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General: El juez prevaricador Sergio Moro atropelló dignidad de Lula y de Brasil
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De: Ruben1919 (Mensaje original) |
Enviado: 05/03/2016 10:36 |

EL MUNDO › EL JUEZ SERGIO MORO FUE OVACIONADO EN LAS MARCHAS GOLPISTAS DEL AÑO PASADO
Una mala imitación de mani pulite
Símbolo de los sectores más golpistas del Poder Judicial brasileño, el juez Sergio Moro conquistó popularidad en las clases medias que ayer gritaban “Brasil nunca va a ser comunista”. No oculta su alianza especial con el Grupo Globo contra el gobernante PT.
Por Darío Pignotti
Desde Brasilia
De Luiz Inácio Lula da Silva a Silvio Berlusconi: la operación mani pulite mal contada. El juez brasileño Sergio Moro, responsable de la causa sobre corrupción en Petrobras por la que ayer Lula fue trasladado bajo coerción a la sede de la policía federal, ha dicho en conferencias recientes que tomó como modelo el proceso impulsado en los años 90 en Italia dirigido por el fiscal Antonio Di Pietro.
“La forma coercitiva como Lula fue llevado a deponer ante la policía es un absurdo, lo que está haciendo el juez Moro se parece a un golpe de Estado”, lanzó ayer Wadih Damous, el ex presidente de la Orden de Abogados de Brasil y diputado del Partido de los Trabajadores (PT) .
“Con la orientación de Moro la Policía Federal está convirtiéndose en una policía política, la persecución contra Lula se asemeja a los operativos del DOPS”, la Dirección del Orden Político y Social creada por la dictadura militar, comparó ayer el diputado petista Carlos Zarattini.
Gracias a su estilo implacable y su indiferencia por las garantías de los acusados Moro ha conquistado popularidad en las clases medias que ayer gritaban “Brasil nunca va a ser comunista” cerca de las oficinas donde el ex presidente era indagado por su presunta vinculación con la cadena de delitos constituida en torno de Petrobras.
En las marchas golpistas del año pasado fue ovacionado por miles de inconformes que además de exigir el impeachment contra Dilma y la cárcel de Lula, proponían a Moro como salvador de la patria, y hasta candidato a la presidencia.
Seguro que las expresiones de idolatría por el juez se repetirán el próximo domingo 13 cuando los partidos conservadores llamaron a otra movilización nacional destituyente. El pensamiento teórico de Moro es modesto y su carrera académica no exhibe elaboraciones de brillo. En 1995 se graduó como abogado en la Universidad Estadual de Maringá, interior del estado de Paraná, y luego realizó un par de viajes de estudios a Estados Unidos, uno para perfeccionarse en combate al lavado de dinero dictado por el Departamento de Estado. En su currículum aparece una maestría y un doctorado.
De la producción de textos del juez , donde tampoco surge ningún aporte original al conocimiento del derecho brasileño, sobresale “Consideraciones sobre la Operación Mani Pulite (manos limpias)”.
Entre las conclusiones del ensayo se sostiene que es “innegable que esa operación fue una de las más exitosas cruzadas judiciales contra la corrupción política y administrativa” en la que la Justicia desempeñó un papel “regenerador” de todo el tinglado político dominado por la Democracia Cristiana en coludio con el Partido Socialista de Bettino Craxi.
El grado de promiscuidad política en Italia en los 90, señala el trabajo, llegó a tal grado que para resumirlo “podemos servirnos de la expresión del procurador Antonio Di Pietro cuando la llamó Democracia Vendida”.
Moro parece asombrado por el eficaz accionar de pinzas de la prensa y los magistrados que desembocaría en la “deslegitimación total” del sistema político que había surgido de la segunda posguerra mundial italiana.
En su traslación lineal a la realidad brasileña de la experiencia de Mani Pulite estableció una sociedad de hecho con la cadena Globo a la que se han filtrado selectivamente las informaciones más sensibles de la Operación Lava Jato (Lavado Rápido) que investiga los delitos perpetrados a costillas de Petrobras por una organización integrada por grandes empresas constructoras y gerentes de la compañía que recibieron cientos de millones de dólares en sobornos.
Todo lo anterior con la posible anuencia o indiferencia de dirigentes de varios partidos políticos entre ellos el Partido de los Trabajadores que está en el gobierno desde enero de 2003.
Moro identifica como una fuerza de cambio central al conglomerado de medios más concentrado de América latina cuya expansión oligopólica fue garantizada por su sociedad con la dictadura militar.
Y considera como una vector de atraso al Partido de los Trabajadores en el que imagina una organización mafiosa enquistada en el aparato del Estado para jibarizarlo y entregarlo a los sindicatos.
Pero el principal de los ogros en el imaginario del juez es indudablemente Lula: prácticamente todos los pasos por el proceso sobre el “Petrolao” fueron asfaltando el camino para llegar al ex mandatario, explicó recientemente Rui Falcao, el presidente del PT que ayer llamó a la militancia a unirse contra la escalada desestabilizadora.
