Carlos de Austria (o Habsburgo) (Gante, 24 de febrero de 1500
Monasterio de Yuste, 21 de septiembre de 1558) fue rey de España con el
nombre de Carlos I (15161 1556), el primero que unió en su persona las
coronas de Castilla y Aragón, y Emperador del Sacro Imperio Romano
Germánico como Carlos V (15191558). Hijo de Juana I de Castilla,
conocida como Juana la Loca, y Felipe el Hermoso, y nieto por vía
paterna de Maximiliano I de Austria (Habsburgo) y María de Borgoña (de
quienes heredó los Países Bajos, los territorios austríacos y derecho
al trono imperial) y de los Reyes Católicos, de quienes heredó el Reino
de Castilla, Nápoles, Sicilia, las Indias, Aragón y Canarias, por vía
materna.
El joven príncipe
Durante la celebración de un
baile en el palacio Casa del Príncipe (Prinsenhof) de Gante, Flandes,
la embarazada archiduquesa Juana comenzó a sentir fuertes dolores en el
vientre. Creyendo que se debían a una mala digestión, acudió al baño y
allí, sin ayuda de nadie, dio a luz a su segundo hijo a las 3:30
de la madrugada del martes 24 de febrero de 1500. Ella quería ponerle
el nombre de Juan en recuerdo de su fallecido hermano, pero finalmente
fue bautizado como Carlos por deseo de su padre y en recuerdo de su
bisabuelo, Carlos el Temerario, quien murió en la Batalla de Nancy en
1477.3 El bautizo, celebrado el 7 de marzo, fue oficiado por el obispo
de Tournai, Pierre Quick, en la iglesia de San Bavón. A él acudieron
como madrinas Margarita de Austria, esposa del fallecido príncipe Juan,
y Margarita de York, esposa de Carlos el Temerario, y como padrinos
Carlos de Croy, príncipe de Chimay, y el señor de Vergás.4 Antes de
que cumpliera un año, Felipe nombró a Carlos duque de Luxemburgo y
caballero de la orden borgoñona del Toisón de Oro. El 16 de noviembre
de 1501 Felipe y Juana partieron hacia España para ser jurados en las
Cortes como sucesores de los Reyes Católicos y dejaron a Carlos al
cuidado de Margarita de York. Durante su paso por Francia, Felipe se
reunió con el rey Luis XII y acordó el matrimonio entre su hija Claudia
y Carlos, trato que se renovó con la firma del Tratado de Blois años
después.5 Tras el regreso de Felipe a Flandes y debido a la avanzada
edad de Margarita de York, dejó a Carlos al cuidado de la señora de
Ravenstein, Ana de Borgoña; además nombró gentilhombre de la cámara de
Carlos a su padrino, Carlos de Croy, y encomendó su educación a
maestros borgoñones que le enseñaron la historia del ducado. Fernando
el Católico, consciente de que Carlos podría ocupar algún día su trono,
envió a Luis de Vaca a Flandes para que le enseñara castellano y las
costumbres españolas, aunque cuando el príncipe llegó a España años
después aún no dominaba esta lengua.
A
principios de 1506 Felipe y Juana parten de nuevo hacia España para
reclamar la corona de Castilla tras la muerte de Isabel la Católica,
pero su reinado duró poco, ya que él murió de forma prematura en
septiembre y ella, presa de la locura, fue encerrada por Fernando en un
convento de Tordesillas. Debido a la minoría de edad de Carlos, su
abuelo Maximiliano I asumió la regencia de los Países Bajos, aunque
poco después le cedió el puesto a su hija Margarita de Austria, junto
con la tutela de Carlos y sus hermanos. Toda la educación del joven
príncipe se desarrolló en Flandes y fue colmada de cultura flamenca. En
1509 el emperador dispuso que Guillermo de Croy, señor de Chiévres,
sustituyese a su primo Carlos de Croy como gentilhombre de cámara del
príncipe y Adriano de Utrecht, déan de la Universidad de Lovaina y
futuro papa Adriano VI, fue nombrado su maestro.
El 5 de enero de
1515, después de que Guillermo de Croy consiguiera que el emperador
declarara la mayoría de edad de Carlos, los Estados Generales nombraron
a éste Señor de los Países Bajos. De esta forma finalizó la regencia de
su tía Margarita, pero el joven soberano aún no tenía voluntad propia
para gobernar y el señor de Chièvres, al ser de su total confianza,
manejaba todo el poder.8 Ese mismo año, Adriano de Utrech viajó a
España para asegurarse de que Fernando el Católico no quitaba a Carlos
la herencia de Castilla y Aragón en favor de su hermano Fernando, quien
se había criado junto a él y era su nieto favorito. Si bien se
comprometió a nombrar a Carlos como sucesor, los consejeros del rey
tuvieron que convencerle poco antes de su muerte para que no designara
a Fernando.
