La primera afirmación que debe conocerse a nivel mundial es que el Gobierno estadounidense con sus aliados, Francia, Gran Bretaña, Arabia Saudí, entre otros, nunca ha dejado de apoyar a los movimientos contrarrevolucionarios o terroristas que luchan contra gobiernos soberanos. A partir de allí proceden todos los análisis evitando las innumerables equivocaciones al describir subjetivamente o por coyuntura las intenciones de estos países, especialmente al definirlos como democráticos pese a sus acciones en contra de la justicia social y los derechos humanos.
En el caso de Siria, ya se han desarrollado dos etapas claramente delimitadas y se ha pasado a una tercera con el fin de apoderarse o fragmentar el país para consolidar 'zonas seguras' en tanto 'territorios independientes'.
En el primer plan para apropiarse de Siria por parte de las élites transnacionales se aplicó la táctica conocida como 'revolución de colores', entendida como protestas colectivas basadas en reivindicaciones justas para luego convertirse en oposición armada, supuestamente debido a la represión desatada por los 'regímenes' en contra de gente indefensa.
Este paso se desarrolló al pie de la letra, pese a que ocurrió un factor inesperado para las mentes pensantes de la injerencia: el pueblo sirio se unió para defender al Gobierno legítimo y derrotó la intervención extranjera que se pedía por las bandas armadas autodenominadas rebeldes.
Las agencias de Inteligencia pasaron a la segunda fase cual fue la invasión de Siria por parte de Daesh (Estado Islámico) y Al Nusra, organizaciones terroristas estructuradas, con enorme financiación externa y soportados en mercenarios con ideología takfirí.
El aporte estratégico y militar permitió creer que el presidente caería muy pronto. Sin embargo, nuevamente quienes planificaron el caos controlado no aprendieron que un pueblo con la patria como símbolo es capaz de derrotar a cualquier ejército que posea como bandera el asesinato, la debacle y cuyo principio sea la maldad como baluarte.
De ese modo, la respuesta militar de Rusia, Irán, Hezbollá, entre otros, fue tan contundente que falló nuevamente la segunda etapa.
El nuevo plan ingresa ahora en un nivel más agresivo aún que involucrar a Turquía o a la Coalición como puntales del terrorismo, pues se ha pensado en ideas aún más radicales. Este consta de varios elementos. El primero es confrontar a Israel directamente con Siria ya que, desde el inicio del conflicto, el régimen de Tel Aviv ha atacado en diferentes ocasiones sus posiciones militares, en un intento para apoyar a los grupos terroristas ante los avances del Ejército Árabe Sirio. La idea es mantener el caos ocupando el Golán al igual que Palestina.
Otro elemento es recoger el planteamiento de la oposición, conformada por personajes selectos y afectos al Occidente y a bandas ultraviolentas, para ingresar en una opción agresiva legalizada en instituciones internacionales, especialmente la ONU, donde Stefan de Mistura juega un rol definido a favor de construir una forma de asentamientos denominados "zonas seguras", las que se conviertan en territorios que permitan al terrorismo asentarse y dividir la nación.
Cabe recordar que en la resolución 2254 presentada al Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, aprobada unánimemente en diciembre de 2015, se marca el objetivo de establecer una gobernanza viable, incluyente y no sectaria en el país árabe, así como un calendario y un proceso para la redacción de una nueva Constitución, y después la celebración de elecciones libres y justas bajo la supervisión de las Naciones Unidas. Lo delicado es que el tema del terrorismo y la soberanía siria están en último lugar.
Un elemento definitivo es la llegada de otro convoy estadounidense a Siria junto con el establecimiento de una base aérea en una planta de cemento en el noroeste, violando la soberanía y, como fuerzas de ocupación, alimentando el conflicto con los kurdos, el Ejército Libre Sirio y Turquía, basado en el principio del caos como factor que coadyuva a los intereses occidentales.
En un análisis serio no se puede ligar de modo directo la vía diplomática a la militar, pues significaría esperar a que las conversaciones actuales finalicen en un acuerdo, mientras se paraliza la defensa del país, lo que en varias ocasiones anteriores ha llevado a Daesh a fortalecerse junto con los 'rebeldes moderados' (terroristas aliados de la Coalición que han cometido horrorosos crímenes).
Parece ser que la solución sólo se gestará en la medida que el Gobierno sirio consolide su poder en su propio territorio y, a partir de allí, las facciones opositoras tengan que dialogar obligatoriamente y sin poner condición alguna, excepto que el pueblo sea quien decida su propio destino, reconociendo asimismo el papel negativo de la 'oposición' al apoyar a las bandas ultraviolentas.
La transición del poder no es la solución inmediata al problema de Siria, puesto que lo fundamental es la lucha contra el terrorismo y el cese de la lucha contra la sociedad por los 'rebeldes moderados', desde cuya resolución está la clave para lograr la paz en dicha nación.
La tercera fase ha comenzado con una estrategia integrada que involucra a Turquía invadiendo Siria, a Israel agrediendo permanentemente, a la vía diplomática para esgrimir cese al fuego y zonas seguras (dejando de lado el terrorismo de Daesh-Al Nusra), con la invasión estadounidense, más una intensa campaña mediática de desinformación a través de acusaciones falsas ya descubiertas como lo referente a armas químicas, con lo cual se desea poner un punto de más alta confrontación.
Sin embargo, en la medida que el gobierno de Al Assad continúe derrotando militarmente al terrorismo, se podrá consolidar una pacificación que conduzca a la vía política de forma mucho más natural. Sigue siendo este camino el que se ha comprobado como el mayor y más efectivo método para conducir a la integración y unidad de Siria.