió que se quedara en Bahía, dijo Massot el mes pasado, cuando sólo sabía de una de las actas. “Mi participación fue absolutamente accidental”, pretendió ayer, porque se limitó a “dos semanas en un conflicto de más de dos años”. Luego él mismo se refutó: entre enero y marzo de 1976, admitió, la madre le pidió colaboración “a toda la familia” para que saliera el diario, “con lo cual todos los días convivíamos tíos, primos, sobrinos, hermanos”.
La noticia que más lo incomodó ayer no fue ver su nombre en las actas ante escribano, sino el relato del diálogo de su mamá con el general Azpitarte en los días previos a los asesinatos, que Gutiérrez contó ante los fiscales. En 1987, antes de las leyes de impunidad, Vilas cumplía prisión preventiva en el Cuerpo V, donde solía conversar con el entonces auditor. Hablando de “la costumbre de ciertos sectores civiles de pedirles favores a los militares”, le contó que en junio de 1976 Azpitarte lo citó a su casa del barrio Palihue para participar de una entrevista pedida por Diana Julio. La directora del diario planteó allí “que tenía problemas con los obreros gráficos Heinrich y Loyola” y “pidió una solución porque le habían parado el diario”. Azpitarte le pidió opinión a Vilas, quien consideró que el tema no era “de incumbencia militar”. Su superior le ordenó retirarse y, mientras se alejaba, escuchó las palabras de la señora: “Osvaldo, no vamos a tener otro remedio que chuparlos por izquierda”, frase que Gutiérrez tradujo como “secuestrarlos”. El abogado apuntó que el diálogo fue “sobre fines de junio de 1976” y que días después se produjeron los secuestros. “Declaraciones infames e infamantes”, refunfuñó ayer Massot y curiosamente trató de desacreditar al militar diciendo que fue “defensor del general Vilas”, a quien su diario siempre consideró un héroe de la guerra sucia.
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De: albi |
Enviado: 26/04/2014 09:27 |
POLÍTICA • Viernes 25 de Abril de 2014 | 16:57
Un informe complica aún más la situación de Massot
El informe realizado por la Oficina de Investigación Económica y Análisis Financiero (Ofinec) del Ministerio Público Fiscal, sobre los libros contables secuestrados en el diario, demuestran que "se desempeñó en forma permanente" como editorialista durante 1976.
El informe realizado por la Oficina de Investigación Económica y Análisis Financiero (Ofinec) del Ministerio Público Fiscal, sobre los libros contables secuestrados en el diario La Nueva Provincia de Bahía Blanca, da cuenta que Vicente Massot "se desempeñó en forma permanente" como editorialista.
Según informó hoy el portal Fiscales del Ministerio Público Fiscal, de esta forma, el estudio refuta las declaraciones de Massot quien dijo que no estaba en la empresa durante 1976.
El trabajo revela que el empresario, quien ayer fue indagado por la Justicia bahiense, recibió su salario y firmó la asistencia al diario y lo ubica en el conflicto sindical y el asesinato de los obreros gráficos gráficos Enrique Heinrich y Miguel Loyola.
El trabajo preliminar, que los fiscales José Nebbia y Miguel Palazzani presentaron anteayer al juez Álvaro Coleffi, estuvo a cargo de la titular de la Ofinec, Judith König, quien examinó junto a dos contadoras la documentación de los años 1974 a 1983 secuestrada del matutino bahiense durante el allanamiento realizado en su sede el 8 de abril pasado.
La Ofinec detectó la liquidación de haberes de Massot de agosto de 1976 y que su ingreso se produjo a la empresa el 1 de marzo de aquel año, aunque un "Registro de Remuneraciones" especifica que ingresó el 3 de febrero de 1968.
El informe pericial indica que el imputado "posee asistencia completa de septiembre a noviembre de 1976 y en octubre de 1977", y añade que "en todos los meses del período se le paga un adicional por trabajos extras".
