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General: Frente al nuevo golpe de estado en argentina es bueno recordar esto
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De: alí-babá (Mensaje original) |
Enviado: 17/09/2015 23:11 |
LA HORA DE LOS PUEBLOS:
Juan Domingo PERÓN
( 1968)
Durante casi todo el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX en que el
sistema capitalista impuso su ley y se ha ufanado en destacar sus
conquistas técnicas y científicas, se ha guardado muy bien de confesar que,
aparte del empeño de los técnicos y hombres de ciencia, todo el esfuerzo
material ha gravitado sobre las nobles espaldas de los trabajadores y de
los pueblos sometidos, a los que jamás les han llegado, en proporción a sus
sacrificios, los beneficios de tales conquistas que, en muchos casos, más
bien han servido para la destrucción y la muerte.
El despertar de una nueva conciencia social en marcha hace pensar que si
en la etapa industrial fue posible la explotación del hombre y de los
pueblos sometidos al colonialismo imperialista, en la etapa posindustrial,
que ya se anuncia, no será posible seguir con semejantes métodos y
sistemas. En este 1968 ya soplan vientos de fronda para los contumaces
reaccionarios de otros tiempos: comienza ya“la hora de los pueblos”,
caracterizada por la liberación de las naciones del yugo opresor de los
imperialismos como por la supresión de la injusticia social. Tal vez
algunas personas que puedan leer este libro lleguen a pensar que se trata
de un enemigo de Estados Unidos: nada más lejos de la verdad. Yo no
ataco, critico, y esa critica no es al país ni al pueblo, ni siquiera a la
nacionalidad, sino a los hombres, a quienes la casualidad ha puesto en
situación de decidir, que en la política internacional han equivocado el
camino de la grandeza, que en otros aspectos han acertado. Hace pocos
días, Arnold J. Toynbee, en un articulo del A.B.C. de Madrid intitulado
"Estados Unidos en Crisis", decía textualmente: "Los Estados Unidos han
tenido durante muchos años una falsa sensación de seguridad, una falsa
euforia, que ahora ha quedado destrozada y no creo que Toynbee sea un
enemigo de EE. UU.
Para nosotros, los latinoamericanos, nada sería más placentero que unos
Estados Unidos evolucionados, fuertes y ricos, encabezando al Nuevo
Continente por derecho propio, siempre que ello se realizara sin
detrimento de los demás, sin métodos imperialistas de dominio y
explotación, sin insidiosos procedimientos y sin la prepotencia del
avasallamiento. En tales condiciones, la defensa solidaria, del Continente
sería un hecho y hasta se justificaría en cierta medida la Doctrina de
Monroe. Pero nadie podrá imaginar semejante conducta en países
sojuzgados y menos aún para "atacar a Cuba", "ocupar la Republica
Dominicana" o cooperar en el genocidio de Vietnam del Norte.
Esta misma opinión es compartida por numerosos norteamericanos. No
hace mucho, un general estadounidense, manifestaba que "Al Capone"
murió en la cárcel por aplicar sus métodos en cuatro distritos de Chicago
y, a renglón seguido se preguntaba ¿que merecerían los EE. UU. si los
aplicara en el mundo? En el senado de la Unión se oyen todos los días
juicios y críticas parecidos. Yo sé que no tengo derecho a meterme en los
asuntos internos de ese país, pero tampoco ignoro que me asiste el más
legítimo derecho de enjuiciarle cuando sus hombres se inmiscuyen en los
de nuestros países o cuando sus maniobras provocan los graves perjuicios
que señalo.
El senador Fulbrigth ha manifestado en un debate sobre la guerra del
Vietnam, que Estados Unidos esta siguiendo el mismo camino que los
imperialismos griegos y romanos. A lo largo del texto de este libro el lector
encontrara varias veces una afirmación semejante, pues los imperialismos
tienen un destino al que, por determinismo histórico, no pueden escapar
como lo viene confirmando la historia a lo largo de todos los tiempos. No
valen ni la riqueza ni la fuerza para sostenerlos: ni Cartago sobrevivió a
Escipion El Africano, ni Roma, el imperio más fuerte que ha producido la
humanidad, pudo hacerlo ante su propia decadencia: es que a los
imperialismos nadie los tumba de afuera, se pudren por dentro.
Si Roma, en la época de la carreta, tardó más de un siglo en derrumbarse y
desaparecer, los imperialismos modernos, en los tiempos del cohete, están
ante un proceso más peligrosamente rápido. Roma acentúa su caída con el
asesinato de Julio Cesar. Marco Aurelio la detiene merced a su sabiduría y
su prudencia; durante los años de su gobierno consigue apuntalarlo,
reuniendo en Roma a los hombres más importantes de las diversas
provincias romanas que, al final de las ceremonias reciben con tal
beneplácito sus paternales palabras que regresan a sus lares al grito de
"Viva Roma". Su hijo que, si heredó el imperio no heredó su talento,
disconforme con la presunta "debilidad" de su padre, opto por los métodos
violentos y cuando los naturales de las distintas regiones pretendieron
discutir sus arbitrarias decisiones, no titubeo en mandar una Legión para
que le trajera la cabeza del culpable.
También al actual imperialismo podríamos escribirle los "Idus de Marzo".
Su decadencia puede haber comenzado con el asesinato de Kennedy. Hoy
las "Legiones" se llaman "Marines" pero el espectáculo no ha variado.
Cuando señalamos un peligro no es porque nos sintamos enemigos. He
deseado más que nada ser veraz y sincero en cuanto trato de enjuiciar. No
me ha interesado tanto la dialéctica ni la retórica como la verdad y, la
verdad, como dicen los árabes, "habla sin artificios". La política suele
tener sus características originales; una de ellas es la necesidad de llamar
a las cosas por su nombre. Como José Hernández, en su inmortal "Martín
Fierro", anhelo decir con propiedad :
Más naides se crea ofendido,
pues a ninguno incomodo:
y si canto de este modo
por encontrarlo oportuno,
NO ES PARA MAL DE NINGUNO
SINO PARA BIEN DE TODOS.
Madrid, agosto de 1968
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LA HORA DE LOS PUEBLOS:
Juan Domingo PERÓN
( 1968)
Durante casi todo el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX en que el
sistema capitalista impuso su ley y se ha ufanado en destacar sus
conquistas técnicas y científicas, se ha guardado muy bien de confesar que,
aparte del empeño de los técnicos y hombres de ciencia, todo el esfuerzo
material ha gravitado sobre las nobles espaldas de los trabajadores y de
los pueblos sometidos, a los que jamás les han llegado, en proporción a sus
sacrificios, los beneficios de tales conquistas que, en muchos casos, más
bien han servido para la destrucción y la muerte.
El despertar de una nueva conciencia social en marcha hace pensar que si
en la etapa industrial fue posible la explotación del hombre y de los
pueblos sometidos al colonialismo imperialista, en la etapa posindustrial,
que ya se anuncia, no será posible seguir con semejantes métodos y
sistemas. En este 1968 ya soplan vientos de fronda para los contumaces
reaccionarios de otros tiempos: comienza ya“la hora de los pueblos”,
caracterizada por la liberación de las naciones del yugo opresor de los
imperialismos como por la supresión de la injusticia social. Tal vez
algunas personas que puedan leer este libro lleguen a pensar que se trata
de un enemigo de Estados Unidos: nada más lejos de la verdad. Yo no
ataco, critico, y esa critica no es al país ni al pueblo, ni siquiera a la
nacionalidad, sino a los hombres, a quienes la casualidad ha puesto en
situación de decidir, que en la política internacional han equivocado el
camino de la grandeza, que en otros aspectos han acertado. Hace pocos
días, Arnold J. Toynbee, en un articulo del A.B.C. de Madrid intitulado
"Estados Unidos en Crisis", decía textualmente: "Los Estados Unidos han
tenido durante muchos años una falsa sensación de seguridad, una falsa
euforia, que ahora ha quedado destrozada y no creo que Toynbee sea un
enemigo de EE. UU.
Para nosotros, los latinoamericanos, nada sería más placentero que unos
Estados Unidos evolucionados, fuertes y ricos, encabezando al Nuevo
Continente por derecho propio, siempre que ello se realizara sin
detrimento de los demás, sin métodos imperialistas de dominio y
explotación, sin insidiosos procedimientos y sin la prepotencia del
avasallamiento. En tales condiciones, la defensa solidaria, del Continente
sería un hecho y hasta se justificaría en cierta medida la Doctrina de
Monroe. Pero nadie podrá imaginar semejante conducta en países
sojuzgados y menos aún para "atacar a Cuba", "ocupar la Republica
Dominicana" o cooperar en el genocidio de Vietnam del Norte.
Esta misma opinión es compartida por numerosos norteamericanos. No
hace mucho, un general estadounidense, manifestaba que "Al Capone"
murió en la cárcel por aplicar sus métodos en cuatro distritos de Chicago
y, a renglón seguido se preguntaba ¿que merecerían los EE. UU. si los
aplicara en el mundo? En el senado de la Unión se oyen todos los días
juicios y críticas parecidos. Yo sé que no tengo derecho a meterme en los
asuntos internos de ese país, pero tampoco ignoro que me asiste el más
legítimo derecho de enjuiciarle cuando sus hombres se inmiscuyen en los
de nuestros países o cuando sus maniobras provocan los graves perjuicios
que señalo.
