El momento Scioli y la oposición “pato rengo”
Cristina sin favoritos, un aval implícito a Scioli. El macrismo que no logra consolidarse como “la” alternativa. Massa, aliado al cordobesismo y el riesgo de alejarse de la “ancha avenida”. La sospecha de trampa en Santa Fe y la tradición fraudulenta de socialismo. Neuquén y CABA los próximos desafíos del Frente de Izquierda.
La presidenta Cristina Fernández eligió el país modelo de bonapartismo contemporáneo para enviar un mensaje a la interna del Frente para la Victoria. "No, no no no... favoritos tienen los reyes, eso no es de la democracia, es de la monarquía", respondió ante la pregunta de si tenía algún candidato preferido para las próximas elecciones.
Desconocemos como habrá tomado estas declaraciones Vladimir Putin, quien usó el “dedazo” en 2008 para colocar un sucesor obediente y por eso mismo “favorito” (Dimitri Medvedev), para volver cuatro años después a la primera magistratura sin ningún prurito ni temor de que lo acusen de monárquico.
Días pasados, en un “debate” en Radio Cooperativa, un cristinista incorregible nos aseguraba que el encumbramiento de Daniel Scioli como la continuidad de la coalición oficial era un deseo ardiente y una campaña intrigante de Clarín y La Nación.
Quizá, la cadena Russia Today (RT) ante la cual Cristina realizó sus últimas manifestaciones, se haya sumado a la corporación de “medios hegemónicos” y exista un pacto secreto entre Putin y Magnetto para pintar de naranja el futuro nacional.
Es poco probable, pero en la madeja de conspiraciones y fábulas que inventan los cristinistas incurables como una forma de negar la realidad de su pálida “sciolización”, delirios de este tipo terminan convertidos en “hipótesis de trabajo”.
“El kirchnerismo no te mata, pero te deja boludo para siempre”, habría dicho alguna vez un imprudente Moisés Ikonicoff, en una de las escasas chicanas lúcidas del veterano menemista.
Como se sabe, toda ubicación de arbitraje bonapartista es un apoyo implícito al más fuerte. En el caso de la interna del FpV, a quien está ubicado arriba en las intenciones de voto, es decir, a Daniel Scioli.
De esta manera, después de las elecciones en Salta, Mendoza y Santa Fe, donde alianzas del FpV con claras improntas sciolistas y del peronismo tradicional (Urtubey, Bermejo y Perotti) tuvieron resultados mejores a los esperados, Cristina respalda desde Rusia el despliegue del gobernador de la provincia de Buenos Aires en su largo camino hacia la Casa Rosada.
Es verdad lo que afirmaron muchos kirchneristas durante estos años, Scioli no es el candidato “natural” del oficialismo. Fue trabajosamente producido, primero por Néstor y después por Cristina Kirchner, para erigirse hoy en el único heredero del “proyecto” con alguna posibilidad. Antes fue inventado por Menem, como lo recordó el riojano por estos días al brindarle su respaldo.
En este marco, ya empezamos a presenciar el penoso desfile de kirchneristas que confiesan su resignación, afirmando que para votar a Scioli sólo les alcanza con taparse la nariz. Hasta ahora se venían tapando los oídos.
Como afirmó Diego Genoud, el sapo Scioli parece estar metabolizado, lo interesante será ver el espectáculo de lo que podría ser el postre: Martin Insaurralde.
En los pasillos de la Biblioteca Nacional se comenta que la nueva Carta Abierta no tiene quien la escriba.
PRO: de Festilindo al tren fantasma
Ante esta “recuperación” del Gobierno a costa de fortalecer un perfil peronista tradicional, los distintos proyectos de la oposición se debaten entre las debilidades que le impiden estructurarse como alternativas consolidadas en el escenario político.
Cada fuerza intenta presentar los triunfos parciales en las elecciones anticipadas, como la confirmación definitiva de su fortaleza nacional. Sin embargo, en la situación de dispersión actual, cada éxito tiene como contracara una falencia.
El macrismo viene de festejar el triunfo del Miguel Del Sel en Santa Fe, mientras su competidor interno, el radicalismo, vetó a Macri la posibilidad de sumarse a la foto de la victoria en Mendoza.
La interna del PRO evidencia un giro estratégico de Mauricio Macri para la orientación de su partido. El “prontuario” de Horacio Rodríguez Larreta, el elegido por el jefe de Gobierno porteño, muestra la fisonomía de la etapa superior del macrismo.
A principio de los años noventa se incorporó a la función pública bajo el menemismo. Primero pasó por el Ministerio de Economía a cargo de Domingo Cavallo y en 1995 ocupó la Gerencia General de la ANSES. Un tiempo después, durante la gestión de Ramón "Palito" Ortega al frente de la Secretaría de Desarrollo Social, ejerció como Subsecretario de Políticas Sociales. En 1999, cuando Fernando De la Rúa asumió la Presidencia, nombró a Rodríguez Larreta como interventor del PAMI. Poco después, Carlos Ruckauf lo puso al frente del Instituto de Previsión Social de la provincia de Buenos Aires. Finalmente, antes de que la crisis del 2001, volvió a colaborar con Cavallo, esta vez al frente de la ex DGI (AFIP).