Massot había dicho que no estaba en la empresa durante 1976. En cambio, el informe pericial indica que el imputado "posee asistencia completa de septiembre a noviembre de 1976 y en octubre de 1977"
Estos datos se contradicen con las afirmaciones del empresario periodístico, quien señaló ante el juez, el 18 de marzo pasado y en la indagatoria de ayer, que durante 1976 no fue nunca a Bahía Blanca y que empezó a trabajar a partir del año 1977.
"Pero la documentación indica que cobraba el sueldo personalmente y aparece firmando de septiembre a noviembre", valoró al fiscal Palazzani.
Las peritos también encontraron que Massot declaró entonces como domicilio legal Sarmiento 59 de Bahía Blanca, que es el que corresponde a la empresa.
La investigación puso también el foco en el estudio de la jerarquía de Massot en La Nueva Provincia y estableció, según el Estatuto del Periodista, que el imputado, con 24 años en 1976, se desempañaba como editorialista en el sexto cargo del escalafón, detrás del director, subdirector y jefe de redacción, secretario general de redacción, secretario de redacción y prosecretario de redacción o jefe de noticias.
El estudio comparativo de su salario también revela su jerarquía: hacia 1976 sus ingresos eran 85% mayores a los de un ordenanza del diario, mientras que en 1977 la brecha se amplió al 435% hasta llegar a un 1427% de diferencia salarial en septiembre de 1981.
Los documentos analizados tiene importancia debido a que el 1 de septiembre de 1975, en el marco del conflicto sindical con los trabajadores gráficos, La Nueva Provincia publicó un editorial que para los fiscales constituyó la "sentencia de muerte" de los obreros gráficos Heinrich y Loyola.
El diario refirió "la labor disociadora de algunos delegados obreros cuyos fueros parecieran hacerles creer temerariamente que constituyen en verdad una nueva raza `invulnerable de por vida`".
En abril de aquel año Federico Massot, el fallecido hermano del imputado, le había anticipado en una misiva al delegado del Ministerio de Trabajo que la empresa responsabilizaba a Loyola y a Heinrich, entre otros, del conflicto.
"No puede pasar desapercibida la gravedad que implica, en cuanto a repercusión pública, la afectación de un medio periodístico que sirve a la comunicación masiva de la población, y claramente enrolado desde siempre en la lucha contra la subversión marxista", decía Massot en la carta que citaron los fiscales en el pedido de indagatoria.
Nebbia y Palazzani indicaron que, de esa manera, el diario "integraba y subsumía el conflicto sindical en el escenario de la lucha contra la subversión; individualizaba expresamente a Heinrich y Loyola como líderes del movimiento disociador", y "proponía las soluciones propias de una guerra".
En este marco, resultan importantes las diez actas notariales que dan cuenta de la presencia y actuación de Massot "en el momento más crítico de la huelga de obreros gráficos en 1975", con las que fue confrontada ayer durante la indagatoria.
Para la Fiscalía, aquel conflicto sindical fue el inicio de una cadena de hechos -que incluyen las tareas de inteligencia y persecución sobre las víctimas- que culminó con los homicidios instigados desde la cúpula que dirigía el diario en junio de 1976.
En la indagatoria de ayer, Massot conoció la reciente declaración del abogado militar Mauricio Gutiérrez, defensor de otros imputados por crímenes de lesa humanidad, quien aseguró en la fiscalía que el ex subcomandante del V Cuerpo, Adel Vilas, le dijo en 1987 que presenció un diálogo entre su jefe directo, Osvaldo René Azpitarte, y la directora del diario y madre del imputado, Diana Julio de Massot, en el que esta última afirmó sobre Loyola y Heinrich: "No nos queda otro remedio Osvaldo, hay que chuparlos por izquierda".
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De: albi |
Enviado: 26/04/2014 09:29 |
La estrategia de culpar a mamá
Vicente Massot declaró como acusado por delitos de lesa humanidad. Minimizó las pruebas en su contra y dijo que su madre y su hermano, ya fallecidos, manejaban el diario cuando desaparecieron trabajadores. Los dichos de un militar lo comprometen.