El
22 de enero de 1516, su abuelo Fernando II de Aragón redactaba su
último testamento. En él, nombraba a Carlos Gobernador y Administrador
de los Reinos de Castilla y León, en nombre de la reina Juana I,
incapacitada por su enfermedad. En lo concerniente a la Corona de
Aragón, el rey Fernando dejaba todos sus estados a su hija Juana,
nombrando, también en este caso, Gobernador General a Carlos en nombre
de su madre. Hasta que Carlos llegara, en Castilla gobernaría el
cardenal Cisneros y en Aragón el arzobispo Alonso de Aragón. El 23
de enero moría el rey Fernando en Madrigalejo (actual provincia de
Cáceres). A partir de entonces, Carlos comenzó a pensar en tomar el
título de "Rey", aconsejado por sus consejeros flamencos. Esta decisión
no era bien vista en la Península. El Consejo de Castilla le envió una
carta el 4 de marzo en la que le pedía que respetase los títulos de su
madre, ya que «aquello sería quitar el hijo al padre en vida el honor».
Pero, diez días después las honras fúnebres por el rey Fernando
terminaron con gritos de: Vivan los católicos reyes doña Juana y don Carlos su hijo. Vivo es el rey, vivo es el rey, vivo es el rey. El
21 de marzo Carlos envió una carta a Castilla en el que informaba de su
decisión de titularse Rey. Tras largas deliberaciones del Consejo, el 3
de abril el cardenal Cisneros informó al Reino de la decisión de
Carlos. El 13 del mismo mes se informó de la nueva intitulación real: Doña
Juana y don Carlos su hijo, reina y rey de Castilla, de León, de
Aragón, de las Dos Sicilias, de Jerusalén, de Navarra, de Granada, de
Toledo, de Valencia, de Galicia, de Mallorca, de Sevilla, de Cerdeña,
de Córdoba, de Córcega, de Murcia, de Jaén, de los Algarves, de
Algeciras, de Gibraltar, de las islas de Canaria, de las Islas, Indias
y Tierra Firme del mar Océano, condes de Barcelona, señores de Vizcaya
y de Molina, duques de Atenas y Neopatria, condes de Ruisellón y de
Cerdaña, marqueses de Oristán y de Gociano, archiduques de Austria,
duques de Borgoña y de Bravante, condes de Flandes, de Tirol, etc. En
mayo, los tres estamentos del Reino de Navarra, reunidos a petición del
virrey Antonio Manrique de Lara, juraron fidelidad a Carlos como su rey
y señor natural.
Firma del Rey Carlos I
Mientras tanto,
en la Corona de Aragón la situación era caótica. El Justicia de Aragón
impidió gobernar al arzobispo Alonso de Aragón alegando que, según las
leyes aragonesas, el cargo de gobernador sólo podía ser ejercido por el
heredero al Trono. La Audiencia Real de Aragón dio la razón al
Justicia, pero sentenció que el arzobispo podía gobernar en calidad de
curador de la reina Juana. Pero el Justicia tampoco lo permitió
entonces, alegando que Juana ya no era la heredera, ya que cuando se la
juró como tal, se incluyó que si el rey tenía un hijo varón, éste
pasaría a convertirse en el heredero. Y, por tanto, como en 1509
Fernando había tenido un hijo con Germana de Foix, el juramento de
Juana quedaba anulado (a pesar de que el niño había muerto a las pocas
horas). El 13 de mayo Carlos reconoció los poderes del arzobispo, como
curador de la reina Juana, pero, aun así, se rechazó prestarle
juramento. Por otro lado, la Diputación del Reino de Aragón reconoció a
Juana como heredera de la Corona, pero como por su enfermedad no podía
reinar, debía ser apartada del gobierno para que reinara su hijo. A
todo ello se añadía el que ninguna institución de la Corona de Aragón
le reconocía a Carlos el título de Rey hasta que no jurara los fueros y
libertades de los Reinos. Entre el verano de 1516 y principios de
1517, Carlos aseguró su posición gracias a la firma de una serie de
acuerdos diplomáticos, como el Tratado de Noyón con Francia. Además,
los Estados Generales acordaron concederle 800.000 coronas para los
gastos del viaje. Tras los preparativos para la travesía, el 8 de
septiembre de 1517 Carlos embarcó hacia España. Aunque estaba previsto
que desembarcara en Santander, la armada llegó a Tazones, en Asturias,
por el mal tiempo, lo que retrasó aún más el viaje. El 9 de febrero
de 1518 las Cortes de Castilla, reunidas en Valladolid, juraron como
Rey a Carlos.9 También le concedieron 600.000 ducados. Además, las
Cortes hicieron una serie de peticiones al rey, entre ellas: Aprender a hablar castellano. El cese de nombramientos a extranjeros. La prohibición de la salida de metales preciosos y caballos de Castilla. Trato más respetuoso a su madre Juana, recluida en Tordesillas.
