“Hola, bienvenidos a Cuba. Soy Conan O’Brien y eso es todo lo que sé decir en español”. Ciertamente, poco más alcanzó a pronunciar en este idioma el conductor de Conan, uno de los late night shows más conocidos de la televisión por cable estadounidense. Lo cual no le impidió grabar un episodio en Cuba, que fue emitido la noche del miércoles entre gran expectación.
Desde que Jack Paar, uno de los primeros presentadores del clásico de las noches estadounidenses The Tonight Show, se trasladó a Cuba en 1959 para entrevistar a un entonces joven Fidel Castro, ningún moderador de los abundantes late night que copan las noches de la televisión norteamericana había vuelto a grabar en la isla.
Fiel a su estilo, el comediante llegó con el objetivo de ser él sobre todo el objeto de las risas y burlas de unos cubanos que lo miraban, entre asombrados y horrorizados, pasearse por la capital cubana para indagar sobre los estereotipos sobre la isla.
Y no dejó casi ningún tópico de lado: desde tocar con una banda de salsa cubana hasta apuntarse a unas clases de baile para aprender unos pasos de salsa y “rrrrrumba”, como decía con su fuerte acento. O’Brien también intentó (sin éxito) aprender algo de español y visitó un museo de ron en el que se “emborrachó” ante la avergonzada mirada de la joven empleada que intentaba explicarle los distintos rones en oferta. Durante los cuatro días que estuvo grabando con un pequeño equipo en La Habana, O’Brien tuvo tiempo también para plantarse en una fábrica de puros, donde tampoco dejó a nadie indiferente. Entremedias, muchos mojitos y daiquirís, paseos en coches clásicos estadounidenses y hasta en un Lada soviético, así como una vuelta por el famoso Malecón, el paseo marítimo de la capital cubana.
Lo que no abundó en su programa fueron menciones a la situación política de la isla, algo que le reprochó desde las páginas de opinión del diario Miami Herald el escritor cubano-americano Humberto Fontova.
“Resulta curioso cómo gente que vive del sarcasmo lo desconecta del todo cuando se trata de la Cuba de Castro”, lamentó el autor en una columna titulada “Conan O’Brien ignora el lado oscuro de Cuba”.
Desde el comienzo del programa, grabado a mediados de febrero, O’Brien había dejado claro que su intención no era más que “hablar con los cubanos y tratar de conocerlos” mejor.
“No quería adoptar un tono mordaz. Y no quería ser político. Quería ir como un comediante que se ríe de sí mismo y hace reír a los cubanos”, declaró a la prensa antes de la emisión del capítulo cubano.
“Pese a las diferencias entre nuestros gobiernos, hay tanto que compartimos”, comentó en un momento del programa, en el que también hizo mención de las “dificultades” que afronta el proceso de acercamiento.
Ni el propio O’Brien se atrevió a considerar como una muestra del cambio en las relaciones el hecho de que las autoridades cubanas le permitieran grabar sin limitaciones -según dijo-su programa. Al fin y al cabo, ya otros, como el chef estadounidense devenido en presentador de viajes gastronómicos-culturales, Anthony Bourdain, han grabado con anterioridad incluso al anuncio de Obama programas en Cuba.
No obstante, declaró O’Brien al anunciar el episodio cubano, “puede que no sea una mala forma de diplomacia enviar a un comediante. Quizás no sea una mala primera oleada”.