El senador Fulbrigth ha manifestado en un debate sobre la guerra del
Vietnam, que Estados Unidos esta siguiendo el mismo camino que los
imperialismos griegos y romanos. A lo largo del texto de este libro el lector
encontrara varias veces una afirmación semejante, pues los imperialismos
tienen un destino al que, por determinismo histórico, no pueden escapar
como lo viene confirmando la historia a lo largo de todos los tiempos. No
valen ni la riqueza ni la fuerza para sostenerlos: ni Cartago sobrevivió a
Escipion El Africano, ni Roma, el imperio más fuerte que ha producido la
humanidad, pudo hacerlo ante su propia decadencia: es que a los
imperialismos nadie los tumba de afuera, se pudren por dentro.
Si Roma, en la época de la carreta, tardó más de un siglo en derrumbarse y
desaparecer, los imperialismos modernos, en los tiempos del cohete, están
ante un proceso más peligrosamente rápido. Roma acentúa su caída con el
asesinato de Julio Cesar. Marco Aurelio la detiene merced a su sabiduría y
su prudencia; durante los años de su gobierno consigue apuntalarlo,
reuniendo en Roma a los hombres más importantes de las diversas
provincias romanas que, al final de las ceremonias reciben con tal
beneplácito sus paternales palabras que regresan a sus lares al grito de
"Viva Roma". Su hijo que, si heredó el imperio no heredó su talento,
disconforme con la presunta "debilidad" de su padre, opto por los métodos
violentos y cuando los naturales de las distintas regiones pretendieron
discutir sus arbitrarias decisiones, no titubeo en mandar una Legión para
que le trajera la cabeza del culpable.
También al actual imperialismo podríamos escribirle los "Idus de Marzo".
Su decadencia puede haber comenzado con el asesinato de Kennedy. Hoy
las "Legiones" se llaman "Marines" pero el espectáculo no ha variado.
Cuando señalamos un peligro no es porque nos sintamos enemigos. He
deseado más que nada ser veraz y sincero en cuanto trato de enjuiciar. No
me ha interesado tanto la dialéctica ni la retórica como la verdad y, la
verdad, como dicen los árabes, "habla sin artificios". La política suele
tener sus características originales; una de ellas es la necesidad de llamar
a las cosas por su nombre. Como José Hernández, en su inmortal "Martín
Fierro", anhelo decir con propiedad :
Más naides se crea ofendido,
pues a ninguno incomodo:
y si canto de este modo
por encontrarlo oportuno,
NO ES PARA MAL DE NINGUNO
SINO PARA BIEN DE TODOS.
Madrid, agosto de 1968
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CAPÍTULO I
EL CONCEPTO JUSTICIALISTA
1. — Las Nuevas Estructuras.
Cuando los usurpadores del poder popular en la Argentina hablan de
democracia, sólo logran evidenciar su ignorancia o su mala fe, pero cuando
su insidiosa suficiencia resulta más irritante es al pretender erigirse en
jueces que han de determinar lo que es o no democrático. Si la verdadera
democracia no fuera tan difícil de desentrañar en medio de las
circunstancias actuales y la maraña de simulaciones y falsedades,
llegaríamos pronto a la conclusión de que el mundo moderno es mucho
más democrático de lo que nosotros imaginamos.
Afirma el sociólogo don Jesús Suevos que "uno de los más perniciosos
equívocos de nuestro tiempo radica en la identificación de los vocablos
"democracia" y "liberalismo". Hay, sin duda, una democracia liberal, pero
hubo democracias en el pasado y se postulan otras en el presente tan
legítimas e importantes como ella. El comunismo soviético, los fascismos,
el nacionalsindicalismo español, los nacionalcomunismos que se esbozan
tras el telón de acero y los socialismos árabes son propuestas muy
diferentes entres sí pero todas coincidentes en el deseo de conseguir una
democracia a la medida de los hombres del siglo XX. Si por un momento
nos liberamos de los yugos propagandísticos que uncen la serviz del
llamado “mundo libre”, comprobaremos que casi tres cuartas partes de la
población mundial buscan su constitución democrática fuera de los cotos
cerrados del liberalismo.
"Es que el reaccionarísmo liberal, producto del gobierno de la burguesía
que dominó al mundo durante más de un siglo, imagina haber alcanzado
fórmulas invariables que sirvan a la convivencia humana en todos los
lugares y para todos los tiempos. Según ellos, lo que fue bueno para el siglo
XIX debe serlo también para el actual y para los venideros. Para ellos no
son fórmulas temporales sometidas a las circunstancias, sino principios
invariables y permanentes. No desean comprender que el desarrollo
demográfico e industrial de los últimos cien años ha cambiado
radicalmente la situación y que la presencia del "hombre-masa" ha
producido una serie de problemas que presionan de tal modo la forma de
vida que ya no es posible el individualismo de otros tiempos, reemplazado
ahora por una conciencia y una acción mancomunada. El hombre ya no
puede ser considerado como un ente aislado sino como un elemento
integrante del conjunto. Esto explica lo que parece sorprender a muchos: la
decadencia de los partidos políticos y su reemplazo por otras
organizaciones mayores y más naturales tendientes hacía las democracias
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también más naturales, en las que el hombre opina y vive lo que conoce y
no lo que conocen y viven unos cuantos intermediarios”.
Por otra parte, la democracia de nuestro tiempo no puede ser estática,
desarrollada en grupos cerrados de dominadores por herencia o por
fortuna, sino dinámica y en expansión para dar cabida y sentido a las
crecientes multitudes que van igualando sus condiciones y posibilidades a
las de los grupos privilegiados. Esas masas ascendentes reclaman una
democracia directa y expeditiva que las viejas formas ya no pueden
ofrecerles.
Todo esto, tan evidente cuando se habla de buena fe, se vuelve
incomprensible cuando intervienen la mala intención y el engaño. Para
imaginarnos lo que pasa es preciso conjugar simultáneamente la
incomprensión propia de la ignorancia, la soberbia del reaccionarismo
contumaz y la falsedad de los grupos que sirven intereses inconfesables.
Por eso, cuando los "gobiernos" o sus agentes hablan de imponer la
democracia, nadie puede creerles, porque todos imaginan sistemáticamente
la aviesa intención de engañar, porque la democracia que anhelan los
pueblos está muy distante de ser la que pretenden imponer desde los
centros demoliberales de las oligarquías manejadas desde el "State
Departament" o desde el "Pentágono". Todos luchamos por una
democracia, pero esa democracia no ha de ser impuesta ni por la Casa
Blanca, ni por el Kremlin, sino por el pueblo y para que ello suceda debe
dejárselo actuar libremente y no manejado por los agentes cipayos de uno u
otro de los imperialismos dominantes.
La historia del demoliberalismo burgués es simple y casi reciente. Cuando
hace veinte años el Justicialismo anunciaba desde la Argentina la "Hora de
los Pueblos" y su doctrina, el mundo demoliberal y el soviético, apoyados
por el imperialismo capitalista, lanzaban ya su ofensiva contra nosotros con
la acusación de "antiliberalismo", "demagogia", "nazifascismo", etc. Sin
embargo, ha pasado el tiempo y la evolución paulatina e irremediable ha
ido alejándonos cada día más de los supuestos liberales que ya en la
segunda mitad del siglo XIX comenzaron su fracaso, que se acentuó
decisivamente con el desarrollo económico del siglo XX y se hizo efectivo
e irreversible en la situación emergente de la Segunda Guerra Mundial.
En cierta medida es una evolución similar a la producida en la Edad Media,
si bien con características distintas como diferentes eran las condiciones de
vida y circunstancias. Entre los factores que gravitaron más decisivamente
en ella se encuentran las Corporaciones que nacen inicialmente como
necesidad orgánica de defensa del pueblo contra las extralimitaciones y
abusos del feudalismo; luego se intensifican cuando el Estado Feudal entra
en lucha con sus vecinos y se ve obligado a organizar su defensa y, en
consecuencia, no tiene más remedio que ceder autoridad a algunos de sus
habitantes. Así adquiere poder gremial y político. La aparición de los
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"condottieri" que alquilaban sus ejércitos mercenarios obligó a recurrir a la
"leva en masa" con lo que las Corporaciones se fortalecieron
extraordinariamente. Son estas Corporaciones las que impulsan a la
Revolución Francesa y son ellas las que promueven la insurrección de la
“gleba de la Tierra" que eran los trabajadores de esos tiempos
eminentemente agrarios.
Producida la Revolución Francesa, se habían cumplido las dos primeras
etapas: la doctrinaria (obra especialmente de los enciclopedistas) y el golpe
de estado producido en París. Restaban todavía dos etapas más de las que
se realizan irremediablemente en toda revolución trascendente: la
dogmática y la institucional. Producido el catorce de Brumario, Bonaparte
encarna la etapa dogmática y luego, como Emperador de los Franceses,
realiza también la institucionalización del sistema.