El ex titular de la Orden de Abogados de Brasil sección Río de Janeiro Wadih Damous contó meses atrás a este diario que Moro “está secundado por un grupo de fiscales fanáticos, unos jóvenes sin ningún saber jurídico que se asumen como si fueran predicadores del bien contra la política, tienen un recelo hondo hacia todo lo que sea política”.
Para Damous el estelar juez de la causa por el Petrolao adolece de “veleidades” surgidas de su propia cortedad de mira: imagina ser un Antonio Di Pietro a la brasileña, pero no tiene la solidez jurídica del fiscal milanés, y cree que está fundando un nuevo orden y lo que está alimentando el la restauración del viejo sistema conservador brasileño. Lo peor, remata Damous, es que no toma en cuenta que de la implosión del sistema político italiano surgió Silvio Berlusconi. “¿O será que Moro en realidad quiere ser el Berlusconi brasileño?”.
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EL PAIS › IRRUMPEN POLICIAS EN LA CASA DE LULA PARA LLEVARLO A DECLARAR EN UN CASO DE CORRUPCION
Golpean al líder para voltear a la presidenta
Lula fue conducido al aeropuerto de San Pablo, donde prestó declaración a lo largo de casi cuatro horas. El procedimiento causó indignación y protestas callejeras. El ex presidente denunció la connivencia entre “el juez, la policía y los grandes medios”.
Por Eric Nepomuceno
Desde Río de Janeiro
Poco antes de las siete de la mañana de ayer la Policía Federal se presentó en el departamento donde reside el ex presidente Lula da Silva, en San Bernardo, cordón industrial de San Pablo. Poco antes la escolta a que Lula tiene derecho como ex mandatario había llegado al local y lo advirtió de la presencia de la policía judicial. El mismo Lula abrió la puerta.
Cumpliendo órdenes del juez de primera instancia Sergio Moro, la Policía Federal condujo a Lula da Silva hasta el aeropuerto metropolitano de San Pablo. En la sala reservada a las autoridades –una gentileza concedida a la figura política de mayor relieve en Brasil– Lula prestó declaraciones a lo largo de casi cuatro horas. En más de una ocasión se irritó con las preguntas de los comisarios de la Policía Federal. Se irritó, por ejemplo, cuando le preguntaron sobre botellas –algunas, de vino importado– encontradas en la casa de campo que el ex presidente frecuenta los fines de semana. También sobre los dos barquitos que su esposa compró para los nietos de la pareja. “¿Es que no tienen nada más importante para hacer que preguntarme estupideces?”, espetó Lula da Silva a sus interrogadores. Un abogado que acompañó el interrogatorio contó que Lula contestó a todas las preguntas sin titubear un solo instante.
La noticia de que el ex presidente fue blanco de una orden de ser llevado por la fuerza pública a prestar testimonio tuvo inmenso impacto en todo el país.
Por la tarde, Lula y la presidenta Dilma Rousseff manifestaron su “indignación” por la medida adoptada por el juez Sergio Moro. “Me sentí como un prisionero esta mañana” dijo Lula. “Si querían escucharme sólo tenían que llamarme porque no debo y no temo.” A su vez, Dilma expresó su “plena disconformidad” por el operativo policial en un mensaje televisado que dio desde el palacio presidencial flanqueada por sus ministros. “Manifiesto mi plena disconformidad con el hecho de que un ex presidente de la república, que muchas veces compareció voluntariamente para ofrecer aclaraciones ante las autoridades competentes, sea ahora sometido a un innecesario traslado coercitivo para dar testimonio,” se quejó la mandataria.
También Marco Aurelio Mello, integrante del Supremo Tribunal Federal, instancia máxima de la Justicia en Brasil, criticó, por abusiva, la medida determinada por el responsable por la Operación Lavadero de Autos, que investiga el esquema de corrupción instalado en la estatal Petrobras. Figura prominente del principal partido de oposición, el socialdemócrata PSDB, José Gregori, ministro de Justicia y luego de Derechos Humanos del gobierno de Fernando Henrique Cardoso, denunció lo que considera un “evidente abuso” practicado por el juez de provincia. El economista Luis Carlos Bresser-Pereira, uno de los fundadores del PSDB, fue más contundente aún, al afirmar que “ya es hora de que el Supremo Tribunal Federal intervenga en la Operación Lavadero de Autos, para impedir que sigan ocurriendo abusos de poder como prisiones temporarias perpetuas o la conducción coercitiva de un ex presidente que ni siquiera había sido convocado a declarar”.
Por la tarde, Lula da Silva se manifestó de manera contundente. “No era necesario que Moro mandase gente a mi casa, a las de mis hijos y de mis compañeros de militancia”, dijo con aire indignado, recordando que solamente este año ya había comparecido en tres ocasiones para prestar declaraciones. “Ha sido un gesto de arrogancia, de prepotencia”, agregó.
Lula insistió, una vez más, en recordar que ha sido en sus dos gobiernos (2003-2010) que se concedió, como nunca antes, autonomía a la Policía Federal e independencia el Ministerio Público. “Lo hicimos”, dijo, “porque creemos en la democracia. Moro, no. Mucho antes de Moro, yo ya era un demócrata. Mientras él no hacía nada, nosotros luchábamos para devolver la democracia al país”.
