Las leyendas nos ayudan a entender el pensamiento y la cultura de quienes poblaban estas tierras tiempo atrás.
El pensamiento mágico de nuestros antepasados explicó con estas historias la realidad que los rodeaba.
Las leyendas nos hablan sobre la naturaleza, animales, plantas, el cielo y las estrellas, etc.
Cada pueblo buscó los motivos de su existencia, así como la de todos los objetos a su alcance,
y el resultado es una increíble colección de relatos que maravillan por su belleza.
EL NACIMIENTO DEL ARCO IRIS
Hace mucho, mucho tiempo, en la espesa selva verde esmeralda habitaban unos pequeños animalitos que provocaban la admiración
de todos aquellos que tenían la suerte de poder verlos. Eran siete magníficas mariposas, todas diferentes, pero cada una con sus alas pintadas de un color brillante y único.
Su belleza era tal, que las flores de la selva se sentían opacadas cada vez que las mariposas revoloteaban su alrededor.
Eran inseparables, y cuando recorrían la selva parecían una nube de colores, deslumbrante y movediza.
Pero un día, una de ellas se hirió con una aguda espina y ya no pudo volar con sus amigas.
El resto de las mariposas la rodeo, y pronto comprendieron que la profunda herida era mortal.
Volaron hasta el cielo para estar cerca de los dioses y, sin dudarlo, ofrecieron realizar cualquier sacrificio con tal de que la muerte de su amiga no las separara.
Una voz grave y profunda quebró el silencio de los cielos y les preguntó si estaban dispuestas a dar sus propias vidas con tal de permanecer juntas,
a lo que todas contestaron afirmativamente. En ese mismo instante fuertes vientos cruzaron los cielos, las nubes se volvieron negras,
y la lluvia y los rayos formaron una tormenta como nunca se había conocido.
Un remolino envolvió a las siete mariposas y las elevó más allá de las nubes.
Cuando todo se calmó y el sol se disponía a comenzar su trabajo para secar la tierra, una imponente curva luminosa cruzó el cielo,
un arco que estaba pintado con los colores de las siete mariposas, y que brillaba gracias a las almas de estas siete amigas
que no temieron a la muerte con tal de permanecer juntas.
Leyenda de los indios araucos.
A orillas del río Orinoco, vivian hace mucho tiempo siete hermosas mariposas bailarinas, que bailaban y bailaban en los pétalos de los lirios y de las amapolas de la selva.
Cada una de ellas tenía su color: Blanco, Azul, Rojo, Verde, Amarillo, Violeta y Añil.Por las tardes se suspendían en una flor o en una hoja y se entregaban al sueño.
Un día en que las siete hermosas mariposas bailaban y bailaban. La Amarilla al saltar a una rama, se hirió una de sus alas y comenzó a agonizar.
Sus amigas la rodearon y al ver que iba a morir se preguntaron. ¿Qué sacrificio podríamos hacer nosotras para estar siempre con nuestra amiga?
Al momento se escuchó una voz que les dijo: están dispuestas a hacer un sacrificio, aún el de la muerte, por estar siempre con su amiga?
SÍ respondieron todas.Automaticamente se oscureció el cielo. Un rayo penetró en el corazón de la selva.
La selva se estremeció y lanzó un grito que fue a perderse en la inmensidad del universo.Vino la lluvia y un remolino de viento arrastró a las siete mariposas.
Una hora después brilló el sol y en el cielo apareció el Arco Iris con sus siete colores y en ellos las almas de las siete hermosas mariposas.
Y ASÍ FUE COMO DIOS HIZO ETERNA LA AMISTAD EN TODA SU BELLEZA.
Los duendes del Arco Iris...
Los duendes del arco iris son unos hombrecillos ancianos de muy poca estatura, los más altos no llegan a la altura de nuestras rodillas.
Regordetes y de carillos sonrosados nunca dejan de cuidar sus lisas barbas blancas, entre las que se pueden apreciar labios finos y agrietados.
Van vestidos enteros de verde y siempre llevan consigo un largo y castigado zurrón que, por el peso de su contenido, tienen las costuras totalmente abiertas.
En estos bolsos raídos portan polvos dorados, mágicos polvos dorados y, al andar van dejando a su paso un hermoso río de oro.
Los duendes del arco iris no hacen más que soñar, imaginar y fantasear, a eso dedican sus cuatrocientos años de vida.
Entre lluvia y lluvia, se esconden en los rincones más secretos a trabajar su imaginación y así poder crear la imagen más alegre y viva que sean capaces.
Y cuando en alguna parte del mundo cae agua entre los rayos del sol, los que consiguen inventar los mejores pensamientos son gratificados de una manera muy peculiar.
En el cielo se dibuja un enorme arco de luz y colores de tal brillo que los destellos de sus tonalidades obligan al más desinteresado a admirarlo.
Pues si te fijas bien podrás ver entre color y color cómo los duendecillos juguetean, corren y brincan.
Les gusta saltar del naranja al verde, del rosa al añil y resbalar entre sus espumosas curvas. Pero cuando llega la noche, cuando el arco desaparece,
estos hombrecillos de la imaginación permanecen en la tierra de la realidad. Se ocultan tras la brisa, esperan en las esquinas de las calles,
se esconden entre las sombras aguardando a que todos los niños duerman. Cuando esto ocurre se cuelan por las ventanas y, muy sigilosamente,
se acercan a sus camitas. Tras danzar y canturrear melodías extras en idiomas desconocidos alrededor de ellas, miran fijamente a los ojos de los chiquitines,
como queriendo penetrar en su mente. Meten su rechoncha mano en el zurrón cargándola de sus polvos mágicos y, en un brusco movimiento,
los dejan caer sobre sus ojos. En esos minúsculos granos se encuentra contenida una minuciosa selección de los pensamientos más felices de los duendes.
