Mario Sanoja e Iraida Vargas-Arenas|
En los párrafos iniciales del Manifiesto Comunista, escrito por Carlos Marx y Federico Engels a mediados del siglo XIX, ambos autores proclaman: “Un fantasma recorre toda Europa: el fantasma del comunismo. Todas las fuerzas de la vieja Europa, dicen aquellos, se han unido en santa cruzada para acosar a ese fantasma: el Papa y el zar, Metternicht y Guizot, los radicales franceses y los polizontes alemanes”(1).
¿Qué significa realmente la Asamblea Nacional Constituyente? El título IX, de la Constitucion de la República Bolivariana de Venezuela de 1999, De la Reforma Constitucional, está consagrado a las formas de modificar su texto. El capítulo III se refiere a la Asamblea Nacional Constituyente donde se establece y reconoce en el artículo 347, que el pueblo venezolano es el único depositario del poder constituyente originario con el poder de convocar una Asamblea Nacional Constituyente para transformar el Estado, crear un nuevo ordenamiento jurídico y redactar una nueva Constitución. El artículo 348 faculta al Presidente de la República para que, en Consejo de Ministros, tome la iniciativa de convocar la Constituyente, lo cual hizo legalmente el Presidente Nicolás Maduro.
La Constitución faculta igualmente a la Asamblea Nacional ordinaria, mediante acuerdo de las dos terceras partes de sus integrantes o a los Consejos Municipales reunidos en Cabildo mediante el voto de las dos terceras partes de los mismos o a petición escrita del 15% de las electoras y electores inscritos en el registro civil y electoral para convocar la Constituyente. Ninguna de estas trest últimas partes hizo mención de hacer la convocatoria. Como dice el principio jurídico: el que calla, otorga. El artículo 349 dice textualmente: Los poderes constituidos no podrán en forma alguna impedir las decisiones de la Asamblea Nacional Constituyente. Dont acte…. O sea….
La crisis por la que atraviesa dicho bloque capitalista neoliberal se debe, en buena parte, a una excesiva acumulación en el sistema financiero de capitales que necesitan ser invertidos y tranformados en activos concretos, tales como el petróleo, el gas, el hierro, el oro, el coltán y otros minerales estratégicos así como el agua, recursos naturales que Venezuela posee en enormes cantidades. Apropiarse de los mismos significaría transformar el dinero mercancía que está perdiendo valor, en activos que están valorados en trillones de dólares. ¡Estupendo negocio¡
Para derrocar la Revolución Bolivariana y asi apoderarse de nuestras riquezas, los poderes fácticos imperiales comenzaron a financiar desde 1999 a la llamada “oposición venezolana”, grupo de partidos políticos y de sectores de la burguesía empresarial y comercial de la IV República que fueron incapaces de conservar el poder que asaltaron en 1830 luego de la muerte del Libertador Simón Bolivar y la disolución de la Gran Colombia. La clase de comerciantes y empresarios durante la bonanza petrolera que comenzó en las primeras décadas del siglo XX, decidió dedicarse a importar de Estados Unidos las mercancías que el pueblo venezolano necesitaba o, en el mejor de los casos, formar empresas asociadas al capital imperial para ensamblabar en Venezuela las materias primas y partes producidas en el exterior.
El Presidente Chávez y la Revolución Bolivariana pusieron término a ese festín, nacionalizando la industria petrolera y muchas otras empresas que los gobiernos de la IV República habían privatizado. Las transnacionales no aceptaban y no aceptan ser dejadas fuera de la explotación de la mayor riqueza petrolera del mundo, la faja petrolífera del Orinoco, bautizada como Hugo Chávez Frías, los enormes depósitos de gas del golfo de Paria así como los inmensos yacimientos de oro, hierro, cobre, coltán y otros localizados en Guayana, al sur del Orinoco. Para lograr sus fines están dispuestas a imponer todo tipo de violencia al pueblo venezolano, con el apoyo de la burguesia y las formaciones politica de la derecha venezolana.
Desde el año 2000 comenzó a desarrollarse un “golpe suave madiático” que culminó transitoriamente con el derrocamiento del Presidente Chávez por 72 horas en 2002. El pueblo venezolano intervino para derrrotar el golpe empresarial militar, pero el Presidente Chávez perdonó a los más de 300 empresarios, periodistas, militares, cardenales, obispos y curas de la iglesia católica que participaron en el golpe. Estos volvieron a forjar una nueva conspiración que culminó en el sabotaje de la industria petrolera, la cual fue igualmente derrotada por la acción del pueblo venezolano.
Luego de numerosos llamados al diálogo por parte del Presidente Maduro, a los cuales se negaron tanto la derecha como la burguesía empresarial, el Presidente decidió convocar la Asamblea Constituyente Nacional. El objeto era constitucionalizar todos los avances sociales logrados en 17 años de Revolución, particularmente las misiones sociales que permitieron erradicar el analfabetismo, el avanzado sistema de seguridad social, de salud, educación, vivienda y empleo. Lo que colmó la ira de la burguesía fue la creación del sistema denominado CLAP (Comites Locales de Abastecimiento y Producción), destinados a desmantelar los monopolios y oligopolios de la distribución de alimentos y bienes de consumo que han servido a la burguesía por decenas de años, para mantener un estricto control político de la vida cotidiana de la sociedad venezolana.
Gracias a esa campaña mediática lograron posicionar a nivel mundial a Venezuela como un Estado fallido, como una dictadura y al presidente Maduro como el dictador. La convocatoria a elecciones constituyentes, a las cuales se negó la derecha, tenía como objetivo lograr una discusión seria sobre el futuro de la sociedad venezolana: pero la derecha venezolana, aupiciada por la derecha imperial no aceptaba nada menos que la rendición del presidente Maduro y el fin de la Revolución. Por ello Trump, la señora Mogherini, el presidente Peña Nieto, el presidente Santos, los presidentes Kucinsky y Macri, el bufón “Fora Temerr” y toda la fauna derechista mundial exigieron a Maduro detener el proceso constituyente.
Pero el pueblo venezolano decidió empoderarse de la Asamblea Nacional Constituyente para lograr la paz, detener el terrorismo de de la derecha y facilitar una reformulación mas revolucionaria de la Constitución bolivariana de 1999. El treinta de Julio decidió salir a votar, a pesar de las amenazas de los mercenarios paramilitares colombianos contratados por la derecha venezolana y los actos de violencia contra la población. Más de ocho millones de ciudadanos, el 42% de la población electoral, votamos a favor de la constituyente.
La Asamblea Nacional Constituyente representa la prueba fehaciente de que sí hay un mundo posible, alternativo al capitalismo neoliberal. Debido al fracaso de los guiñoles de la derecha venezolana, que presagia también su muerte política, los verdaderos dueños del circo, Trump, Mogherini y sus aliados, han tenido que salir a dar la cara por la subversión contra la Revolución Bolivariana. La constituyente venezolana podría ser un mal ejemplo para los pueblos de América Latina, Estados Unidos y Europa que sufren y padecen los males impuestos por dictaduras neoliberales y muy posiblemente verían con agrado que pudiesen participar también en la discusión de su destino vía asambleas constiuyentes. Por eso amenzan a Venezuela con guerras, bloqueos económicos y guerra mediática. Pero las y los venezolanos estamos dispuestos a dar la batalla por nuestra soberanía y nuestra independencia… y triunfar. El fantasma de la constituyente venezolana seguirá recorriendo al mundo. Venezuela será un faro de luz para los pueblos oprimidos de la tierra.