(Por Atilio A. Boron) Pasaron poco más de seis meses desde el histórico anuncio realizado conjuntamente por los presidentes Barack Obama y Raúl Castro el 17 de Diciembre pasado. Dado que no es Cuba quien ha acosa a Estados Unidos sino Washington quien bloquea a la isla caribeña parece oportuno indagar sobre lo ocurrido con esa política, que viene siendo repudiada por la comunidad internacional con cada vez mayor fuerza. Al hacerlo, no deja de sorprender que en lo tocante al bloqueo la situación permanece sin mayores cambios. Han habido varias rondas de conversaciones tendientes a normalizar las relaciones cubano-americanas pero, hasta ahora, los gestos y las decisiones concretas que tiene que tomar la Casa Blanca han sido escasas y de poca monta. Peor aún, el día previo al del anuncio el Departamento del Tesoro sancionó al Commerzbank de Alemania con una multa cercana a los mil millones de dólares por realizar operaciones financieras con Cuba. La decisión de eliminar a ese país de la lista de países patrocinadores del terrorismo -lugar en el que había absurdamente sido incluida desde los años de Ronald Reagan, en 1982- puede facilitar el relanzamiento de las relaciones económicas pero, hasta ahora, es muy poco lo que se ha hecho.
Del lado norteamericano se dice que el Congreso no acompaña a las políticas de la Casa Blanca y que obstaculiza el avance del proceso de normalización. Sin embargo, un equipo de abogados estadounidenses ha demostrado que existe un amplio campo de atribuciones en manos del ejecutivo y que si Obama quisiera podría impulsar algunas decisiones que reducirían significativamente los perniciosos efectos del bloqueo. A título meramente ilustrativo argumentan que podría autorizar el establecimiento de conexiones aéreas regulares servidas por transportadores de Estados Unidos y Cuba; o que los visitantes norteamericanos a la isla pudieran traer de regreso, para uso personal o como regalos, toda clase de bienes producidos sin limitaciones discriminatorias (en relación a lo permitido para otros países) según el tipo de artículos (ron, tabaco, etcétera) o el valor de los mismos; posibilitar el establecimiento de relaciones de corresponsalía entre instituciones bancarias de ambos países; eliminar o atenuar, para ciertos productos estadounidenses, la necesidad de que Cuba pague sus compras “en efectivo y por anticipado”; autorizar el uso de dólares norteamericanos en las transacciones comerciales que realicen las empresas cubanas y facilitar las operaciones de “clearing” a través del sistema bancario estadounidense; suprimir la política de “veto a Cuba” en las instituciones financieras internacionales a la hora de aprobar créditos o donaciones a la isla; abolir la prohibición que impide a barcos que hayan transportado cargas desde o hacia Cuba a amarrar en puertos de los Estados Unidos antes de 180 días después de abandonar un puerto cubano, así como autorizar a navíos que transporten bienes o pasajeros hacia o desde Cuba ingresar a puertos de los Estados Unidos; otorgar una licencia general que permita el flujo sin límites y frecuencias de remesas destinadas a individuos u organizaciones no gubernamentales radicadas en Cuba, incluyendo pequeñas granjas; facilitar la exportación de equipos informáticos y software de origen estadounidense a Cuba, así como materiales dedicados al desarrollo de la infraestructura de telecomunicaciones; autorizar a ciudadanos de Estados Unidos a recibir tratamientos médicos en Cuba, la exportación de medicinas, insumos y equipos para la atención de pacientes cubanos o para facilitar la producción biotecnológica de la isla y permitir el ingreso a Estados Unidos de medicamentos cubanos para su venta en ese país. Este listado, que podría extenderse con muchas otras medidas, es suficientemente ilustrativo de que es posible aminorar el criminal impacto del bloqueo si hubiera la voluntad política de sentar sobre nuevas bases las relaciones entre Estados Unidos y Cuba. La gran pregunta es: ¿por qué no lo hace? Podría conjeturarse que la pasividad de Obama es una estrategia para debilitar a Cuba y negociar desde una posición de fuerza la normalización de las relaciones diplomáticas; o para apaciguar a sus críticos de derecha, tanto dentro de su propio partido como entre los republicanos; o que la maquinaria burocrática del estado impone ritmos y erige limitaciones a lo que el ocupante de la Casa Blanca quiera hacer, como lo demuestra su incapacidad para cerrar la cárcel de Guantánamo a pesar de sus promesas de campaña; o una combinación de todo lo anterior. Pero lo cierto es que, cualesquiera que fueren las razones por las que Obama no hace uso de sus atribuciones, el bloqueo sigue su curso ocasionando graves daños a la economía cubana y provocando crueles sufrimientos a su población. Tal vez en el fondo de esta política se encuentre la ilusión de que la permanencia del bloqueo y la irritación que este produce precipitarán un estallido de protesta popular que ponga fin a la revolución cubana. Hace más de medio siglo que Washington adhirió a esa estúpida creencia, refutada por la historia, pero sabemos que una de las cosas que distingue al imperio es su enfermiza obcecación por apoderarse de Cuba, una ambición hecha pública en los albores de la república norteamericana por John Adams, el segundo presidente de ese país, cuando en Junio de 1783 declaró la necesidad de anexar la isla caribeña a los Estados Unidos. Dado que Obama aclaró que la normalización de relaciones bilaterales no significa que su país abandone la idea de producir un “cambio de régimen” en Cuba para, según él, facilitar el advenimiento de la democracia y la libertad en la isla –preguntemos: ¿como en Libia, Irak, Siria, Honduras?-, no sería de extrañar que su actitud fuera expresión de aquella prepotente necesidad sentida por Adams hace ya más de dos siglos y que el actual ocupante de la Casa Blanca no se atreve a desechar pese a su inmoralidad y a su insalvable anacronismo. A seis meses del anuncio del 17 de Diciembre pasado Obama podría haber hecho algo más. Aunque nomás sea por respeto a sus propias palabras.
