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General: ANIBAL FERNÁNDEZ PRÓXIMO GOBERNADOR DE LA PROVINCIA DE BUENOS AIRES
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De: Ruben1919 (Mensaje original) |
Enviado: 06/05/2015 23:26 |
nuevo mapa político
Aníbal, precandidato en la Provincia de Buenos Aires
Durante su lanzamiento a la carrera por la gobernación del distrito más grande del país, el jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, sostuvo que "la competencia entre compañeros da volumen a la política", y anticipó que en las PASO se presentarán a lo sumo "dos o tres fórmulas". Advirtió que no esperaba que quienes lo acompañen lo empujen sino "ser yo quien los traccione", y se comprometió, entre otras cosas, a "proteger a los más vulnerables, ofrecer una salud de calidad en el conurbano y simplificar la operatoria burocrática a los sectores agropecuarios". |
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De: Matilda |
Enviado: 18/05/2015 03:58 |
Siento cada vez más que no entendés Albi, me disculpo por haber utilizado una broma de historiadores: Toni y Negri,pensé que la captarías. No odio a don Tony, sólo me acuerdo de haber criticado a morir su tesis, te explico porqué:
La publicación en el año 2000 de "IMPERIO" de Antonio Negri y Michael Hardt, motivó un gran debate en torno a sus polémicas propuestas y balance del problema (Imperialismo)
Sus tesis apuntaron a interpretar las transformaciones en curso de las formas de soberanía a escala mundial, en un esfuerzo de explicación general de la actual etapa de reestructuración del capitalismo.
Dos ideas sostienen su planteo. La constitución de una nueva entidad política global que gobierna el mundo: Dada la globalización del mercado, el imperio actuaría como la estructura jurídica que lo sostiene y el poder que garantiza su eficacia, unificando en sí todos lso signos de soberanía y todos los poderes -militar, monetario, cultural- poder disciplinario , sostenido por el Estado Nación y la expansión imperialista.
A ello hay que sumar que en el imperio no hay eslabones débiles, ni exterior, por eso el imperio se opone a la multitud, la que en tanto subjetividad en sí y no antagónica, emerge desde su interior como poder constituyente. El potencial revolucionario es inmenso ya que se oponen directamente al imperio todos los explotados y empobrecidos del mundo, una multitud.
Convengamos que es difícil pensar a América Latina , su situación periférica y el dominio e intervención constantes de EEUU, partiendo de un planteo que no lo considera centro de la nueva forma global de acumulación capitalista, Hardt y Negri reppiten insistentemente la imposibilidad de la existencia de un líder imperialista y todavía,consideran menos improbable que lo fuera EEUU, cuya expansividad, desde lso orígenes tuvo carácter inmanente y que "ha sido menos imperialista que otros países" El imperio es simplemente capitalista: ES EL ORDEN DEL "CAPITAL COLECTIVO" en un mundo "suavizado e incluyente" (sí leíste bien! incluyente!) propio de la soberanía imperial.Ya no es "operativa ni real" la división entre primer y tercer mundo, es más el segundo se ha suicidado.
Estas tesis han reavivado el debate en los intelectuales y cisntistas sociales latinoamericanos. Sin duda , "las guerra preventivas", la relación entre el capitalismo norteamericano y "la reconstrucción de Irak", las políticas de desestabilización en América Latina, entre otros coletazos (del caimán) de la estrategia norteamericana , han allanado el camino para arrasar las tesis de Negri y Hardt y una de las visiones más críticas es la de Atilio Borón , querida Albi, espero que no lo sospeches de trotsko, lamento no poder extenderme,porque el debate es muy jugoso, incluso publiqué un dossier sobre éste,pero no quiero aburrirte , te aconsejo que busques las opiniones de Borón o la réplica de Giovanni Arrighi , entre otros, y leas un poquitín sobre "la metafísica de estos neo marxistas" pobre Marx,le salen cada hijo y entenados... |
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jaja sos una máquina de picar carne mati , mirá encontré esto porue el libro que tengo no te lo puedo scanear es muy largo a ver si coincide con lo que vos decía
La palabra comunismo está marcada por la infamia. ¿Por qué? Aunque indica la liberación del trabajo como posibilidad de creación colectiva, se ha convertido en sinónimo del aplastamiento del hombre bajo el peso del colectivismo. Por nuestra parte, lo entendemos como la vía de la liberación de las singularidades individuales y colectivas, es decir, lo contrario al encuadramiento del pensamiento y de los deseos.
Evidentemente los regímenes colectivistas que se remiten al socialismo han fracasado. Sin embargo, la cuestión del capitalismo permanece. Las promesas de libertad, de igualdad, de progreso, de «ilustración», han sido traicionadas por una y otra parte. Las organizaciones capitalistas y socialistas han llegado a ser cómplices; han unido sus esfuerzos para desplegar sobre el planeta una inmensa máquina para esclavizar la vida humana en todos sus aspectos: el trabajo y la infancia, el amor, la vida, la razón, así como el sueño y el arte. El hombre, que un día hiciera de su trabajo y su cualificación una dignidad, se encuentra, cualquiera que sea su posición, constantemente amenazado por la degradación social: desocupado, miserable, asistido en potencia.
En vez de trabajar por el enriquecimiento de las relaciones entre la humanidad y su entorno natural, el hombre trabaja sin cesar por la exclusión de la humanidad misma mediante los procesos de mecanización.
El trabajo y su organización capitalista y/o socialista se han convertido en la fuente de todas las irracionalidades en las que se anudan todas las constricciones y todos los sistemas de reproducción y de amplificación de estas mismas constricciones, que llegan así a infiltrarse en la conciencia, a proliferar en todos los itinerarios de la subjetividad colectiva. El primer imperativo de esta gigantesca máquina de sometimiento capitalista es la puesta en funcionamiento de una red implacable de vigilancia colectiva y de autovigilancia, capaz de impedir cualquier fuga de este sistema y de contener cualquier intento de discusión sobre su legitimidad política, jurídica y «moral». Nadie puede sustraerse a la ley capitalista que ha llegado a ser la ley de la ceguera por excelencia, la ley de las finalidades absurdas. Cualquier secuencia de trabajo, sea cual sea su naturaleza, se halla sobredeterminada por este imperativo de reproducción de los modos de valorización y de las jerarquías capitalistas.
¿Por qué la palabra comunismo es difamada y perseguida por aquellos mismos a quienes pretendía liberar de sus cadenas? ¿Quizá porque se ha dejado contaminar por el «progresismo» del capital y por los imperativos de la racionalidad del trabajo? Los dispositivos capitalistas se han apropiado del discurso comunista para expoliarlo de su capacidad de análisis y de su potencia de liberación. También las diversas variedades del socialismo se han gangrenado a causa de las epidemias de «recuperación».
Los unos y los otros han pretendido sustituir la «ética» de la revolución social por una nueva trascendencia de los valores de referencia, dotada de una lógica únicamente instrumental. El sueño de la liberación se ha convertido en una pesadilla. Todas las revoluciones han sido traicionadas y nuestro futuro parece hipotecado por una inercia histórica insuperable.