Napoleón no era revolucionario a la usanza de los enciclopedistas o las
Corporaciones. El era monárquico y más que nada bonapartista, en
consecuencia, si bien los monárquicos son sus enemigos porque lo
consideran revolucionario, el pueblo llano lo ve como a un monárquico que
ha sabido aprovechar las circunstancias para hacerse de poder. Así su
situación puede volverse naturalmente difícil, lo que lo impulsa a recurrir a
la burguesía que en la revolución no ha tenido parte activa y ha quedado
casi intacta.
En tales condiciones, Napoleón recurre al arbitrio de ganarse a esa
burguesía y lo realiza por el camino más corto: tocar su víscera más
sensible, el bolsillo. Pone en venta las posesiones vacantes por exilio o
muerte de sus dueños y las vende baratas. En esas condiciones las adquiere
la burguesía pero no ignoran ellos que la consolidación de sus posesiones
está condicionada a la continuidad del régimen surgido el catorce de
brumario y del imperio que le sucederá.
Así surge en Francia el Gobierno de la burguesía que organiza el "estado
nuevo" bajo las formas burguesas que llegan hasta nuestros días. En esa
organización, las corporaciones fueron despojadas de su poder político que
pasó a ser resorte de los partidos políticos, creación auténticamente
burguesa, restando para las primeras una función puramente gremial, tal
como la sostienen hoy los políticos demoliberales. Nacen así los sindicatos
de trabajadores como herederos de las Corporaciones pero despojados de
todo poder efectivo, desde que se les deja el derecho de discutir por unos
centavos más de salario, en tanto la burguesía por medio de los partidos
políticos orquestan las leyes que se encargan de establecer formas de
ejecución que impiden todo progreso. Es en esta ficción, cada día más
irritante, que se desenvuelve el gobierno de la burguesía en la explotación
de las masas urbanas y rurales durante casi todo el siglo XIX.
En el último tercio de ese siglo el gobierno de la burguesía comienza a ser
objeto de la lucha antiburguesa y un movimiento generalizado invade al
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mundo capitalista minando sus cimientos y amenazándolo gravemente con
la evolución o la revolución, como siempre ha sucedido en este orden de
cosas, pero lo que se puede afirmar es que el gobierno de la burguesía,
surgido de la revolución bonapartista, está ya amenazado de muerte. Sin
embargo, la tranquilidad pacífica del último tercio del siglo XIX no ofreció
condiciones favorables para la ejecución de cuanto se planea en contra del
mencionado sistema. Ha sido indispensable el advenimiento del siglo XX,
con sus grandes convulsiones, para que esa revolución pudiera hacerse
presente y fructificar.
Si bien el "microbio de la rebelión" estaba latente en todos los pueblos
explotados en la iniciación del siglo XX, los estados burgueses eran
demasiado fuertes aún para ser derribados por esta "infección
revolucionaria". Los primeros que lo intentan son los rusos mediante la
primera revolución comunista en 1907 que considera suficientemente
debilitado al estado zarista con la pérdida de la guerra ruso-japonesa de
1905, lo que en realidad no había ocurrido y el fracaso de esa revolución,
con la violenta represión que le sucedió, aseguró a Rusia otros diez años de
gobierno burgués.
Sin embargo, el siglo XX se inicia con el signo de las grandes luchas y
como tal impulsa el desarrollo frenético de la ciencia y la evolución, por
eso la primera mitad de este siglo con sus dos grandes guerras mundiales y
las revoluciones del comunismo, del fascismo y del nacionalsocialismo,
han iniciado tanto la era atómica como han impulsado hacia "la hora de los
pueblos".
En el orden de la evolución interna, cada pueblo tiene sus características
originales y por eso cada uno de ellos trata de destruir al demoliberalismo
capitalista mediante distintas formas de ejecución. El comunismo ruso, el
fascismo italiano, el nacionalsocialismo alemán, como la evolución
británica y aun estadounidense, son formas distintas de la revolución pero
su fin es uno solo: destruir el demoliberalismo para instaurar en su
reemplazo nuevas formas más acordes con las necesidades de las
comunidades modernas o más convenientes a los intereses que dominan.
Así como la monarquía terminó con el feudalismo, la república está
terminando con la monarquía y la democracia popular terminará con la
“democracia” liberal burguesa y sus distintas simulaciones democráticas de
que hacen uso las plutocracias actuales.
Tanto los comunistas como los nacionalsocialistas realizan su revolución
más o menos violenta y la primera medida es la supresión de los partidos
políticos que, en realidad de verdad, constituyen el andamiaje demoliberal.
El fascismo va más allá: restituye el poder de las corporaciones y marcha
hacia el "estado sindicalista". Los ingleses, que no son ciegos, enfrentan a
la evolución conformando su "democracia liberal" por evolución dirigida,
porque ellos no son partidarios de la revolución violenta ni profunda. La
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solución la han buscado mediante la formación de dos grandes partidos,
uno de izquierda y otro de derecha, ambos manejados desde la central
masónica; en otras palabras, un solo partido dividido en dos alas, pero
manteniendo las formas básicas del demoliberalismo, pero sólo para la
exportación. Los norteamericanos dignos hijos de la Gran Bretaña, han ido
mucho más allá: han organizado dos partidos de derecha que les permite
mantener su sistema plutocrático y sostener teóricamente una simulación
democrática para engañar a los tontos que tanto abundan en la política o
estimular a los sinvergüenzas, que también abundan.
En resumen, tanto en uno como en otro caso, las revoluciones comunistas,
fascistas y nacionalsocialista, como las evoluciones británica y
norteamericana, toman el mismo camino: la supresión de los partidos
políticos. La vieja Europa, con sus miles de años de cultura y tradición, ha
seguido esa evolución y cuando habla de democracia quiere decir una cosa
absolutamente distinta de lo que hace medio siglo significaba. Solamente
nosotros, con un siglo de atraso, seguimos a la zaga de los simuladores de
una virtud que no practican y tenemos multitud de parodias de formaciones
políticas en las que todavía creemos; nos levantamos todos los días con el
demoliberalismo en la boca y sostenemos la “democracia capitalista y
burguesa” como de palpitante actualidad, cuando ha pasado a ser un
artículo de museo en todos los países medianamente civilizados. Es la
consecuencia del Gobierno en manos de unos cuantos intelectuales o
tecnócratas ignorantes o que sirven otros intereses que no son los del país
ni del Pueblo, a veces apoyados incomprensiblemente por una fuerza que
ha olvidado sus deberes esenciales.
Sin embargo, la evolución nos llevará imperceptiblemente hacia la
revolución y no habrá fuerza capaz de detenerla. Por el camino del
Justicialismo o por el camino del comunismo (a pesar de su absoluta
diferencia) se ha de realizar el fatalismo evolutivo.
Ha terminado en el mundo el reinado de la burguesía. Comienza el
gobierno de los pueblos. Con ello el demoliberalismo y su consecuencia el
capitalismo han cerrado su ciclo, el futuro es de los pueblos. Queda el
problema de establecer cuál es la democracia posible para el hombre de
hoy, que concilie la planificación colectiva que exigen los tiempos con la
garantía de libertad individual que el hombre debe disfrutar
inalienablemente. Los justicialistas hemos dicho nuestra palabra y hemos
ofrecido la experiencia de diez años de gobierno que han sido reafirmados
con otros diez años de desastres provocados por los cambios y reversiones
que introdujeron los usurpadores del poder popular.
Las plutocracias imperialistas, que ya ni se animan a defender el sistema
burgués, hacen hincapié en la democracia liberal que fue su creadora,
porque comprenden que perimido el sistema, deben por lo menos salvar a
su inventor como garantía para que en el futuro pueda inventarle algo
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semejante que les permita seguir colonizando a las naciones y explotando a
sus pueblos con diferentes trucos, en los que no están ausentes ni las
"alianzas para el progreso", ni las radicaciones de empresas privadas, ni las
concesiones leoninas para la explotación petrolífera, ni la ayuda técnica o
el despojo liso y llano mediante el engaño o la violencia si es preciso.
Hace ya tiempo, se reunieron en Punta del Este los representantes de las
veintiuna repúblicas americanas para tratar lo referente “a la penetración
comunista en el Continente y arbitrar las medidas para evitarlo”. Los
resultados no pudieron ser más magros, pues se limitaron a la
“recomendación” de impulsar la justicia social, dar acceso al pueblo a la
cultura, asegurar la tierra para el que la trabaje, humanizar el capital, elevar
la renta y mejorar el nivel de vida popular, cosas que, entre otras muchas,
había ya anunciado hace veinte años el Justicialismo y realizado durante su
gobierno con la oposición casi generalizada de los mismos que ahora
resultan algo así como los inventores del paraguas.