El ex presidente, luego de declararse indignado por la humillación enfrentada, avanzó sobre el esquema armado entre Policía Federal, el tribunal de Moro y los grandes medios de comunicación. “A las siete de la mañana, cuando mis abogados no sabían de nada, y yo menos, algunos medios ya anunciaban el operativo”, aseguró.
Los argumentos de la Policía Federal y del Ministerio Público que integran la Operación Lavadero de Autos para solicitar la comparencia por la fuerza pública de Lula, prontamente acatados por el juez Moro, se refieren, de manera vaga y amplia, a las contribuciones de grandes empresas al Instituto Lula. Además, se insinúa que las charlas que dio Lula en Brasil y otros países eran un disfraz para pasarle dinero de coimas cobradas en la Petrobras. También se acusa a Lula de haber ocultado patrimonio, en especial un departamento en el decadente balneario de Guarujá, y una quinta a hora y media de San Pablo. La transferencia de los dos inmuebles sería una manera disfrazada de pagarle coimas a Lula.
El ex mandatario ya aseguró reiteradamente que no es dueño del departamento en la playa ni de la quinta, que pertenece a un antiguo compañero de militancia, su amigo desde hace más de 40 años.
Lula da Silva contó que, en sus charlas en el exterior, por las cuales cobraba hasta 200 mil dólares –“está todo en mi declaración al fisco”–, las preguntas de la asistencia se referían siempre a los logros sociales alcanzados por Brasil a partir de su llegada al gobierno. “¿Por qué Bill Clinton puede venir a Brasil, como vino hace poquito, y hablar en la Confederación Nacional de la Industria y cobrar un millón de dólares, y yo no puedo contar a amigos africanos o latinoamericanos cómo hicimos para disminuir la miseria en este país de injusticias eternas?”.
Lula anunció que está listo para recorrer el país defendiendo su historia y la historia del Partido de los Trabajadores (PT). “Quisieron matar a la yarará, pero en lugar de golpearla en la cabeza golpearon la cola. Y la yarará está viva y lista para volver”, dijo en clara referencia a las elecciones del 2018.
Lo más grave de esa historia, sin embargo, es que puso a las claras que el esquema armado entre el juez Moro, la Policía Federal, el Ministerio Público y la gran prensa hegemónica encontró su punto ideal.
La comparencia por la fuerza pública de Lula da Silva demuestra que Moro es un magistrado sin límites, y que actúa en perfecta harmonía con el calendario golpista. Acosando a Lula, acosa a Dilma. Con eso, fortalece el debilitado proceso de impeachment que adormece en la Cámara de Diputados, faltando poco más de una semana para las manifestaciones callejeras convocadas por la derecha más radical para el domingo 13 de marzo.
La euforia registrada en el mercado financiero –el dólar cayó en picada, la Bolsa subió como un cohete– muestra quiénes son los que se alegran con la perspectiva del derrocamiento de Dilma Rousseff y la degradación de Lula. Ahora, hay que ver cuál será la reacción de los movimientos sociales, de la militancia del PT y del electorado que, en cuatro ocasiones seguidas, ha derrotado al PSDB en las urnas.
Lula avanzó sobre el esquema armado entre la Policía Federal, el tribunal de Moro y los grandes medios de comunicación.
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EL PAIS › OPINION
El hexaedro de Quintiliano
Por Horacio Verbitsky
La detención en Brasil del ex presidente Lula por una horas, de una ex amante del presidente Evo Morales en Bolivia y de la fundadora de la Organización Barrial Tupac Amaru, Milagro Sala, en la Argentina, así como las investigaciones en Chile contra el hijo de la presidenta Michelle Bachelet, forman parte de una ofensiva coordinada a escala continental contra los gobernantes populistas que en la última década transformaron el panorama económico, político y social de Sudamérica y contra los líderes de los movimientos sociales que los impulsaron y sostuvieron.
Todos ellos son acusados por supuestos hechos de corrupción, de diferente gravedad y verosimilitud. Eso es lo que debería dirimirse en un proceso equitativo y transparente, que es lo que no abunda, y no mediante la vociferación escandalosa de los comunicadores indignados que claman justicia con tanta seriedad como una buena señora en pantuflas con la bolsa de la feria. Perseguir y humillar a esos líderes es necesario para desacreditar la política que llevaron adelante y que hoy está en frenético curso de reversión, por distintos motivos en cada país pero en el contexto del derrumbe de los precios de las materias primas que exportan, antes de que pudieran cambiar la estructura productiva de sus países. Así puede entenderse mejor la citación a la ex presidente CFK a declarar por la operatoria del Banco Central con dólares a futuro y la declaración de incompetencia de la jueza Fabiana Palmaghini en la causa por la muerte del fiscal general Natalio Alberto Nisman, para que se haga cargo la justicia federal.
