Masters 1000 de Roma
Zverev se hace hueco en el presente: campeón en Roma
A los 20 años, el alemán vence a Djokovic (6-4 y 6-3) y se convierte en el primer jugador nacido en los 90 que gana un Masters 1000.
Zverev, celebrando un punto ante Djokovic. Claudio Onorati Efe
Las verdaderas estrellas nacen delante de otras estrellas. Este domingo, Alexander Zverev celebró el primer Masters 1000 de su carrera al derrotar a Novak Djokovic (6-4 y 6-3) en la final del torneo de Roma e inmediatamente provocó una catarata de importantes consecuencias. A los 20 años, el alemán se convirtió en el único jugador nacido en los 90 que logra un título de la categoría, ascendió al número 10 del mundo y tomó ventaja con respecto a sus perseguidores: Zverev ha abierto una brecha considerable con todos los que vienen (Dominic Thiem, Nick Kyrgios o Borna Coric) y ha logrado algo que no tienen muchos de los que ya están (Kei Nishikori, Milos Raonic o David Goffin). Increíble en un adolescente que desde hoy cuenta con un hueco en el presente. [Narración y estadísticas]
El arranque de Zverev retrató a un jugador descarado y sin complejos, pese a estar jugando su primera final de Masters 1000 contra Djokovic. El alemán, que en seis minutos ya tenía controlado el marcador (2-0), plantó los pies en el fondo de la pista, construyó una muralla y desde allí le ganó el encuentro al campeón de 12 grandes, que se dejó la vida quejándose por todo (el viento, la tierra, el público, su propio juego...) y fue incapaz de parecerse al tenista del día anterior, el mismo que provocó los elogios de Boris Becker (“por primera vez en mucho tiempo he vuelto a ver el fuego en la cara de Novak”, dijo el ex número uno mundial, hasta el pasado mes de noviembre entrenador del serbio) con su tenis más brillante del año.
Para Djokovic, que en semifinales había jugado su mejor partido en mucho tiempo contra Thiem, la derrota fue un golpe difícil de encajar, por el resultado y sobre todo por las formas. Zverev, a años luz en experiencia, hizo del encuentro un trámite: tuvo opciones de ganar casi todos los juegos, no se enfrentó a ninguna bola de break (cedió solo nueve puntos al saque, de los 45 que disputó) y llegó al título con un aplomo impropio del que es un aspirante recién nacido. El presente todavía no le pertenece, pero está claro que el futuro debería ser suyo.