Hubo un tiempo en que la critica atacaba el concepto de mercado. Hoy las almas traumatizadas se someten pasivamente a su yugo, considerado como la condición menos opresiva de la planificación capitalista y/o socialista.
Es preciso reinventar todo: la finalidad del trabajo tanto como la disposición del socius, los derechos y las libertades. Así pues, recomenzamos llamando comunismo a la lucha colectiva por la liberación del trabajo, esto es, en primer lugar, por el fin del estado de cosas actual. Economistas cabeza hueca dictan leyes sobre todos los continentes. El planeta es inexorablemente devastado. Ante todo debemos reafirmar que no es cierto que haya sólo una vía: la del imperium de las formas capitalistas y socialistas del trabajo. Su persistencia y su vitalidad relativas dependen, en gran parte, de nuestra incapacidad de redefinir un proyecto y de las prácticas de liberación. Llamamos comunismo al conjunto de las prácticas sociales de transformación de las conciencias y de las realidades en el ámbito de lo político y lo social, de lo histórico y lo cotidiano, de lo colectivo y lo individual, de lo consciente y lo inconsciente. El discurso es ya un acto. Realizar otro discurso sobre lo existente puede activar su destrucción.
Nuestro comunismo no será por ello un fantasma que se agite sobre la vieja Europa. Lo queremos como una imaginación que se alza al mismo tiempo desde procesos colectivos e individuales, que recorre el mundo con una inmensa ola de rechazo y de esperanza. El comunismo no es otra cosa que el grito de la vida que rompe el cerco de la organización capitalista y/o socialista del trabajo que empuja hoy el mundo, no ya solamente hacia unsurplus de opresión y explotación, sino hacia el exterminio de la humanidad.
La explotación se ha convertido en amenaza de ejecución capital en virtud de la acumulación nuclear y del peligro de destrucción y guerra que ésta genera.
No somos deterministas. Pero hoy no es necesario serlo para reconocer que la catástrofe está presente y próxima si dejamos el poder a la organización capitalista y/o socialista del trabajo. Desactivar la catástrofe es ejercer una acción colectiva de libertad.
La vida cotidiana se halla recorrida por estremecimientos de miedo. Un miedo que no es ya el que describía Hobbes —guerra permanente del uno contra el otro, segmentalidad feroz de los intereses y las voluntades de poder—, se trata ahora de un miedo trascendental que infiltra la muerte en las conciencias individuales y polariza a roda la humanidad alrededor de un punto de catástrofe. Promovida a título de prohibición fundamental, la esperanza es destronada de este universo. La vida cotidiana no es otra cosa que tristeza, aburrimiento, monotonía, en tanto que no logra organizarse para romper el sentido de esta espantosa ciénaga de absurdos. La palabra colectiva —el discurso pretencioso, fiesta del logos o cómplice concertación— ha sido expropiada por el discurso de los mass-media. Las relaciones entre los hombres están marcadas por la indiferencia, el desconocimiento simulado de la verdad del otro y en consecuencia de la propia, que cada cual acaba por detestar. ¡Lo cual sin embargo no deja de generar sufrimiento! La trama de los sentimientos más elementales se disgrega en la medida en que no consigue ya anudarse a lineas de deseo y de esperanza. Una guerra larvada atraviesa el mundo desde hace treinta años sin que la conciencia colectiva la perciba como acontecimiento clave de la historia, como empresa de destrucción masiva, tenaz, encarnizada.
Desde entonces, las conciencias pulverizantes-pulverizadas no tienen otro recurso que abandonarse a una individualización de la desesperación, a una implosión personal del conjunto de los universos de valor. Todas las formas particulares de impotencia encuentran su anclaje en este miedo y parálisis masivos de la vida. Sólo la barrera del sinsentido aturdido de la existencia retarda, quizá ya por poco tiempo, la transformación brutal de la desesperación en pasión por el suicidio colectivo. La exploración ha asumido el rostro del miedo: un miedo universal, físico y metafísico, de las líneas de singularidad del deseo, así como de las tentaciones de entrelazar para el mundo otras lineas de futuro.
Y sin embargo, el desarrollo de las ciencias y de la potencia productiva del trabajo ha alcanzado el umbral de una alternativa (princept) entre el exterminio y el comunismo, entendido como liberación del trabajo, no como reapropiación de la riqueza producida (este estiércol que no se puede utilizar ni siquiera como abono), sino como valorización de la potencialidad de la producción colectiva.
El comunismo consiste en crear las condiciones para la emergencia de una permanente renovación de la actividad humana y de la producción social con el despliegue de procesos de singularización, de autoorganización, de autovalorización. Sólo un inmenso movimiento de reapropiación del trabajo, en cuanto actividad libre y creadora, en cuanto transformación de las relaciones entre los sujetos, sólo una revelación de las singularidades individuales y/o colectivas, machacadas, bloqueadas, dialectizadas, por los ritmos de la opresión, generará nuevas relaciones de deseo susceptibles de transformar completamente la situación actual.
El trabajo puede ser liberado porque por su propia esencia es un modo de ser del hombre tendencialmente colectivo, racional, solidario. El capitalismo y el socialismo lo someten a una máquina logocéntrica, autoritaria, potencialmente destructiva. La reducción de los niveles de explotación directa y mortal que los trabajadores han logrado imponer a través de sus movimientos progresistas en los países con un elevado desarrollo industrial, ha sido pagada con la acentuación y el cambio en la naturaleza de la dominación, con la disminución de los grados de libertad, que ha hecho precaria la paz en zonas limítrofes, marginales, o con un desarrollo industrial débil, donde la explotación del trabajo, además, se ha entrelazado con el exterminio por hambre. La disminución relativa de la explotación en las zonas metropolitanas se ha pagado con el exterminio en el Tercer y Cuarto Mundo. No es una casualidad que todos estos fenómenos acontezcan en el mismo momento en que llega a ser posible la liberación del trabajo mediante su reapropiación gracias a las ciencias y las técnicas más avanzadas por parte de los nuevos proletarios. En consecuencia, es fundamental que las comunidades, las razas, los grupos sociales, las minorías de cualquier tipo logren conquistar una expresión autónoma. Ninguna causalidad histórica, ningún destino impone que la potencia liberadora del trabajo a medida que aumenta esté condenada a una creciente manipulación y opresión. ¿Cómo logra el Capital utilizar la fuerza colectiva del trabajo en sus variaciones infinitas como variable dependiente, si aquélla se presenta en las particularidades y en las variaciones que la constituyen como una variable independiente no delimitable? Los nuevos movimientos de transformación social deberán necesariamente enfrentarse con esta aporía bajo sus formas constantemente renovadas.
