El Instituto Balseiro es una prestigiosa unidad académica argentina que funciona en las instalaciones del Centro Atómico Bariloche (CAB) por convenio entre la Universidad Nacional de Cuyo (UNCuyo) y la Comisión Nacional de Energía Atómica (CNEA). Fue creado en 19552 y forma profesionales en Física, Ingeniería Nuclear, Ingeniería Mecánica, Ingeniería en Telecomunicaciones, además de ofrecer carreras de posgrado en Ciencias Físicas, Física Médica e Ingeniería. Es uno de los tres institutos académicos de la CNEA, siendo los otros 2 el Instituto Sabato y el Instituto de Tecnología Nuclear Dan Beninson. Además, es una de las unidades académicas de la UNCuyo. Todos sus estudiantes de grado reciben becas completas de la CNEA para poder dedicarse de forma exclusiva al estudio.
El Instituto Balseiro es considerado, por su impecable trayectoria, como uno de los centros educativos científicos de mayor renombre en la Argentina,3456 América Latina78 y uno de los mejores del mundo.910111213 Es, además, el primero y hasta el momento único centro latinoamericano de capacitación en ciencias y aplicaciones de tecnologías nucleares dentro de la órbita de la IAEA (International Atomic Energy Agency)1415 y una de las instituciones internacionales que conforman la World Nuclear University.16 Ha recibido el reconocimiento de la Fundación Konex en 1988 con una Mención Especial, y dos veces consecutivas el Konex de Platino como la Institución Educativa más importante del país en la última década, en 2008 y 2018.1718 Por todo lo anterior, el Instituto es considerado un orgullo para la Argentina.192021
El 8 de abril de 1950, Perón y Evita visitaron la isla: se encontraron con el encofrado del reactor principal terminado. Una mole de doce metros de altura por doce de diámetro. Perón quedó fascinado con los avances, pero cuando los ilustres visitantes se fueron, Richter, sin razón aparente, la mandó demoler. En la isla, nadie entendió nada.
Ahora, hizo cavar un pozo enorme perforando la roca y empezó de nuevo con los cimientos. Pero un día, aparecieron filtraciones de agua y el científico, sin dilaciones, decidió tapar la obra con cemento.
En algunos casos -me señala el capitán Blaksik- las construcciones no fueron terminadas y quedaron allí incompletas. Son edificios muy notorios por su calidad, no se han deteriorado con el transcurso de los años. Hay un edificio cuyas paredes, todas hechas de ladrillos, tienen un espesor de ochenta centímetros.”
Las primeras topadoras llegaron a Huemul el 21 de julio de 1949. Se utilizaron grandes balsas del Ejército para cruzar ladrillos, cemento, mezcladoras, etc. Se construyeron galpones para albergar a cuatrocientos soldados que trabajaban en la isla.
Richter levantó el primer edificio, al que llamó Laboratorio 2: fue el más famoso de todos, donde el supuesto sabio austríaco tenía su lugar de trabajo. Después, se construyó la usina, el laboratorio 4 y, por último, el laboratorio 1, escenario de la obra más monumental efectuada en la isla. Todo un blindaje como para que no se escapara la radiación atómica.
El capitán Blaksik, parado frente al laboratorio de ciencias número 4, que conserva el piso y el techo, me explica:
Las medidas de este edificio son notables: cincuenta metros de largo por veinticinco de ancho. Y tiene un detalle: en las paredes hay un sándwich de aire. Hay una pared grande, luego una cámara de aire y al lado otra pared. Este tipo de construcciones servía para la sonoridad, para evitar la humedad por el clima del lugar y para conservar la temperatura.
El laboratorio secreto de Richter está rodeado por pinos, árboles frutales, cipreses y coihues que ya cumplieron más de 70 años. Pero el edificio está destruido, como si hubiera sido parte de una guerra.
Fueron los del Ejército -aclara el capitán-. Vinieron acá durante la dictadura militar (en la segunda mitad de la década de los 70´) a probar bombas y granadas y así quedó.
Mariscotti no pudo sustraerse al misterio de Richter y en su minuciosa investigación encontró un punto de quiebre en la vida de Richter en Bariloche.
“Llegó un momento -cuenta Mariscotti- que él no dejaba entrar a nadie en la isla.”
Después de la visita de Perón, el físico reveló su doble personalidad: se sintió paranoico, decía que estaban saboteando su proyecto. El delirio de persecución llegó a tal punto que un día dijo públicamente: “Me espían, hay alguien espiándome con largavistas desde el cerro Otto”.
El cerro Otto es archiconocido y está justo enfrente de la isla. Su exsecretaria dice: “En Bariloche, empezaban a tener dudas. Es cierto que daba trabajo, pero era algo loco”. En marzo de 1952, las dudas sobre el Proyecto Huemul eran tan grandes que el gobierno formó una comisión de físicos notables para monitorear el trabajo de Richter.
Se acercaba el fin
“Vinieron diputados, senadores, y al físico Balseiro lo hicieron volver de Inglaterra especialmente para que integrara esa comisión evaluadora”, recuerda la exsecretaria de Richter. “El veredicto de la comisión fue que no había nada. Ahí, se supo que no había nada de valor científico y que todo era un engaño”.