Por su parte Gabriela Michetti, que también estuvo algún pasado al servicio de políticos tradicionales (por ejemplo en el gobierno de la provincia de Buenos Aires bajo la administración de Cafiero), cumplió la función de intentar “humanizar” el PRO. Macri la quiso llevar de vicepresidenta, lo que es sinónimo de un adorno, como lo demuestra no sólo “House of Card” sino toda la historia política argentina.
En algún momento, la fuerza que conduce Mauricio Macri se dividió entre el grupo al que denominaban “Nogaró”, donde presuntamente estaban los políticos rosqueros y experimentados, provenientes del peronismo y la derecha (llevaban ese nombre porque se reunían en el HOTEL Nogaró) y el grupo “Festilindo”, los que debutaban en la política partidaria o venían de militancias más de centro.
Con las decisión de aliarse a Carlos Reuteman, sumado a Miguel Del Sel en Santa Fe, el “milico” Aguad en Córdoba, coronado por “Horacio” en la CABA; Macri parece haber superado aquellas viejas desavenencias formando una tendencia “de unidad” con hombres provenientes del “tren fantasma” de la política tradicional y de las cloacas del “mundo del espectáculo”.
Pese a que viene de festejar en Santa Fe, no está descartado que Macri tenga un “domingo negro” el fin de semana si se diera la peor de las combinaciones, la maldición de los Horacios: que Rodríguez Larreta pierda en la interna del PRO en la CABA y que su candidato a gobernador, Horacio “Pechi” Quiroga, salga tercero cómodo en las elecciones neuquinas. Quizá en la ciudad de Buenos Aires pueda evitar este panorama pesadilla, pero en la provincia sureña su perspectiva es gris como las cenizas del Calbuco.
Massa y el cordobesismo
Sergio Massa, por su parte, se encamina a un acuerdo con José Manuel De la Sota y el peronismo federal de los Rodríguez Saa.
Parece que el gobernador de Córdoba no llegó a entenderse con Scioli por una cuestión programática y de principios fundamental: no logró que bajen la lista de Eduardo Acastello impulsada por el kirchnerismo en su provincia y que puede hacer peligrar el triunfo de su delfín, Juan Schiaretti, en las elecciones que se realizarán el próximo 5 de julio.
Con el acuerdo con De la Sota y Rodríguez Saa, el líder del Frente Renovador puede aspirar a conquistar un porcentaje importante del electorado de uno de los tres distritos más grandes del país (Córdoba) y también lograr apoyos en la provincia de San Luis; sin embargo su alianza con lo más rabioso del peronismo opositor, puede poner en riesgo el respaldo que hoy posee de parte de aquellos que aspiran al “cambio con continuidad”. En provincias como Córdoba o Neuquén (o en la mayoría de las provincias del interior) la demagogia del “cordobesismo” o de la “neuquinidad”, pueden calar en sectores de la población por los mitos y realidades de un país centralista (parte del “secreto” del MPN o el peronismo de la provincia mediterránea se apoya en ese demagógico discurso). Más difícil es trasladar esas particularidades a una estrategia nacional.
¿Fraude patriótico?
Para completar el cuadro del desorden burgués, en Santa Fe quien ostentaba el relato de la “república” y el “honestismo”, el Partido Socialista, acaba de protagonizar un escándalo por sospechas de fraudeal “olvidarse” de contar el 10% de los votos cuando dieron por finalizado el escrutinio. Una posible maniobra que fue denunciada desde el primer momento por el Frente de Izquierda.
Al golpe que significó la defección de Hermes Binner, su heredera, Margarita Stolbizer le suma los costos del descubrimiento de que en las tierras del socialismo sojero se practican los mismos métodos que en el resto de los distritos donde gobiernan los partidos tradicionales.
No habría que sorprenderse tanto, el Partido Socialista estará rescatando parte de su deshonrosa tradición ya que tiene el dudoso honor de haber sido uno de los protagonistas (y no menor) en el famoso régimen del “fraude patriótico” durante del llamada década infame, cuando integraba la denominada Concordancia junto al Partido Conservador y el radicalismo oligárquico.
Paradoja, la organización que pretendió ser el primer partido moderno de la historia nacional, lo único que modernizó fueron los métodos de la trampa: ahora se hacen por medios informáticos.
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En este panorama de pactos espurios, giros a la derecha y sospechas de fraude, el Frente de Izquierda encara los desafíos de las elecciones en Neuquén y la Ciudad de Buenos Aires. Las banderas de la coherencia entre su discurso y su práctica política en defensa de los trabajadores destacan al FIT frente al resto de las fuerzas políticas. Los buenos resultados en Salta y Mendoza (en Santa Fe está abierta la posibilidad de superar una traba proscriptiva que es mayor a la que existe en el resto del país), dan impulso a los objetivos de mantener o ampliar la representación parlamentaria en Neuquén y a ubicar al FIT como “la izquierda en ciudad” en estas PASO y a partir de ese posicionamiento dar un nuevo salto en las generales.
El Frente de Izquierda va camino a seguir consolidándose como una alternativa con fuerza creciente frente al decadente “borocotismo” que reina en el escenario nacional.