El rechazo del trabajo, como perspectiva de lucha y como práctica espontánea, tiende a la destrucción de las estructuras tradicionales, obstáculo de una verdadera liberación del trabajo. Se trata, ahora y rápidamente, de acumular otro capital, el de una inteligencia colectiva de la libertad, capaz de dirigir las singularidades fuera del orden de serialidad y de unidimensionalidad del capitalismo. Se trata de sostener los procesos de emergencia y de amplificación de los proyectos de liberación; en otros términos, de una reconquista del control sobre el tiempo de la producción, que es lo esencial del tiempo de vida. La producción de nuevas formas de subjetividad colectiva, capaces de gestionar según finalidades no capitalistas la revolución informática y de las comunicaciones, de la robótica y de la producción difusa, no se remite en absoluto al terreno de la utopía. Se inscribe en la actual encrucijada de la historia como una de sus claves fundamentales. Se desprende de la capacidad humana de sustraerse de sus antiguos campos de inercia para superar «el muro» de los saberes y de los poderes ligados a las viejas estratificaciones sociales.
Considerado desde este punto de vista, el comunismo es fundación y reconocimiento de vida comunitaria y de liberación de la singularidad. Comunidad y singularidad no se oponen. La construcción del nuevo mundo no opone el aumento de la singularización al enriquecimiento de las potencialidades colectivas. Estas dos dimensiones son parte integrante de la liberación del trabajo. La explotación del trabajo, en cuanto esencia general, produce la generalidad; pero en cuanto proceso liberador y creativo, el trabajo genera modos de ser singulares, una proliferación de nuevos posibles. El rizoma de los procesos autónomos y singulares que el trabajo puede constituir se enriquecerá infinitamente más sobre el terreno de una nueva colectividad que bajo el yugo de una codificación capitalista sobredeterminada. El comunismo no es colectivismo ciego, reductor, represivo. Es la expresión singular del devenir productivo de las colectividades, que no son reducibles, «remisibles», las unas a las otras. Y este devenir mismo implica una activación continua, una defensa, un reforzamiento, una amplificación, una reafirmación permanente de este carácter de singularidad. En este sentido calificaremos también al comunismo como proceso de singularización. El comunismo no podría reducirse en ningún modo a una adhesión ideológica, a un simple contrato jurídico o a un igualitarismo abstracto. Se inscribe en la confrontación prolongada que atraviesa la historia a lo largo de líneas siempre nuevas, ya que ahí se encuentran puestas en discusión las finalidades colectivas del trabajo.
Sobre este terreno se hallan ya maduras numerosas alianzas de nuevo tipo. Se ha comenzado a buscar a tientas al final de la fase espontaneísta y creativa que se ha desarrollado paralelamente a la gran disgregación-reagregación que hemos conocido en los últimos tres decenios. Para individualizarlas mejor y comprender su importancia, pueden distinguirse:
—los antagonismos molares que se expresan en el plano de las luchas contra la explotación,mediante la crítica de la organización del trabajo, mediante la perspectiva de su liberación, y
—la proliferación molecular de los procesos singulares que transforma irreversiblemente las relaciones de los individuos y la colectividad con el mundo material y con el mundo de los signos.
¡Avanzar sobre el terreno de los antagonismos molares contra las formaciones de poder capitalistas y/o socialistas puede contribuir, de modo decisivo, a la maduración de mutaciones de los dispositivos productivos, y viceversa! Pero la puesta en juego que suponen la estructuración y los modos de subjetivización de la fuerza de trabajo colectiva sigue siendo fundamental: es el terreno en el cual se registran, en última instancia, la destrucción del capitalismo y/o del socialismo y la instauración de una sociedad dirigida a la liberación de las nuevas singularidades que llegan a estar así en condiciones de ser actualmente el contenido y el medio de la revolución. Arranquemos el sueño glorioso del comunismo a las mistificaciones jacobinas y a las pesadillas estalinistas; devolvámosle su potencialidad de articulación y de alianza entre la liberación del trabajo y la generación de nuevos modos de subjetividad.
Singularidad, autonomía y libertad son las tres líneas de alianza que se anudarán sobre el nuevo puño levantado contra el orden capitalista y/o socialista. A partir de ellas podrán ser inventadas, desde el presente, formas adecuadas de organización para la emancipación del trabajo y de la libertad.
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A negri no lo he leido tanto pero sí a guattari y deleuze, coincido con muchas cosas de ellos, ahora no tengo tiempo porque tengo que entregar dos trabajos mañana de una capacitación, pero en cuanto termine con esto, si querés lo charlamos.
beso |
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por ahora solo te señalo que este punto me parece importante:
"Por nuestra parte, lo entendemos como la vía de la liberación de las singularidades individuales y colectivas, es decir, lo contrario al encuadramiento del pensamiento y de los deseos."
igual en líneas muy generales no encuentro coincidencia entre tu análisis y lo que ellos proponen.
salut mañana la seguimos hace dos noches que no duermo. |
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De: Matilda |
Enviado: 18/05/2015 15:18 |
No?? Ay Albi, fijate este enunciado, cualquier parecido con una crítica neoliberal es .....parecido con una crítica neoliberal.
Evidentemente los regímenes colectivistas que se remiten al socialismo han fracasado. Sin embargo, la cuestión del capitalismo permanece. Las promesas de libertad, de igualdad, de progreso, de «ilustración», han sido traicionadas por una y otra parte. Las organizaciones capitalistas y socialistas han llegado a ser cómplices; han unido sus esfuerzos para desplegar sobre el planeta una inmensa máquina para esclavizar la vida humana en todos sus aspectos: el trabajo y la infancia, el amor, la vida, la razón, así como el sueño y el arte.
Y mi crítica no va a coincidir porque este artículo y esos autores no son, (AL MENOS UNO) el libro es IMPERIO y los autores ANTONIO NEGRI Y MICHAEL HARDT, ASÍ QUE LO DE MÁQUINA DE PICAR CARNE , TE LO PODÉS APLICAR A VOS MISMA, ASÍ LO UTILIZÁS CON PROPIEDAD. TE PARECE?
Cada llamemoslé, inquietud, tuya yo la respondo con argumentos, espero reciprocidad, creo que es justo si te interesa debatir. |
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De: Matilda |
Enviado: 18/05/2015 15:20 |
mperio es un libro escrito por los filósofos postmarxistas Antonio Negri yMichael Hardt. Esta obra se realizó a mediados de los años 1990, siendo publicada en el año 2000. Este libro recibió una excelente crítica, siendo considerado al poco tiempo de ser publicado como un trabajo académico.1
El libro basa su argumento en una continua transición del fenómeno moderno del imperialismo, centrado en cada uno de los diferentes Estado-Naciones, hacia un emergente concepto postmoderno fundado por las potencias dominantes, a las cuales los autores se refieren como Imperio.
En Imperio se generan una serie de ideas en torno a las constituciones, la guerra mundial, y la lucha de clases. Por lo tanto, el Imperio está constituido por una monarquía (que los autores definen como los Estados Unidos y el G8, así como a organizaciones internacionales como la OTAN, el Fondo Monetario Internacional o la Organización Mundial del Comercio), una oligarquía (las corporaciones multinacionales y otros estado-naciones) y una democracia (diversas ONG y las Naciones Unidas).
