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No solo Tango...: La cita anual con la lectura / La apertura, masiva y custodiada
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De: 2158Fenice (Mensaje original) |
Enviado: 23/04/2010 09:02 |
Un inicio marcado por el Bicentenario
La Feria del Libro se inauguró anoche con discursos que reemplazaron los reclamos editoriales por alusiones al aniversario patrio.
Lombardi, Pazos, Lorenzetti, Macri, García, Sileoni, Coscia y Binner
abrieron oficialmente la exposición en La Rural
Foto: Fabián Marelli y Soledad Aznarez
Cynthia Palacios
LA NACION
Fue la palabra más repetida: el Bicentenario se escuchó en todos los discursos. Lejos de las palabras críticas o los incidentes de años anteriores, la apertura de la 36» Feria Internacional del Libro transcurrió ayer sin tropiezos.
En la primera fila, rodeados de un enjambre de cámaras, estaban el secretario de Cultura de la Nación, Jorge Coscia; el ministro de Educación de la Nación, Alberto Sileoni; el presidente de la Corte Suprema de Justicia, Ricardo Lorenzetti; el jefe de gobierno porteño, Mauricio Macri, y sus ministros de Educación, Esteban Bullrich, y de Cultura, Hernán Lombardi; el presidente de la Fundación El Libro, Horacio García, y el gobernador de Santa Fe, Hermes Binner.
Detrás de ellos, funcionarios, embajadores, escritores e invitados especiales, como el titular de la Feria del Libro de Fráncfort, Juerguen Boos, donde la Argentina será este año la "invitada de honor". Anteayer, la presidenta Cristina Kirchner, que no estuvo presente en el acto, confirmó su presencia en Fráncfort en octubre próximo.
Apostados en los pasillos de la sala Leopoldo Lugones de La Rural, separada del tránsito de los visitantes, se encontraban decenas de personas que velaban por la seguridad del acto. El año pasado, un centenar de militantes docentes abuchearon a Macri, que casi no pudo pronunciar su discurso, durante la apertura de la feria, que terminará el 10 de mayo.
Vista de la feria, una vez ianugurada los pasillos se poblarán de lectores
Quizá por eso el acto se retrasó ayer más de 40 minutos y nadie podía ingresar en la sala sin tener una invitación especial. Esa fue una de las características únicas de esta feria, en la que tampoco hubo un escritor que hablara en la inauguración. Esta vez fueron los cantantes Teresa Parodi y Víctor Heredia quienes leyeron textos de 1810 y de 1910: un fragmento de la Gaceta de Buenos Aires y artículos de Joaquín V. González, Manuel Ugarte y Ricardo Rojas. Antes de las palabras, la cantante Cecilia Milone cantó el Himno Nacional y dos tangos.
El lema de este año es "Festejar con libros 200 años de historia", y nadie se olvidó de hablar de la fecha patria. Coscia propuso tomar estos 200 años para hacer un balance, y admitió que algunos de los sueños de la Revolución de Mayo "están inconclusos". "La Argentina podría ser analizada por su historia de encrucijadas, y creo que estamos viviendo una", señaló.
"En 2008, el PBI cultural argentino fue de 3,27%, mientras que en España fue del 3%. En el mismo año se publicaron 97 millones de libros. La participación editorial en nuestro PBI es superior a la de España y Francia", dijo Coscia. "No hay una actividad editorial exitosa en un país que fracase", señaló. Coscia habló también de la creación del Instituto Nacional del Libro, que espera la media sanción del Senado. Lo mismo pidió García en su discurso, al considerar que la ley permitirá a la industria editorial estar en igualdad con otras.
Vivir otras vidas
Sileoni se mostró orgulloso de haber visitado "todas" las ferias, y las recordó como "espacios de resistencia" en los tiempos más difíciles del país. "Festejamos 200 años de patria y festejamos la democracia que supimos conseguir", dijo el ministro de Educación, que afirmó: "Los libros nos permiten vivir vidas que jamás hubiéramos podido vivir".
Macri la nombró "la feria del Bicentenario" y destacó el rol fundacional de los libros en la creación de un país. "También festejamos los 200 años de la creación de la primera biblioteca pública impulsada por Moreno", leyó, interrumpido varias veces por los aplausos de un grupo de entusiastas.
En el auditorio estaban los editores Daniel Divinsky y Alejandro Katz; Quino; el ex jefe de gobierno porteño Jorge Telerman; la coordinadora de la presencia argentina en Fráncfort, Magdalena Faillace, y varios escritores, como Elsa Osorio y Graciela Aráoz.
