Un estilista muy conocido decía la otra vez que la edad tiene sus limitaciones y habría que respetarlas. Ese reconocimiento de que el tiempo efectivamente pasa para uno también en general supone una despedida gradual y espontánea, y casi siempre nostálgica, de ciertos juegos y elecciones vinculados con la moda y los looks que hasta ayer eran cotidianos, incuestionables. ¿Quién se iba a privar de calzarse la mini, el short, el bikini; de dejarse el pelo muy largo o de pintarse con todo lo que tenía a mano sin siquiera contemplar la posibilidad de que no le quedara bien?
Proceso de cambio que por supuesto no empieza a tal o cual edad, sino que se va dando imperceptiblemente y cada cual siente a su manera, cambiando con él o resistiéndolo con empeño. Es cierto, el tiempo no tiene por qué ser una condena para dejar de ser sexy y atractiva, y nadie tendría por qué olvidarse, por ejemplo, de la pollera corta o el pelo largo por el solo hecho de cumplir equis edad.
También lo es que hoy los 50 son los 40, y los 60 los 50, o casi. Y que la mujer actual con posibilidades de hacerlo se cuida como nunca y suele parecer bastante más joven de lo que es.
Pero el sentido común, que en esto algo ayuda, recuerda que existe la juventud de la madurez, diferente de aquella que se ha ido dejando en el camino, con posibilidades muy interesantes de seducción al reemplazar lo evidente por lo sutil y elegir looks sin sobresaltos. Nadie dirá que le resulta alentador parecer una adolescente por la espalda y toda una señora al darse vuelta. Tampoco que el pelo largo al estilo chica de 18 rejuvenece y sienta bien cuando se transita la quinta década. Más bien hace ruido. Y hasta suma años.
Por Carmen Acevedo Díaz