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De: Matilda |
Enviado: 18/05/2015 15:30 |
http://www.enciezadigital.com/public/050408EntrevistaToniNegri.pdf
A los veinte años pasó una temporada en un kibutz de Israel. Su contacto con esta forma de vida colectiva influyó fuertemente en su trayectoria ideológica futura, pues según comentó en una entrevista: allí me hice comunista.4 |
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De: Matilda |
Enviado: 18/05/2015 15:39 |
"Es el libro mas importante del último decenio" afirmó el The New York Times. Desde ya Imperio, está impregnado por la imagen de Toni Negri, acusado y absuelto de ser el ideólogo de las Brigadas Rojas, que todavía sufre prisión con régimen abierto de libertad vigilada.
Ya se están sumando los comentarios, a favor y en contra de Imperio: el filosofo español Gabriel Albiac escribe "¿Qué es Imperio? Un trabajo académico espectacular, sí. Pero ante todo, una invitación: reiniciar el marxismo desde cero .Y refundamentar una política comunista ajena al socialismo (tanto soviético como socialdemócrata). Con todos los riesgos de la hipérbole: Imperio es el intento de escribir El Capital del siglo XXI."
En el otro extremo, James Petras, dice "Después de leer Imperio no sorprende que los críticos de Time y del The New York Times hayan aplaudido el libro, alineados con la tontería global generalizada..."
El libro, dicen los autores "puede leerse de muchas maneras: de la primera página hasta la última, de atrás hacia adelante, por partes, saltando de una sección a otra o a través de las diversas correspondencias."
El neoliberalismo se tragó la historia y las ideologías. Para ellos la historia sólo sirve para justificar el presente. El futuro no existe, es la prolongación del presente. Creemos que la discusión sobre Imperio es una forma de escapar de la telaraña que nos ofrece la coyuntura para comenzar a discutir cuales son los verdaderos caminos, ya que la historia no ha muerto y las ideologías gozan de buena salud. (IADE - Dossier IMPERIO)
Debate entre Naomi Klein y Toni Negri en Italia
2002
¿Bajar a las bases o desobedecer?
Una video-conferencia permitió que Naomi Klein y Toni Negri intercambiaran sus puntos de vista sobre cómo sigue la lucha antiglobal, más allá de los diagnósticos. También que se pronuncie una crítica profunda a los partidos de izquierda, cuya síntesis se traduce en el reclamo final de Klein: ¡Por favor, no nos traicionen otra vez! El debate se llevó a cabo en Padova, Italia, el miércoles 17 de julio, a las 9 pm y duró hasta las 23, hora en la que Negri tuvo que retirarse para cumplir con su arresto domiciliario. El punto de partida fue la situación argentina.
¿"Pelear con acciones directas y no simbólicas" como quiere Naomi Klein u "organizar el éxodo del nuevo poder soberano que gobierna la tierra para intentar construir un nuevo mundo posible", como propone Toni Negri?
Esta es la gran pregunta, el duro desafío que atraviesa hoy el movimiento de los movimientos. ¿Bajar a las bases o desobedecer?
La canadiense de vanguardia cuyo libro No logo es la biblia de los movimientos antiglobales y el profesor universitario que trazó una vista panorámica del poder actual en su ensayo Imperio, sostuvieron un debate a la altura de los tiempos. Negri en vivo, Klein desde la pantalla. Fue una vídeo conferencia en la que participaron 3000 personas convocadas por el festival Radio Sherwood, organizado por el movimientos de los Autónomos de Pádova. El debate comenzó a las 9 de la noche y debió terminar a las 11, cuando Negri tuvo que regresar a la casa de su hermana, donde está ahora cumpliendo régimen de libertad vigilada, inculpado de apoyo al terrorismo urbano en la década del 80.
Aquí reproducimos una síntesis:
Naomi Klein: Después de una año de grandes luchas globales, percibo con claridad que un ciclo se cerró y que es necesario abrir una nueva fase. Estuve recientemente en Argentina, donde estoy montando un vídeo sobre la resistencia en Buenos Aires. Allí están sucediendo hechos de violencia inaudita, y no es el único lugar en el mundo. Continúan las violaciones a los derechos humanos y se asesina sin pudor. Y sin embargo en el mundo nadie hable de la violencia desatada donde han muerto dos piqueteros. Nadie olvida aquí el nombre de la víctima de Génova -"se refiere a Carlo Giuliani asesinado en la manifestación contra la G8 el año pasado-, pero ninguna conoce el nombre de los jóvenes asesinados por la policía pocas semanas atrás, ni mucho menos de los 27 muertos en los últimos tiempos en Argentina.
Toni Negri. Me impacta mucho la gran madurez de Klein para captar el momento. Pero perdón, no termino de entender si es americana o canadiense. (Le dicen que es canadiense, él asiente con la cabeza y sigue su discurso).
En efecto, debemos reconocer que es necesario moverse sobre el terreno de la globalización. Porque el estado nación, aquel tradicional, aquel que fabricaba dinero y armaba al ejércitos, ya está muerto. Y hoy se está materializando el imperio: En los últimos decenios, con el fin de los regímenes coloniales y la caída de la URSS, asistimos a una irresistible e irreversible globalización del intercambio económico y cultural. Junto al mercado global y a los circuitos globales de la producción surgió un nuevo orden global, una nueva lógica y una nueva estructura de poder: una nueva forma de soberanía. Ahora el imperio es el nuevo sujeto político que regula los intercambios mundiales, el poder soberano que gobierna al mundo.
Klein: Creo que ya pasó el tiempo en el que podíamos conformarnos con manifestar fuera de la cumbre de los jefes de estado y de organizar las manifestaciones que no fueron otra cosa que parodias. Sé que aunque entre nosotros existe todavía quien cree que está participando en una revolución en miniatura y piensa que el objetivo es llevar a la calle la mayor cantidad de gente posible. Pero no es así. La debilidad del movimiento está en el hecho de que funciona bien para organizar las iniciativas de protestas, pero no alcanza para llevar adelante las iniciativas comunes que son urgentes. Lo que no conseguimos hacer es mover a nuestra comunidad hacia los objetivos concretos.
Negri: Debemos entender que todo ha cambiado. El viejo estado nación que atropelló a la ciudadanía y que daba repugnancia con su concepto de patria es una gran infamia, ese concepto de nación es una gran vergüenza, dejó el lugar a una situación trágica y pesada, donde se está construyendo una nueva forma de soberanía global, donde los poderosos están peleando para decidir quién gobernará sobre el imperio. Es el momento en el que la guerra comienza a funcionar como forma de legitimación del Imperio. Tomemos como ejemplo el gobierno de Estados Unidos: quiere legitimar el poder a través de la guerra, un poder de policía mundial que necesita un régimen de guerra infinita. Contra esta legitimación bélica del poder es que debemos luchar, inventando nuevas formas de lucha anticapitalista. No son tanto los gobiernos particulares a los que hay que presentar batalla, terminemos de una vez con las fronteras. Debemos desarrollar una idea de una lucha más amplia, poniendo juntas la fuerzas de todos los países que se oponen al nuevo orden global.