Restablecidos los vínculos diplomáticos con Estados Unidos, será imprescindible el levantamiento del bloqueo, entre otros aspectos, para la normalización de las relaciones
"No podrá haber relaciones normales entre Cuba y Estados Unidos mientras se mantenga el bloqueo"
El Mundo
Una declaración del gobierno cubano celebra la inminente apertura de embajadas en Washington DC y La Habana, pero reclama el levantamiento del bloqueo y los territorios de Guantánamo
"Restablecidos los vínculos diplomáticos con Estados Unidos, será imprescindible el levantamiento del bloqueo, entre otros aspectos, para la normalización de las relaciones". Así comienza una declaración del gobierno de Cuba dada a conocer hoy, al mismo tiempo que el presidente de Estados Unidos, Barack Obama , anunciaba la normalización de los lazos con la inminente reapertura de embajadas en La Habana y en Washington DC.
Después de más de cinco décadas sin relaciones diplomáticas y tras seis meses de intensas negociaciones, Cuba y Estados Unidos anunciaron hoy que reabrirán misiones diplomáticas permanentes en sus respectivas capitales el lunes 20 de julio.
Esta mañana, el jefe de la sección de Intereses de Estados Unidos en Cuba, Jeffrey DeLaurentis, entregó formalmente en la Cancillería de Cuba, en La Habana, una carta del presidente Obama al presidente cubano, Raúl Castro, sobre la reapertura de embajadas.
Poco después, Obama habló en conferencia de prensa y el gobierno cubano difundió una declaración en Granma, el órgano oficial del Partido Comunista de la isla.
"Al formalizar este paso, Cuba y los Estados Unidos ratificaron la intención de desarrollar relaciones respetuosas y de cooperación entre ambos pueblos y gobiernos", plantea la declaración de Cuba.
"Con el restablecimiento de las relaciones diplomáticas y la apertura de embajadas, concluye la primera etapa de lo que será un largo y complejo proceso hacia la normalización de los vínculos bilaterales, como parte del cual habrá que solucionar un grupo de asuntos derivados de políticas del pasado, aún vigentes, que afectan al pueblo y a la nación cubana", agrega..
Estados Unidos no tiene planes para devolver a Cuba la base militar ubicada en Guantánamo, según ha afirmado este miércoles el secretario de Defensa de Estados Unidos, Ash Carter, en respuesta a la reivindicación del Gobierno cubano.
“No hay expectativas ni planes con respecto a (la devolución de) la base naval de Guantánamo, en Cuba”, ha dicho el jefe del Pentágono en una rueda de prensa interrogado sobre la posibilidad de que la Casa Blanca acceda a las exigencias del pueblo cubano.
El Gobierno cubano ha vuelto a pedir este miércoles a Estados Unidos que le devuelva la soberanía sobre los 116 kilómetros cuadrados que ocupa la base militar.
Cuba ha recuperado esta vieja petición aprovechando que ambos países han anunciado este miércoles que el próximo 20 de julio se abrirán las embajadas en Washington y La Habana para restablecer las relaciones diplomáticas.
La apertura de las sedes diplomáticas es el segundo gran paso, después de que Estados Unidos sacara a Cuba de la arbitraria lista de países patrocinadores del terrorismo el 29 de mayo. Estos dos hitos se enmarcan en el diálogo iniciado el 17 de diciembre para normalizar los vínculos bilaterales.