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General: " Con la ayuda de la OTAN hasta los mas cobardes pueden avanzar "
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Respuesta  Mensaje 1 de 7 en el tema 
De: Ruben1919  (Mensaje original) Enviado: 22/08/2011 14:15
 «con la ayuda de la OTAN hasta los más cobardes pueden avanzar»,
 
Está a punto de culminar el mayor raponazo de eeuu con la cooperación de la otan a un pais rico en recursos naturales como  Libia ... para poner en el poder a un gbierno títere y asegurar el petróleo mas puro del planeta impidiendo que fuera a parar a la China ...
Día negro para la soberanía de los pueblos que no tienen los medios para defender su patrimonio económico y su dignidad .... Día en el que comienza la caida de organizaciones como la onu y la otan por su servilismo al poderoso imperio que empieza a caer ... Ya los pueblos dignos saben quienes son los defensores de las causas justas .-


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Respuesta  Mensaje 2 de 7 en el tema 
De: anelita Enviado: 22/08/2011 14:50

Asi es Ruben, lastima que los intereses de algunos puedan mover tantas voluntades (dinero). Pero como lo dije al principio, y tienes razon, el imperio esta cayendo......y caera

SALUDOTES REVOLUCIONARIOS

ANELITA

 

Respuesta  Mensaje 3 de 7 en el tema 
De: Ruben1919 Enviado: 22/08/2011 16:05
Gracias anelita por acompañarme ...  y es como tu dices ... el imperio caerá !!
 
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  • Internacional
  •  

    "Masacre imperialista"

    Chávez denuncia que los "imperialistas" intervienen en Libia para hacerse con el petróleo

    EFE - Caracas - 22/08/2011

     
     
     

    El presidente de Venezuela, Hugo Chávez, ha denunciado que el imperialismo de Estados Unidos y sus aliados de Europa están perpetrando "una masacre" en Libia con el fin último de hacerse de las riquezas petroleras de esa nación. "Eso es lo que están haciendo en Libia: produciendo una masacre" y excusándose en que lo hacen "para salvar vidas", ha manifestado el mandatario venezolano en un discurso televisado.

     
     
     
     

    La noticia en otros webs

    El presidente venezolano ya había acusado a Estados Unidos y a sus aliados europeos de estar "enloquecidos" por los recursos naturales y de buscar un nuevo sistema de intervención con la excusa de protestas populares.

    Chávez también ha alertado del peligro de una intervención del "imperialismo" en Venezuela. Tras recordar que la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) ha certificado que en Venezuela se encuentra "la primera riqueza petrolera del mundo", el mandatario venezolano ha advertido que sus opositores, dirigidos por los "imperialistas", tienen planes de desencadenar en el país una violencia similar a la de Libia y Siria.

    "Pongámonos en manos de Dios para que impida la violencia en Venezuela (...); tenemos que neutralizar los planes de violencia que están cocinando, planes que vienen del imperio yanqui que quiere desestabilizar al país para intervenirlo", ha dicho Chávez en un acto religioso de católicos y evangélicos por su salud en la capital venezolana, Caracas.

    "Siembran violencia, generan muerte y destrucción para, en nombre de la paz, invocando el interés de ese país, invadirlo y conquistarlo; los gobiernos democráticos europeos, no todos (...), y el gobierno supuestamente democrático de Estados Unidos, están demoliendo Trípoli con sus bombas porque les da la gana ..."


    Respuesta  Mensaje 4 de 7 en el tema 
    De: algoporalgo Enviado: 22/08/2011 19:35


    Respuesta  Mensaje 5 de 7 en el tema 
    De: Nobotuma Enviado: 24/08/2011 00:00
    Claro que sí, quién puede resistir un bombardeo tan terrible como el que la OTAN y los franceses han aplicado en Libia? Creo que Gadafi no tomó las debidas precauciones para defender a su pueblo, porque los tiros y bombazos casi son unilaterales. Quienes sufrirán las consecuencias es el pueblo libio, los civiles. Los "rebeldes" tienen sed de venganza quieren asesinar a Gadafi y a todo aquel que lo apoye...