Atravesado por el Bicentenario del primer gobierno patrio, el programa de la feria prevé debates sobre los dos siglos de existencia del país desde las miradas de la historia, la sociología, la literatura o la filosofía, entre las más de 1200 actividades que propone. El gobierno nacional y el porteño tienen programaciones especiales sobre el aniversario patrio. El Bicentenario es razón de optimismo para los editores, que suponen que el tema atraerá a la feria a un público que habitualmente no asiste.
Una de las novedades es el espacio del cómic, el 8 y 9 de mayo, con charlas y clínicas de historietas. También se espera que una multitud se acerque a la Noche de la Ciudad en la feria, el 1° de mayo, que estará abierta con entrada gratuita desde las 21 y hasta la una de la madrugada.
El Stand de Diario La Nación, con confortables sillones, los lectores pueden acercarse leer el diario y obtener información sobre la feria
El atractivo de la entrada gratis
Fue un debut con mucho público y optimismo entre editores y libreros.
Silvina Premat
LA NACION
En "la previa" del comienzo de la fiesta anual del libro en Buenos Aires, ayer por la tarde, muchos editores, libreros, escritores y vendedores brindaban con optimismo en los stands y pasillos del predio de La Rural. Antes del masivo ingreso de visitantes -que ayer fue gratuito desde las 18- muchas editoriales ofrecieron cócteles a sus clientes del interior y también de otros países de América latina.
En tanto, fuera de los pabellones, el público que llegaba para su primera recorrida por los pasillos de la feria se mezclaba con los invitados a participar del acto de inauguración oficial, al que sólo se accedía con invitación. La velocidad con la que ingresaban los primeros contrastaba con la lentitud de las filas de los invitados, retrasados por las medidas de seguridad.
Una vez adentro, en el primer pabellón -el Azul- recibían a los visitantes tres figuras del Eternauta, del dibujante Héctor Oesterheld, en un gran stand de la Presidencia de la Nación en el que cada jornada de la feria se homenajeará a un escritor argentino.
Con el pasar de las horas, mientras en la sala Leopoldo Lugones, donde se realizaba la apertura, se escuchaban discursos y aplausos, los pasillos se fueron poblando de ávidos lectores que, por ser los primeros, ayer entraron gratis. Desde hoy la entrada cuesta $ 12 de lunes a jueves y $ 15 los viernes, sábados y domingos.
"Yo vengo todos los años. Vine hoy porque pude coincidir con un amigo que no trabajaba, pero no porque fuera gratis", contó Alicia Marcucci, una instrumentadora quirúrgica que disfruta de la literatura. "No sólo de los libros de medicina, sino también los de ficción", aclaró.
"Los que vienen el primer día son los mismos que vienen también después", dijo Graciela Amarilla, trabajadora social de Lanús que ayer se enteró del beneficio por la radio y quiso aprovecharlo.
Buenos augurios
Unas horas antes primaban los brindis y los mejores augurios en los stands entre escritores, editores y vendedores de libros.
"Este año tengo muy buenas expectativas porque, por ejemplo, los representantes del exterior no sólo son más que otros años sino que compraron mucho más que otras veces. También porque nos confirman que el auge de la literatura infantil y juvenil se registra también en otros países", dijo a LA NACION Marité Schmidt, directora comercial de Quipu Ediciones, que participa de la feria desde hace tres décadas. "El año pasado no nos fue tan bien porque la feria coincidió con la crisis en los Estados Unidos", agregó.
Como ella, otros editores comentaron haber recibido a numerosos vendedores de librerías de América latina, que estimaron en cerca de trescientos.
En el stand de V&R, además del brindis, la chef Pía Fendrik presentó su último libro sobre cocina argentina. Una de las socias de esa editorial, Trini Vergara, compartió las expectativas positivas de Schmidt. "Intuyo que este año será mejor que el anterior porque hubo una leve recuperación del mercado del libro; al menos en nuestro caso, que ofrecemos buenas opciones frente a los productos digitales", dijo.
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"La inmigración a América era una experiencia trágica"
En Árbol de familia, María Rosa Lojo ilumina la experiencia del exilio al contar su propia historia.
Lojo, en su casa: "Este libro es replantearme de dónde vengo"
Foto: Bruno Bertagna
Raquel San Martín LA NACION
Todas las vidas esconden héroes, milagros y tragedias, pero algunas también representan las experiencias de todo un pueblo y hasta de buena parte de un país.
Eso sucede en Arbol de familia (Sudamericana), la novela de María Rosa Lojo en la que la autora entrelaza las historias familiares en sus dos ramas -la paterna, gallega; la materna, castellana- con sus periplos de exilio y desarraigo, y sus protagonistas, que, tocados por la ficción, se transforman en personajes entrañables. El libro se presentará hoy, a las 17, en la sala Adolfo Bioy Casares de la Feria.