Por Diego Martínez
El empresario Vicente Ma-ssot se negó ayer a responder preguntas de los fiscales que lo acusan por delitos de lesa humanidad durante la dictadura y volvió a centrar todas las responsabilidades en su madre Diana Julio y su hermano Federico, ambos fallecidos. El director de La Nueva Provincia intentó minimizar la importancia de las actas labradas en 1975, en las que aparece negociando cara a cara con los delegados Enrique Heinrich y Miguel Angel Loyola, y dijo no recordar cómo se enteró de sus asesinatos en julio de 1976. Las actas sobre el supuesto “sabotaje” al diario, en las que Massot figura dando órdenes desde el despacho de su mamá en los momentos más álgidos del conflicto, son la base del informe de Prefectura sobre “guerrilla sindical”, que concluyó con la decisión de “ralear” de la tierra a los dirigentes gremiales. La novedad que descolocó al empresario fue la declaración del teniente coronel Mauricio Gutiérrez, ex auditor del Ejército y abogado de represores, quien rompió el pacto de silencio al contar que el general Acdel Vilas le dijo, en 1987, que escuchó cuando la directora del diario le pidió al general Osvaldo Azpitarte “chupar por izquierda” a los delegados que días después serían secuestrados. “Son declaraciones infames e infamantes”, se ofuscó Massot, quien sigue en libertad y volvería a ser citado por el juez federal subrogante Alvaro Coleffi para ampliar su declaración indagatoria.
Massot ingresó al juzgado a las 7.30, mientras militantes de organismos de derechos humanos y de izquierda llegaban con sus banderas. “Es un día histórico para la ciudad. Fue uno de los partícipes civiles más importantes de la dictadura”, recordó Alejandra Santucho, de HIJOS Bahía Blanca. “Heinrich y Loyola hicieron un trabajo de hormiga para organizar a los trabajadores que habían sido expulsados del gremio”, recordó su compañero Jorge Manuel Molina.
La indagatoria, que los fiscales José Nebbia y Miguel Palazzani habían pedido en mayo del año pasado, comenzó con la lectura de la acusación y el detalle de las pruebas. El acusado negó una a una las imputaciones y entregó notas de Clarín, La Nación y otros diarios para demostrar que publicaron “varios de los ejemplos de supuesta acción psicológica y complicidad” que se le adjudican a La Nueva Provincia. Luego precisó datos que había dado en su “declaración espontánea” del mes pasado.
El eje de la defensa de Massot, que comenzó el 18 de marzo, pasa por probar que vivía en Buenos Aires, que sólo hacía “visitas ocasionales en calidad de hijo”, que en 1976 hizo la conscripción y que recién en 1977 se hizo cargo de la oficina en Buenos Aires pero sin responsabilidades importantes. Ocho actas ante escribano durante el segundo semestre de 1975, sin embargo, prueban su intervención personal en el conflicto con los gráficos, encabezando negociaciones con Heinrich y Loyola. En julio su madre le firmó un poder para que negociara con obreros en huelga y le delegó facultades para suspender y despedir empleados. En septiembre citó a los delegados al despacho de la directora para tratar de que levantaran medidas de fuerza, fue a la rotativa a convencer a los armadores que cubrieran un “retiro de colaboración” y pasó varias madrugadas discutiendo sobre distribución de tareas y horas extra. Las actas, insumo del informe de Prefectura, muestran sus fracasos para evitar las medidas de fuerza, pero sobre todo su participación en decisiones cruciales de las que dependía la salida del diario.
“Las organizaciones subversivas habían matado” a once gerentes y jefes de personal, por lo cual su madre le pidió que se quedara en Bahía, dijo Massot el mes pasado, cuando sólo sabía de una de las actas. “Mi participación fue absolutamente accidental”, pretendió ayer, porque se limitó a “dos semanas en un conflicto de más de dos años”. Luego él mismo se refutó: entre enero y marzo de 1976, admitió, la madre le pidió colaboración “a toda la familia” para que saliera el diario, “con lo cual todos los días convivíamos tíos, primos, sobrinos, hermanos”.