    Respuesta  Mensaje 6 de 7 en el tema 
    De: Ruben1919 Enviado: 10/04/2013 12:00
     
     
    Murió Margaret Thatcher, una brutal guerrera de la clase dominante

    Socialist Worker

    La respuesta oficial (incluyendo, por supuesto la de los medios de la clase dirigente) a la muerte de Margaret Thatcher consistirá en tratar de embalsamarla en su “calidad de estadista”. Traducido del inglés para Rebelión por Beatriz Morales Bastos

    Quienes recuerdan lo que Thatcher hizo a los mineros (y a muchas otras comunidades de la clase trabajadora) preferirán inmortalizarla como el poeta Shelley inmortalizó a otro político conservador, Lord Castlereagh, después de la masacre de Peterloo en 1819: “Encontré el asesinato en el camino/ tenía una máscara como Castlereagh”.

    Y es que a lo que se dedicaba Tatcher era al asesinato. A veces el asesinato era metafórico (de industrias y comunidades). Con todo, destruyó vidas humanas.

    Otras veces el asesinato era real. Supervisó la guerra sucia que se estaba desarrollando entonces en Irlanda. La crueldad de Tatcher también se hizo manifiesta cuando condenó a los huelguistas de hambre irlandeses a la muerte en vez de concederles el reconocimiento como presos políticos por el que estaban luchando.

    Los 907 miembros del personal militar argentino y británico muertos en las Islas Malvinas en 1982 no habrían muerto si Thatcher no hubiera decidido retomar por la fuerza una absurda anomalía colonial. Su legado fue que continuara la posesión británica de las Malvinas, lo que sigue envenenando las relaciones con Argentina.

    Thatcher se regodeaba con la guerra. Cuando finalmente su gobierno decidió prescindir de ella en noviembre de 1990, suplicó permanecer como primera ministra hasta que terminara la guerra que estaba por llegar contra el Iraq de Saddam Huseín.

    Aunque fue moralmente despreciable, probablemente Thatcher podía afirmar que fue la última dirigente británica de importancia histórica mundial. Asumió el cargo en mayo de 1979 en una coyuntura histórica crítica.

    En aquella década la economía mundial estaba entrando en su segunda gran recesión, prueba de que el largo periodo de bonanza de las décadas de 1950 y 1960 había más que acabado. Por debajo de la crisis económica hubo un brusco descenso de la tasa de beneficio sobre el capital en comparación con los años del último periodo de bonanza.

    Recuperar la rentabilidad exigía forzar la tasa de explotación de los trabajadores. Pero, particularmente en Gran Bretaña, la clase dirigente estaba atrapada entre la espada y la pared. Se enfrentaba a una clase trabajadora bien organizada y combativa que durante el periodo de bonanza había construido en los centros de trabajo una poderosa estructura organizativa de base.

    El movimiento de los trabajadores británicos, dirigido por los mineros y estibadores, había acabado con el predecesor conservador de Thatcher, Ted Heath, entre 1972 y 1974. La gran revuelta por el jornal de 1978-1979, el “invierno del descontento” que destruyó el Contrato Social introducido por los laboristas después de Heath, mostró la persistente fuerza de este movimiento.

    Antes de que Thatcher ganara las elecciones generales de 1979, ya se había calificado a sí misma de “Dama de Hierro” para representar una forma de hacer política de la clase dirigente mucho más dura y combativa de lo que se había vuelto común en los años del periodo de bonanza. Desenterró las ortodoxias del libre mercado que habían sido enterradas con la Gran Depresión de la década de 1930.

    Más que cualquier otro prominente político capitalista Thatcher promovió lo que pronto se conocería como el neoliberalismo. Pronto tuvo un aliado inmensamente poderoso en el nuevo presidente republicano de derecha de Estados Unidos, Ronald Reagan.

    Pero Reagan se enfrentaba a un movimiento de los trabajadores menos poderoso y en la época en la que asumió la presidencia en enero de 1981 se pudo beneficiar del impacto de la brutal recesión impuesta por Paul Volcker, director de la Reserva Federal estadounidense, en octubre de 1979.