Internarse en la isla Huemul es como hacerlo en las profundidades de un castillo abandonado: una aventura cautivante. Hasta que el laboratorio principal fue destruido, todavía podían verse las baterías de condensadores y válvulas rectificadoras gigantes, los bastidores de la sala de control, los prolijos agujeros que perforaban de lado a lado las paredes de uno y dos metros de espesor y que convergían en un punto en el espacio.
Cuando todo iba sobre rieles y Richter era el mimado de Perón y Evita, las potencias del mundo empezaron a mirar con desconfianza hacia el sur. El recelo nacía por las inocultables simpatías que el gobierno había tenido con el Eje: de hecho, ahora que la guerra había terminado, un aluvión de nazis, criminales de guerra, y técnicos estaban en la Argentina.
Ya habían hecho un avión a reacción... ¿qué más se proponía Perón? ¿La bomba? Y el New York Times escribió:
“Perón anuncia una nueva forma de extraer energía del átomo. Dice que la Argentina ha desarrollado una reacción termonuclear que no usa uranio. Sostiene que las pruebas han sido exitosas y que el método se asemeja a los procesos que tienen lugar en el sol”.
Mariscotti me dijo: “La idea de que la Argentina, un país que estaba pensado como proveedor de trigo, maíz y de carne, apareciera como un polo de poder atómico, remoto y totalmente inesperado, fue motivo de preocupación mundial.
Cuando lo atrapó la paranoia, Richter ordenó que las instalaciones debían ser rigurosamente vigiladas por una guardia armada especial. Llegó a imaginar una torre de observación con faro giratorio y un nido de ametralladoras de largo alcance. El científico austríaco estaba en guerra. Analizaba como muy posible una invasión a su isla y diseñaba estrategias para superarla. Hasta consideró medidas de urgencia para el caso de que se produjera una explosión atómica.
Ya el tiempo en que prácticamente había sido investido de poderes presidenciales, la gloria de haber recibido la medalla peronista y el título de doctor Honoris Causa en la Universidad de Buenos Aires habían quedado en un olvido progresivo.
Él soñaba con cosas -dice Mariscotti-. Se le ocurría una idea y no la elaboraba con mucha seriedad ni mucho tiempo. No meditaba la idea lo suficiente, no hacía cálculos, no hacía números. Imaginaba un aparato y lo mandaba a construir. Cuando lo terminaba, se le ocurría otra idea y decía esto hay que tirarlo abajo”
De la fantástica aventura que le costó al país millones y millones de dólares, sólo quedan ruinas.
Los barilochenses que siguieron la fantasía de Richter aún hoy recuerdan lo que ocurría. El ruido de las explosiones era constante. la guardia armada, el secreto, los lanchones que cruzaban el lago cargados de cemento, los equipos, soldados, camiones y víveres. Los trenes que llegaban desde Buenos Aires y la iluminación nocturna de la isla, abastecida por una potencia que superaba en tres veces a la insumida por la ciudad de Bariloche.
Perón le quitó el apoyo
Por su culpa, había hablado mucho, les mostraba a las potencias que ganaron la guerra que la Argentina no las necesitaba. El país era rico, él había hecho una revolución, tenía industria propia, aviones propios, y ahora energía atómica.... Y, tal vez, la bomba.
“En oposición con los proyectos extranjeros –decía Perón, como si fuera un físico atómico-, los técnicos argentinos trabajaron sobre la base de reacciones termonucleares que son idénticas a aquellas por medio de las cuales se libera energía atómica en el sol. Para producir tales reacciones, se requieren enormes temperaturas de millones de grados. Es un nuevo sistema -remató Perón la clase de física dictada por el sabio austríaco-: se trata, como dice el doctor Richter de encender soles artificiales en la Tierra”.
De la fantástica aventura que le costó al país millones y millones de dólares, sólo quedan ruinas, como los restos de una ciudad donde efectivamente hubiera ocurrido una gran explosión atómica.
Blaksik me condujo hacia los laboratorios secretos de Richter. Miré los lugares donde trabajó, donde su mente febril voló hacia territorios ajenos a la razón. Cuando el peronismo fue derrocado, sobre una de las paredes del laboratorio principal, los militares de la Revolución Libertadora pintaron una leyenda oprobiosa.
Las cifras del malgasto, el dinero tirado a la basura por la fantasía de un hombre que había engañado al propio Presidente de la Nación. “Las cuentas -dice Mariscotti- dan el famoso número de 62 millones de pesos de entonces. La relación peso-dólar era de cuatro a uno, es decir que sumaban unos 15 millones de dólares de entonces. Calculo que a valores de hoy, Richter gastó alrededor de 200 millones de dólares en su experiencia. Si hubiera tenido éxito, sería una pichincha.”
Richter: ¿fiasco o tenía un secreto?
Aquella hora de gloria, después del anuncio de Perón, fue la única vez que Richter habló con los periodistas de lo que estaba haciendo: “Hace bastante tiempo que la Argentina conoce el secreto de la bomba de atómica -dijo- pero, a pesar de ello, el Presidente nunca solicitó que fueran construidas”.