Klein: Las grandes manifestaciones de protesta ya no alcanzan. Creo que llegamos al momento de pasar a la acción concreta, de hacer acciones directas y no más solamente simbólicas. Volver a producir efectos prácticos e inmediatos sobre la vida de la población. Como ocupar las tierras, conectar la luz a las casas que no tienen, requisar medicinas y alimentos para todos, liberar a los inmigrantes de los centros de acogidas, como sucedió en el desierto de Australia.
Negri: Los nuevos patrones del mundo pusieron la guerra en nuestra vida. Pero nosotros no queremos la guerra, no nos interesa, la refutamos, y no queremos ni siquiera responder con otra guerra. Por eso seremos desobedientes y organizaremos el éxodo de todo esto, haremos como los primeros cristianos que se negaron al Imperio. Provocaremos la deserción para vaciar este mundo y que no haya ninguna persona más que se pueda sentir fuera.
Klein: Al movimiento le sirven las nuevas raíces, la nueva idea de internacionalismo y un fuerte empujón antifundamentalista. Se necesitaría pensar en crear una suerte de asamblea constituyente para el movimiento y abrir un segundo ciclo de luchas contra los que quieren imponer la guerra global permanente. No se puede pensar, en el nuevo orden global, en seguir aceptando el trazado de un mundo que deja fuera del bienestar mundial a semejante porción de la población. Pero para hacer esto, no hay reglas ni modelos a seguir. Hay que inventar cualquier cosa nueva, salir de los esquemas preconcebidos y de las experiencias nefastas del pasado, como aquéllas de matriz marxista-leninista, prisioneras de las ideologías rígidas y viejas de hace cincuenta años, que siempre pensaron en la gente solo para usarla para sus propios fines e intereses, y que se montaron en las protestas sólo para justificar su propia existencia.
Negri: La izquierda se arruinó sola. Los mismos sindicatos fueron los que desmontaron la fuerza de clase que nosotros habíamos construido con nuestras luchas operarias e intelectuales en el 68. Y ahora encontramos un cuadro mundial en el que todas las reglas que habíamos querido conquistar se han roto, como las de la representación y las de la organización política y sindical, y hasta la de la distribución de la riqueza. Todo entró en crisis. Ahora sería importante empezar a pensar qué sería una nueva izquierda, e imaginar construir juntos el éxodo de esto mundo de guerra, que no quiere decir escapar, sino proyectar una nueva realidad en la que una persona no tenga que avergonzarse de ser comunista. Si quieren formar parte de este cambio hasta los comunistas pueden sumarse a nosotros pero comencemos a trabajar juntos para construir el éxodo hacia un mundo posible. ¡Y por favor, no nos traicionen otra vez!
Klein: Pienso que es mejor combatir las nuevas estructuras que el orden global está imponiendo que quedarse en las ciudades haciendo pequeños encuentros entre nosotros. Pelear con acciones directas y no simbólicas
Fuente: La Fogata
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De: Matilda |
Enviado: 18/05/2015 15:41 |
PODER, "CONTRA-PODER" Y "ANTIPODER" Notas sobre un extravío teórico político en el pensamiento crítico contemporáneo *
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Atilio A. Boron
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Poder, "contra-poder" y "antipoder." Notas sobre un extravío teórico político en el pensamiento crítico contemporáneo *
Por Atilio Borón
CLACSO | Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales
Uno de los rasgos más categóricos de la victoria ideológica del neoliberalismo ha sido su capacidad para influenciar decisivamente la agenda teórica y práctica de las fuerzas sociales, las organizaciones de masas y los intelectuales opuestos a su hegemonía. Si bien este atributo parecería haber comenzado ahora a recorrer el camino de su declinación, reflejando de este modo la creciente intensidad de las resistencias que a lo largo y a lo ancho del planeta se erigen en contra a su predominio, las secuelas de su triunfo en la batalla de las ideas están llamadas a sentirse todavía por bastante tiempo. Es bien sabido que no existe una relación lineal, mucho menos mecánica, entre el mundo de las ideas y los demás aspectos que constituyen la realidad histórico-social de una época. Esto explica, por ejemplo, que las concepciones medievales sobre la unidad del "organismo social" – justificatorias del carácter cerrado del estamentalismo feudal y de la primacía del papado sobre los poderes temporales- sobrevivieran por siglos al advenimiento de la sociedad burguesa y a una de sus instituciones básicas, el contrato. No debiera sorprendernos, por lo tanto, si teorizaciones surgidas durante el apogeo del neoliberalismo y coincidentes con el mayor reflujo histórico experimentado por los ideales socialistas y comunistas desde la Revolución Francesa hasta hoy perduren tal vez por décadas, aún cuando las condiciones que les dieron origen hayan desaparecido por completo.
Un ejemplo de esa pertinaz colonización ideológica lo ofrece en la actualidad la obra de algunos de los más conocidos intelectuales críticos de la izquierda. Si se examina con detenimiento el pensamiento de autores tales como Michael Hardt y Antonio Negri o la más reciente contribución de John Holloway, puede comprobarse sin mayor esfuerzo cuán vigorosa ha sido la penetración de la agenda, las premisas y los argumentos del neoliberalismo aún en los discursos de sofisticados intelectuales seriamente comprometidos con una crítica radical a la mundialización neoliberal. Porque ninguno de los tres autores arriba mencionados "se ha pasado de bando", peregrinando a las filas de la burguesía y el imperialismo en busca de reconocimiento u otro tipo de recompensas. Ninguno de los tres abjuró de la necesidad de avanzar hacia la construcción de una sociedad comunista, o por lo menos decididamente "post-capitalista." Todo lo contrario: el sentido de su obra es justamente el de fundamentar, en las nuevas condiciones del capitalismo de inicios del siglo veintiuno, las formas de lucha y las estrategias que podrían ser más conducentes al logro de tales fines. En ese sentido es preciso establecer, antes de plantear nuestra divergencia con sus teorizaciones, una clara línea de demarcación entre Hardt, Negri y Holloway y autores tales como Manuel Castells, Regis Debray, Ernesto Laclau, Maria Antonieta Macchiochi, Chantal Mouffe, Ludolfo Paramio y toda una pléyade de ex-marxistas europeos y latinoamericanos que al iniciar una necesaria renovación teórica del marxismo para rescatarlo de la ciénaga del estalinismo culminaron su arrepentimiento con una capitulación teórica tan grosera como imperdonable. En este descenso, y so pretexto de la supuesta superioridad civilizacional del capitalismo, muchos abandonaron el marxismo dogmático que habían cultivado con especial celo durante largo tiempo para convertirse en furiosos profetas que ahora pretenden persuadirnos de la imposible superioridad etica de un modo de producción basado en la explotación del hombre por el hombre y la destrucción de la naturaleza. Pocos casos, no obstante, igualan la denigrante trayectoria de María Antonieta Macchiochi, quien transitó desde el más irresponsable ultraizquierdismo hasta el neofascismo, culminando con ignonimia su trayectoria política e intelectual en el Parlamento italiano representando nada menos que a Forza Italia y su capo, Silvio Berlusconi.