    A Thatcher y a sus aduladores les gustaba elogiar su valor. De hecho, particularmente en sus primeros años en Downing Street, fue cautelosa y a menudo hizo todo lo posible para evitar confrontaciones prematuras que pudieran provocar una respuesta demasiado poderosa de la clase trabajadora.

    Gozó de una enorme ventaja que heredó de sus predecesores, el primer ministro laborista Harold Wilson y después de él, Jim Callaghan. El Contrato Social finalmente falló, pero consiguió integrar a una cada vez más burocratizada capa de prominentes representantes sindicales para colaborar en la administración y el Estado.

    Esto significó, por ejemplo, que los jefes de la gigante empresa del automóvil British Leyland podían actuar en contra de uno de los más poderosos de estos representantes. Derek Robinson, el enlace sindical de la fábrica Longbridge en Birmingham, se encontró apartado del taller y se consiguió discriminarle.

    También significó que a menudo el sectarismo falsificó la solidaridad. Esto hizo que para Thatcher fuera más fácil aislar la épica huelga de mineros de 1984-1985.

    Pero también tuvo suerte. Si los armeros argentinos hubieran colocado las espoletas adecuadas en sus bombas, la mayoría de los barcos de guerra británicos habrían acabado en el fondo del Atlántico sur y Thatcher habría tenido que dimitir en medio de la ignominia.

    También fue afortunada con sus enemigos, lo cual fue cierto respecto a sus oponentes laboristas: primero Michael Foot y después Neil Kinnock ocultaron una política cada vez más de derecha detrás de un globo de aire caliente de retórica.

    Por encima de todo esto fue cierto respeto a los dirigentes sindicales que para su eterna vergüenza permitieron que los hombres y mujeres de las comunidades mineras lucharan solos durante un año. Escuadrones militarizados de policía ocuparon pueblos mineros y los compinches de Thatcher organizaron un sindicato esquirol a medida que la desesperación y las privaciones minaban la voluntad de lucha de los mineros.

    Pero hubo momentos en los que se la podría haber derrotado, sobre todo en julio de 1984, cuando una operación organizada de esquiroles provocó una huelga nacional de estibadores y también ese mismo otoño cuando los sustitutos de los mineros (supervisores) amenazaron con abandonar el trabajo. En ambas ocasiones la burocracia sindical acudió a rescatarla.

    En el periodo subsiguiente a su victoria Thatcher trató de radicalizar sus intentos de remodelar Gran Bretaña para el individualismo posesivo del mercado. Para finales de la década de 1980 ella y su ministro de Hacienda Nigel Lawson habían maquinado la primera bonanza creada por la burbuja financiera de la era neoliberal.

    Pero al final Thatcher intentó hacer demasiado. Jactanciosamente en 1989-1990 impuso el impuesto de capitación [poll tax] por el cual todo el mundo, fueran millonarios o indigentes, tenía que pagar la misma cantidad [de impuestos] para financiar el gobierno local.

    Llegó una explosión social caída del cielo, los mayores disturbios que había visto Londres desde la década de 1930 y un movimiento de masas de 14 millones de personas que se negaban a pagar ese impuesto. Finalmente, el instinto de supervivencia obligó a los conservadores a echar a Thatcher de su búnker y a abolir el impuesto.

    Esta es la lección más importante del mandato de Thatcher. Por suerte ha muerto cuando está entrado en vigor un ataque aún mayor al estado de bienestar que cualquiera de los que ella preparó.

    La mejor forma de venganza de clase de Thatcher sería crear un movimiento social aún mayor para acabar con el gobierno de coalición y sepultar todo lo que ella levantó aún más profundamente que el ataúd en el que va a yacer.

    Fuente: http://socialistworker.co.uk/art/32952/Margaret+Thatcher%3A+a+brutal+ruling-class+warrior+is+dead


    Respuesta  Mensaje 7 de 7 en el tema 
    De: Ruben1919 Enviado: 15/03/2015 23:02

    Ucrania sobre la hornilla

    La llegada de tropas estadounidenses para apoyar a Kiev recalienta el conflicto...