Hace menos aún, se han difundido por el mundo las encíclicas "Mater et
Magistra" y "Populorum Progressio" en las que el Vicario de Cristo, hace
llegar a la cristiandad las palabras doctrinarias de la Iglesia. Esas sabias y
prudentes encíclicas reafirman conceptos que también hace veinte años
venimos sosteniendo los justicialistas argentinos, aunque con la oposición
sistemática de algunos sectores del propio clero argentino que ahora han de
haber comprendido su error si no desean colocarse frente a la palabra y la
obra de tan extraordinarios Pontífices, empeñados en orientar a una
humanidad que todavía no ha querido transitar por los verdaderos caminos
del Evangelio de Cristo.
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A mucha gente le llama la atención ese estado permanente de
perturbación del orden y a menudo de la paz en los países iberoamericanos.
Este hecho aparentemente inexplicable para los que no conocen a nuestros
países, aparece como hasta natural para los que sabemos cómo se desarrolla
la vida real de esos pueblos explotados por el imperialismo, con la
complicidad de las oligarquías nativas que medran con ello, amparadas en
sus guardias pretorianas, que no titubean en convertir en fuerzas de
ocupación cuando peligra "la colonia" o los intereses creados.
Este estado de cosas tiene su origen en los mismos comienzos del siglo
XIX y simultáneamente con nuestra independencia, cuando sobre los
despojos del Imperio Español, se comienza a montar su reemplazante: El
Imperio Inglés que, con una gran inteligencia, no utiliza la fuerza para
dominar, sino los medios económicos convenientemente empleados,
gravitando sobre los intereses de la incipiente clase dirigente de esta
naciente comunidad. Es así como nacen nuestras "Repúblicas", con una
aparente independencia política, pero en realidad de verdad sometidas por
otros medios en los que, si no entra la fuerza de la armas, se emplea la
habilidad que suele ser infinitamente superior.
Cuando en España desaparece Fernando VII para dar lugar a las Cortes de
Cádiz que enfrentan a la dominación napoleónica, en el Virreynato del Río
de la Plata desaparece también el poder virreynal, reemplazado por la
"Primera Junta". Es desde allí que parten ya dos líneas históricas que han
de acompañarnos en toda nuestra existencia: la primera hispánica y
nacional, la segunda antinacional y anglosajona. Esas dos líneas,
perfectamente definidas a veces y en otras ocasiones desvirtuadas
consciente o inconscientemente, se prolongan a través de la anarquía que
precede a la organización nacional, influenciada siempre por las
condiciones geopolíticas de su conformación virreynal desde 1776, que
caracteriza luego un enfrentamiento dentro de la Confederación Argentina,
entre Buenos Aires (la absorbente ciudad Puerto) con el interior, celoso
defensor de las autonomías de las provincias confederadas. En las luchas
por la organización nacional está el germen de lo que habría de ser con el
tiempo la verdadera "guerra nacional": de un lado, el poder absorbente y
centralizado de la oligarquía bonaerense, del otro el pueblo representado
por las fuerzas "montoneras" de los caudillos provinciales del interior.
Tales líneas, con pocas variantes, han subsistido a través de esas luchas
políticas y del tiempo como Federales, unitarios, radicales, conservadores,
justicialismo, Unión Democrática, "Gorilas", etc. De éstos, los que han
pertenecido a la línea nacional, han tenido lógicamente el apoyo popular:
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en cambio, los que pertenecieron a la línea antinacional tuvieron el favor
imperialista y su apoyo.
La personificación de estas líneas en los mandatarios argentinos no hacen
sino reflejarlas: los nacionales recibieron invariablemente el espaldarazo
popular; los antinacionales, desde los primeros Directores Supremos
surgidos por orden del imperio de las decisiones de la Logia Lautaro de
Buenos Aires (Posadas y Alvear) recibieron, en cambio, la “bendición” de
los agentes del Rito Celeste, en Alta Mar de manos de un príncipe consorte,
como Rojas en 1956 o con la visita y partido de polo con el mencionado
príncipe, el año 1966.
La dispersión y pérdida de poder colonial del Imperio Inglés ante el avance
del Imperio Yanqui, no se hace sentir mayormente; han cambiado los amos
y, con ellos, las formas y el trato de "guante blanco" los primeros, insidioso
y violento el segundo, pero las grandes líneas han subsistido tanto en lo
profundo como en lo superficial en lo que respecta al elemento nativo. Hoy
como ayer y como siempre la puja es entre los libertadores y los
colonialistas, los nacionales o los antinacionales, los que resisten la
penetración y los que la favorecen.
Trasládese este trasfondo político a la situación del mundo actual, tan
profundamente convulsionado por ideologías encontradas y tan
permanentemente influenciado por la evolución y se comprenderán muchas
de las cosas aparentemente incomprensibles de los graves problemas que
agitan a Iberoamérica y especialmente a la Argentina de nuestros días en
que se han enfrentado allí, además de las tendencias históricas
tradicionales, las actuales ideologías, la evolución, el reaccionarismo
contumaz, el sectarismo, etc., todo influenciado por la acción de los
imperialismos en permanente disputa por influencia o predominio, como
también sucede en los demás países del mundo de nuestros días.
No ha sido nunca, ni es ahora, mi intención incursionar en terrenos ajenos,
aunque los problemas no disten mucho de ser los mismos en los demás
países hermanos del Continente, azotados por los mismos males: EL
IMPERIALISMO Y LAS OLIGARQUÍAS. Trataré de exponer en cambio
nuestras ideas justicialistas, que muchos han pretendido por todos los
medios deformar insidiosamente, sin percatarse que la falsedad “tiene las
piernas cortas" y que, el hombre, podrá decir un millón de mentiras, pero
no puede en cambio hacer verdad a una sola de ellas.
En nuestra Argentina actual, como sucede en muchas otras partes, los que
intentan resolver la situación a que han llevado al país, carecen de la
sensibilidad y de la imaginación necesarias, cuando no de los
conocimientos y de la capacidad indispensables. Creen que se trata de un
problema intrínsicamente argentino, como muchos de los que produjeron
en el pasado y pretenden resolverlo con sus viejas recetas muy acordes con
su mentalidad, cuando no con sus intereses. Piensan que se trata de un
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nuevo pleito político entre las tendencias y los partidos tradicionales y que
todo ha de arreglarse con "poner orden", reestructurar las fuerzas políticas,
anular la influencia social de las organizaciones sindicales y volver la
economía nacional a los cauces indicados por el imperialismo capitalista,
volviendo así a las concepciones decimonónicas como si el tiempo hubiera
transcurrido en vano. En cambio, la evolución nos lleva, queramos o no,
hacia estructuras y formas más acordes con las necesidades del mundo y
del hombre de hoy. Para inspirar esos cambios estructurales y esas formas
de ejecución existen, por lo menos por ahora, sólo dos tendencias: un
socialismo nacional cristiano o un socialismo internacional dogmático.
Todos los países se dirigen perceptible o imperceptiblemente a ellos,
porque el demoliberalismo no puede ofrecer ya más que esquemas
ampliamente superados por el tiempo y la evolución. Por eso existen hoy
monarquías con gobiernos socialistas en Europa, estados socialistas
nacionales como en el Medio Oriente y África, estados intermedios como
Francia, Alemania, Italia, etc., el resto, al Este de la Cortina de Hierro son
marxistas, atemperados como Yugoslavia o Albania, dogmáticos como los
de la Europa Oriental o liberados como la China Popular, etc.
Pero, aun dentro del curioso esquema anterior, los grupos de naciones
pertenecen a otros tres sistemas: los satélites del imperialismo yanqui, los
satélites del imperio soviético y los del "Tercer Mundo". Los primeros,
apoyados por las oligarquías y el cipayismo nativo y, en muchos casos, por
guardias pretorianas al servicio imperialista; los segundos manejados por
las fuerzas marxistas reclutadas en los propios países; los terceros, que
tratan de integrarse en un "Tercer Mundo" con países libres o que se van
liberando y que se colocan tan distante de uno como de otro de los
mencionados imperialismos.
De cuanto venimos hablando se infiere que el problema argentino es un
poco el problema del mundo, como lo es el de Brasil, Venezuela,
Colombia, etc., y que consiste en la LIBERACIÓN EN LO
INTERNACIONAL y en las REFORMAS ESTRUCTURALES EN LO
INTERNO. Sin esas reformas indispensables no habrá paz interior estable y
duradera como impone una convivencia creadora, y sin LIBERACIÓN no
habrá ni justicia social, ni independencia económica, ni soberanía nacional,
factores indispensables de la grandeza nacional, y no saldremos nunca de
nuestra triste condición de "subdesarrollados", en tanto seamos tributarios
de la explotación imperialista.