En diálogo con LA NACION, Lojo -autora de Finisterre , Historias ocultas de la Recoleta y Cuerpos resplandecientes , entre otros-, que nació en Argentina, recordó las huellas de la inmigración en sí misma. "Siempre en casa hubo una tensión entre el acá y el allá. Los hijos tuvimos siempre el mandato de volver a un lugar donde nunca habíamos estado", cuenta, y describe quizás una de las experiencias que hermanan a más argentinos.
-¿Cómo apareció la idea de escribir sobre su familia?
-Yo escuché historias de familia desde muy chica, narradas por mi madre, por mi abuela, por mi papá. Además compartía el dormitorio con mi abuela, de manera que por la noche siempre había historias interesantes que yo le pedía que contara una y otra vez. Cuando uno es muy joven, no se aprecia demasiado ese bagaje, es algo natural, que siempre va a estar ahí. Se lo empieza a valorar cuando las personas que contaban esas historias han desaparecido, cuando ya no se les puede preguntar nada más. Pero el libro tiene una visión cercana y distanciada al mismo tiempo.
-¿Por qué?
-Cercana porque hay una narradora, un álter ego de la escritora empírica que une las historias, pero no es una narradora que se exhiba a sí misma. Es lejana en el sentido de que trata de ver a los personajes de su propia familia, desde ya transfigurados por la literatura, separados en lo posible del vínculo que tienen con ella como familiares Es reconocerse como miembro de una familia, de un tejido en el cual uno está fatalmente involucrado y comprometido, pero también tratar de ver a esos personajes, que desembocaron en lo que uno es, más allá de los juicios interesados.
-¿Qué tanto hay de memoria y qué tanto de ficción en el libro?
-Es muy difícil medirlo. Hay personajes inventados, o historias que no pertenecen a mi familia, que se transfunden con la historia familiar. Pero son pocos. La gran mayoría tiene que ver con historias que me fueron narradas o con vidas que conocí personalmente. Este libro tiene una trama a la vez personal e individual y colectiva, porque uno a través de una familia ve un pueblo. En el caso de Galicia, en los destinos de mis propios familiares se reflejan los de todo un pueblo, acorralado por el atraso, la pobreza, la marginación. No porque no tuvieran tierras, que las tenían, sino porque esas tierras no daban para vivir a familias numerosas, con un trabajo muy esclavo y muy duro.
-Aparece fuerte el papel de las mujeres en estas historias.
-Sí, tienen mucho protagonismo las mujeres, que quedaban pegadas a esa vida muy exigente dentro y fuera de la casa. Trabajaban en el campo como varones y se quedaban solas, porque los hombres se iban al mar y, a veces, ni volvían, o se iban y se casaban del otro lado. La experiencia personal recogida de conversar con mujeres gallegas es que nostalgia siempre había, pero también mucha liberación, porque realmente se vivía mejor en la ciudad, había otras comodidades, muchas menos angustias que en una vida en un medio rural en la que la salida casi forzosa para muchos varones era irse, y las mujeres quedaban arreglándose como podían.
-Habla de un "corredor abierto" entre España y América. ¿Estaba esa idea de la posibilidad de la vuelta?
-Siempre. Yo la viví en mi casa, del lado paterno y materno. Cada uno tenía su corredor, con comunicaciones mucho más difíciles que ahora. Siempre en casa hubo una tensión permanente entre el acá y el allá, me quedo y me voy. Los hijos tuvimos siempre el mandato de volver a un lugar donde nunca habíamos estado, a un país que era el nuestro, pero en el que no habíamos nacido y que era, en cierto modo, una realidad más potente, más real que el suelo que pisábamos. Hasta muy entrada la adolescencia tuve siempre la tensión de que estaba aquí, pero de paso, de que en la Argentina estábamos mientras tanto.
-¿Qué impacto cree que tiene como argentinos esta experiencia de ser hijos del exilio?
-La inmigración era una experiencia trágica. Muchos emigrantes no volvían, a veces por razones políticas, otras veces por razones económicas, o por las dos juntas. No era fácil volver. El que emigraba tenía que volver triunfante o no volver. Y sólo un porcentaje podía exhibir un regreso triunfante. Las dificultades de la integración las han tenido una o dos generaciones por lo menos. Este libro es volver a los orígenes, replantearme de dónde vengo, quiénes fueron los míos, cómo seguir. Creo que es una experiencia que puedo compartir con muchísimos argentinos.
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