Hasta el jefe opoficialista Sergio Massa consideró absurdo involucrar a Cristina en la causa por el dólar futuro, una operación legítima de estabilización del tipo de cambio, con la que el Banco Central ha obtenido grandes ganancias en el pasado. Si en este caso padeció quebrantos es porque el actual gobierno dispuso la devaluación del peso, que al momento de los contratos era apenas una hipótesis entre otras. Si por el contrario hubieran mantenido la cotización del dólar dentro de los parámetros contemplados en el presupuesto nacional, en vez de pérdidas hubiera obtenido beneficios. Con tan escaso sustento el doctor Glock intenta convertirse en émulo del juez brasileño Sergio Moro, así como el Grupo Clarín hace la misma labor de ariete que la revista brasileña Veja, difundiendo informes de la Inteligencia estadounidense e israelí que nunca se comprueban, pero cuya repetición abre camino para cualquier arbitrariedad posterior. Si el juez entiende que hubo una defraudación debería procesar a los banqueros y a otros apostadores que se beneficiaron con la transferencia patrimonial y a los funcionarios que devaluaron, negociaron con los ganadores y les pagaron, sin los cuales la maniobra no se hubiera cumplido. Y si entendía que era un delito, ¿por qué no impidió que se consumara? Al mismo tiempo que esto ocurre, el Poder Ejecutivo defendía en el Congreso el proyecto de ley exigido por el juez de Wall Street para consumar un pago exorbitante a los fondos buitre. Vale la pena recordar que representantes de los fondos buitre financiaron a los caceroleros argentinos luego de una reunión en San Pablo y que una empresa del principal socio de Paul Singer y de la task force Argentina, Sheldon Adelson, giró a Nisman, entre 2010 y 2014, 280 mil dólares a una cuenta del Bank Hapoalim en Uruguay.
Como lo anticipé en mis primeras notas de este año, la pieza central en el intento del gobierno por enjuiciar a la ex presidente nada menos que por traición a la patria es el ex jefe de Inteligencia Antonio Horacio Stiuso, cuyo regreso al país anuncié el 3 de enero (“Apunten a la cabeza” y “La vida no vale nada”). Completa este cuadro el proyecto de ley elaborado por el ministro de Justicia Germán Garavano que instituye las figuras del arrepentido, el agente revelador y el informante para la investigación de fraudes contra la admnistración pública y otros “delitos cometidos por funcionarios públicos en el ejercicio de sus funciones”. El fundamento alegado es la investigación de delitos complejos y el articulado enumera otros que predisponen favorablemente a la opinión pública, como los vinculados con estupefacientes, armas, asociaciones ilícitas, prostitución de menores y pornografía infantil, financiación del terrorismo, lavado de dinero y trata de personas. Que esto es sólo un pretexto queda claro en el último inciso del artículo 2, que los enumera, y agrega: “Cualquier otro delito que por las circunstancias particulares del caso, el juez evalúe que para resolverlo dada su complejidad, es viable la aplicación de los instrumentos que se prevén en la presente ley”. La infiltración “de agentes de las fuerzas de seguridad o policiales en actividad, o de los organismos de inteligencia para que actúen en forma encubierta” será blanqueada por el juez, que “dispondrá que simulen participar en la comisión de los delitos”. Es la herramienta de la que dispone en Brasil el juez Moro y que necesita aquí el doctor Glock para conseguir falsos testimonios contra la ex presidente y la que el contador Gerardo Morales aplica en Jujuy, aunque allí no haya ley del arrepentido: quienes acusan a Milagro Sala de algún delito que sirva para mantenerla privada en forma ilegal de su libertad son protegidos aunque se hayan auto incriminado al confesarlo, mientras aquellos que no desertan de la organización popular son perseguidos por la policía y la Justicia.
La sala de la Cámara de Apelaciones que preside Mario Filozof debe confirmar o revocar la decisión de Palmaghini, quien durante años fue su secretaria letrada y que hasta hoy no da un paso sin consultarlo. La posición de Filozof ya es conocida, porque anticipó su voto en encuentros con periodistas, a quienes les explicó las razones procesales que justificarían el cambio al fuero de excepción. En esos encuentros exhibió una copia de la declaración testimonial de Stiuso, un privilegio que Palmaghini no le confirió ni siquiera a la fiscal Viviana Fein. Esto es apenas una muestra gratis de lo que se avecina cuando la causa sea depositada en el nido de víboras de Comodoro Py.