Al introducirse en la imaginación de los críos soñolientos, empapan de paz, alegría, color y luz sus inocentes sueños, consiguiendo un descanso impecable.
Y cuenta la leyenda que el arco iris fue creado para aislar a los niños de la gris realidad que les rodea, para que al menos sus sueños rebosen de felicidad y seguridad.
Y es por esto que el arco de color siempre ha existido y siempre existirá.
Leyenda de la provincia de Córdoba.
EL OMBÚ
Cuando Dios hizo el mundo, después de haber hecho los mares y la tierra, los hombres y los animales, cuando hacía las plantas,
a cada una le preguntaba lo que quería ser. Cuando le llegó el turno al quebracho, éste le dijo:
-"Tata Dios ... Ió quero ser juerte y duro pa resistir los golpes de la suerte", y Tata Dios lo hizo fuerte y duro.
Cuando le llegó el turno al jacarandá, éste dijo:
-"Tatita ... Ió quero ser coqueta como mujer", y Tata Dios la hizo coqueta ...
Después le llegó el turno al cañaveral.
-"Qué querís ser vos?" ... le dijo Tata Dios ...
-" Ió quero ser, Tata Dios, largo y duro pa ser lanza e soldado y picana e los bueyes en el trabajo e las carretas ...
-dijo el cañaveral del cañadón-".
Por último le llegó el turno al ombú y éste al ser preguntado por Tata Dios, le contestó:
-"Tata Dios ... Ió quero ser coposo para dar sombra y descanso a los caminantes; Ió no quero flores ni perfumes, ni vistosos colores,
ni jugo, ni siquiera fruto ... que mi tronco sea blando y que ni los clavos puedan quedar clavados en mi madera ...
Tata Dios ... Ió quero hacer el bien a los hombres ... Ió quero aliviarles las fatigas cuando cruzan las llanuras y los montes,
los ríos y montañas bajo el sol calcinante y muertos de sed en medio de la tierra reseca por el fuego y el calor ... "
Y Tata Dios lo hizo como le pidió el ombú.
Pasaron muchos siglos y siglos ... Vino el Redentor del mundo, salvó a los hombres y éstos lo crucificaron.
Cuando el Ombú lo supo corrió y pidió hablar con Tata Dios. Tatita Dios consintió y el pobre Ombú lleno de dolor; le dijo:
-"Tata Dios ... cuando usted hizo los árboles les preguntaba a todos qué querían ser ... y tuitos querían ser bonitos, lindos y juertes ...
Ió no quería nada deso pa que jamás pudiera servir de cruz, como sirvieron otros árboles pal Hijo de Dios que nos trajo amor al mundo ... "
-"¡Ah ... já! ... bueno mhijito ... mi hais ienao de satisfacción ... A naides había oído hablar tan lindo", dijo Tata Dios ... y abrazándolo, le dijo:
"Ió te protegeré por toda la eternidad para que sigas haciendo el bien a los hombres ... "
Leyenda de la provincia de Buenos Aires.
Cuando la gente de una tribu pampeana terminó su primera siembra de maíz, festejó el acontecimiento alegremente con danzas y cantos rituales.
Desde ese día los hombres fueron los encargados de cuidar el cultivo. Pero sucedió que al poco tiempo, la tribu se vio en peligro y la toldería vibró con gritos de guerra.
Así fue que todos los hombres tuvieron que alejarse, dispuestos a defender sus dominios. Sólo quedaron los ancianos y un puñado de mujeres,
encargados de las tareas cotidianas de la toldería, por lo que el cacique encomendó a su esposa Ombi, el cuidado de la pequeña siembra.
Pasaron muchos días, la dedicación de la mujer dio sus frutos y una tarde, conmovida descubrió los primeros tallos.
Entusiasmada removía con sus manos la tierra, arrancaba los yuyos, y acarreaba agua para humedecer las plantas, sin descuidarlas en ningún momento.
Pero ocurrió que una gran sequía azotó la región. Nadie recordaba otra igual.
Los ancianos de la tribu invocaron a los dioses protectores para que enviaran un poco de lluvia, pero no aparecía ni una pequeña nube en el cielo.
Sin piedad, el sol desparramó sus rayos, que terminaron por resquebrajar la tierra y hasta secó la aguada cercana a la toldería.
Después un viento caliente terminó por desolar la región.
Ombi desesperada comprobó cómo las plantas que habían conseguido crecer se secaban una tras otra. La india, ya casi no se alejaba del lugar
y redoblaba sus cuidados por salvarlas.
Los días pasaban lentamente bajo aquel calor sofocante. En el lugar no existían árboles donde cobijarse, sólo los toldos daban una pequeña protección.
Fue entonces que los ancianos de la tribu vieron asustados que Ombi envejecía día a día y temerosos por su vida, le rogaron que se quedara con ellos a la sombra de los toldos.
Pero la mujer se negó a obedecer, resuelta a salvar aunque fuera una planta, para poder tener simiente al otro año.Una mañana, el calor era tan abrazador que toda la tierra
parecía una enorme hoguera: entonces que Ombi comprobó dolorida que del pequeño sembradío sólo quedaba una planta.
Decidida a no perderla, se arrodilló llorando a su lado y la cubrió con el cuerpo para protegerla del sol, mientras que sus lágrimas humedecían la tierra reseca.
Y ahí se quedó para siempre.
Pasaron los días y al ver que no volvía, su gente salió a buscarla. Lo único que hallaron fue una planta de maíz, que aunque débil se mantenía de pie,
resguardada por la sombra de una hierba gigantesca que crecía muy cerca de ella.
Todos lloraron la pérdida de la india y en su recuerdo llamaron Ombú a aquella planta.