La noticia que más lo incomodó ayer no fue ver su nombre en las actas ante escribano, sino el relato del diálogo de su mamá con el general Azpitarte en los días previos a los asesinatos, que Gutiérrez contó ante los fiscales. En 1987, antes de las leyes de impunidad, Vilas cumplía prisión preventiva en el Cuerpo V, donde solía conversar con el entonces auditor. Hablando de “la costumbre de ciertos sectores civiles de pedirles favores a los militares”, le contó que en junio de 1976 Azpitarte lo citó a su casa del barrio Palihue para participar de una entrevista pedida por Diana Julio. La directora del diario planteó allí “que tenía problemas con los obreros gráficos Heinrich y Loyola” y “pidió una solución porque le habían parado el diario”. Azpitarte le pidió opinión a Vilas, quien consideró que el tema no era “de incumbencia militar”. Su superior le ordenó retirarse y, mientras se alejaba, escuchó las palabras de la señora: “Osvaldo, no vamos a tener otro remedio que chuparlos por izquierda”, frase que Gutiérrez tradujo como “secuestrarlos”. El abogado apuntó que el diálogo fue “sobre fines de junio de 1976” y que días después se produjeron los secuestros. “Declaraciones infames e infamantes”, refunfuñó ayer Massot y curiosamente trató de desacreditar al militar diciendo que fue “defensor del general Vilas”, a quien su diario siempre consideró un héroe de la guerra sucia.
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De: albi |
Enviado: 26/04/2014 09:29 |
A Massot no le alcanza con culpar a su madre
El informe realizado por la Oficina de Investigación Económica y Análisis Financiero (Ofinec) del Ministerio Público Fiscal, sobre los libros contables del diario La Nueva Provincia de Bahía Blanca, demuestra que Vicente Massot "se desempeñaba en forma permanente" en el periódico cuando se cometieron los crímenes de lesa humanidad que se le imputan.
El portal Fiscales del Ministerio Público Fiscal informó que el estudio de la Ofinec refuta las declaraciones de Massot, quien había negado que desempeñara alguna función en el diario de su familia durante el conflicto laboral que culminó con el asesinato de los obreros gráficos Enrique Heinrich y Miguel Loyola, en 1976. El trabajo revela que el empresario, quien ayer fue indagado por la Justicia bahiense, recibía un salario y firmaba la asistencia a la redacción.
El análisis preliminar, que los fiscales José Nebbia y Miguel Palazzani presentaron anteayer al juez Álvaro Coleffi, estuvo a cargo de la titular de la Ofinec, Judith K÷nig, quien examinó junto con dos contadoras la documentación de 1974 a 1983, secuestrada del matutino bahiense durante el allanamiento realizado en su sede el 8 de abril pasado.
La Ofinec determinó que el ingreso de Massot a la empresa se produjo el 1 de marzo de 1976, aunque el "Registro de Remuneraciones" señala que ingresó el 3 de febrero de 1968. El peritaje judicial indica que el imputado "posee asistencia completa de septiembre a noviembre de 1976 y en octubre de 1977", y añade que "en todos los meses del período se le paga un adicional por trabajos extras".
Los datos se contradicen con las afirmaciones del empresario periodístico, quien señaló ante el juez, el 18 de marzo pasado y en la indagatoria de ayer, que durante 1976 no fue nunca a Bahía Blanca y que empezó a trabajar en la empresa a partir de 1977. "La documentación indica que cobraba el sueldo personalmente y aparece firmando de septiembre a noviembre", confirmó el fiscal Palazzani.