Ante la solicitud de la exposa de Nisman Sandra Elizabeth Arroyo Salgado, Palmaghini ratificó el 12 de febrero su competencia porque no podía determinar por qué murió; el 24 de febrero el fiscal de Cámara Ricardo Sáenz, organizador de la marcha de los paraguas hace un año y de su penoso remedo este opinó que había sido asesinado a raíz de su denuncia contra la ex presidente y la semana pasada la misma apreciación fue vertida ante la jueza por los agentes de Inteligencia Carlos Rodríguez a) Moro, y Stiuso. Aunque ninguno de los tres aportó prueba alguna de sus presunciones, y el abogado de Stiuso admitió que no las tenía, Palmaghini revisó su decisión de dos semanas atrás y se declaró incompetente. Además presentó una denuncia penal contra la fiscal Fein porque Stiuso dijo que ya en su declaración de enero de 2015 había dicho que fue un asesinato pero la fiscal no lo consignó en el acta. Un juez penal de otra jurisdicción analizó así el fallo. “Para sostener la hipótesis de un homicidio no basta con decir a Nisman lo mataron, hay que dar respuesta al hexaedro de Quintiliano: quién, cómo, dónde, con qué medio, por qué, cuándo. Y en este caso no se sabe por dónde entró el asesino, cómo sucedió el hecho, por qué no hay huellas al salir del baño, cómo es posible que nadie lo viera y no saliera en ninguna filmación de todas las cámaras de video de la zona más segura de la Argentina. Hay que tener una explicación para un homicidio y hasta ahora nadie pudo reconstruir el hecho de manera verosímil a excepción de la hipótesis del suicidio, que sufre cada vez que hablan incompetentes como Parrilli y compañía. La afirmación de Stiuso sobre Fein tampoco se sostiene: el acta fue leída por el secretario en su presencia y la de su abogado, luego de lo cual la firmó sin objeciones. Creo que Palmaghini debió denunciar a Stiuso por omitir información relevante (delito de falso testimonio) y no a Fein”.
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Lula y el futuro de Brasil
Por Emir Sader
La derecha brasileña siempre creyó que en algún momento el PT iba a ganar pero fracasaría y, a partir de ese momento, ella podría dirigir el país con tranquilidad. Lula ganó y el suyo resultó el mejor gobierno que jamás tuvo el país. A partir de ese momento empezó la caza a Lula.
No pudierion impedir su reeleccion en 2006, ni que él eligiera y reeligiera a su sucessora, en 2010 y 2014. Ahora Lula aparece como favorito para ganar las elecciones del 2018 y volver a ser presidente de Brasil.
En la desesperación, la derecha une todo lo que tiene: sectores del Poder Judicial, de la Policia Federal, los grandes medios privados, en campaña total en contra de Lula. Una campaña que se intensificó a partir del discurso de Lula en Rio de Janeiro, en el cumpleaños del PT, el 27 de febrero, cuando declaró públicamente que, si fuera para garantizar la continuidad del proceso iniciado en 2003, él sería candidato de nuevo.
A partir de ese momento, la derecha declaró la guerra abierta en contra de Lula. Declaraciones falsas, desmentidas enseguida, pero mantenidas por los medios como si fueran reales.
La acción de la Policía Federal directamente en contra de Lula –en su casa, en la casa de su hijo, en el Instituto Lula–, llevándolo a deponer, a pesar de que él ya había prestado declaraciones, fue anunciada por un periodista de la Rede Globo varias horas antes por Internet. Fue una operacion mancomunada de sectores del Poder Judicial con los grandes medios privados y sectores de la Policía Federal.
Es el intento más grave de excluir a Lula de la vida política brasileña. No hay ninguna prueba de las acusaciones que le hacen, intentan que algunos presos declaren en su contra a cambio de la disminución de sus condemnas –las mal llamadas delaciones premiadas–. No han logrado nada. De ahí la acción mediática espetacular en contra de Lula, para ver si logran con ello desgastar la imagen del ex presidente.
Han actuado en este momento en que Lula se declara candidato, en que el ministro de Justicia fue sustituido, pero no ha cambiado todavía los mandos de la Policía Federal, cuando el Supremo Tribunal Federal aún no ha juzagado el pedido de Lula de que el juez más arbitrario de todos deje de estar al mando de los casos en que se lo acusa. Por todo ello, lo han hecho en este momento, acelerando los enfrentamientos y poniendo en jaque, al mismo tiempo, el gobierno de Dilma.
Pero ahora han creado un punto de no retorno. Lula salió de su declaración ante la Justicia, fue a la sede del PT y dio una conferencia de prensa emocionante, donde dijo que su llama está más encendida que nunca, que a partir del lunes retoma los viajes por todo el país para charlar, conversar, dejando claro que la campaña electoral de 2018 ha comenzado ahora.
El destino de Brasil se juega en este momento. O logran, por la vía judicial y policial, excluir a Lula de la vida política para hacer lo que les dé la gana con el país. O Lula logra superar también este momento y vuelve con más fuerza todavía, como el candidato favorito para regresar a la presidencia de Brasil en 2018.
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Un nuevo intento de golpe
Por Pablo Gentili *
Hoy, en Brasil, se ha avanzado un paso más en el proceso de desestabilización institucional que pretende perpetrar un sector del Poder Judicial, la Policía Federal, los monopolios de prensa y las fuerzas políticas que han sido derrotadas en las últimas elecciones nacionales. Una desestabilización del orden democrático que tiene un objetivo principal: impedir que las fuerzas progresistas sigan gobernando el país y, especialmente, acabar definitivamente con el Partido de los Trabajadores y con su figura más emblemática, el ex presidente Lula.
Esto es lo que está en juego y es esto lo que explica una multiplicidad de acciones judiciales, denuncias de la prensa nunca demostradas, insultos, amenazas, ataques públicos y una persistente ofensiva parlamentaria por parte de las fuerzas más conservadoras y reaccionarias del país.