Queremos dejar claramente sentado que Hardt, Negri y Holloway de ninguna manera entran en esta lamentable categoría de los que bajaron los brazos, se resignaron y se pasaron a las filas del enemigo de clase. Son, en buenas cuentas, camaradas que proponen un análisis equivocado de la situación actual. Su integridad moral, totalmente fuera de cuestión, no les ahorra sin embargo caer en la trampa ideológica de la burguesía al hacer suyas, de manera inconsciente, algunas tesis consistentes con su hegemonía y con sus prácticas cotidianas de dominio y que de ninguna manera pueden ser aceptadas desde posiciones de izquierda. Expliquémonos. Para la burguesía y sus aliados, para el imperialismo en su conjunto, es imprescindible potenciar el carácter fetichista de la sociedad capitalista y ocultar lo más que se pueda su naturaleza explotadora, injusta e inhumana. Parafraseando a Bertolt Brecht podemos decir que el capitalismo es un caballero que no desea se lo llame por su nombre. La mistificación que produce una sociedad productora de mercancías y que todo lo mercantiliza requiere, de todos modos, un reforzamiento generado desde el ámbito de aquello que Gramsci denominara "las superestructuras complejas" del capitalismo, y fundamentalmente de la esfera ideológica. Así, no basta con que la sociedad capitalista sea "opaca" y la esclavitud del trabajo asalariado aparezca en realidad como un universo de trabajadores "libres" que concurren a vender su fuerza de trabajo en el mercado. Es preciso además silenciar el tratamiento de ciertos temas, deformar la visión de otros, impedir que se visualicen unos terceros y que alguno de ellos se instale en la agenda del debate público. De ahí la importancia que asume para la derecha cualquier teorización (sobre todo si es producida por críticos del sistema) que empañe la visión sobre el imperialismo, el poder y el estado, o que desaliente o impida una discusión realista sobre estos temas. Esa es, precisamente, la misión ideológica del saber económico convencional, donde la politicidad y eticidad de toda la vida económica se diluyen en los meandros del formalismo, la modelística y la pseudo-rigurosidad de la matematización.
Si lo anterior no fuera posible, la "segunda mejor" alternativa es hacer que las teorizaciones predominantes sobre estos asuntos sean lo más inocuas posibles. La extraordinaria acogida que tuvo la obra de Hardt y Negri en la prensa capitalista y la "opinión seria" de los países desarrollados es de una contundencia aleccionadora al respecto.1 Por su parte, el libro de Manuel Castells, La Edad de la Información, que produce una visión conformista y complaciente del "capitalismo informacional", cosechó extraordinarios elogios en esos mismos ambientes, sobresaliendo en dicha empresa Anthony Giddens, el principal teórico de la malograda "tercera vía," y el ex-presidente del Brasil, Fernando H. Cardoso, cuya gestión en el área económica se caracterizó por la su estricta adhesión a las políticas neoliberales. (Castells, 1996; 1997; 1998) 2
En síntesis: la tesis fundamental que quisiéramos probar en las páginas que siguen sostiene que la concepción general y las orientaciones heurísticas que se desprenden de los planteamientos que encontramos en la obra de Hardt y Negri y Holloway lejos de instalarse en el terreno político del pensamiento contestatario son plenamente compatibles con el discurso neoliberal dominante. Reflejan la derrota ideológica sufrida por aquél, y la lamentable vigencia del diagnóstico al que arribara, a finales del siglo diecinueve, José Martí cuando decía que "de pensamiento es la guerra mayor que se nos hace" y convocara a los patriotas latinoamericanos a ganar la batalla de las ideas. Tarea que, por cierto, constituye una de las más importantes asignaturas pendientes de la izquierda.
Hardt y Negri
En un libro publicado poco después de la aparición en lengua española de Imperio, la aclamada obra de Michael Hardt y Antonio Negri, sometimos a crítica las tesis centrales de dichos autores, razón por la cual no reiteraremos, siquiera mínimamente, lo dicho en esa oportunidad.3 En este trabajo nos limitaremos en cambio a exponer, sucintamente, nuestra disidencia en relación a la noción de "contra-poder" que proponen esos autores.
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El concepto de "contra-poder" surge como consecuencia de la crisis terminal que enfrenta, según Hardt y Negri, el estado nación y, a raíz de esto, las clásicas instituciones de la democracia representativa que le acompañaron desde el advenimiento de la Revolución Francesa. El "contra-poder" alude así a tres componentes específicos: resistencia, insurrección y poder constituyente. Hardt y Negri analizan en su obra sus cambios experimentados a consecuencia del tránsito desde la modernidad a la posmodernidad, y concluyen que en las más variadas experiencias insurgentes habidas en la época moderna – ese vasto e indefinido arco histórico que comienza con el amanecer del capitalismo y culmina con el advenimiento de la sociedad "posmoderna"– la noción de "contra-poder" se reducía a uno solo de sus componentes: la insurrección. Pero, afirman nuestros autores, la "insurrección nacional era en realidad ilusoria" habida cuenta de la presencia de un denso sistema internacional de estados nacionales que hacía que, en esa época histórica, toda insurrección, incluyendo la comunista, estuviese condenada a desembocar en una guerra internacional crónica, la que acabaría por tender "una trampa a la insurrección victoriosa y la transforma en régimen militar permanente".
Pero si el papel sumamente relevante del sistema internacional es indiscutible – como lo atestigua la obsesiva preocupación que manifestaran por este asunto los grandes revolucionarios del siglo XX– no es menos cierto que, tal como ocurre reiteradamente en Imperio, H&N incurren en graves errores de apreciación histórica cuando hablan del carácter "ilusorio" de las tentativas revolucionarias que jalonaron el siglo XX. En efecto: ¿qué significa exactamente la palabra "ilusorio"? El hecho de que una insurrección popular precipite una impresionante contraofensiva internacional llamada a asegurar el sometimiento y control de los rebeldes, con un abanico de políticas que van desde el aislamiento diplomático hasta el genocidio de los insurrectos, demuestra precisamente que en tal situación no hay nada de "ilusorio" y sí mucho de real, y que las fuerzas imperialistas reaccionan con su reconocida ferocidad ante lo que consideran como una inadmisible amenaza a sus intereses. Si atendemos a las enseñanzas de la historia latinoamericana, por ejemplo, comprobaríamos que ni siquiera hizo falta una insurrección popular para que la parafernalia represiva del imperialismo se pusiera en juego. Recordemos lo acontecido con João Goulart en Brasil de 1962, Juan Bosch en República Dominicana en 1965, Salvador Allende y la Unidad Popular en Chile de comienzos de los años setentas, para no citar sino los casos más conocidos, que demuestran como un simple resultado electoral que proyecte al gobierno nacional a un partido o coalición progresista es suficiente para que comience un juego de presiones desestabilizadoras tendientes a corregir los "errores" del electorado. Algo semejante ya está ocurriendo en Brasil con el nuevo gobierno del PT. En todo caso, cualquiera sea la experiencia insurreccional que se analice a lo largo de los siglos XIX y XX, resulta evidente que la guerra internacional es mucho menos atribuible a la intransigencia o al apetito expansionista de los revolucionarios que a la furia represora que desata la insubordinación de las masas y sus anhelos emancipatorios.