Las peritos destacaron asímismo que Massot declaró que su domicilio legal era Sarmiento 59, de Bahía Blanca, la dirección comercial de la empresa, y que el imputado, quien en 1976 tenía 24 años, "se desempañaba como editorialista", el sexto lugar en el escalafón del Estatuto del Periodista, detrás del director, del subdirector, del jefe de redacción, del secretario general, del secretario de redacción y de los prosecretarios, entre ellos el jefe de noticias.
El estudio comparativo de su salario también revela que hacia 1976 sus ingresos eran 85 por ciento superiores a los de un ordenanza del diario, mientras que en 1977 la brecha se amplió al 435 por ciento hasta llegar al 1427 por ciento de diferencia en septiembre de 1981.
Los documentos analizados tienen importancia debido a que el 1 de septiembre de 1975, en el marco del conflicto sindical con los trabajadores gráficos, La Nueva Provincia publicó un editorial que para los fiscales constituyó la "sentencia de muerte" de los obreros Heinrich y Loyola. El diario denunció en aquel entonces "la labor disociadora de algunos delegados obreros, cuyos fueros parecieran hacerles creer temerariamente que constituyen en verdad una nueva raza 'invulnerable de por vida'".
En abril de aquel año Federico Massot, el fallecido hermano del imputado, le había anticipado en una misiva al delegado del Ministerio de Trabajo que la empresa responsabilizaba a Loyola y a Heinrich, entre otros, del conflicto. "No puede pasar desapercibida la gravedad que implica, en cuanto a repercusión pública, la afectación de un medio periodístico que sirve a la comunicación masiva de la población, y claramente enrolado desde siempre en la lucha contra la subversión marxista", decía Massot en la carta que citaron los fiscales en el pedido de indagatoria.
Nebbia y Palazzani indicaron que, de esa manera, el diario "integraba y subsumía el conflicto sindical en el escenario de la lucha contra la subversión; individualizaba expresamente a Heinrich y Loyola como líderes del movimiento disociador", y "proponía las soluciones propias de una guerra". En este marco, resultan importantes las diez actas notariales que dan cuenta de la actuación de Massot "en el momento más crítico de la huelga de obreros gráficos en 1975".
Para la Fiscalía, aquel conflicto sindical fue el inicio de una cadena de hechos -que incluyen las tareas de inteligencia y persecución sobre las víctimas- que culminó con los homicidios, instigados desde la cúpula que dirigía el diario en junio de 1976.
En la indagatoria de ayer, Massot conoció la reciente declaración del abogado militar Mauricio Gutiérrez, defensor de otros imputados por crímenes de lesa humanidad, quien aseguró en la fiscalía que el exsubcomandante del V Cuerpo, Adel Vilas, le dijo en 1987 que presenció un diálogo entre su jefe directo, Osvaldo René Azpitarte, y la directora del diario y madre del imputado, Diana Julio de Massot, en el que esta última afirmó que "no nos queda otro remedio, Osvaldo, hay que chuparlos (a Heinrich y Loyola) por izquierda".
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De: albi |
Enviado: 26/04/2014 09:32 |
FAMILIARES DE DESAPARECIDOS CALIFICARON COMO "HISTORICA" PRESENTACIO
Los familiares y amigos de los obreros gráficos Enrique Heinrich y Miguel Ángel Loyola, quienes trabajaron en el diario La Nueva Provincia y fueron secuestrados y asesinados durante la dictadura, calificaron como "una jornada histórica" la presentación ante la Justicia del director del matutino, Vicente Massot, en una causa por delitos de lesa humanidad.
Angeles Loyola, hija de uno de los trabajadores del diario, afirmó que "es histórico porque es un paso más".
Loyola recordó que al momento de la desaparición de su padre, el 30 de junio de 1976, su mamá "estaba embarazada de un mes y medio, fue difícil, mucho silencio de la gente y de la misma familia por miedo".
"Después, uno empezó a meterse de a poquito, a saber que fue lo que pasó, encontrarme con amigos de mi papá y construyendo de a poco, ya que no lo conocí", agregó.