El control de la explosión era lo más sorprendente de todo: la liberación de extraordinarias cantidades de energía nuclear solo se había logrado de manera violenta, con las bombas atómicas. “La bomba atómica -dijo- causa una destrucción terrible. Yo controlo la explosión dentro del laboratorio”.
Pero todo entró en un tobogán definitivo cuando la comisión de técnicos emitió su informe final. Escribió:
Las experiencias presenciadas no muestran en ninguna forma que se haya logrado una reacción termonuclear controlada (...). La forma de operar del doctor Richter deja mucho que desear desde el punto de vista del método científico.
Lapidario. Nada, Richter no había logrado nada. Ninguna explosión, nada que se acercara a la posibilidad de lograr el control atómico. En noviembre de 1952, el Proyecto Huemul pasó a ser historia. Richter, olvidado, terminó sus días en una casa del Gran Buenos Aires. Hasta su muerte, ocurrida en 1991, consideró que sus experiencias fueron interrumpidas por razones puramente políticas.
La perlita
La Argentina es un país repleto de proyectos inconclusos. Distintos gobiernos han gastado y gastado plata sin sentido, desde hospitales hasta misiles, aviones, autos, soñando con proyectos faraónicos que finalmente no tuvieron andamiento.
Este fue uno de ellos. Pero también es cierto que el fracaso algo dejó. Y lo que dejó es algo que nos llena de orgullo: dado que el tema nuclear había empezado en Bariloche, allí se creó el instituto Balseiro, desde donde salen nuestros físicos atómicos llenos de proyectos que en muchos casos no pueden terminar de desarrollar en el país y lo hacen en el exterior.
También es condenable lo que hicieron los militares en ese lugar extraño: prácticas con granadas y cañones en los años 70, cuando se entrenaban para combatir a la guerrilla y a la posibilidad de una guerra con Chile en 1978.
Asi, el misterio del sueño atómico de Perón llevado a cabo por el loco doctor Richter quedó reducido a ruinas.
El pueblo itonama recordó los 299 años de fundación de Santa María Magdalena, una de las principales obras de los jesuitas encabezada por el padre Gabriel Ruiz allá por el año 1720.
El programa de festejos se inició el 7 de julio con el saludo a la aurora y repique de campanas en honor a la virgen del Carmen, se inició también la novena de la sagrada imagen.
El 8 de julio se realizó el desfile cívico de Magdalena y sus instituciones conmemorando los 157 años de creación de la provincia Iténez. Todo siguiendo un orden en materia de organización, mismo que caracteriza a los habitantes de esta prodigiosa y progresiva tierra colorada.
Resumiendo las actividades esenciales, el 19 de julio se ofreció un desayuno campestre y presentación de los animales elite que fueron ofrecidos en el remate denominado “La Ganadería Pasión de un Pueblo”, cabalgata ecuestre por las principales calles de la población, luego el desarrollo del décimo primer remate elite con participación de varias cabañas, tanto del Beni como de Santa Cruz.
El 20 de julio se realizó “El Día de la Tradición Itonama”, acto cívico en conmemoración a los 299 años de fundación de Magdalena, la Feria Tradicional del Chocolate, en la plaza principal, desfile de teas y actividades deportivas en la disciplina de basquetbol.
El 21 de julio, se cumplió otra jornada importante con la feria del chocolate y el chapunato, entrada folklórica a cargo de las unidades educativas en instituciones públicas y privadas, solemnidad y misa de velatorio a la Santa Patrona María Magdalena, fiesta de gala y coronación de la Tiyaya (señorita) y Mipi’i (niña) en idioma itonama.
El 22 de julio, día principal, se realizó el saludo a la aurora, parada del palo encebau a cargo del Cabildo Indigenal y pueblo en general, solemne misa y procesión en honor a la patrona Santa María Magdalena, sesión de honor y reconocimiento a personas destacadas de la población en el salón de honor del Concejo Municipal, almuerzo de confraternidad, montado y jocheo de toros.
El alcalde José Luis Añez Roca sostuvo que a los itonamas los guía el entendimiento de que la siembra de hoy, será la cosecha del mañana.
Manifestó que Magdalena, se ha convertido en un municipio modelo del departamento, pero que todavía falta mucho por hacer. Reafirmó, por ello, su sentido de pertenencia, para hacer realidad la gran promesa de que todos los habitantes son iguales, valientes ante los desafíos, porque solo así, serán dueños de su historia, misma que es el reflejo de sus propias aspiraciones y esfuerzos.
Magdalena es la capital de la provincia Iténez, ubicada a la orilla oeste del río Itonama y está a una distancia de 300 km de la capital Trinidad. El 2007 recibió el título de “pueblo turístico”, por sus hermosos ríos (Blanco y San Martin, donde se realizan diversas actividades de paseo, pesca deportiva y otras.
Entre el 11 y 15 de septiembre de cada año se realiza la Feria del Pescado en Bella Vista donde se acoge a gran cantidad de personas de diferentes latitudes. La zona se constituye en la mayor productora de madera, almendra amazónica, chocolate, producción de ganado y pesca.