En Aragón la situación seguía siendo complicada. Carlos llegó a
Zaragoza el 9 de mayo. Las sesiones de las Cortes de Aragón comenzaron
el 20 de mayo y tras largas discusiones, el 29 de julio Carlos era
jurado como Rey de Aragón. Juana era reconocida como Reina, pero por su
incapacidad para gobernar, sus títulos quedaban sólo como "nominales".
Además le fueron entregadas 200.000 libras. El 15 de febrero de 1519
Carlos entraba en Barcelona, convocando a las Cortes el día siguiente.
Tras un discurso muy parecido al que dio en Aragón, y las
correspondientes deliberaciones, Carlos fue jurado junto a Juana el 16
de abril. La cuestión del dinero que debían aportar las Cortes se
alargó hasta principios de enero de 1520, cuando finalmente le
otorgaron 300.000 libras. Mientras, el emperador Maximiliano I moría
el 12 de enero de 1519. El 28 de junio Carlos era elegido como nuevo
Emperador del Sacro Imperio Romano Germánico en Fráncfort, y por ello
decidió suspender el viaje hacia Valencia para ir a Alemania,
convocando previamente Cortes castellanas en Santiago de Compostela
para el 20 de marzo de 1520. De esta manera, Carlos envió a Adriano de
Utrecht para que a través de él le juraran como rey y pudiera convocar
Cortes en Valencia,10 pese a la ilegalidad, lo que provocó malestar
entre los estamentos privilegiados; sin embargo debido a la querellas
entre el brazo nobiliario (militar) y eclesiástico contra las
Germanías, las Cortes no llegaron a celebrarse, y ante los disturbios,
el rey envió un documento el 30 de abril de 1520 ofreciéndose guardar
sus fueros y privilegios.11 Finalmente, el rey cumplió la legalidad
foral y antes de ir a las Cortes Generales de Monzón, convocadas el 1
de junio de 1528, pasó por Valencia y juró sus fueros el 16 de mayo de
dicho año. Tras este largo proceso que duró cuatro años (sin contar
la jura en Valencia), Carlos se convertía en el primer monarca en
ostentar las Coronas de Castilla, Aragón y Navarra.
Conflictos en Castilla: las Comunidades (1520-21) Artículo principal: Guerra de las Comunidades de Castilla
La
llegada de Carlos a Castilla supuso la llegada de un joven inexperto
que desconocía las costumbres e idioma de su reino, dado lo cual
depositó su confianza en sus colaboradores borgoñones que le habían
acompañado desde los Países Bajos, a los que le procuró altas
dignidades y acceso a rentas y riquezas. Esto molestó a los castellanos
y así se lo hicieron saber en las Cortes de Valladolid de 1518, lo cual
fue ignorado por el rey. Inmediatamente pasó el rey a Aragón, y a la
larga, esto molestó a los castellanos ya que en Castilla había
permanecido bastante menos tiempo, así que cuando conoció en Barcelona
que había sido electo Rey de romanos convocó Cortes en Santiago de
Compostela para conseguir subsidios para sufragar sus gastos en el
extranjero, las ciudades se opusieron puesto que no entendían la
preferencia de los intereses en Alemania frente a los castellanos y
requerían su presencia en el reino. Finalmente el servicio se aceptó y
Carlos embarcó para Alemania, nombrando como regente al cardenal
Adriano de Utrecht. El malestar se fue extendiendo por Castilla, y el
incendio de Medina del Campo extendió el foco de la rebelión comunera
por Castilla. Las revueltas antiseñoriales provocaron que la nobleza
apoyara al emperador, y el movimiento fue perdiendo aceptación en las
ciudades. Finalmente los comuneros, al mando de Juan de Padilla, fueron
vencidos en la batalla de Villalar (Valladolid), y la vuelta del rey
realizó cambios organizativos en el reino que se manifiestan sobre todo
tras las Cortes de Valladolid de 1523.