Por otra parte, afirmar como hacen nuestros autores que las revoluciones triunfantes asediadas por los ejércitos y las instituciones imperialistas (entre las que sobresalen el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, la Organización Mundial del Comercio y otras afines) y que deben enfrentarse para sobrevivir a un repertorio de agresiones de todo tipo -que incluye sabotajes, atentados, bloqueos comerciales, boicots, guerras "de baja intensidad", invasiones militares, bombardeos "humanitarios", genocidios, etc.– se convierten en "regímenes militares permanentes" implica un monumental error de interpretación del significado histórico de dichas experiencias. Equívoco que, dicho sea al pasar, es típico de la ciencia política norteamericana que procede de igual manera cuando, por ejemplo, coloca en una misma categoría –los famosos "sistemas de partido único"– a regímenes políticos tan diversos como la Italia de Mussolini, la Alemania Nazi, la Rusia de Stalin y la China de Mao. Nuestros autores subestiman los factores históricos que a lo largo del último siglo obligaron a las jóvenes revoluciones a armarse hasta los dientes para defenderse de las brutales agresiones del imperialismo, a años luz de las sutilezas del imperio imaginado por H&N, esa misteriosa red sin centro ni periferia, adentro ni afuera, y que supuestamente nadie controla para su beneficio. Si la revolución cubana sobrevive en estos días de un supuesto "imperio sin imperialismo", ello se explica tanto por la inmensa legitimidad popular del gobierno revolucionario como por la probada eficacia de sus fuerzas armadas, que después de Playa Girón disuadieron a Washington de intentar nuevamente una aventura militar en la isla.
Por otra parte, la interpretación de H&N revela asimismo el grave yerro en que incurren a la hora de caracterizar a las emergentes formaciones estatales de las revoluciones. Una cosa es lamentarse por la degeneración burocrática de la revolución rusa y otra bien distinta afirmar que lo que allí se constituyó fue un "régimen militar". El hecho de que Cuba haya tenido que invertir cuantiosos recursos, materiales y humanos, para defenderse de la agresión imperialista no la convierte en un "régimen militar". Sólo una visión de una imperdonable ingenuidad e irreparablemente insensible ante el significado histórico de los procesos sociales y políticos puede caracterizar de ese modo a las formaciones sociales resultantes de las grandes revoluciones del siglo veinte. Por último, y haciéndonos cargo de todas sus limitaciones y deformaciones, ¿puede efectivamente decirse que las revoluciones en Rusia, China, Vietnam y Cuba fueron apenas una ilusión? Una cosa es la crítica a los errores de esos procesos y otra bien distinta decir que se trató de meros espejismos o de torpes ilusiones. ¿Habrá sido un simulacro baudrillardiano la paliza sufrida por el colonialismo francés en Dien Bien Phu? Y la bochornosa derrota de los Estados Unidos a manos del Vietcong, ¿habrá sido tan sólo una visión alucinada de sesentistas trasnochados, o se produjo de verdad? Esa huída desesperada desde los techos de la embajada norteamericana en Saigón, donde espías, agentes secretos, asesores militares y torturadores policiales destacados en Vietnam del Sur se mataban entre sí para subir al último helicóptero que los conduciría sin escalas del infierno vietnamita al "American dream", ¿habrá sido verdadera o fue una mera ilusión? Los cuarenta y tres años de hostigamiento norteamericano a Cuba, ¿son producto del fastidio que provoca en Washington el carácter ilusorio de la revolución cubana? Y, para acercarnos a nuestra realidad actual: el abierto involucramiento del gobierno norteamericano –con la ayuda de su correveidile español, José M. Aznar– en el frustrado golpe de estado de Venezuela, en abril del 2002, ¿habrá sido propiciado por el carácter ilusorio de las políticas del Presidente Hugo Chávez?
Curiosamente, nuestros autores nos advierten que se trata de preguntas que, en realidad, ya son anacrónicas porque según ellos en la posmodernidad las condiciones que tornaban posible la insurrección moderna, con todo su ilusionismo, han desaparecido, "de tal forma que inclusive hasta parece imposible pensar en términos de insurrección" (H&N, 2002: 164). Afortunadamente, los insurrectos que pusieron fin a la tiranía de Suharto en Indonesia en 1999 no tuvieron ocasión de leer los borradores de Imperio porque de lo contrario seguramente habrían desistido de su empeño. Los argentinos que ganando las calles a fines del 2001 pusieron punto final a un gobierno reaccionario e incapaz tampoco parecerían haber tomado nota de las elucubraciones de Hardt y Negri, y lo mismo parece haber ocurrido hace unas pocas semanas con los trabajadores bolivianos que pusieron en jaque al gobierno de Sánchez de Lozada. Pero el pesimismo que se desprende de esta afirmación se atenúa ante la constatación del crepúsculo de la soberanía nacional y la laxitud del imperio en su fantasmagórica fase actual, todo lo cual alteró las condiciones que sometían la insurrección a las restricciones impuestas por las guerras nacionales e internacionales.
Posterguemos por un momento la crítica a este segundo supuesto, el que anuncia la "emancipación" de los procesos insurreccionales de las guerras nacionales e internacionales, y veamos lo que significa la insurrección en el capitalismo posmoderno. Si en la sociedad moderna aquélla era "una guerra de los dominados contra los dominadores", en la supuesta posmodernidad la sociedad "tiende a ser la sociedad global ilimitada, la sociedad imperial como totalidad," en donde explotadores y explotados se desvanecen en la nebulosa de una sociedad sin estructuras, asimetrías y exclusiones. (H&N, 2002: 165) Bajo estos supuestos, falsos en la medida en que llevan hasta el límite ciertas tendencias reales pero parciales de la globalización (como por ejemplo, el debilitamiento aunque no la desaparición de los espacios "nacionales"), H&N concluyen, sin ninguna clase de apoyatura empírica o argumentativa, que la resistencia, la insurrección y el poder constituyente se funden ahora en la noción de "contra-poder" que, presumiblemente, sería la prefiguración y el núcleo de una formación social alternativa. Todo esto es sumamente discutible a la luz de la experiencia histórica concreta, pero aún así el argumento es comprensible. Forzando un poco el mismo podría llegar a decirse que no es novedoso ni tan distinto, en su abstracción conceptual, al que desarrollaran los bolcheviques en el período comprendido entre abril y octubre de 1917. La resistencia y la insurrección, dos de los tres elementos claves de nuestros autores, se expresaban en el famoso apotegma leninista referido a la situación que se producía cuando "los de abajo" no aceptaban seguir viviendo como antes y "los de arriba" no podían hacerlo tal como acostumbraban; o en los análisis de Gramsci sobre la crisis orgánica y la situación revolucionaria. El tercer, elemento, el poder constituyente, estaba formado por los soviets y los consejos, en la visión de Lenin y Gramsci.
