Zajárchenko rechaza la transparencia en la gestión económica de las empresas intervenidas. “Si dedico los beneficios a la compra de armas, municiones y alimentos para el Ejército, ¿también debo mostrar a todo el mundo que me gasté millones o miles de millones?”, señala. Etiquetar los gastos opacos en la categoría de "otros fines" no le convence. “No, no puedo”, admite. El Ejército de la RPD tiene 35.000 personas y “en pocas semanas”, dice, puede “aventajar a los europeos” por su “abastecimiento y equipo”.
Zajárchenko es pesimista sobre el futuro de Europa, pero optimista sobre el comercio, a pesar del bloqueo ucraniano y las sanciones contra Rusia. “Europa está muy corrompida y practica una política de doble rasero. Las relaciones económicas se guían por el principio del beneficio”, dice. “El Estado Islámico vendió petróleo a Turquía y China compró petróleo a Irán pese a las sanciones”. “Tenemos propuestas agrícolas de los italianos y una fábrica mantenida por los alemanes, así como ofertas de los chinos. Trabajamos con empresas de EE UU, de Francia, de Finlandia, de Suecia. Recibimos impuestos de ellos y nos importa si no los pagan en sus países”.
Es un error pensar que aquí luchan ucranianos y rusos. Aquí luchan rusos con rusos
La potencia rusa
Para el líder de la RPD, la única potencia con futuro en el mapa continental parece ser Rusia, que él ve como la eventual salvadora de una Europa debilitada por la emigración musulmana y las tendencias centrífugas. El orden que las democracias modernas consideran “pasado” (una sociedad combativa, intolerante, con familias patriarcales autoritarias), corresponde al “futuro” deseado por Zajárchenko, que critica la falta de deseo de combatir, fruto de la experiencia europea de la Segunda Guerra Mundial. “Patria y familia son los principales valores de los rusos y estamos dispuestos a morir por ellos. En cambio, para los europeos, la vida es lo principal, y después tal vez la familia, pero la Patria está mucho más atrás”. “Los europeos quieren seguir viviendo y han desarrollado el instinto de conservación”. “A Europa la conquistan los inmigrantes. A nosotros nadie nos conquista”, señala. “La nación perece cuando los hombres no quieren morir por la familia y la Patria”.
El líder insurgente asegura que vivían en un país que se llamaba Ucrania, "como los vascos en España o los escoceses en Reino Unido". "Unos se sentían ucranianos, otro no; pero todos aquí nos sentíamos de Donbás”, describe. “Es un error pensar que aquí luchan ucranianos y rusos. Aquí luchan rusos con rusos, porque los ucranianos son esos mismos rusos. Donbás [las provincias de Donetsk y Lugansk] es el lugar donde cambia el orden global mundial, donde cambia la percepción de Rusia en el mundo”, asegura Zajárchenko. A diferencia de Crimea, “aquí [Donbás] se vierte la sangre” y “lo que ahora parece imposible, puede ser realidad dentro de medio año. Y con gusto miraré cuando el estado de Texas se alce en armas y diga que no quiere vivir en EE UU y comience a disparar sobre California”, reflexiona.
“ME GUSTA DISPARAR”
P. B
"Si estás sentado sin hacer nada, te degradas. Pararse significa morir. Me gusta disparar. Usted escribe y yo disparo”, dice Zajárchenko, que enseña a esta corresponsal (tras vaciar previamente los cargadores) las tres pistolas que lleva encima. Se trata de un arma de producción checoslovaca y otras dos de producción soviética (una TT y otra Makárov).
Recuerda el líder prorruso al “tío Misha”, un antepasado suyo que luchó como tanquista por la República española. Aquella era una información secreta que el "tío Misha", partisano durante la Segunda Guerra Mundial, sólo desveló al regresar de los campos de concentración de Stalin, adonde le enviaron a “talar árboles”, como a tantos otros combatientes soviéticos, por haber sido prisionero de los alemanes.
Siberia fue también el destino de la bisabuela de Zajárchenko, condenada a 15 años en campos de la URSS por haber estado presa en Buchenwald, y luego rehabilitada. El líder de la RPD tiene cuatro hijos varones y en su concepto de la educación familiar está castigarles cuando hacen algo malo, poniéndolos cara a la pared, y azotarlos con los pantalones bajados. “Ellos mismos se ponen en un rincón, se inclinan y yo les azoto, lloran en silencio apretando los dientes, pero no dejan escapar un grito, y luego, cuando hemos concluido, me dicen: gracias padre por la lección”.
El hijo mayor de Zajárchenko, de 19 años, estudia para ser diplomático en Moscú y desobedeciendo a su padre viajó a ver a una amiga a Siberia, a miles de kilómetros de distancia. También él recibió el castigo paternal. “Es un Zajárchenko. Aquí podría llevar una pistola para defenderse, pero allí donde estudia, no se pueden llevar armas”, lamenta.