    Nestor Nuñez

    11/03/2015

    EXCLUSIVO

    1 comentarios

    Vota 12 votos

    Las incongruencias que tradicionalmente han signado la política exterior norteamericana ya no asombran, sobre todo si se entiende que lo prioritario en estos manejos resulta, para quienes los rigen, el imponer sus cánones e intereses por encima de cualquier otra consideración.

    Y eso viene sucediendo precisamente con los esfuerzos hegemonistas por convertir a la derecha ucraniana, colocada en el gobierno por Washington y el resto de Occidente, en una espina aguda y permanente sobre las divisorias rusas.

    De lo contrario, a qué viene que recién suscritos y en ejecución los acuerdos de Minks en febrero último para lograr un clima de paz en el Este ucraniano, los Estados Unidos desembarque ahora un contingente de 300 militares en la región de Lvov, como  presuntos instructores de sus similares locales en el uso de armas procedentes del oeste.

    Movimiento que se produce justo cuando el Congreso norteamericano impulsa una “iniciativa” consistente en entregar cifras millonarias para dotar al régimen de Piort Poroshenko de modernos arsenales y entrenar a nuevas dotaciones armadas adeptas a las tendencias neofascistas, mientras que la Casa Blanca admite directamente que sopesa el envío urgente de pertrechos “altamente letales” a sus socios de Kiev.

    Por demás, la presencia militar norteamericana en Ucrania es también un paso altamente riesgoso, porque sin dudas pretende abrir la puerta para que otros “fieles aliados” occidentales (los mismos que secundaron con efectivos castrenses las agresiones a Afganistán, Iraq, Libia y ahora a Siria) coloquen también sus fuerzas bélicas en el complicado escenario ucraniano.

     De hecho Gran Bretaña ya anunció oficialmente  sus pretensiones de remitir soldados a Ucrania, y la lista puede incrementarse con las decisiones similares de otros dóciles gobiernos “amigos”.

    La reacción de Moscú no se hizo esperar, y el Ministerio ruso de Exteriores calificó el paso adoptado por Washington como una decisión que coloca en grave peligro el éxito del plan de paz logrado en Minks, y en cuya negociación tomaron parte además Alemania y Francia.

    Justamente, y en un accionar que parece ir colocando a Berlín en otra posición menos tirante con relación a Moscú, las autoridades germanas calificaron de un error  promover una nueva escalada militar en Ucrania, a la vez que confirmaron su reconocimiento a la validez de los protocolos suscritos en la capital de Bielorrusia hace apenas unas semanas, y que ya han permitido concretar un cese del fuego entre los militares de Kiev y las milicias federalistas del Este, así como el intercambio de prisioneros  y el retiro de las armas pesadas del escenario de los combates.

    La administración alemana incluso fue más lejos, al corroborar públicamente que no existe constancia de la presencia militar rusa en territorio de Ucrania, y por tanto no se sostiene el argumento de que el Kremlin ha provocado la actual crisis a partir de una invasión bélica a su vecino occidental.

    Una actitud que los analistas se explican solo a partir de un recién despierto interés germano de no poner más al rojo un conflicto directo con Moscú que traería consecuencias imprevisibles para el entorno regional (una de las razones de su incorporación al diálogo de Minks junto a Francia), amén de los trastornos económicos y comerciales que ya enfrenta la golpeada Europa Occidental a partir de las irracionales sanciones a Rusia y las lógicas contramedidas adoptadas por el presidente Vladímir Putin con respecto a sus ex socios económicos del oeste.

     Pero las alarmas tocan más lejos, como es el caso de la investigadora y profesora de ciencias políticas Huiyun Feng, quien en un artículo publicado en la revista The Diplomat, criticó la falta de perspectiva de Occidente en su trato a Rusia y China.

    Para la experta, continuar la presión sobre Moscú a partir de los sucesos en Ucrania, e insistir en la amenaza que  también se teje contra Beijing desde el Pacífico, aceleraría el proceso de una alianza  ruso-china ya en marcha, que se constituiría como un obstáculo más poderoso aún a las pretensiones de hegemonismo global que los sectores ultra conservadores norteamericanos han convertido en su crucial, trascendente  y a la demencial aspiración.



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