Se trata de criminalizar y de responsabilizar al PT y a su presidente honorario de actos de corrupción, usando hechos que la Justicia aún investiga como si fueran parte de un plan organizado desde el propio centro neurálgico del poder; esto es, los mandatos presidenciales de Lula y Dilma Rousseff. Encontrar una conexión entre ambos mandatarios y los hechos de corrupción analizados por la Justicia es la gran obsesión y, quizás, la única carta que hoy tiene la derecha brasileña para volver al poder, destruyendo los avances democráticos de la última década.
Lo que está en juego es el futuro de Brasil como nación democrática.
Obviamente, la oposición tiene todo el derecho de aspirar al poder. Pero después de 30 años de democracia, ya debería haber aprendido que la única forma de hacerlo es por el voto popular. Pero no lo aprendió. Después de su última derrota electoral pretende volver al poder por la vía de un golpe judicial o de un impeachment, cuya fundamentación jurídica y política no es otra que la necesidad de despojar al pueblo de su mandato soberano.
Nada se ha demostrado sobre la vinculación del ex presidente Lula o de la presidenta Dilma Rousseff con cualquier hecho ilícito. Pero decenas de calumnias se han formulado contra ellos.
Como quiera que sea, los poderes golpistas saben como actuar. Y actúan. Si no pueden encontrarse pruebas que confirmen las denuncias, pueden crearse hechos que, ante una opinión pública pasmada y desconcertada, hagan parecer culpables a quienes no lo son. El Estado de Derecho se desmonta cuando uno de los principios que lo sustentan se desintegra ante maniobras autoritarias del Poder Judicial y el sistemático abuso de poder de una Policía que ha demostrado ser más eficiente matando jóvenes pobres inocentes que controlando las principales redes del delito que operan en el país.
Ayer por la mañana, un amplio operativo policial irrumpió en la residencia del ex Presidente Lula y lo detuvo con un mandato de “conduçao coercitiva”. Dicho mandato de conducción coercitiva es un medio del que dispone la autoridad pública para hacer que se presente ante la Justicia alguien que no ha atendido la debida intimación y cuya declaración testimonial es de fundamental importancia para una causa penal. El riesgo de fuga o la peligrosidad del sujeto, así como su desatención a las intimaciones judiciales, obligan al uso de este mecanismo coercitivo.
¿Sería razonable aplicarlo a un ex presidente de la república que siempre se ha presentado a declarar cuando le fue solicitado?
Sí, si lo que se quiere es humillarlo, destituirlo de autoridad, desmoralizarlo, postrarlo ante la opinión pública brasileña y el mundo. Hoy, los diarios y noticieros de todo el planeta mostrarán a un Lula llevado por la Policía Federal en medio de un fuerte esquema de seguridad, como si fuera un delincuente. No fue preso ni es culpable de nada en términos jurídicos, es verdad. Pero eso, ¿a quién le importa? Parece preso y culpable. Con eso basta, al menos, por ahora.
No debe sorprender que el hecho ocurra menos de una semana después que, en el festejo de los 36 años del Partido de los Trabajadores, el ex presidente Lula manifestó que si fuera necesario e imprescindible, será él quién asuma el desafío de presentarse como candidato de las fuerzas progresistas a la futura elección presidencial. Allí, miles de militantes le brindaron su apoyo y solidaridad ante los ataques recibidos.
La respuesta de la justicia golpista no demoró en llegar.
Aquí no está en juego ninguna causa por la justicia, la transparencia ni el necesario combate a la corrupción. Aquí está en juego un proyecto de país y, no tengo dudas también, un proyecto de región. El golpe judicial, policial y mediático que se lleva a cabo en Brasil no es ajeno a la situación que vive el continente y a los vientos que corren a favor de las fuerzas conservadoras y neoliberales en toda América latina.
Intentan cambiar la historia, torciéndola a favor de sus intereses antidemocráticos. No lo lograrán.
* Secretario ejecutivo de Clacso.
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La herencia
Por Luis Bruschtein
El descuartizamiento público de Lula es lo que quieren hacer con Cristina Kirchner, con Evo Morales o con Rafael Correa y lo que hubieran querido hacer con Chávez. La humillación de Lula es una demostración de la rosca de poder en estas épocas de democracia. Derecha política, corporaciones económicas, corporaciones mediáticas, gran parte de la justicia y de los servicios de inteligencia que siempre trabajan para el mismo patrón más allá de los gobiernos de turno. La composición de la rosca les impide discutir política porque representan lo más regresivos de la sociedad. En política son impopulares. Su fuerza es la capacidad de destrucción a partir de operaciones mediáticas en las que cada uno de los miembros de esa rosca juega un rol estratégico: los servicios montan la operación, los grandes medios la amplifican y los jueces la llevan a tribunales, todo esos movimientos requieren además un fuerte soporte de capital para pasear a jueces y periodistas por Miami, engordarles los bolsillos, quebrar voluntades y comprar falsos testigos.
Parte de esa estrategia que se revela descaradamente en Brasil con el ataque a Lula, fue expuesta por el mismo Mauricio Macri en su discurso del primero de marzo cuando habló de la “pesada herencia”, de la corrupción que encontró y que hasta ahora no demostró, e incluso adelantó derivaciones de la muerte del fiscal Nisman con las que quieren implicar a Cristina Kirchner.