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LA CONTRADICCIÓN FUNDAMENTAL EN LA REPUBLICA ARGENTINA LEOPOLDO MOREAU: union civica radical del pueblo-MOVIMIENTO NACIONAL ALFONSINISTA AÑO 1983
Luego de analizar objetivamente la historia Argentina, el funcionamiento de nuestra
economía, de nuestra política y de nuestra cultura, los jóvenes radicales hemos
coincidido en que la contradicción fundamental en nuestro pais es de carácter nacional
es decir que, lejos de parcializar la zona de conflicto, este se extiende a todos los
ámbitos de la vida nacional, o sea que nuestro problema principal no tiene como
determinante el conflicto por la distribución del ingreso entre trabajadores y
empresarios, ni pasa por enfrentamientos raciales o religiosos, ni por la lucha entre un
partido político con otro en los procesos electorales. La contradicción fundamental que
sufre la Argentina es la que enfrenta a toda la Nación con los intereses de todo orden
que quieren destruirla.
Los protagonistas de esta contradicción son: el Pueblo Argentino por un lado y el
complejo antinacional oligárquico-monopólico-imperialista por el otro.
La Nación necesita independencia para lograr su realización y la felicidad de su pueblo.
El complejo antinacional necesita, por lo contrario, un pais debilitado para hacer
buenos negocios y para ello se da una tarea de debilitamiento de la Nación, en todos
los ordenes: económico, político, cultural, moral.
Son dos campos sociales, dos polos económicos, política e históricamente
irreconciliables, a los que también denominamos Pueblo y antipueblo. Son
irreconciliables porque sus intereses son correlativamente divergentes, es decir que el
beneficio de uno lleva implícito el daño a los intereses del otro y la evolución del
proceso social y económico conduce inexorablemente a una acentuación de esta
contradicción fundamental que se hace cada vez mas tensa y solo se resolverá con la
Destrucción Integral de uno de sus polos y el Triunfo del otro.
Este carácter irreconciliable entre los intereses del pueblo Argentino y los de sus
enemigos se ira comprendiendo y profundizando a medida que se avance en el estudio
de las contradicciones y de las luchas concretas del pueblo por sus reivindicaciones,
contra el antipueblo, y la naturaleza esencialmente diferente de los componentes de
ambos campos.
3- Componentes sociales de los dos términos de la contradicción fundamental.
Al definir a la contradicción fundamental en la Argentina como una contradicción de
características Nacionales, lo hacemos para comprender la complejidad de su
estructura, de su dinámica interna y de sus expresiones. Con esto queremos decir que
el problema Argentino tiene riqueza en matices mucho mas grande que si la lucha
principal fuera entre trabajadores y empresarios, por ejemplo, como lo es en algunas
sociedades mas desarrolladas.
Componen el campo del Pueblo, la clase trabajadora urbana y rural, las clases medias
(pequeña y mediana burguesía comercial, industrial y rural), los profesionales, la
intelectualidad progresista y el movimiento estudiantil. Cualitativamente abarca mas
del 95 % de la población y de su trabajo sale la producción Nacional.
Componen el campo del antipueblo, los grupos económicos y empresariales vinculados
al imperialismo norteamericano, ingles, europeo y multinacional, la oligarquía
terrateniente, los monopolios exportadores e importadores y de la intermediación, y la
oligarquía financiera.
Cuantitativamente conforma el 5 % de la población y posee en sus manos la inmensa
mayoria del poder económico y de la producción Argentina.
Históricamente ha tenido el manejo de los resortes económicos y culturales claves y es
el gran responsable del atraso del pais, por haber utilizado siempre el trabajo del
Pueblo Argentino en función de sus intereses parasitarios.
Párrafo aparte aparte merecen las Fuerzas Armadas y la Iglesia. Si bien creemos en la
necesidad de que la Nación tenga sus F.F.A.A., las actuales no tienen nada que ver con
las que el pais necesita; pues se han convertido en un ejercito de ocupación de su
propio territorio, para posibilitar así que los personeros del imperialismo apliquen las
políticas que les dictan sus patrones desde los centros del poder mundial (Vg.:
gestiones de Pinedo, Alzogaray, Krieger Vasena, Martínez de Hoz). Argentina necesita
F.F.A.A. modernas, eficaces, profesionales sin servicio militar obligatorio y firmemente
consustanciadas con la Nación. Las escuelas militares deben formar hombres de la talla
del Gral. San Martín y del Gral. Mosconi; Uriburus, Videlas y Cia. deben ser parte de la
historia negra Argentina que debemos enseñar a las nuevas generaciones para que
jamas se vuelva a repetir las circunstancias que posibilitaron que estos nefastos
personajes junto a los ministros de economía antes nombrados vuelvan a dirigir los
destinos de la Argentina, en beneficio de los intereses del imperialismo de turno y sus
circunstanciales personeros.
La Iglesia Católica a través de la doctrina social y luego de las Conferencias del
Episcopado Latinoamericano de Medellín y Puebla, se ha preocupado profundamente
por el hombre que sufre ...situaciones de pobreza y relaciones de injusticia..., pero
lamentablemente la estructura formal de la Iglesia Católica Apostólica Romana de
nuestro pais no ha participado con énfasis en la lucha por la democracia y la igualdad
de los pueblos de nuestra América pobre, como lo han hecho Iglesias de países
hermanos.
4- Forma de acción política del antipueblo.
El campo del antipueblo caracteriza su accionar a través de los distintos sectores que
lo conforman. Los grupos económicos y empresarios vinculados al imperialismo utilizan
la política imperialista mundial de cuyo sistema la Argentina forma parte. En ese
sentido, el imperialismo intenta determinados roles para los distintos sistemas
económicos nacionales que domina o trata de dominar; normalmente, este rol es el
servir de válvula de escape a las superproducciones y excesos industriales de los
países centrales, no solo de bienes de consumo sino de bienes de capital y maquinas
herramientas. La dependencia de países neocoloniales, en síntesis, es indispensable
para la existencia del imperialismo ya que de no existir estos sistemas escapes, las
crisis económicas se producirán dentro de los limites nacionales de los países
centrales.
A los grupos imperialista les interesa actuando en consecuencia- convertir a las
economías de los pueblos que sojuzgan en apéndices del sistema imperialista, aunque
esto provoque el estancamiento y el atraso de los países dependientes.
En algunos casos empujan inteligentemente una falsa política de desarrollo que posea
bases económicas en los países dependientes, sino que este caracterizada por la
subordinación tecnológica que mantiene a través de sus equipos industriales
excedentes y en desuso que son vendidos a los países coloniales como ayuda para ese
desarrollo. Por supuesto que esta ayuda nunca esta dirigida a las verdaderas causas
del atraso, ni a sentar las bases de un sistema económico Nacional Autónomo,
autosostenido e independiente, asentado sobre el desarrollo de las industrias básicas:
industria pesada, de bienes de capital y de maquinas-herramientas. Por el contrario,
las característica de la ayuda es el interés del imperialismo al que no le importa ni tiene
en cuenta las necesidades locales, sino sus motivaciones empresarias monopólicos.
Por su parte, los sectores entreguistas de la burguesía desarrollan una acción política
imperialista sumamente peligrosa por la sutileza y aparente razonabilidad y además,
por la imagen de modernista y transformadora de que suele disfrazarse. Es
consecuentemente abrazada por empresarios con vocación de entrega que luego se
transforman en gerentes de monopolios extranjeros o burguesía gerencia y esconden
esta naturaleza esencialmente antinacional por un leguaje aparentemente
antiimperialista destinado a confundir a las clases populares. Así, por ejemplo, hablan
de romper la estructura agro-exportadora, de tecnificar el agro, de racionalizar los
servicios públicos y de transformar la estructura agrícola-ganadera y pastoril de
nuestra economía por una estructura industrial moderna.
Pero lo cierto es que esa vocación de desarrollo es en aquellas áreas industriales en las
que tienen excedentes de equipos industriales los países centrales. Que la tecnificación
del agro debe encararse sin preocuparse de la transformación del régimen de tenencia
de la tierra, o sea sin realizar la reforma agraria. Que el desarrollo Argentino debe
basarse en el capital extranjero ya que da por supuesta la aberración de sostener que
el ahorro Nacional no alcanza para financiar el desarrollo. Sostiene que la única
dependencia nacional se produce por la estructura fundamentalmente agropecuaria de
la economía, confundiendo deliberada e intencionalmente los términos para después
sostener que el remedio consiste en dar a la economía un desarrollo industrial,
cualquier desarrollo industrial, cuando la verdad es que con un desarrollo industrial
dependiente, los vínculos de dominación imperial son aun mas fuertes que con un
desarrollo agropecuario dependiente, ya que a la denominación clásica se une la
tecnología: el pais queda atado para la renovación de equipos, repuestos, financiación,
etc., al imperialismo.
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En síntesis, este esquema pretende cambiar el contenido económico Nacional, de
agropecuario que no es tal pues existe un grado de desarrollo capitalista deformado en
industrial, pero sin alterar los términos de las dependencia, e incluso agravándolos.
La política imperialista no solo encuentra sus defensores en los sectores entreguistas
de la burguesía, sino que también es defendida por la oligarquía terrateniente- clase
social que ocupa el decanato en política antinacional y por el liberalismo.
Tradicional aliada del imperialismo ingles, la oligarquía terrateniente defiende el libre
empresismo como doctrina economica para favorecer de esta manera la colocación de
sus carnes y cueros, y coincidiendo objetivamente con los intereses imperialista.