En los
territorios de Levante se produjo el movimiento de las Germanías. Los
artesanos de Valencia poseían el privilegio del reinado de Fernando el
Católico para formar unas milicias en caso de necesidad de lucha contra
las flotas berberiscas. En 1519 Carlos V permitió la formación de esas
milicias y se pusieron al mando de Joan Llorenç. En 1520 cuando se
produjo una epidemia de peste en Valencia y los nobles abandonaron la
zona, la milicias se hicieron con el poder y desobedecieron la orden de
Adriano de Utrecht de su inmediata disolución. En pocos días el
movimiento llegó a las islas Baleares en donde duró hasta 1523. Después de la derrota de los comuneros, el ejército acabó con el conflicto de las Germanías.
La organización del Imperio Español: el sistema polisinodial
Con
este nombre se ha dado en llamar al modo de organización interna del
Imperio Español en una serie de Consejos, cuyas bases fueron puestas
entre 1521 y 1523, una vez solventados los problemas de la elección
imperial y de los comuneros. Parece ser fue el Gran Canciller Gattinara
quien propuso a Carlos I un "Consejo Secreto de Estado", que se
convirtió en el germen del que seria llamado simplemente "Consejo de
Castilla", que fue el modelo de los demás. Se ha tendido a
relacionar a estos Consejos con algunos modelos colegiados parecidos de
los tiempos de los Reyes Católicos, lo que es cierto en cuanto a que su
composición y funcionamiento interno. No obstante, aquellos no llegaron
a tener la institucionalización y el influjo del sistema establecido
por Carlos I y que, con modificaciones y decadencia, perviviría
prácticamente hasta Felipe V. Los Consejos estaban compuestos por
personas escogidas personalmente por el Rey (cumpliéndose una serie de
reglas no escritas a la hora de escogerlos) que, bajo la presidencia
del mismo Rey o de algún representante suyo (la mayoría de las veces)
discutían sobre algún tema. El Rey siempre tenía la última palabra,
pero no es imposible comprender el poder que acumulaban: primero,
porque el Consejo era el lugar donde el Rey pulsaba las posiciones de
diversas facciones nobiliarias, eclesiásticas o cortesanas. Segundo,
porque en épocas en las que el monarca no estaba capacitado
(enfermedad, guerra, etc.), ellos eran los verdaderos gobernantes en su
área de acción. Tercero, porque, en aquella época, el poder
legislativo, ejecutivo o judicial no estaban estrictamente separados,
por lo que los Consejos se convirtieron en una especie de Tribunales de
Apelación; cuarto, porque, como ahora veremos, ciertos Consejos tenían
unidas tareas mundanales y espirituales, por lo que solían tener las
llaves del prestigio social (Consejo de Órdenes, por nombrar el caso
más claro), de importantes ingresos económicos (Consejo de Cruzadas) o
de clave política (Consejo de la Inquisición). En este orden destaca
la importante labor de los secretarios. Los secretarios de los Consejos
eran los encargados de trasladar al Rey las deliberaciones de los
Consejos y de trasladar a los miembros del Consejo las decisiones y
resoluciones del Rey. No obstante, su poder iba más allá de esto, pues
se convirtieron en los verdaderos gestores de la voluntad Real: de sus
transcripciones dependía la exactitud con que el monarca percibía las
declaraciones de los miembros de los Consejos, aceleraban o retrasaban
la entrega de las deliberaciones al Monarca, daban su parecer al mismo
(hay que recordar que ellos eran los que trataban a diario con él) y
traficaban con la información privilegiada que tenían. Muchos autores
de la época denunciaron sus tejemanejes y fueron protagonistas de no
pocos escándalos políticos (especialmente con Felipe II).
Instrumento del Rey de España cuya
finalidad era debatir sobre la política exterior del Reino. Presente ya
en el Reinado de los Reyes Católicos, dentro del Consejo Real. El
Rey decide crear un consejo propio para los asuntos externos del Reino
debido a la gran actuación exterior que marcó su reinado. Empieza a
funcionar en 1526 cuando Solimán el Magnífico amenaza Austria. Es el
único Consejo que no tiene presidente, pues es el propio Rey el que
asume esa función. Sus consejeros no son especialistas en leyes sino
expertos en relaciones internacionales, como el Duque de Alba o Nicolás
Perrenot. Los consejeros eran, por tanto, miembros de la alta nobleza y
del alto clero. En tiempos de Felipe II en ocasiones el monarca no presidía los consejos y, en su lugar, enviaba a su Secretario Antonio Pérez. Su
misión era asesorar al Rey sobre la política exterior y tenía el
control de las embajadas de Roma, Viena (dinastía familiar de los
Austrias), Venecia, Génova, y de las principales potencias de Europa:
Francia, Inglaterra y Portugal.