Por su parte, Jorge Molina, quien fue compañero de los obreros gráficos secuestrados y desaparecidos, expresó que "la primera vez que tuve la oportunidad de hablar con Vicente Massot fue por el tema de la revista Cabildo que se imprimía en Buenos Aires y no sé por qué motivo vino a ver si la podíamos imprimir en la pequeña imprenta que había en La Nueva Provincia".
"La segunda oportunidad vino a un quite de colaboración el 13 de noviembre de 1975 y faltaba un operario, a quien lo amenazaron y se tuvo que ir a trabajar al sur del país", agregó.
Molina afirmó que "en ese momento yo era delegado, bajó Massot y me dijo que había que hacer esa tarea, que prorrateáramos esa jornada y yo le dije que faltaba un hombre y que no estábamos dispuestos a demostrar que se podía sacar el diario con un operario menos en la sección armada".
"Entonces él dijo que `si no lo hacen ustedes lo hará mi familia`, cosa que no se hizo, porque era una tarea muy específica y creo que ese día el diario no salió", comentó.
Massot está acusado de integrar "junto con los mandos militares una asociación ilícita con el objetivo criminal de eliminar un grupo nacional", para lo cual habría contribuido desde el multimedio actuando "de acuerdo a las normativas y directivas castrenses y en cumplimiento de tales".
En ese contexto, el empresario fue imputado como coautor del homicidio de Heinrich y Loyola, "instigándolo, determinándolo, prestando aportes indispensables para su concreción material y encubriendo a sus autores inmediatos".
También se le imputa haber efectuado "aportes esenciales", que "consistieron en el ocultamiento deliberado de la verdad", en los secuestros, torturas y homicidios de 35 personas.
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De: albi |
Enviado: 26/04/2014 09:33 |
El rol de los medios de comunicación en la represión de la dictadura
Noticia de Casapueblos-AEDD
Por Florencia Saintout *
El exterminio consiste en la sustracción a la especie humana de una parte de ella. Para hacerlo posible es necesario una operación cultural gigantesca y previa: quitarle a esa parte su condición de humanidad. Hacer de esa parte, de esos hombres (varones y mujeres) unos no-hombres. Entonces será posible su eliminación. La tortura; la muerte. Finalmente, la aceptación de que hay no humanos entre los humanos y que esos “no-humanos” son un riesgo para el resto del “cuerpo social”.
Un plan de eliminación de un grupo social, con la magnitud del elaborado y puesto en marcha en la dictadura, sólo es posible si se construye la aceptación de que eso sería necesario, fundada en la creencia de que hay algunos a los que se puede/debe exterminar. A partir de esa operación, sus vidas no serán lloradas porque no son consideradas ni siquiera vidas, sólo esto explica la concreción del horror. Para dar forma a ese artificio es necesario construir una serie de categorías sobre el otro que se fijen como verdad: los subversivos, los delincuentes, los bárbaros. Y en esta tarea los medios, como maquinarias especializadas en la producción simbólica que nomina la vida, ocupan un lugar fundamental.
La llamada propaganda negra no es otra cosa que la construcción de unos nombres, de unos relatos, de unas categorías, de unas imágenes que ordenan los acontecimientos a partir de un eje de destrucción del otro. Ese proceso se hace ocultando la verdad y sobre todo mintiendo acerca de ella.
No hay exterminio sin categorías que definan a un otro como exterminable. Los estigmas, reactualizados, pueden subsistir más allá de la detención coyuntural del exterminio. Pueden quedar como saberes ocultados en los sedimentos siempre disponibles de la historia. Por ello la afirmación innegociable del “Nunca Más”, porque la construcción de un sistema social de terror que habilitó la desaparición, el robo de bebés y la tortura no puede darse por terminada de manera definitiva con la llegada de la democracia.