Afianza sus lazos con los monopolios exportadores e importadores, con los intereses de
la intermediación y con los capitales frigoríficos ingleses, regulando y deformando el
desarrollo económico Argentino.
La oligarquía no es, normalmente, desarrollista. Le interesa mantener sus privilegios
como clase social y su ideología es la del mas crudo liberalismo, libre aduanista y
antiestatista. Sus intereses se centran en la propiedad latifundista de la tierra y
aprovecha rentas parasitarias a través de las formas semifeudales de la aparcería, la
mediería y el arrendamiento. Esto no le impide haber desarrollado algunas formas
capitalistas de explotación agraria, pero siempre sobre la base de la propiedad
latifundista.
Su idea como clase es una sociedad con poca población humana y mucha población
vacuna- un habitante cada cuatro vacas como alguna vez dijo Faustino Fano, ex
presidente de la Sociedad Rural Argentina- y sus concepciones son, sin lugar a dudas,
sumamente retrogradas desde el punto de vista económico.
El vinculo tradicional de la oligarquía latifundista con el imperialismo se manifiesta por
ejemplo a través de los monopolios exportadores e importadores. Bunge " Born,
Dreyfus, etc., son el lazo económico que completa el circuito antinacional, teniendo en
sus manos la comercialización de la gran mayoria de la producción agropecuaria
Argentina. Los beneficios de comercio exterior, así, no pasan a financiar el desarrollo
independiente del pais; todo lo contrarió, a través de la banca privada extranjera o
seudonacional, pasa a financiar la radicación de empresas multinacionales que luego
giran libremente al exterior sus dividendos, royalties, derechos de marca y fabricación,
etc., fortaleciendo de esta manera la dependencia.
Respecto de la oligarquía financiera, esta instrumenta su acción política en los países
de economía capitalista dependiente como el nuestro, en base a las líneas directrices
que a nivel mundial son trazadas por los grandes centros del poder financiero
internacional.
A fines de colocar en las áreas claves del gobierno a funcionarios vinculados con sus
intereses, aquellos centros de poder digitan y respaldan la irrupción de regímenes
totalitarios, generalmente encabezados por sectores comprometidos de las F.F.A.A.,
que desde 1930 han actuado de esta manera sistemáticamente.
A partir de ello, su labor consiste en lanzar determinados paquetes de medidas
cambiarias, arancelarias, impositivas y crediticias ordenadas desde el exterior, que
desalienten la producción Nacional y favorezcan el establecimiento y enriquecimiento
del mayor numero posible de sucursales multinacionales y seudonacionales de aquellos
grandes grupos financieros, sin ofrecer trabas para que sus enormes utilidades puedan
ser giradas libre y fácilmente hacia sus oficinas centrales.
Dado que los gerentes y directores de estos grupos financieros son a su vez
funcionarios del gobierno, por medio de estas medidas como por ejemplo el manejo de
las tasas de interés, la subvaluacion arbitraria y artificial de las divisas, los porcentajes
arancelarios de la exportación y la importación, y la política fiscal-, se opera un
evidente transferencia de la riqueza Nacional basada en la producción, hacia los
factores de la especulación financiera, ya que el dinero que ellos manejan, elemento
de por si improductivo, se ha transformado en el eje del sistema económico.
Así se produce el deterioro del aparato productivo agropecuario e industrial, el
desmantelamiento de las economías regionales, la caída del salario y la desocupación
de las clases trabajadoras, etc., con lo cual se frenan todas las posibilidades de
desarrollo del pais dependiente.
Por otra parte este tipo de acción política debe estar necesariamente apoyado en el
crecimiento desmedido de la dominación militar sobre la sociedad civil, con el
correlativo incremento de los gastos de seguridad y la confiscación de las libertades
publicas y las garantías individuales por medio de un complejo aparato represivo que le
asegure el desmantelamiento de todas las organizaciones políticas y sociales que a
través de la participación popular puedan oponer alguna resistencia en defensa del
interés general, la represión física e ideológica, la esterilización masiva de la
creatividad popular, la colonización, el manejo de la información, etc., para evitar todo
foco de oposición al sistema, al cual termina por destruir por completo el aparato
productivo de la Nación y lo que es mas grave, modifica su estructura social en función
de lograr que una ínfima minoria o elite intelectual que mantiene la posibilidad de
acceder a la cultura, con el poder económico y orientación castrense, gobierne a todo
un pueblo económicamente empobrecido y culturalmente adormecido.
Los intereses del antipueblo tienden pues, necesariamente, a desconocer las
necesidades de las grandes mayorías populares. El resultado de la política del
antipueblo en el poder, defendiendo sus mezquinos intereses, produce resultados
negativos en todos los sectores del campo popular.
En la clase trabajadora, cuyos salarios son congelados o minimamente aumentados por
la política imperialista; cuyas fuentes de trabajo son cerradas o racionalizadas, sin
crearse otras nuevas, cuyos sindicatos son intervenidos si protestan: cuyas conquistas
sociales son barridas y negadas y cuyo índice de desocupación aumenta cada día mas.
En los empleados públicos, objeto de irracionales prescindibilidades llevadas
periódicamente adelante con el pretexto de reducir los gastos del Estado, que se
elevan a suma siderales, no por los sueldos abonados a los empleados, sino por los
derroches armamentistas y el servicio de la deuda externa contraída con los gobiernos
antipopulares.
En los jubilados y pensionados, cuyas cajas son intervenidas y saqueadas. En los
técnicos obligados a emigrar por el estancamiento del país. En los profesionales
afectados por la situación general de iliquidez; en los artistas y escritores, censurados
y sometidos culturalmente por el oscurantismo represivo.
En el empresario Nacional no conciliador, perjudicado por la introducción sin freno de
mercaderías extranjeras producidas en masa y bajo costos, y perjudicado también por
la política crediticia destinada a financiar la radicación de fuertes empresa extranjeras
alas que se les brinda toda protección oficial. Esto a llevado en muchos casos a la
transferencia directa de auténticas empresas Argentinas al capital imperialista
favorecido por la subvaluación de nuestro signo monetario.
En las clases medias, afectadas por la dramática situación económica y el receso e
inmovilidad económicas producidos por políticas antipopulares, además de estar
presionadas por medidas accesorias de distinta índole (leyes de arrendamiento,
limitación del crédito, etc) y por la fuerte presión impositiva.
Y finalmente respecto del accionar del imperialismo, debemos decir que cuando sus
intereses directos corren algún grado de peligro, no dudan de participar activamente
en derrocamiento de gobiernos democráticos ni en invadir militarmente otros países.
La historia del mundo es rica en ejemplos, pero particularmente la de América Latina,
que desde la Política del Garrote norteamericana hasta Malvinas nos demuestra que no
vaciló ni vacilará jamás en usar todos los recursos a su alcance para defender sus
privilegios.
5- Expresión de la contradicción fundamental desde 1976.
Además de ser un realidad compleja, la contradicción fundamental en la Argentina es
enormemente grave porque pone en cuestión la propia existencia de la Nación. Si hay
algo que enseñó descarnadamente el proceso iniciado en Marzo de 1976 es que el
sector antinacional de la contradicción principal en la Argentina no tiene escrúpulos en
la propia destrucción de la Nación Argentina si ello es necesario para perpetuar su
dominio y acrecentar su poder económico.
Esto quiere decir que no se trata de una simple pugna por diferentes orientaciones
económicas, como si fuera una inocente discusión ideológica. Por el contrario, la
ofensiva antinacional iniciada en 1976 fue una colosal arremetida en todos los planos.
El objetivo de destruir a la Nación se dio en la economía, es cierto, pero también en la
política, en la educación, en la salud, en la cultura. Y así como se logró desmantelar el
aparato económico y productivo, también se hizo lo propio con el aparato político, con
la organización gremial y empresaria, con la cultura Nacional y con la salud del Pueblo.
Y hasta con la conformación mental, con el alma Nacional a la que se intentó vaciar del
contenido tradicional, humanista, solidario y fraterno para hacerla competitiva,
individualista, egoísta, inhumana. Todo lo que conforma una Nación, lo que hace una
entidad diferente, que posibilita la realización de su pueblo, fue objeto de ataque
despiadado. Hasta la historia que también se negó y distorsionó.
Por eso se prohibió la actividad política y estudiantil, desmantelando la estructura
política del pueblo. Por eso se prohibió la actividad gremial de los obreros y
empresarios Nacionales, impidiendo la defensa de los intereses legítimos del sector.
Por eso se amordazó la comunicación social y por eso se ahogó la cultura, con la
censura y la represión ideológica. Y por eso se pasaron a retiro decenas de cuadros de
las fuerzas armadas que no coincidían con los Objetivos del Proceso llevando así a la
práctica el totalitarismo más absoluto que conozca la historia Nacional. Detenidos sin
proceso, desaparecidos, miles de compatriotas asesinados, centenares de miles de
exiliados y un pueblo atontado, no son consecuencias no queridas: son un objetivo
fríamente perseguido.