Pero si existiría la posibilidad de retraducir, insistimos, en el plano de la conceptualización más abstracta, los tres componentes del "contra-poder" al lenguaje de la tradición revolucionaria comunista, no ocurre lo mismo cuando llega la hora de identificar los agentes sociales concretos llamados a encarnar el proyecto emancipador y las formas políticas específicas mediante las cuales éste será llevado a cabo. Si en la tradición de comienzos del siglo veinte el proletariado en conjunto con las clases aliadas (campesinos, pequeña burguesía, intelectuales radicalizados, etc.) era el soporte estructural del proceso revolucionario y los soviets y los consejos, más que el partido, el vehículo de su jornada emancipadora, el "contra-poder" de H&N no reposa en ningún sujeto, en ninguna nueva construcción social o política o en ningún otro producto de la acción colectiva de las masas sino en la carne, "la sustancia viva común en la cual coinciden lo corporal y lo espiritual" (H&N, 2002: 165). Es esta sustancia vital la que constituye, en una argumentación de tono inocultablemente metafísico, el fundamento último del "contra-poder", su materia prima. Según esta interpretación los tres elementos que constituyen el "contra-poder" "brotan en forma conjunta de cada singularidad y de cada uno de los movimientos de los cuerpos que componen la multitud." Se consuma, de este modo, una completa volatilización de los sujetos del cambio, quedando la sociedad reducida a un inconmensurable agregado de cuerpos hipotéticamente unificados en el momento fundante y a la vez disolvente de la multitud. Esta visión reproduce en el plano del intelecto y de modo profundamente distorsionado ciertas transformaciones ocurridas en la anatomía de la sociedad burguesa y, más específicamente, de su estructura de clases: la atomización de los grandes colectivos, la fragmentación de las clases sociales, sobre todo de las clases y capas subalternas, la desintegración y desmembración social producida por el auge del mercado y la mercantilización de la vida social. Pero la lectura que Hardt y Negri hacen de las mismas los arrastra insensiblemente a proponer una visión entre metafísica y poética que poco, muy poco, tiene que ver con la realidad. En sus propias palabras:
"Los actos de resistencia, los actos de revuelta colectiva y la invención común de una nueva constitución social y política atraviesan en forma conjunta innumerables microcircuitos políticos. De esta forma se inscribe en la carne de la multitud un nuevo poder, un "contra-poder", algo viviente que se levanta contra el Imperio. Es aquí donde nacen los nuevos bárbaros, los monstruos y los gigantes magníficos que emergen sin cesar en los intersticios del poder imperial y contra ese poder" (H&N, 2002: 165).
Es evidente que el planteamiento de nuestros autores adquiere, a estas alturas, un tono inequívocamente vitalista que los aproxima mucho más a los embriagantes vahos metafísicos de Henry Bergson que a las enseñanzas de Spinoza, al paso que los sitúa en un terreno sin retorno en relación al materialismo histórico. No habría que esforzarse demasiado para descubrir los inquietantes paralelos existentes entre la doctrina del "ímpetus vital" del filósofo francés y la exaltación de la carne hecha por H&N. En todo caso, y para resumir, digamos que una impostación de esta naturaleza del problema del "contra-poder" disuelve por completo el carácter histórico-estructural de los procesos sociales y políticos en la singularidad de los cuerpos que conforman la multitud. De este modo se arriba a una conclusión desoladoramente conservadora toda vez que, en su vertiginoso ascenso hacia el topos uranos platónico –ese lugar tan excelso donde según Platón reposan las ideas en su pureza conceptual– Hardt y Negri desdibujan por completo la especificidad del capitalismo como modo de producción y las relaciones de explotación y de opresión política que le son propias. Desaparecidas las clases sociales –en efecto, ¿quiénes explotan y quiénes son los explotados?- y diluidos también por completo los fundamentos estructurales del conflicto social, lo que nos queda es una rudimentaria poética de la rebelión ante un orden abstractamente injusto que nada tiene que ver con los procesos reales que sacuden al capitalismo contemporáneo. En la formulación de Hardt y Negri el fenómeno del "contra-poder" se diluye por completo en la formalidad de una gramática que, por razones inescrutables, opone la multitud al imperio, sin que se sepa, a ciencia cierta, que es lo uno y que es lo otro y, sobre todo, qué es lo que hay que hacer, y con qué instrumentos, para poner fin a esta situación.
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Bueno, quiero una respùesta a esto:
"lo que nos queda es una rudimentaria poética de la rebelión ante un orden abstractamente injusto que nada tiene que ver con los procesos reales que sacuden al capitalismo contemporáneo. En la formulación de Hardt y Negri el fenómeno del "contra-poder" se diluye por completo en la formalidad de una gramática que, por razones inescrutables, opone la multitud al imperio, sin que se sepa, a ciencia cierta, que es lo uno y que es lo otro y, sobre todo, qué es lo que hay que hacer, y con qué instrumentos, para poner fin a esta situación."
¿ qué es lo que hay que hacer, y con qué instrumentos, para poner fin a esta situación.?
ir a tn a brindar con dom perignon?
como hacemos para que esono se transforme en otra gramática?
quién me asegura que no lo sea? |
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El orden no es abstractamente injusto, es concretamente injusto es disciplina del cuerpo y acorderamiento del alma que subleva y está muy bien que asi sea, el orden necesita disciplina y acorderamiento, miedo y resignación y no me parece bien que en nombre de quien sea que escribio 20 tomos de un libro pero siguió siendo un buergués y disfrutando de dicho "beneficio", se aplaste cualquier intento de insurrección o transformación del poder.
Decile al chipi que ya esta en el poder que menos TN y mas revolución! |
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He escuchado varios programas de Boron, algunos me gustaron, pero francamente otros me desconciertan bastante comparados a ese escrito que sinceramente no me parece que empodere a nadie sino que desmoviliza |
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De: Matilda |
Enviado: 19/05/2015 22:57 |
Tus "respuestas" Albi, me eximen de cualquier comentario. |
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www.politicargentina.com/.../5585-maradona-apoyo-a-anibal-fernandez-...
7 may. 2015 - ... jefe de Gabinete, Aníbal Fernández, por el lanzamiento de su campaña como precandidato a gobernador de la provincia de Buenos Aires.
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Ese si que es un duro golpe para Macri , porque Maradona es Boca mucho más que el facho alcalde .- Y si a eso se le suma el escándalo de la Bombonera .... tiene el PRO asegurada una franca derrota en las presidenciales .-
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"Tus "respuestas" Albi, me eximen de cualquier comentario."
Muchas gracias mati! esto quiere decir que te llegaron hondo.... |
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