Consejo de Aragón:
Hay
que destacar una serie de excepciones de este Consejo: primero, que la
presidencia recaía en el vicecanciller de Carlos I, debido a que se
perpetuó una pragmática de tiempos de los Reyes Católicos; segundo, que
la composición del Consejo se hacia por territorios, no por familias
nobiliarias; tercero, que este Consejo vio recortadas sus funciones
judiciales, funcionando de modo similar al de Castilla sólo para
asuntos de Mallorca y Cerdeña. Cuarto, destaca el hecho que este
consejo fue el más ignorado por Carlos V, esencialmente por problemas
de nombramientos. Consejo de la Santa Inquisición:
De
existencia irregular, en un principio fue creado por Carlos I en 1535
para eliminar la jurisdicción temporal que la Inquisición gozaba. No
obstante, en 1545 el entonces regente Felipe volvió a conceder la
jurisdicción temporal a la Inquisición, y el Consejo se reconvirtió en
un órgano mediador entre la jurisdicción ordinaria y el Santo Oficio.
Consejo de Órdenes:
Ya
en tiempos de los Reyes Católicos, el rey Fernando eliminó la
independencia de las órdenes militares convirtiéndose él mismo en
maestre de las tres principales órdenes militares. Desde ese momento se
detecta periódicamente una especie de reunión informal del Rey con los
consejos del Maestre de dichas órdenes, a fin de administrar dichas
instituciones. En 1523, el papa Adriano VI concedió las órdenes al
Reino de Castilla, por lo que pasa a la jurisdicción real un importante
patrimonio: dos ciudades, doscientas villas y un centenar de aldeas,
repartidas en un territorio que, en el caso solamente de la Orden de
Santiago, llegaba a ser el 4% del Reino de Castilla. Además se presentó
el problema de que, al desaparecer la figura del Maestre, las Órdenes
perdían el centro organizativo que las mantenía. Por todo ello, Carlos
V decidió crear el Consejo de Órdenes, a fin de gobernar, administrar
justicia y dar gracia en aquellos territorios. Formado por los
caballeros de las Órdenes, Carlos V aprovechó el Consejo para reducir
gradualmente los privilegios de los que gozaban, especialmente por
razones políticas pues muchos de ellos ayudaron a los Comuneros, pero
escaparon del castigo en función de sus privilegios. Al final, en
tiempos de Felipe II, el Consejo de Órdenes se convertirá en una
especie de Tribunal de Honor, pues el hábito pasará a ser un elemento
de prestigio social y una garantía de limpieza de sangre, perdiendo
todo su carácter de gobierno y justicia.
Consejo de Cruzada:
El
Consejo de Cruzada, en un principio, fue creado para administrar las
tres bulas concedidas por el Papado (Cruzadas, subsidio y excusado) con
el presunto fin de ayudar al Reino a la lucha contra el infiel y al
mantenimiento de la flota de galeras del Mediterráneo. Este consejo,
formado normalmente por eclesiásticos, se ocupaba de la recaudación y
gestión de las dichas bulas, que suponían una importante fuente de
financiación del Imperio. Consejo de Hacienda:
La creación de
este Consejo en 1523 supuso una notable racionalización de la Hacienda
castellana, que hasta aquel momento disponía de dos contadurías que
continuamente se enfrentaban entre ellas (la Mayor, encargada de la
recaudación de los impuestos y de su administración, y la de Cuentas,
que se ocupaba de intervenir y verificar las cuentas de la anterior). Consejo de Indias:
Fue
fundado en 1511 y reformado más tarde por Carlos V, en 1524. Estaba
compuesto, básicamente por un Presidente, un Gran Canciller, doce
consejeros, el personal subalterno habitual y algunos puestos
específicos de este Consejo de Indias, como el de Cronista oficial de
Indias, Cosmógrafo y un oidor de la Casa de Contratación —que era
también Superintendente de la Recopilación de las Leyes de Indias—, con
cuatro oficiales.