La doctrina monetarista de la Escuela de Chicago fue el andamiaje ideológicoeconómico,
con el instrumento de la peste financiera; la doctrina de la Seguridad
Nacional delineada por el Pentágono, fue el andamiaje ideológico-político; la doctrina
del Eficientísmo y de la Subsidiariedad del Estado fue el argumento para destrozar la
salud y la educación públicas. Todo en el marco de una negación del derecho de libre
discusión, de polémica pública, de cuestionamiento libre a las medidas de gobierno, en
síntesis, de negación del funcionamiento democrático que, en sí, es una trinchera
contra todos los intentos antinacionales y antipopulares.
Cada aspecto de la realidad que analicemos nos muestra una expresión de la
contradicción fundamental. En cada episodio de la realidad cotidiana vemos la
proyección de ésta opción que enfrenta a la nación con sus enemigos, desde una
decisión económica que aumenta las tasas de interés con el argumento anticientífico y
caprichoso que deben acompañar a la inflación, hasta una cultural que fomenta
determinado tipo de música comercial extranjera.
6- La estrategia del antipueblo.
La historia nos demuestra, además, que la estrategia del complejo antinacional ha sido
la de impulsar sistemáticamente la división artificial de las mayorías nacionales, las
cuales, mas allá de sus diferencias parciales, están unidas por su contradicción básica e
irreconciliable con el antipueblo. Así, el complejo antinacional a tendido a que los
distintos sectores nacionales se enfrenten entre sí por problemas secundarios,
perdiendo de vista el problema o la contradicción principal. Esto ha llevado a un
debilitamiento de la cohesión solidaria entre los componentes de la Nación, lo que ha
provocado que, por un lado, nuestro país no haya podido empezar un camino libre de
crecimiento y prosperidad y por el otro que nuestros diversos sectores nacionales
hayan hecho crecer tanto sus enfrentamientos parciales que han perdido de vista,
históricamente, cual es el problema principal, dando erróneamente a los
enfrentamiento internos el carácter de fundamentales.
Estas dos consecuencias son a su vez causas, porque a raíz de ellas se agrava el
problema principal de nación- antinación. Ello pasa porque ante la falta de claridad de
comprensión del problema fundamental del país por parte de sus sectores más
importantes, esta desorientación y división artificial es aprovechada por importantes
intereses económicos y políticos para avanzar de su situación de dominio y perpetuar
la dependencia y desintegración Nacional.
La lucha que por años protagonizaron peronistas y radicales, por ejemplo, con tener
sus justificativos parciales (contradicción secundaria), perdió de vista que por sobre
ella debía existir una coincidencia fundamental entre ambos en cuanto a las pautas
fundamentales del país que necesitamos. Esta afirmación no implica distribuir culpas
sino hacer experiencia histórica, comprendiendo los errores que el campo popular
cometió al antagonizar sus enfrentamientos intestinos. Ello dividió fuertemente al
pueblo, a sus conducciones políticas, a sus clases sociales, y permitió que sobre ésta
división cabalgaran quienes tenían intereses contrapuestos a los intereses de la
mayoría de los Argentinos representados por el peronismo y el radicalismo.
El perder de vista la cuestión principal posibilitó que los radicales ayudaran a la
oligarquía en el golpe del 55 y que los peronistas al golpe del 66. Ambos, por encima
de sus justificativos parciales, actuaron sin comprender el tenor de la contradicción
principal del país. Pero lo que es más grave, permitieron que a raíz de éstas actitudes
equivocadas, se ahondaran la división en el seno del Pueblo, debilitando la fuerza de la
Nación para defenderse de sus verdaderos enemigos.
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7- Planteo básico de la estrategia del campo popular.
Por lo tanto, si el enemigo de la Nación ha intentado sistemáticamente imponer su
máxima dividir para reinar, nuestra respuesta debe ser la unificación de las fuerzas que
componen el campo popular, para realizar la Liberación Nacional, pues a la gigantesca
y poderosa alianza del antipueblo, sólo se la podrá derrotar y vencer con una alianza
social más poderosa e invencible: la que inexorablemente tomará el Pueblo Argentino.
Si bien tanto el campo popular como el antipueblo canalizan sus diversas formas de
acción política por medio de sus expresiones partidarias, debemos comprender con
claridad que no existe un partido o movimiento que represente a la totalidad del
pueblo, ni movimiento, partido o expresión de cualquier tipo que represente la
totalidad del antipueblo.
Asimismo, la vida política, tanto del pueblo como del antipueblo, no se reduce a sus
expresiones partidarias. Así el pueblo expresa sus intereses políticamente también a
través de sindicatos obreros, huelgas, movilizaciones, colegios profesionales,
movimiento estudiantil, movimientos agrarios, organizaciones del empresariado
Argentino no comprometido con la penetración imperialista y organizaciones de la
intelectualidad progresista.
El antipueblo, a u vez, se expresa a través de equipos ideológicos que integran sus
diferentes organizaciones, las organizaciones del empresariado entreguista y
antinacional, de las organizaciones latifundistas de la oligarquía (Sociedad Rural) y de
la gran prensa, y otros factores de poder.
Esto nos indica que no se debe esquematizar el análisis hasta concebir a la sociedad
argentina en un maniqueísmo sin matices. Todo lo contrario, la sociedad tiene una
riqueza dialéctica en expresiones parciales de la clase, en contradicciones secundarias,
en circunstancias políticas supraestructurales y en innumerable motivaciones de orden
cultural, moral, efectivo, ideológico, religioso y político que a veces desfiguran la clara
visualización de la Contradicción Fundamental en una confusión que asiduamente es
empujada por el antipueblo a través de los medios de comunicación masivos, domina,
creando imágenes falsas, dando noticias distorsionadas o falseadas, etc.; a fin de
fracturar el campo del pueblo enfrentando a las clases sociales objetivamente aliadas
(por ejemplo, trabajadores y clases medias) parar trasladar el eje de discusión política
ficticiamente de la verdadera opción Pueblo-antipueblo, a falsas opciones sobre las que
perdura su dominación.
Por ello es indispensable identificar con una claridad absoluta cual es nuestro enemigo.
No se trata aquí de una lucha contra fantasmas. Por el contrario, hay sectores
perfectamente identificados, hay intereses y hay grupos sociales cuya existencia como
tales es incompatible con la Nación. No asumir esta realidad significaría un error tan
grave como peleamos por problemas secundarios.
Es así que el objetivo fundamental de nuestra estrategia debe ser unificar a todas las
fuerzas que componen el campo popular en la sociedad argentina, radicales,
peronistas, socialistas, trabajadores, empresarios, clases medias, hombres de campo,
artistas, intelectuales, docentes, amas de casa, unidos también con aquellos militares
que honren a San Martín y a Moscón, para luchar por la grandeza de la Nación y para
derrotar a la peste financiera, a los intereses parasitarios externos e internos, para
demostrar el esquema de poder construido por los grupos antidemocráticos, para
defender el desarrollo nacional de los intereses monopólicos de las transnacionales,
para erradicar definitivamente del cuerpo social las lacras de los militares- financistas o
empresarios al servicio de intereses antinacionales, para que nunca más se ponga en
duda en la Argentina el derecho a la vida, a la integridad física, a la libre expresión
personal o por la prensa, el derecho de reunirse y de asociarse, el derecho a la
seguridad personal, etc. y para lograr que las FF.AA. se conviertan en la fuerza armada
de la democracia.
La contradicción principal sólo se superará, pues, venciendo a los enemigos de la
Nación, logrando desmontar su funcionamiento como acumulación de sectores sociales
y grupos de poder, instaurando un sistema político auténticamente democrático
basado en la soberanía del pueblo y estructurando un modelo económico y cultural
argentino asentado en sí mismo en lo fundamental, sin perjuicio de vincularse al
mundo en lo accesorio.
Detectar con claridad a los enemigos nos maca el límite de nuestras alianzas y la
diferenciación de nuestras luchas. Con el enemigo hay que luchar, con los aliados hay
que concertar.
No podemos concertar con la peste financiera, con la corrupción, con la violación de
los derechos humanos, con el poder antidemocrático e ilegítimo, con el seguidísimo
internacional. Con todo esto tenemos que terminar.
Pero a la vez, debemos conservar nuestras diferencias y concertar entre todos los
sectores que componen la Nación. No puede haber más enfrentamientos antagónicos
entre fuerzas políticas populares entre sí, ni entre civiles y militares comprometidos en
la defensa de la Democracia, ni entre industria y campo, por ejemplo. Todos los
conflictos que existe y se presentan en el seno del pueblo deben tratarse
racionalmente, con predisposición al acuerdo, sin renunciar a legítimos intereses pero
comprendiendo la subordinación de todos a la gran empresa nacional.
Por supuesto que estos problema secundarios no pueden ser negados, como si no
existieran. Proceder así sería peligroso porque estaría generando el crecimiento de
esos problemas. De lo que se trata es de encararlos racionalmente, con la comprensión
de su magnitud y con la necesidad de solucionarlos dentro del campo del pueblo por el
sistema democrático.