Pero cuando se habla de herencias habría que hacer un repaso de lo que fueron en estos treinta años de democracia. Miedo y dolor fue la herencia que recibió Alfonsín de la dictadura. Cuando Menem hablaba de herencia, tenía la híper. Para la Alianza, la herencia menemista fue un campo quebrado y altísima desocupación en las ciudades, marginación y deuda. La herencia de Kirchner eran el 19 y 20 de diciembre, el corralito, los fusilamientos de Kosteki y Santillán y el default. Todas eran situaciones del pasado reciente heredadas por cada nuevo gobierno. Lo novedoso en el discurso de Mauricio Macri del primero de marzo es que, al hablar de herencia, transmitía todo el sufrimiento social que ella implica, pero no en el pasado, sino en el futuro. Más que una descripción de algo que habría sucedido, fue la sensación de un anuncio de lo que está viniendo.
Es comprobable que la situación social y económica que recibió el macrismo fue mucho mejor que la recibida por cualquiera de los presidentes anteriores, desde Alfonsín hasta Kirchner. Sin embargo Macri habló de una “pesada herencia” que tendrá como consecuencia sufrimientos y sacrificios en el futuro inmediato. Una primera diferencia con sus antecesores es que no hereda sufrimientos ni sacrificios, sino que éstos se producirán en el futuro, durante su gobierno. Habrá ajuste, inflación, achicamiento salarial y desempleo supuestamente por culpa de las medidas que tomó el gobierno anterior para lograr que el impacto de esos flagelos fuera el mínimo durante doce años.
Es un contrasentido que las mismas medidas tengan consecuencias opuestas según quien las mire. Los gobiernos kirchneristas planteaban que el crecimiento de la demanda hacía crecer la producción, creaba fuentes de trabajo y activaba la economía. Y para que hubiera demanda había que sostener los salarios. Es la idea de distribución del ingreso. Para el macrismo, en cambio, esa política desalentaba a los empresarios, por lo que iban a ralentizar la economía. En vez de sostener la demanda hay que alentar la inversión, dice el actual gobierno y, en consecuencia en vez de sostener el salario, le ofrece todas las ventajas al sector empresario. Es la idea del derrame, que primó en los años 90, un momento de auge del capitalismo mundial, no como ahora, pese a lo cual, la desocupación en Argentina rompió marcas históricas y no se produjo ningún derrame.
El diario La Nación, que representa a este sector de las clases ricas, y al sector de las capas medias que pretende serlo, se entusiasmó con el discurso de Macri y resaltó la necesidad de una “épica” del macrismo. Siempre fue muy crítica con el “relato épico” del kirchnerismo. Por la forma en que ahora aconseja al macrismo que haga el suyo demuestra que en el fondo se lo envidiaba. Pero para hacer creíble la construcción de ese relato épico del macrismo, el gobierno de Cristina Kirchner tendría que haber terminado en una crisis recesiva infernal, con dólar y precios desbocados y gente incendiando la ciudad.
No hubo estallido, no hubo infierno. Sólo hubo medidas durante doce años que generaron cierto bienestar, pero que ahora culminarían produciendo sufrimiento, según el discurso de Macri. En realidad, lo que dice el discurso, es que el sufrimiento se producirá cuando saque las medidas, y no como consecuencia de ellas. Sacar las retenciones a la soja, al champán y a las mineras, sacar los subsidios y soltar al dólar, aumentar la nafta y el transporte es lo que está provocando ese sufrimiento. No las medidas que tomó el gobierno anterior, sino su retiro por parte del nuevo gobierno.
El discurso de Macri dio a entender que el gobierno anterior llegó a duras penas al final. Según esa versión muy mediatizada y esquematizada, el kirchnerismo pagó con emisión esa especie de “farsa” de bienestar y ahora los costos los tendría que pagar el macrismo. Es probable que hubiera algo de emisión, pero el grueso de las medidas distributivas y de estímulo a la producción provenían de la recaudación en la que tenían un papel central el IVA y las retenciones. El macrismo hizo bajar el consumo –que es de donde viene el IVA– y sacó las retenciones. Fueron esas medidas las que desfinanciaron al gobierno. No hay pesada herencia. Lo que hay son concepciones diferentes y el retiro de las retenciones y la baja del consumo no son necesarias ni forzadas por la situación sino que forman parte del bagaje ideológico del neoliberalismo. Este gobierno no se va a preocupar por recaudar con otros impuestos u otros recursos como hubiera hecho el gobierno anterior: simplemente ajusta, recorta y toma deuda externa. Por ahora esas políticas se verifican más en al área del Estado, pero en pocas semanas se extenderán a la actividad privada con el cierre de pequeños y medianos comercios e industrias y con el achicamiento de salarios. Y en la medida en que eso suceda, irá bajando la inflación. Para los asalariados con más suerte, tanto obreros como profesionales, casi no habrá inflación, pero tampoco habrá dinero para gastar; no habrá cepo, pero el dólar estará demasiado caro como para viajar a Miami, o sea que podrán comprar menos dólares que cuando estaba el cepo. Los de menos suerte perderán el trabajo.