Por eso, aunque nada garantice, la reparación de la Justicia en el marco de la verdad es indispensable para que nunca más ocurra, bajo las mismas o diferentes formas, el gran crimen. Las complicidades mediáticas deben ser juzgadas para afianzar el camino de justicia y la certeza de que nunca más seremos víctimas de una maquinaria de terror como la que vivimos. Massot tendrá que dar respuestas.
De la verdad hacia la justicia
Llegué a vivir a Bahía Blanca en 1983. Hice el colegio secundario a dos cuadras de La Nueva Provincia y ya para ese entonces todo el mundo sabía que la familia Massot era coautora del gran crimen de la dictadura. En esos tiempos donde los adolescentes podíamos salir de noche y encontrarnos con Astiz en algún boliche, nadie imaginaba que a los dueños del diario más poderoso del sur (ese que había entregado a trabajadores, que había publicado información arrancada de las sesiones de tortura en la macabra Escuelita; el que habló de enfrentamientos y celebró en su editorial del 24 de marzo de 1976 “la hora de responder con violencia ordenadora”) se los podía juzgar, o siquiera indagar. Era tal el grado de impunidad que todo lo que se sabía sólo podía ser balbuceado entre ilusiones de democracia y terror en el cuerpo.
La Nueva Provincia era el poder intocado de la ciudad. El poder real.
Con el Juicio a las Juntas militares en 1985 se abrió un camino de reparación de los crímenes. Con las leyes de Obediencia Debida y Punto Final nuevamente volvimos a pensar que del infierno iba a ser imposible salir. En ese infierno, Vicente Massot formó parte del gobierno de Menem, que encarnaba el plan de miseria planificada que había denunciado Rodolfo Walsh en su Carta a las Juntas como el peor crimen.
El primero que relacionó a la familia Ma-ssot con el genocidio fue Hugo Cañón –cuando era fiscal general de Bahía Blanca en 1987–, quien resistió el Punto Final, declaró inconstitucional la Obediencia Debida y encabezó el proceso contra Acdel Vilas, comandante del V Cuerpo de Ejército y principal vínculo del diario con la dictadura.
En 2012, terminado el juicio que condenó al primer grupo de represores que cometió delitos de lesa humanidad en la ciudad de Bahía Blanca, se reunieron denuncias y pruebas sobre el rol que ocupó el diario La Nueva Provincia legitimando el terrorismo de Estado. Así, el tribunal habló de “propaganda negra” –en alusión directa a las operaciones de consolidación de terror sobre la población– y de cómo el diario participó activamente en la construcción del enemigo, cooperando con el Ejército y la Armada en el exterminio de un sector de la sociedad. En la sentencia se ordenó investigar cuál fue el papel que cumplió La Nueva Provincia en el terrorismo de Estado.
Vicente Massot empezó a dar explicaciones por el asesinato de dos delegados gremiales: Enrique Heinrich y Miguel Angel Loyola. Ellos habían encabezado un paro antes de la dictadura. Ya con el golpe, Diana Julio de Massot, la que se atrevía a decirles cagones a los militares porque no eran más salvajes de lo que debían, fue hasta el gremio y los increpó: “A ver si se animan ahora”. Lo que sigue es conocido. Los fueron a buscar a sus casas y de sus asesinatos La Nueva Provincia sólo mencionó dos líneas. No dijo nada de las condiciones ni de las torturas. Nunca más volvió a hablar del tema. Los fiscales José Nebbia y Miguel Angel Palazzani acusan a Vicente Massot como “coautor por reparto de roles en el homicidio de los obreros gráficos, instigándolo, determinándolo, prestando aportes indispensables para su concreción material, encubriendo a sus autores inmediatos”.
También Massot tiene que responder a la acusación de autoría de la propaganda negra al servicio del exterminio. Es decir, a aquello que siempre supimos que había sucedido pero que nunca pensamos que iba a ser juzgado: la responsabilidad con los crímenes de lesa humanidad ocurridos en Bahía Blanca en la última dictadura.
