El jefe del Banco Central Europeo, Mario Draghi tuvo una reunión el miércoles con el nuevo ministro de economía de Grecia, Yanis Varoufakis. En ella quedó decidido que Grecia no puede usar más deuda soberana como garantía para préstamos bancarios. La medida de Draghi tiene como objetivo claro defender la moneda europea, a pesar de dificultar la toma de préstamos de uno de los países que usan el Euro. Entretanto, esa estrategia con Grecia puede traer problemas que sobrepasan la economía e invaden asuntos geopolíticos.
La tensión entre Grecia y Europa, con Alemania de protagonista, es central. Todavía, como destaca la periodista Bettina Schulz del periódico alemán Die Zeit, el país helénico no es importante solo por su impacto en la zona euro.
“La primavera árabe y la guerra en Siria transformaron el sur y el este del Mar Mediterráneo en lugares peligrosos. Con esta situación, lo último que la Unión Europea y la NATO quieren es que Grecia, con su exposición al Mediterráneo, se hunda en un caos social y económico”, declaró Schulz.
Varoufakis está en el cargo desde la victoria del partido de izquierda anti-austeridad Syriza. Su discurso, así como el del primer ministro Alexis Tsipras, es bastante asertivo, proponiendo la renegociación de la deuda pública griega, el aumento de los gastos del gobierno y acabar con las privatizaciones. Tsipras tildó a la troika (grupo compuesto por el Banco Central Europeo, Fondo Monetario Internacional y Unión Europea que hizo préstamos para el país) de comité vil y corrompido.
La periodista cree que Europa no irá a dejar que lo peor ocurra, independientemente de tener que dejar de lado algunas convicciones, como la política de recuperación para los países periféricos. “Ellos difícilmente van a arriesgarse a que Grecia salga del Euro y la Unión Europea por el impacto que puede tener en NATO. En teoría, Grecia podría privatizar sus puertos y colocarlos a disposición de Rusia”.
Esa hipótesis es un gran problema, ya que el país de Putin apoya a Bashar Al-Assad en Siria, personaje nefasto para los países de Occidente.
Si Grecia se siente tan relegada, por ejemplo por la troika, que empieza a reaccionar con desesperación, este escenario tiene que ser considerado. Si no se considera ese aspecto en la discusión, la mitad de la ecuación no se está tomando en cuenta. El público alemán no entenderá porque al final tienen que escuchar a la nueva coalición en Atenas.