El discurso de la oposición al kirchnerismo transcurrió por diferentes carriles. Como ocurrió con todos los gobiernos populares en América latina, incluyendo Brasil, el discurso menos efectivo fue el que trató de cuestionar las medidas de inclusión y distribución de la riqueza. En el caso argentino aprovecharon el desprestigio del Indec para usar cifras todavía más dudosas de observatorios y fuentes poco serias pero, en general, esa línea fue débil en todos lados porque no podía mostrar un escenario de desastre que no existía. La línea más contundente fue la denuncia de la corrupción. Los medios de comunicación concentrados y parte de sus periodistas y la mayoría de los jueces y fiscales son dispositivos de una estructura de poder antes que profesionales de la información o de la justicia.
Se puede hacer una galería de la vergüenza con los funcionarios judiciales que protegieron al multimedio Clarín con amparos y resoluciones verdaderamente escandalosas o con los periodistas que la corporación usó como mascarones de proa para impedir la aplicación de una ley antimonopólica que hubiera favorecido el ejercicio del periodismo. No ha sido así sólo en Argentina. En Brasil o en Bolivia se produjo el mismo fenómeno donde la oposición, asociada a las grandes corporaciones, sobre todo los grandes multimedios, no tuvo eco cuando intentó desacreditar a las políticas sociales que han sido el fuerte de esos gobiernos. Pero esa formidable alianza entre oposición política, corporaciones económicas y mediáticas y la mayoría de un Poder Judicial que se formó como parte de la estructura de poder en países históricamente sometidos a dictaduras y gobiernos manejados por grandes intereses económicos, fue efectiva con el discurso anticorrupción.
Todo el mundo conoce el ascetismo de Evo Morales. No hay otro presidente de derecha o de izquierda que haya expresado como él su rechazo a la corrupción y su apego a un modo sencillo de vida. Y sin embargo uno de los factores de su derrota en el referéndum sobre la reelección presidencial fue la denuncia de tráfico de influencias contra una empresaria que fue pareja de Evo hace algunos años. Como lo demuestra la campaña contra Evo o la humillación a que fue sometido Lula o los insultos proferidos por el presidente Macri resulta que los gobiernos progresistas son corruptos. Ser progresista o popular es sinónimo de corrupción. El esfuerzo unificado de esta monumental campaña mediático-judicial busca hermanar esos dos sentidos para demonizar cualquier experiencia democrática en disonancia con los lineamientos neoliberales de apertura de fronteras, libre mercado y subordinación económica. Pogresismo-populismo-corrupción es la línea de sentido que están tratando de imponer. Quienes acusan forman parte de un sistema de poder y privilegios que fue afectado por estos gobiernos, pero pueden ocultan estas motivaciones porque dominan en la Justicia y en la construcción de sentidos.
Desde los años 30, la alianza entre los sectores dominantes de las oligarquías con las Fuerzas Armadas y Estados Unidos, se constituyó en una fuente permanente de violencia en América latina, hasta los años 70, donde prácticamente todos los países de la región tenían dictaduras militares. La nueva rosca del poder económico con las corporaciones mediáticas y la corporación judicial más los servicios de inteligencia se constituye como el gran obstáculo actual para que Argentina y en general los países de América latina profundicen sus incipientes democracias.
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16:04 › O PARTIDO JUDICIAL
Lula y Dilma bajo la consigna "no habrá golpe"
Un día después de que la Justicia brasileña lo obligara a declarar y allanara su vivienda por su presunto vínculo con el caso de corrpución en Petrobrás, el expresidente Luiz Inacio Lula Da Silva fue visitado en su casa por la mandataria Dilma Rousseff, con quien salió a saludar a la enorme multitud congregada en el lugar bajo la consigna "No habrá golpe".
Rousseff llegó poco después del mediodía al edificio de Sao Bernando do Campo, en el interior de Sao Paulo, en el que vive el fundador del gobernante Partido de los Trabajadores (PT) y fue recibida con aplausos por una multitud que realiza una vigilia frente a la residencia del líder de izquierda.
"¡No habrá golpe!", fue la consigna con que la multitud recibió a la presidenta, quien enfrenta un proceso con miras a su destitución en la Cámara Baja y varios pedidos de renuncia por parte de opositores. Estas acciones tendientes a despojarla del poder son consideradas "intentos golpistas" por parte del partido de Gobierno.
En determinado momento, Rousseff y Lula aparecieron en la ventana del apartamento del ex presidente, y éste levantó el brazo de su sucesora y ahijada política, en un gesto que inflamó a la multitud.
El encuentro tuvo lugar horas después que el expresidente fuera llevado por la Policía Federal a declarar acusado de recibir dádivas de empresas vinculadas al escándalo de Petrobras. Dilma expresó a través de un comunicado su "plena disconformidad" con lo sucedido.
Las sospechas contra Lula parten de denuncias realizadas por el Ministerio Público Federal (Fiscalía). Según el organismo judicial, existen "evidencias contundentes" de que el ex dirigente sindical se benefició con los desvíos de fondos en la petrolera estatal y favoreció además a sus familiares y al PT.
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