El diario: los medios
Lo que está sucediendo en Bahía Blanca es un gran paso en el entendimiento de que la dictadura cívico-militar tuvo como coautores a ciertos medios de comunicación y a ciertos periodistas. Que ellos ocuparon un lugar fundamental.
Si bien es cierto que las características del diario, y de los Massot en particular, habilitarían a pensar que éste es el peor caso, no deberíamos quedarnos tranquilos pensando que La Nueva Provincia es un caso aislado, y que juzgado el monstruo más grotesco las monstruosidades desaparecerán (como señalan los jóvenes investigadores A. Santomaso y A. Olsetein, la línea editorial de La Nueva Provincia sigue sosteniendo la idea de la guerra sucia; la reivindicación del accionar terrorista del Estado y la demonización de la subversión a la que relacionan con el actual gobierno).
Sobran las pruebas para demostrar que ha sido un sistema de medios de comunicación el que ha actuado en la Argentina consolidando las posibilidades de la masacre. Sólo con leer materiales como el libro Decíamos ayer. La prensa argentina bajo el Proceso, escrito por Eduardo Blaustein y Martín Zubieta, como uno más entre tantos, podemos dar cuenta de una prensa al servicio del exterminio. Ni qué hablar de los casos como el de Papel Prensa, que ya está en el recorrido de la Justicia.
En estos últimos años hemos asistido permanentemente a los comunicados de la SIP o de Adepa enArgentina hablando de la libertad de expresión. Es interesante recordar cómo en 1977, sólo a cuatro días de que Rodolfo Walsh hiciera circular su Carta donde denunciaba “la censura a la prensa”, Federico Massot tenía tribuna para afirmar en Cartagena de Indias en la Asamblea de la SIP “que es lógico que ante la escalada del marxismo internacional en la Argentina las autoridades se vean obligadas a tomar decisiones lesivas respecto de ciertas libertades en salvaguarda de la integridad nacional”.
En esta línea de defensa de un régimen criminal, como fue el de la dictadura y de sus cómplices, Adepa ya en los primeros días del golpe se manifestó satisfecha por “el cambio de estilo producido en las relaciones entre el gobierno y la prensa”. Hace menos de un mes Adepa se pronunció en contra del allanamiento ordenado por la Justicia en La Nueva Provincia, diciendo que se trata de un “ataque a los medios que expresan visiones críticas”. Con el discurso que convenga, lo único que defienden es a los perpetradores.
Con los juicios de lesa humanidad van surgiendo informaciones sobre el papel jugado por los medios. Lo que se está develando es la existencia de un sistema mediático al servicio del genocidio. Se hace necesario continuar con el esfuerzo de sistematización de esta información para reunir las pruebas que permitan llegar al juicio de este periodismo coautor del exterminio. Porque ya no podemos seguir pensando en posiciones de socios más o menos directos o de cómplices, sino de coautorías. La verdad nos abrirá los pasos a la Justicia.
* Florencia Saintout. Decana de la Facultad de Periodismo de La Plata.
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De: Matilda |
Enviado: 25/04/2014 05:44 |
No te sale bien la sorna por la calentura, jiji, Las vergonzosas Leyes de punto final y obediencia, son perfectamente equiparables a la desaparición de Julio Lopez , a poner un genocida de Jefe , a la Ley Bush y al engendro antipiquetero. qué queres disimular?
Así como el gobierno,según tus propias palabras NO TUVO NADA QUE VER CON LA CONDENA DE LOS TRABAJADORES DE LAS HERAS, tampoco tiene que ver con éstas condenas, pero Mirian, sí y mucho aunque te duela .
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Si, como no ! ! ! ! !
Seguí soñando despierta, Matilda.
Otra cosa no te puedo decir, ya que "carezco de autoridad moral" y todo lo que escriba te entrará por un ojo y te saldrá por el otro.
SALUDOS REVOLUCIONARIOS
(Gran Papiyo) |
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hora vamos por los civiles!!!! )Albi)
Éste grito no parace un pedido de justicia sino una persecución política en busca de venganza. |
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