Esa es la gran lección que nos da la patria. Nunca más debemos olvidar la diferencia
de jerarquía que existe entre el gran problema nacional y los problemas secundarios.
El tratamiento de los problemas secundarios, la dinámica interna del campo popular o
de la Nación es muy importante, porque es aquí donde debemos delinear el modelo de
economía, de política, de cultura, de funcionamiento social. Aquí es donde debemos
acordar las pautas de acumulación y de distribución del ingreso, de desarrollo
económico inducido, las metas estratégicas en lo económico, en lo político, en lo
cultural, en lo internacional. Aquí es donde se expresa aquella afirmación del comienzo
de la gran complejidad de la contradicción fundamental en la Argentina.
8- Pasos fundamentales para resolver la contradicción principal.
Ahora bien, frente a esta gran complejidad es necesario tener perfectamente en claro
ciertos requisitos fundamentales de la acción profundamente transformadora a llevar a
cabo por el campo popular, acción transformadora cuya finalidad primordial debe ser
afectar o atacar estructuralmente los intereses del sistema oligárquico imperialista del
antipueblo y llegar a la destrucción de la oligarquía y el imperialismo como clases
sociales actuantes en el país.
Una política popular quiere la construcción de un sistema económico cuyo móvil no sea
el lucro ni el interés monopolista ni la especulación financiera, sino que éste destinado
y motivado por la necesidad de producir los bienes económicos, espirituales, culturales
y educativos requeridos por las grandes mayorías del pueblo Argentino.
Requiere realizar la Reforma Agraria a efectos de aumentar la producción agrícola y
crear un mercado de consumo que permita el desarrollo industrial.
Requiere la nacionalización del comercio exterior a efectos de que el beneficio dejado
por la producción del país se vuelque nuevamente al sistema económico nacional,
favoreciendo el autentico desarrollo económico.
Requiere la nacionalización del manejo de divisas y de la banca, para utilizar el crédito
como palanca de desarrollo.
Requiere la nacionalización del petróleo y todo el proceso desde la explotación hasta
su comercialización, a efectos de racionalizar la explotación de acuerdo con las
necesidades del proceso de desarrollo industrial.
Requiere con ese mismo fin y afectando similares intereses monopólicos, la
nacionalización de todas nuestras industrias básicas-petroquímica, siderúrgica no
ferrosa, etc., así como todos los resortes económicos estratégicos (transportes,
comunicaciones, etc.)
Requiere así como éstas, toda una serie de medidas totalmente contrapuestas con los
intereses oligárquicos e imperialistas, y cuya efectivización importará al triunfo del
Pueblo Argentino sobre sus enemigos históricos, coaligados en una espúrea conjunción
de fuerzas antipopulares. Aquí anunciamos apenas una síntesis esquemática de
nuestras principales banderas de lucha.
Es el plano político, sin estado de sitio, debemos recuperar la vigencia irrestricta de la
soberanía popular y del poder democrático. Debemos reinstaurar el respeto a los
derechos humanos y las libertades públicas publicas en su totalidad. Debemos
reconstruir el sistema constitucional integralmente, descentralizando el poder,
devolviendo al as provincias sus facultades, jerarquizando el Poder Judicial,
prestigiando al Parlamento. Debemos reconvertir al hombre argentino en el pilar sobre
el cual se asiente toda la estructura política de la Nación.
En el plano económico, debemos delinear un sistema que permita el crecimiento de
nuestra economía nacional sin trabas externas sobre la base del autoabastecimiento de
los bienes estratégicos (energía, insumos, tecnología, capitales), desmontando
totalmente el sistema basado en las finanzas y el lucro parasitario. Debemos incentivar
el trabajo productivo, defendiendo la producción nacional de la competencia externa y
de los negociados con nuestra producción primaria. Debe retribuirse justamente el
trabajo productivo, tanto del asalariado como del productor agropecuario, el artesano y
el industrial nacional. El hombre argentino debe ser la base del funcionamiento del
sistema económico, que debe estar a su servicio y subvenir a sus necesidades
elementales que le garantiza la Constitución: vivienda, alimentación, salud, vestido,
educación, asistencia social, etc.
En el plano educativo debemos reconstruir el prestigio de la publica, base formativa
para los ciudadanos iguales es derecho que requiere la democracia. Debemos lograr la
reasunción por parte del Estado de su responsabilidad en la educación de los
argentinos, comprendiendo que sólo la educación pública tiene la obligación y está en
condiciones de alcanzar a los niños y jóvenes argentinos los elementos formativos que
le garanticen la igualdad de oportunidades. La enseñanza pública debe ser la guía y
conducción de la formación de los argentinos y debe ser totalmente gratuita en todos
sus niveles.
Se debe poner en vigencia nuevamente todos los principio consagrados en la ley 1420,
teniendo ordenada y gradualmente a la supresión del aporte del Estado a la enseñanza
privada. En la Universidad se deben reimplantar los principio dela Reforma
Universitaria de 1918.
En el plano de la salud, el Estado debe asegurarla a toda la población (cualquiera sea
su condición social, económica, cultural) pues es un derecho social básico. Se bebe
instituir una política nacional de educación física y deporte.
En el plano cultural, debemos promover el florecimiento de la cultura nacional, derogar
y prohibir todo tipo de censura oficial o privada, apoyar los valores autóctonos en
todas las artes, fomentar el conocimiento de las técnicas de expresión artísticas para
las grandes mayorías y facilitar la llegada de obras y artistas al gran público. Debe
apoyarse económicamente a los artistas para fomentar su actividad a la vez promover
su difusión. Pero fundamentalmente, debemos comprender que la gran transformación
cultural en la Argentina se logrará cuando el pueblo asuma la plena conciencia de su
situación de dependencia ( dela cual derivan los grandes problemas nacionales) y a
través de actitudes concretas se convierta en el protagonista inexcusable en la
resolución de los mismos. Para ello es fundamental que el Estado garantice que los
medios de comunicación de masas estén al servicio de la democracia y no al servicio
del antipueblo.
En el plano internacional, debemos recuperar el rol tradicional dela Argentina en
América Latina, tendiendo a lograr la unidad del subcontinente en forma progresiva, en
los ordenes económicos, político y cultural, así como en la educación de sus pueblos.
Debemos tender a presentarnos ante el mundo como un grupo cohesionado y en el
futuro como una sola nación con nuestros hermanos de iberoamerica, sobre la base de
nuestros principios tradicionales de no intervención, defensa de autodeterminación de
los pueblos, solidaridad con los pueblos del mundo que luchan por su liberación
colonial o imperialista e igual jurídica de los Estados.
9- Conclusión. Carácter dialéctico de la Contradicción Fundamental.
La contradicción fundamental de la sociedad argentina es, sintetizando, la que enfrenta
al antipueblo (oligarquía, imperialismo, burguesía gerencial, etc) que lucha por
mantener su dominación sobre el Pueblo Argentino (trabajadores, clases medias,
empresariado nacional no comprometido con el imperialismo) que pugna por su
liberación.
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La resolución de esta contradicción será lograda con el triunfo de las fuerzas
populares, la destrucción de la oligarquía y el imperialismo como factores de
dominación actuantes en el país y la realización de la Liberación Nacional que rompa
los lazos de la dependencia y comience la construcción de un sistema político,
económico y cultural independiente, como primer paso hacia la construcción de la
sociedad del futuro.
En la sociedad del futuro, como en toda sociedad, también habrá alguna contradicción
fundamental. Hemos enunciado aquí las generalidades de la contradicción fundamental
en la Argentina actual. Pero también debemos ser consientes de que todo proceso
social es dinámico y que las características de la contradicción cambian.
En la actualidad la contradicción principal tiene características nacionales. Una vez
afianzada de la Nación y derrotados definitivamente sus enemigos, la contradicción
principal tendrá otras características, otros problemas, otros actores, otra dinámica.
Entonces definiremos la realidad nuevamente, detectaremos cuál será la contradicción,
analizaremos los sectores sociales que lo motorizan y propondremos su solución.
Nuestra guía será la conformación filosófica del radicalismo: el respeto por la dignidad
humana, la felicidad del pueblo, el bienestar para todos y la realización de una
sociedad justa, libre e igualitaria.
Buscaremos la solidaridad y la fraternidad, perseguiremos siempre la meta de la
justicia integral y marcharemos tras el ideal de la igualdad de oportunidades para
todos los hombres y mujeres.
Seguramente la contradicción principal será otra. Pero estudiando la realidad y
actuando intensamente en ella podremos ir marcando el camino y recorriéndolo.
De nuestra resolución de la actual contradicción fundamental y de nuestro correcto
tratamiento de las contradicciones secundarias dependerá que los problemas
fundamentales de las próximas etapas históricas argentinas no tengan la gravedad que
tiene el presente.
JUNTA COORDINADORA NACIONAL
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UNIÓN CÍVICA RADICAL DEL PUEBLO |
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Marxismo & Economía
La táctica trotskista del entrismo (4)
Las partes anteriores de esta nota aquí, aquí y aquí.
Las estructuras partidarias
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